11 de des. 2014

s'acosta el final del cas


“-¿Cuándo supo usted que había descubierto de qué eran las inyecciones?
-Una noche, yo estaba aquí, leyendo. No le había acompañado al ensayo, como acostumbraba. Era penoso oír aquella música discordante, aquellas entradas a destiempo, y saber que yo era la causante, tan cierto como si le hubiera quitado la batuta de la mano y la hubiera sacudido en el aire a mi capricho. - Calló, como si escuchara las disonancias de aquellos ensayos.
Yo estaba aquí, leyendo, o tratando de leer, cuando oí... - Levantó la mirada al pronunciar esta palabra y dijo, como la actriz que recita un aparte en el escenario-: Dios, y qué difícil es evitar esta palabra – y volvió a meterse en su papel-. Era temprano, había vuelto temprano del teatro. Le oí venir por el pasillo y abrir esa puerta. Todavía tenía puesto el abrigo y llevaba la partitura de La Traviata. Era una de sus óperas favoritas. Le encantaba dirigirla. Entró y se quedó ahí de pie, sí, ahí - señalaba un lugar en el que ya no había nadie-. Me miró y me preguntó: “Has sido tú, ¿verdad?” -Ella miraba la puerta, esperando volver a oír las palabras.
-¿Y usted le contestó?
-Era lo menos que le debía, ¿no le parece? -preguntó con voz serena y razonable-. Le dije que sí, que se lo había hecho yo.
-¿Y él qué dijo?
-Nada. Se fue. No de la casa, sólo de la habitación. A partir de entonces nos las arreglamos para no volver a vernos hasta el día de la prima.
-¿No la amenazó? ¿No dijo que la denunciaría a la policía? ¿Que se lo haría pagar?
Ella parecía realmente sorprendida por la pregunta.
-¿De qué hubiera servido? Si ha hablado con el médico, debe de saber que el daño es permanente. Ni la policía ni nadie podían devolverle el oído. En cuanto a hacérmelo pagar... -Se interrumpió para encender otro cigarrillo-. Eso sólo podía conseguirlo haciendo lo que hizo.
-¿Y qué hizo? -preguntó Brunetti.
Ella le reprendió entonces abiertamente:
-Si sabe usted tanto como parece, también sabrá esto.
El comisario sostuvo la mirada de la mujer, con gesto inexpresivo.
-Tengo todavía dos preguntas para usted, signora. La primera es una pregunta sincera, que hago por ignorancia. La segunda es más simple, y ya creo saber la respuesta.
-Entonces empiece por la segunda.
-Se refiere a su marido. ¿Por qué iba a querer hacérselo pagar de esa manera?
-¿Quiere decir haciendo que pareciera que lo había matado yo?
-Sí.
Él observaba  sus esfuerzos por explicarse, veía cómo las palabras empezaban a formarse, para desvanecerse enseguida, olvidadas. Por fin, dijo en voz baja:
-Él se consideraba por encima de la ley, la ley que todos los demás debíamos acatar. Supongo que creía que su genio le daba este derecho. Y Dios sabe que todos le animábamos a creerlo así. Hicimos de él un dios de la música al que adorábamos de rodillas. - Se interrumpió y le miró-. Perdone, no estoy contestando su pregunta. Usted quiere saber si él era capaz de hacer que pareciera que yo era la responsable. Pero, ya ve - dijo levantando las manos hacia él, como si tratara de extraerle comprensión-, yo era realmente responsable. Él tenía derecho a hacerme eso. Hubiera sido menos horrible si yo le hubiese matado con mis propias manos; eso hubiera dejado la leyenda intacta. -Dejó de hablar, pero Brunetti no dijo nada.
Estoy tratando de decirle cómo lo veía él. Yo lo conocía bien, sabía lo que sentía, lo que pensaba. -Hizo otra pausa y prosiguió con el intento de hacerle comprender-. Cuando murió, me di cuenta de cuál había sido su intención al pedirme que subiera al camerino; pero, aunque parezca extraño, entonces me pareció, y sigue pareciéndomelo ahora, que tenía derecho a hacerlo, a castigarme. En cierto modo, él era su música. Y yo, en lugar de matarlo a él, había matado su música. Había matado su genio. Lo comprendí durante los ensayos, cuando le veía mirar por encima de esas gafas, tratando de oír por el inútil audífono lo que estaba haciendo con la música. Y no lo oía. No lo oía. - Sacudió la cabeza ante algo que no comprendía-. Pero no hacía falta que me castigara él, señor Brunetti. Ya he sido castigada. He vivido en el infierno.”

Muerte en la Fenice
Donna Leon


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada