27 d’ag. 2016

el parnaso en casa

ESTA LIBRERÍA ESTÁ ENCANTADA
por los espectros de tanta gran literatura
como hay en cada metro de estantería.
No vendemos baratijas, aquí somos sinceros.
Amantes de los libros: seréis bienvenidos
y ningún dependiente os hablará al oído.
¡Fumad cuanto queráis, pero usad el cenicero!
Busque, amigo, busque cuanto guste,
pues bien claros están los precios.
Y si quiere preguntar algo, hallará al dueño donde
el humo del tabaco se torne más espeso.
Compramos libros en efectivo.
Tenemos eso que usted busca,
aunque usted no sepa aún cuánto lo necesita.

La malnutrición del órgano lector es una enfermedad seria.
Permítanos prescribirle un remedio.



En “La librería encantada” (The Haunted Bookshop, 1919), continuación de “La librería ambulante”, encontramos que Roger y Helen Mifflin han dejado de recorrer los campos y pueblos con su librería ambulante y se han instalado en pleno Brooklyn, como siempre soñara Roger. Ambos regentan La Librería Encantada, un “parnaso en casa” al que acuden, de un lado u otro de Nueva York, todo tipo de personajes singulares, incluidos jóvenes publicistas, farmacéuticos alemanes y guapísimas herederas; por no hablar de sus amigos libreros, que se reúnen allí cada poco para disfrutar la tarta de chocolate de Helen y los discursos incendiarios, y a la vez llenos de sensatez, del pequeño gran Roger.

"No soy un negociante, sino un especialista en ajustar cada libro a una necesidad humana. Un libro que para mí es bueno a usted podría parecerle una porquería. MI gran placer es prescribir libros para todos los pacientes que vengan hasta aquí deseosos de contarme sus síntomas. Algunas personas han permitido que sus facultades lectoras hayan decaído tanto que lo único que puedo hacer es colgarles un letrero que diga Post Mortem. Aun así, muchos tienen todavía la posibilidad de recibir tratamiento. No hay nadie más agradecido que un hombre a quien le has recomendado el libro que su alma necesitaba sin saberlo" (pág. 19).


La librería encantada
Morley, Christopher
Periférica, 2013

traducción de Juan Sebastián Cárdenas

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