25 d’ag. 2007

La voz dormida y 5

La voz dormida
La voz dormida
Dulce Chacón
Punto de lectura
Madrid, 2006
429 páginas

Como yo misma; así antaño
mano en mano
Yo aquí, tú en ningún lugar
que mi yo presente pueda encontrar.
Vivos y muertos,
siempre de igual linaje.
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Kathleen Raine
En una desierta orilla
(traducción Rafael Martínez Nadal)

Este es un libro que trata de romper el muro de silencio que rodea a las víctimas de la larga y despiadada represión franquista. El franquismo y sus epígonos trataron y tratan no tan solo de aniquilar a los contrarios políticos sino de sumirlos en el olvido. Este olvido ha sido especialmente cruel con el papel de la mujer; despreciada y humillada por sus verdugos, sus camaradas masculinos la vieron siempre como un complemento a su lucha. Este libro trata de reivindicar el papel de la mujer en la lucha contra la dictadura y el fascismo y su papel central en el sostenimiento de la misma.


La autora, desde la frase inicial: "La mujer que iba a morir se llamaba Hortensia", desea hacernos participes emocionales de la historia de ese puñado de mujeres encarceladas en Ventas: de la historia de Hortensia, de Elvira, de Tomasa o de Reme o de las mujeres que, desde fuera las ayudan, Pepita, Celia... Chacón nos va introduciendo poco a poco, con un estílo directo, de frases cortas y contundentes, en la vida cotidiana de este grupo de presas. Desde su presente de derrota y abandono pero también de solidaridad, dignidad y orgullo, vamos conociendo sus historias contadas por ellas mismas: su pasado marcado por sus ideales de un mundo mejor y el horror de la Guerra Civil. Su presente de lucha por sobrevivir y sus sueños y esperanzas de un mañana sin miedo a hablar, reir o llorar libremente. "No preguntes, vete y no vuelvas más. Y mucho cuidadito con llorar y formar escándalo"


La voz dormida es un libro visceral, la autora no oculta la emoción que pone en cada frase, en cada párrafo, en cada capítulo.Cada frase del mismo es un jirón de dolor y de amor por sus personajes. Dulce Chacón no desea tomar distancia con sus personajes, toma partido y llora y rie con ellos. En la sobrecogedora escena en la que Tomasa llora la libertad de Reme y su consiguiente desamparo, apreciamos la escritura desgarrada y sentida de la autora: "Sobrevivir. Y contar la historia, para que la locura no acompañe al silencio... Palabras que estuvieron siempre ahí, al lado, dispuestas. La voz dormida al lado de la boca. La voz que no quiso contar que todos habían muerto". Si, todos habían muerto y muchos más morirían, pero las mujeres estuvieron y están ahí para contarlo, serenas, firmes, orgullosas.





21 d’ag. 2007

La voz dormida y 4

Ponencia de Dulce Chacón sobre la génesis de su obra:

La historia silenciada

Dulce Chacón

"El conflicto de las dos Españas no terminó al acabar la guerra civil española. No termina con el famoso parte del primero de abril, Cautivo y desarmado el ejército rojo… Ni en las cárceles franquistas, donde miles de republicanos fueron sometidos a torturas, y muchos de ellos encontraron la muerte.
Ni siquiera termina cuando el Maquis se retira de los montes españoles y abandona las armas, o con el pueblo vencido, la represión y la barbarie sistemática de una política de tierra quemada que buscaba la aniquilación del espíritu de la República. El conflicto de las dos Españas no ha terminado.
Terminará cuando pueda hablarse del conflicto. Terminará cuando no haya ni una sola persona que necesite bajar la voz para contar su historia. Los que perdieron la guerra fueron condenados al silencio, impuesto por la dictadura y consensuado por la democracia. Y esa condena conserva aún el eco del miedo a hablar.
Cuando empecé a documentarme para mi nueva novela, visité a una mujer que me pidió que no mencionara su nombre, ni el nombre de su pueblo. Me habló en voz baja. Miró con desconfianza la grabadora que puse sobre la mesa y, aunque me dio permiso para usarla, bajó aún más la voz y me rogó que cerrara la ventana. Era el mes de agosto del año 2000, hacía calor. Pero yo cerré la ventana.
Aquella anciana de 82 años aún temía que la vecindad recordara su historia. El eco del miedo. Y una voz que requiere un ambiente clandestino para contar las vejaciones sufridas a causa de una sonrisa. Ella había recibido una fotografía de su ahijado de guerra. Se la mostró a una amiga ante el estanco. Sonrieron las dos.
Tenían 20 años y el joven era apuesto. Pero fue un día después de la toma de Teruel por el ejército republicano. La estanquera pensó que sonreían por la victoria. Y las dos fueron detenidas, por celebrarla. Les hicieron beber un litro de aceite de ricino. Después de tres meses, al ser liberadas, las obligaron a fregar a diario el suelo de la iglesia, con sus propios cubos y sus propias bayetas. A su padre le hacían barrer las calles del pueblo.
No es fácil ser testigo del dolor que sienten los que guardaron silencio, los que buscan un lugar apropiado para hablar, como Enrique, con el que contacté a través de una amiga y no quiso darme su dirección ni su teléfono, y me contó que a su padre lo fusilaron en el 36, y que su madre estaba embarazada cuando se los llevaron a los dos, a ella la fusilaron también, pero le concedieron la gracia de esperar a que naciera su hija y de amamantarla durante tres meses antes de llevarla al paredón.
No es fácil ser testigo de las lágrimas de los que aún se esconden para llorar, como Elvira, que quiso venir a mi casa porque a sus hijos les duele su llanto, y me contó que su padre cayó en el frente de Guadalajara y que supieron que había muerto cuando alguien les envió su maleta. Una maleta con la ropa de su padre, esa es la única constancia que han tenido de su muerte. No son fáciles las lágrimas de Elvira. Su madre luchó en la clandestinidad. Fue apresada, torturada y encarcelada. Murió a los quince días de salir de la prisión.
Remedios Montero y Florián García saben que la condena del silencio comenzó a romperse después de un tiempo excesivamente largo, cuando los historiadores pudieron consultar los archivos, recabar testimonios, esclarecer las sombras que los vencedores extendieron sobre la memoria. Estos dos guerrilleros de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón recuerdan con cariño y amargura a sus compañeros caídos en el Maquis, y el llanto se convierte en homenaje a los que buscaban una España mejor. Y Remedios llora.
Celia en la guerrilla, rinde sus lágrimas a su madre, que fue obligada a presenciar las palizas que le daban a su padre. Ante sus ojos, a golpes, le rompieron un brazo y una pierna. La madre de Reme murió a los dos meses. No pudo soportarlo, dice Reme. Y su padre y sus dos hermanos se echaron al monte en cuanto tuvieron oportunidad, para salvar la vida; y Reme también, dos años estuvo en la guerrilla, y se llamó Celia. Durante su estancia en el monte mataron a su padre, y a sus dos hermanos. Al mayor lo mataron en Cuenca; los guardias civiles le estaban esperando en la puerta de San Antón. Cayó herido, y para que no le cogieran con vida siguió disparando hasta que le lanzaron una bomba y le destrozaron.
Reme no sabe dónde enterraron los restos que recogieron con pala. Tampoco sabe dónde enterraron a su hermano pequeño. Tenía dieciséis años cuando le tendieron una trampa al ir a buscar provisiones para el maquis. Guardias civiles disfrazados de paisanos le esperaban, y cuando se agachó para meter la comida en un macuto, le agredieron a hachazos por la espalda; herido lo llevaron al campamento que Reme y su padre acababan de abandonar, y allí lo remataron a tiros. Y Reme llora al contarlo, como lloraba su padre cuando esperaba a su hijo sabiendo que no volvería. Unos meses después, su padre murió en un enfrentamiento con la benemérita.
Cayó al río al morir. Lo dejaron en el agua durante toda la noche y después lo llevaron a Mira, el pueblo donde vivía la hermana mayor de Reme. Se lo mostraron tendido en el suelo para que lo reconociera. Ella era consciente de la represión que sufrían los familiares de los guerrilleros y negó que aquel cadáver hinchado fuera su padre. Pero no pudo aguantar las patadas que le dieron, volviéndolo de un lado y de otro, y pidió que detuvieran los golpes. Reconoció a su padre. Pero no le entregaron el cuerpo. No le permitieron darle sepultura. Lo arrojaron a una fosa, fuera de las tapias del cementerio.
El dolor de Reme se convierte en rabia cuando cuenta su detención y su tortura. Rabia, dice que sentía cuando le administraban corrientes, cuando sentía las astillas en las uñas, cuando la obligaban a arrodillarse en una tabla llena de garbanzos, sal y arroz, y los garbanzos le perforaban las rodillas; y se desmayaba, y la despertaban con cubos de agua. La rabia, dice, le ayudó a soportar las torturas durante veinte días. Veinte días viendo cómo los torturadores se quitaban las chaquetas y se remangaban las mangas, como los carniceros al desollar a los animales, añade Reme con rabia. Rabia, pero también solidaridad, y amor por sus camaradas, que sufrirían del mismo modo si ella los delataba.
Amor también por sus compañeras de cárcel, y solidaridad, durante diez años, cinco a la espera de ser juzgada y cinco condenada por bandolerismo a mano armada. Y amor por Florián García, El Peque cuando se conocieron en la guerrilla, El Grande bautizado en Praga, donde volvieron a encontrarse, después de diez años creyendo los dos que el otro había muerto.
La guerrillera se casó con el guerrillero, porque también hay finales felices. Y vivieron en Praga. Pero no tuvieron hijos, porque a Reme le habían destrozado la matriz en los interrogatorios. Florián consiguió el pasaporte en el año 1978, hasta entonces no pudieron regresar a España, donde viven, en Valencia. Yo les visité en su casa, y me cantaron los dos el himno guerrillero, mirándose el uno al otro, con las manos enlazadas, emocionados, sin pudor ante una emoción que también ha sido silenciada durante un tiempo doloroso y largo.
Con emoción, habla Florián de la guerrilla, y comienza diciendo que los enlaces tienen más mérito, los puntos de apoyo, especialmente las mujeres, y a pesar de que muchas de ellas no tenían conciencia política, murieron por negarse a rebelar el lugar de la estafeta. Seis años estuvo Florián, El Peque, al mando del sector número 11 de la Agrupación. Seis años, del 46 al 52, durmiendo con la ropa puesta y el fusil colgando del cuello.
Seis años lavándose a hurtadillas en el río, en invierno y en verano. Y cuenta sonriendo que la primera vez que durmió en una cama, cuando abandonó la lucha armada y se marchó a Francia para ponerse a disposición del Partido, rechazó el pijama que le ofrecían porque deseaba sentir el roce y la suavidad de unas sábanas. Se desnudó por primera vez en seis años. Sonríe Florián. Siempre sonríe.
Aunque tuerce el gesto al afirmar que fue un error permanecer en el maquis después de 1948, cuando ya estaba claro que las potencias democráticas no iban a liberar a España del fascismo, como se creyó hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. Y tuerce el gesto también cuando asegura que la izquierda española les condenó al silencio con el Pacto de la Moncloa. A Reme y a Florián les duele el silencio de la derecha, pero lo entienden, el de la izquierda les duele más, y no lo entienden.
Florián ha sido testigo de mucho dolor. Estuvo en Alicante, en el puerto, los últimos días de la guerra, cuando más de 50.000 republicanos esperaban ser evacuados por Naciones Unidas. Pero los barcos prometidos nunca llegaron. Y Florián fue testigo de la desesperación de los que optaron por el suicidio, allí mismo, en el instante en el que oyeron que el Caudillo rechazaba la mediación de potencias extranjeras y ofrecía magnanimidad y perdón a los que no tuvieran manchadas las manos de sangre. Florián estuvo allí.
Y fue conducido con los demás al Campo de los Almendros, donde el hambre señoreó de tal manera que hasta las hojas y las flores de los almendros sirvieron de alimento. Después lo trasladaron al Campo de Albatera, allí les daban cada día una lata de sardina y una ración de pan para dos, muchos detenidos caían muertos durante la formación.
La historia de Florián y Reme es una historia de lucha clandestina, pero también es una historia de amor. Llegaron del sufrimiento al amor, asegura ella, y siguen queriéndose como el primer día. Y sonríe al decirlo. Y sonríe también al contar que ahora les reconocen en la calle y les abrazan llorando, emocionados, porque también hay gente que no ha perdido la memoria, o que la está recuperando, porque es preciso luchar contra el olvido. Y ha sido larga la tregua.
Contra el olvido, contra el silencio, luchan también los historiadores, y son muchos, Secundino Serrano, Julián Chaves, José María Lama, Francisco Moreno Gómez, Rosario Ruiz, Benito Díaz Díaz, Matilde Eiroa, Nigel Townson, y muchos más, Mary Nash, Giuliana di Febo, investigadores que están rescatando la historia secuestrada, las voces que estuvieron obligadas a un sueño triste y largo.
Y es así, contra el olvido, como escribe Fernanda Romeu Alfaro, autora de "El silencio roto" y de "Más allá de la Utopía: Perfil histórico de la Agrupación Guerrillera de Levante". España es un país de desmemoria total, afirma, tanto la guerra como la dictadura son temas incómodos, que suscitan situaciones violentas, y es mejor silenciarlos; en cuanto a las mujeres antifranquistas, el silencio ha sido completo; ya es hora de que las mujeres hablemos de la historia de las mujeres. Porque, a pesar del título de su obra sobre las mujeres contra el fascismo, el silencio no se ha roto. Aún quedan muchas voces dormidas, y aún queda gente que baja el tono de voz para hablar, y necesita cerrar las ventanas.
La experiencia de Fernanda Romeu, que empezó a investigar hace más de veinte años, y ha recogido numerosos testimonios orales, le señala que persiste el miedo, especialmente en las zonas rurales, donde aún hay vecinos que se señalan unos a otros con el dedo. El eco del miedo. Ella lo observó durante una entrevista en un pueblo de Asturias. Una mujer, niña en la guerra, le contaba que a su madre la colgaron de los pies para obligarla a hablar, también a su abuela la interrogaron brutalmente. La mujer asturiana y Fernanda estaban sentadas junto a una ventana abierta, un hombre pasó por la calle y la mujer bajó la voz. Ese que acaba de pasar es un fascista de los que delató a mi familia, dijo señalando la ventana.
Miedo. Más de sesenta años han pasado, y aún hay gente que teme a las ventanas. Miedo. Y el conflicto de las dos Españas. El miedo se tenía que haber acabado cuando acabó la guerra, dice la protagonista de mi novela, inspirada en una mujer de ojos azulísimos que entrevisté en Córdoba, hace ahora exactamente cuatro años. Josefa Patiño, la cordobesa de ojos azulísimos, Pepita, conoció a su marido en la cárcel. Él había sido condenado a veinte años, había cumplido ya seis años de condena. Ella iba a visitar a su tío, y él la veía en el locutorio a través de dos alambradas.
¿Tiene novio tu sobrina?, le preguntó a su compañero. No tenía novio, y cuando Jaime Coello salió de prisión con un indulto comenzó a cortejarla. Buscó a Pepita. Y la encontró cuando se dirigía con unas amigas a la Fuensanta, la fuente donde las mozas casaderas pedían un novio a la virgen. Tú no vayas a la Fuensanta, le dijo, que a ti no te va a hacer falta. Ella tenía 19 años. No sabía entonces que en su vigésimo cumpleaños estaría prometida con Jaime, ni que él estaría en la cárcel los 17 años que duraría su noviazgo. Seis meses pasó Jaime en libertad junto a Pepita.
Y volvió a ser detenido. Volvió a ser juzgado por un tribunal militar, bajo la acusación de ayuda a la rebelión, una de las grandes paradojas de los juicios sumarísimos que celebraron los que vencieron rebelándose contra la República: acusar de rebelión a los que defendieron un gobierno legítimo. Jaime Coello, como tantos otros, fue víctima de esa falacia.
Le condenaron a veinte años y un día, sin posibilidad de indulto, y fue trasladado a la Prisión Central de Burgos. Pepita no tenía entonces ninguna formación política, pero aún así, año tras año, en las visitas que realizaba a la prisión, colaboró como enlace de la guerrilla. Jaime le entregaba los mensajes que ella debía llevar, ocultos en el interior de un pequeño compartimiento de las cajitas de madera que hacían los presos en el taller de la prisión y que sus mujeres rifaban en las calles.
Ella los llevaba a Córdoba, los escondía en el fondo de una lechera, y los entregaba a los hombres del monte. Lo hacía por amor. Pero lo hacía con miedo. Y con miedo acudía una vez al año a Burgos, después de ahorrar durante doce meses para pagarse el viaje y comprar comida para Jaime. Miedo, porque nunca sabía si la dejarían entrar. No estaba casada. No era la esposa de un preso. No tenía derecho a visitas. Y más de una vez le impidieron entrar. Y se volvió sin verle, dejando para él en paquetería un cordero asado, cuando ella había comido una morcilla de Burgos cruda, porque no sabía que era preciso freírla. Entonces decidieron casarse, por poderes, pero el Arzobispado les negó el sacramento alegando que el novio era comunista. Miedo. Porque el dolor de las guerras debe acabarse cuando acaban las guerras. Miedo.
Durante diecisiete años, fingiendo ser la esposa oficial, temiendo que la puerta de la prisión permaneciera cerrada para ella. Pero tuvieron suerte, murió el Papa Juan XXIII, y el Gobierno decidió dar un indulto amplio, que incluía a todos los presos cuyas condenas no hubieran sido conmutadas por la pena de muerte. Jaime cumplió, en total, veintitrés años de cárcel. Pepita le visitó en Burgos durante los últimos diecisiete, y fue a esperarle a la estación el día de su libertad, y esa misma tarde, en Madrid, los casó un cura que se llamaba Abundio.
Ella tenía treinta y seis años. El novio la había besado apenas tres veces, tres besos mal dados, dice Pepita, durante los seis meses que vivieron su noviazgo en libertad, cuando ella tenía diecinueve años. Jaime continuó militando en el Partido Comunista hasta su muerte. Pepita se afilió cuando lo legalizaron, porque Jaime ya había muerto y no podía votar. Se afilió, para votar por él. Y el día de la legalización del PC, ella y los camaradas de Jaime acudieron al cementerio y depositaron una bandera roja sobre su tumba. Ahora Pepita está nerviosa.
Sabe que parte de mi novela está inspirada en su historia de amor. Y me da las gracias, porque Jaime y ella vuelven a estar juntos, dice. Está nerviosa. Y cuando el fotógrafo que cubrió mi reportaje para El País señaló el patio de su casa como un buen lugar para la primera fotografía, ella le pidió que se la hiciera dentro. Y se colocó al lado de un retrato de Jaime, para salir juntos en el periódico.
Historia de amor. Historias de los protagonistas de la Historia que amaron y sufrieron para que hoy podamos contar la historia. Para que hoy Pepita esté nerviosa. Nerviosa, y emocionada, porque Jaime y Pepita vuelven a estar juntos. La emoción me ha acompañado durante los últimos cuatro años, mientras buscaba documentación para la historia que quería contar. La historia de los que perdieron mucho más que la guerra. La historia de los que me han regalado sus recuerdos con una generosidad extrema, como Pinto, Gerardo Antón, un guerrillero de la Agrupación Guerrillera de Extremadura y Centro, que me contó su lucha en la guerrilla, su huida a Francia, su exilio en París.
La historia de El Rubio, de El Comandante Ríos, de Quico, de Esperanza y de tantos otros que han asumido las atrocidades cometidas por el bando republicano durante la guerra, y han visto silenciar las sufridas por ellos durante, y después, de la guerra. Porque España es un país de personas brutales, como afirma la compañera de un dirigente comunista que me pide que no escriba su nombre. Personas brutales, dice, y no es extraño. Su compañero fue torturado hasta quedar inválido, paralizado completamente, necesitaba ayuda hasta para fumar.
Cuando le aplicaban las corrientes, sus últimas palabras fueron: Físicamente me habéis destruido, pero moralmente soy invulnerable. Incapaz de moverse, fue llevado al paredón por dos compañeros, en volandas, el 2 de octubre de 1942. Un asesinato legal, afirma ella, como tantos otros. Esta mujer compartió celda con Las Trece Rosas en Ventas, la prisión de Madrid construida por Victoria Kent para albergar a quinientas presas y que llegó a acoger a once mil.
Ella tenía veintiún años cuando ingresó en Ventas, el 21 de abril de 1939. En una celda individual vivían once mujeres. Las presas dormían sobre petates en el suelo, en las escaleras, en los pasillos, en los retretes. Sólo había camas en la enfermería. No había agua. Los depósitos estaban preparados para suministrar a quinientas personas, al igual que las cocinas, que no podían abastecer el exceso de bocas hambrientas y suministraban un plato de rancho cada veinticuatro horas.
La institución penitenciaria era un auténtico almacén de mujeres, y podían morirse en sus petates sin que nadie se diera cuenta. Esta mujer estuvo cinco meses recluida en Ventas, y asegura que ese tiempo fue peor que los diez años de prisión que sufrió en otras cárceles. Recuerda con horror ese desastre. Recuerda con horror que había mujeres que llegaban a Ventas con penas de muerte sin saber que llegaban condenadas. No habían entendido nada en el juicio. Nada.
Así fue hasta la llegada de Matilde Landa, que organizó la oficina de penadas. Y recuerda con horror la madrugada del 5 de agosto de 1939, la palidez de la funcionaria que llamó a las trece menores condenadas en un expediente que sumaba sesenta penas de muerte, sesenta jóvenes que pertenecían a las Juventudes Socialistas Unificadas.
Las jóvenes habían pedido que las fusilaran junto a sus compañeros, querían despedirse en el paredón, pero no se lo permitieron. A ellos los fusilaron media hora antes que a ellas. Cuando la funcionaria fue a buscar a las trece menores, conocidas después como Las Trece Rosas debido a un poema que escribió una de sus compañeras de celda, la mujer que no quiere que escriba su nombre estaba con ellas. Recuerda que Blanca Brisac se cortó la trenza.
Recuerda que Anita López Gallego dejó sin terminar unas tapas de libros; sus compañeras las acabaron y se las enviaron a la familia. Y sabe que Julia Conesa escribió una carta y la acabó pidiendo que su nombre no se borrara en la historia. Y sabe que cuando el hijo de Blanca Brisac fue a recoger las cosas de su madre, se extrañó de que faltara un vestido y después de hacerlo notar exclamó: ¡Ah, lo llevaría puesto!
Las compañeras de Las Trece Rosas oyeron los tiros de gracia en la cárcel de Ventas, que llegaban nítidos desde el cementerio del Este. Los oían, al alba, y los contaban a diario para saber cuántos caían frente al piquete. La madrugada del día 2 de octubre de 1942, la compañera del dirigente comunista paralizado en la tortura estaba de nuevo en Ventas, detenida por segunda vez. Ella sabía que su compañero y otro camarada iban a ser fusilados. Pero oyó tres disparos.
No es él, pensó, no es él. Poco después le dijeron que aprovecharon el viaje para llevar a otro condenado. Era él. Lo enterraron en una fosa común. Nunca ha recuperado el cadáver. Y ella lo cuenta con horror. Pero hablar me sirve, dice, para recordar a mis muertos, para revivirlos. El amor sobrevivió a la locura. Y esta mujer de ochenta y cuatro años me muestra una pequeña fotografía, donde aparece ella, bellísima, con gafas de montura de concha típicas de los años cuarenta.
Así era yo, cuando se enamoró de mí, susurra mientras sonríe pícara. Y contempla la tarde soleada al acompañarme hasta la puerta de su casa. Después de sesenta años, aún pienso: ¡cómo le gustaría este día!, me dice.
Amor frente al horror. El horror de la guerra debía haber acabado con la guerra. Pero no fue así. La historia de Manolita del Arco lo demuestra. Dieciocho años recluida en distintas cárceles franquistas. Delito contra la seguridad del Estado, organización clandestina del Partido Comunista. Su función consistía en repartir propaganda, comenzó a trabajar para el Partido durante la guerra, tenía dieciséis años. Pertenecía al Socorro Rojo. Ella asumió desde joven que pertenecer al Partido y trabajar en la clandestinidad suponía correr un peligro de muerte.
Y en efecto, la condenaron a muerte en 1943. Estuvo cinco meses condenada a muerte, hasta que conmutaron la pena por treinta años. Cinco meses, temiendo cada noche que una funcionaria pronunciara su nombre y ordenara: ¡Que salga con la ropa puesta! A su marido también le conmutaron la pena capital. Le conoció durante el juicio, en el consejo de guerra donde los condenaron a muerte a los dos, se miraron, se mandaron una nota, y después se enviaron muchas más.
Y cartas, de cárcel a cárcel, que engañaron a la censura encabezando la misiva con Querida hermana, Querido hermano, ya que sólo podían tener correspondencia con familiares directos. Una relación que alimentó el amor entre ambos cuando la familia de él la visitaba a ella, y la de ella a él. Después de dieciocho años sin haberse visto ni una sola vez más Manolita alcanzó la libertad. Él había salido unos meses antes, y la estaba esperando en la puerta de la prisión. Y se casaron a los ocho días.
Ella tenía cuarenta y un años, y tuvo suerte, se quedó embarazada dos veces. Un embarazo no llegó a término. Pero tuvieron un hijo. Continuaron los dos militando en el Partido Comunista, y él fue detenido de nuevo, sufrió veinticinco años de cárcel en total, pero ninguno de los dos perdió nunca la dignidad, ni el orgullo de haber participado en la lucha contra el fascismo. Dignidad y orgullo muestra Manolita del Arco como seña de identidad al hablar de su marido, que murió hace veinte años y compartió con ella tan solo seis años de libertad.
Dignidad y orgullo descubrí en ella cuando me contó que la detuvieron por primera vez con el golpe de Casado y yo le pregunté: ¿Entonces, usted era comunista?, y ella levantó la barbilla, irguió la espalda, me miró a los ojos, mantuvo mi mirada y contesto: ¡No! ¡Soy comunista!
Dignidad y orgullo reclaman Reme y Florián. Dignidad, la que han conservado durante los años de represión y durante la crueldad del silencio en la democracia. Dignidad, que sólo será totalmente reconocida cuando la izquierda haga su autocrítica, y cuando la derecha pueda escuchar su historia sin responder con desprecio que los rojos también fueron feroces, sin replicar con indiferencia, o en el mejor de los casos con lástima, que son historias pasadas, y es mejor el olvido.
Contra el olvido, escribimos muchos, para que el nombre de Julia Conesa no se borre en la Historia, para que la dignidad de los que han luchado y sufrido para que hoy vivamos en democracia permanezca en nuestra memoria. Para que Libertad González, Libe, una de las hijas del último alcalde republicano de Zafra, pueda pronunciar su nombre completo sin que ello suponga que tenga que abandonar un colegio, o un puesto de trabajo.
Para que nadie se arrogue el derecho de cambiarle el nombre a otra persona, como le pasó a Libertad en el año 1947, cuando en su partida de nacimiento añadieron al margen: Se acordó que el nombre de la inscrita sea en lo sucesivo el de Rosario, expidiéndose en lo sucesivo las certificaciones de este acta con el nombre de Rosario. Pero Libertad González conservó la dignidad, y conservó el nombre. Ella siempre se ha llamado Libe. Y conservó el recuerdo de su padre, asesinado en el campo de concentración de Castuera en 1939.
José Gónzalez Barrero había sido un alcalde justo. Impidió que los republicanos enardecidos ante la puerta de la Iglesia del Rosario agredieran a los monjes. Salvó del linchamiento a los nacionales más significativos encerrándolos en la Iglesia de Santa Marina, y durante el alzamiento franquista no hubo ni un solo muerto en Zafra. Aún así, fue asesinado al acabar la guerra por tres paisanos que se jactaban luego por las calles de Zafra de haberlo enterrado boca abajo, para que no saliera. Libertad lo cuenta con lágrimas en los ojos.
Ella tenía cinco años, y su madre le puso un lazo negro en la cabeza, y la vistió de luto, a ella, y a sus hermanos. Y cuenta que aún no saben dónde enterraron a su padre, y que su madre comenzó una peregrinación en busca de noticias de su marido inmediatamente después de saber que estaba muerto. Nada supo de él. Y no tuvo el reconocimiento de viudedad hasta pasados treinta y nueve años, el día 11 de marzo de 1980 consigue un certificado de defunción de José González Barrero, donde consta como causa de la muerte: muerte violenta por acción directa del hombre como consecuencia guerra civil.
Este certificado fue expedido en Castuera como testifical, mediante la intervención de testigos que afirman saber que José González Barrero había muerto allí, a pesar de que en el ayuntamiento de Castuera consta su fallecimiento desde el 21 de septiembre de 1949, cuando se inscribe su defunción y se anota la causa del óbito: Choque con la fuerza pública el 26 o 29 de abril de 1939. Tipo de muerte: Fusilamiento. El 26, o el 29, ni siquiera saben la fecha exacta, se queja Libertad, que acumula recuerdos de su padre, papeles, cartas, fotografías, certificados, porque sabe que así conserva su memoria.
La memoria, como único homenaje. La memoria que recupera ahora el pueblo de Zafra, donde José Gónzalez Barrero da nombre a una residencia de ancianos y a una plaza. Libertad vive muy cerca de esa plaza. Se asoma a la ventana y ve la residencia, y el centro de la plaza, donde próximamente colocarán un busto de José González Barrero. Desde su ventana, recupera la memoria de una niña de tres años, cuando una madrugada, la del 7 de agosto de 1936, su padre levantó de la cama a toda la familia y en pijama los llevó a Valencia del Ventoso. Y él marchó a Madrid. Y ya nunca volvieron a verlo.
Julita Conesa pedía en su última carta que su nombre no se borrara en la Historia. Una placa en memoria de las trece menores recuerda su asesinato en el cementerio del Este. El nombre de una plaza recuerda al último alcalde republicano de Zafra. Y son muchos los reconocimientos públicos que reciben los guerrilleros españoles. Pero otros, muchos otros, aún no han contado su historia. Aún no. Es preciso que ahora, después de más de veinticinco años del fin de la dictadura, desaparezca el eco del miedo. Es preciso que se abra la tierra, para que muchos puedan recuperar a sus muertos, como ha ocurrido en el Bierzo y en Laciana, las comarcas leonesas, como ocurrirá en Castuera.
Es preciso, para que la memoria sea un derecho, y no un conflicto, para que los jóvenes de la Gavilla Verde, una asociación que busca la recuperación de la memoria en Santa Cruz de Moya, no encuentren obstáculos en su búsqueda. Es preciso, para que la Asociación Jóvenes del Jerte continúe rastreando la historia del maquis en Extremadura y organizando encuentros que se han convertido ya en foros necesarios para reconstruir los hechos. Es preciso, porque aún no conocemos la historia silenciada, la historia de los que perdieron la voz después de perder la guerra, la historia de los protagonistas de la Historia. Aún no. "
Dulce Chacón

18 d’ag. 2007

La voz dormida y 3

Uno. Da comienzo la obra de Chacón con una frase que quiere ser homenaje a las miles y miles de personas que sufrieron calladamente la larga noche del franquismo: "A los que se vieron obligados a guardar silencio", dedicatoria que me recuerda la reciente petición del Señor Fraga por silenciar y olvidar nuestra pasado reciente, la amenaza de prohibición, la semana pasada, por parte de una juez de Castropol, de los trabajos de exhumación de 11 milicianos republicanos (El País 17/08/2007) o el reportaje de Javier Lafuente sobre el maquis Ino, muerto por la Guardia Civil y enterrado en la entrada del cementerio por decisión del cura para que todos pudieran "pisar la tumba del rojo" (El país 23/07/2007). Estos pocos y recientes ejemplos dan cuenta de las dificultades y las cautelas que todavía han de superar en nuestro país los intentos por recuperar una parte de nuestra historia. Una tarea, tozuda y machaconamente silenciada por las instancias oficiales y que si, hoy, la podemos conocer y estudiar ha sido gracias al tesón de los familiares de los represaliados, el entusiasmo del mundo académico y la ayuda desinteresada de un puñado de voluntarios ¡¡¡extranjeros!!! que están ayudando en las tareas de exhumación e identificación de los restos depositados en decenas de fosas comunes a lo largo de nuestra geografía.
Dos. En todas las entrevistas que hizó la autora con motivo de la publicación del libro, recordaba que su obra era una novela de ficción pero sustentada en un trabajo exhaustivo de documentación por bibliotecas y hemerotecas pero, ante todo, el nervio de la novela descansaba en el testimonio de un puñado de mujeres que sufrieron el zarpazo de la represión y el encierro en las cárceles franquistas. Si La voz dormida es la narración novelada de la vida en las cárceles franquistas, el testimonio lo hemos de buscar en la vida y la obra de Juana Doña Jiménez (Madrid 1918 - Barcelona 2003); autora de cuatro libros de testimonios donde refleja la vida de lucha, dolor, silencio y abandono de las mujeres represaliadas por el régimen. Mujer (1977); Desde la noche y la niebla: mujeres en las cárceles franquistas (1978); Gente de abajo: no me arrepiento de nada (1992) y Querido Eugenio: una carta de amor al otro lado del tiempo (2003), todos prologados por Manuel Vázquez Montalbán, del cual, en la hora de la muerte, les separó una jornada. Juana Doña fue la última mujer condenada en España a la pena capital en 1.947, pena que le fue conmutada por 30 años de reclusión gracias a la intercesión de Eva Perón. Pasó 18 años en diversas cárceles: Segovia, Guadalajara, Alcalá de Henares,... Pues bien, esta gran mujer nos recuerda: "No quería olvidar, olvidar es convertir en cenizas la parte más larga de tu vida, porque el olvido llega cuando casi no vives, Olvidar es un despilfarro, es quedarte sin nada, con las manos vacías y la mente vacía" (Gente de abajo). O, también: "Por último quiero aclarar que este relato es un testimonio de mujeres, pero no feminista. De haberlo escrito hoy, (el original lo escribió, que no publicó, por razones obvias, en 1967) habría profundizado más en las raíces de por qué la mujer en todos los tiempos y circunstancias lleva la peor parte, hubiera reflejado que hay toda una gama de atrocidades y de opresiones que se ejercen sobre la mujer, por el solo hecho de serlo" (Desde la noche y la niebla).



Estudios sobre las cárceles franquistas y la condición de la mujer por aquellos años:

Elena Gascón Vera, Cárceles de odio: narrativa de las mujeres en las cárceles franquistas.

Règine Ilhom, La lucha de las republicanas en las cárceles franquistas.

Tomasa Cuevas, Presas: mujeres en las cárceles franquistas.

Lidia Falcón, En el infierno, ser mujer en las cárceles de España

Carmen Domingo, Coser y cantar: la mujer bajo la dictadura franquista.



Tres. Uno de los títulos de Juana Doña, Desde la noche y la niebla, me sirve para enlazar con la cita de Paul Celan que nos brinda la autora. Noche y niebla es el nombre que se le dio al decreto ,Nacht und Nebel, firmado a finales de 1.941 por el mariscal Wilhelm Keitel, mediante el cual Hitler ordenó que todas las personas detenidas como sospechosas de poner en peligro la seguridad de Alemania, fueran trasladadas clandestinamente a ese país bajo el amparo de la noche, sin dejar rastro y sin que ninguna información pudiera ser difundida acerca de su paradero o destino. (no se porque el espirítu de este decreto me trae recuerdos recientes). Paul Celan fue una victima del horror nazi; nacido el 23 de noviembre de 1920 en Czernowitz (Bukowina), en aquellos momentos ciudad búlgara y en el seno de una familia burguesa de origen judio y habla alemana. En 1939, con el inicio de la guerra, se vio obligado a abandonar sus estudios de medicina en Francia. Sufrió la ocupación soviética de la Bukowina en 1940 y la alemana en 1941. Sus padres fueron asesinados por los nazis y él pasó todo el conflicto en un campo de trabajo del ejército rumano. A partir de 1948 vivió en Paris hasta el 20 de abril de 1970, cuando se arrojó al Sena desde el puente Mirabeau de esa ciudad.

Cuatro.Paul Celan fue testigo del horror y la barbarie nazi. Protagonista de aquellos hechos, fue capaz de plasmar en su poesía - apátrida, huérfano y abandonado a su suerte, su refugio y su patria fue su lengua , el alemán, la lengua de sus verdugos - todo el dolor y la muerte de aquellos años, contradiciendo la afirmación de Adorno en la que sostenía que después de Auschwitz la poesía era imposible.

Dulce Chacón extrae un fragmento, ligeramente alterado, del poema de Celan "Una canción en el desierto", incluido en su poemario de 1952 Amapola y Memoria, el poema completo dice:

UNA CANCIÓN EN EL DESIERTO

Se trenzó una corona de negruzca fronda en la región de Acra: allí revolví el caballo peceño y acometí hacia la muerte con la espada. También bebí en cuencos de madera la ceniza de los pozos de Acra y al encuentro partí de las ruinas del cielo con la visera bajada.

Pocos muertos están los ángeles y ciego quedose el Señor en la región de Acra, y no hay ninguno que me cuide en el sueño a los que aquí entraron al reposo. Molida a golpes quedó la luna, la florecilla de la región de Acra: así florecen las que imitan a los espinos, las manos con anillos mohosos.

Así tengo pues que encorvarme al final para el beso cuando oran en Acra... ¡Oh, mala fue la malla de la noche, la sangre gotea a través de las hebillas! Así llegué a ser para aquella su hermano risueño, el férreo querube de Acra. Así pronuncio el nombre todavía y aún siento el incendio en las mejillas.

De noche, por la fiebre de Dios, tu cuerpo es moreno: con mi boca sobre tus mejillas antorchas blando. No sea mecido aquel a quien nana no cantaron. Hacia ti he ido yo llena de nieve mi mano, e indeciso como tus ojos azules van siendo en la ronda de las horas. (La luna de antaño era más redonda) En tiendas vacías el milagro su fin solloza, el cántaro de los sueños está helado- ¿qué nos atañe?

Piensa: del saúco colgaba negruzca una hoja - el bello signo para la copa de sangre.

En vano pintas corazones en la ventana: el duque del silencio, abajo, en el patio del castillo, enrola soldados. Su estandarte iza en el árbol - una hoja que se le vuelve azul cuando otoñea; los tallos de la melancolía los reparte a la tropa y las flores del tiempo; con pájaros en el cabello se dirige a deponer las espadas.

En vano pintas corazones en la ventana: hay un dios entre las huestes, envuelto en el capote que antaño cayó de tus hombros, por la escalera, cuando era noche, antaño cuando el castillo estaba en llamas, cuando tal los hombres dijiste: amada... Él no conoce el capote y no invocó la estrella y sigue aquella hoja que va delante en vilo.

"Oh tallo", cree oír, "oh flor del tiempo".

PAUL CELAN (traducción de José Luís Reina Palazón)

Las obras completas de Paul Celan están publicadas en castellano por la Editorial Trotta.

Cinco. Este es un cortometraje de Javier Aparisi sobre las cárceles de mujeres franquistas:


...leyendo La voz dormida

15 d’ag. 2007

La voz dormida y 2 (la autora)

Dulce Chacón

Dulce Chacón (Zafra, 1954- Madrid, 2003) inició su andadura como escritora en el mundo de la poesía de la mano de autores como Celan, Rilke, César Vallejo o José Ángel Valente. Asimismo ha cultivado la narrativa y la dramaturgía. Fue miembro activo en el movimiento de recuperación del pasado oscuro del franquismo ( del que, por cierto, Don Manuel Fraga en una larga entrevista en "El País" del pasado día 12 de agosto, llega a decir y cito : " Aquí hubo una amnistía, y amnistía quiere decir no solamente mutuo perdón, sino mutuo olvido. Amnistía quiere decir amnesia, y eso, insisto, quiere decir olvidar, olvidar." Perdón si, señor Fraga, olvido jamás -las negritas son mías. -) y de la lucha contra la guerra de Irak, de la que formó parte como miembro de la "Plataforma contra la guerra de Irak" y leyó el manifiesto contra la misma junto a Saramago. Asimismo, viajó a Irak como parte integrante del colectivo "Mujeres contra la guerra".
OBRA:
Poesía:
Querrán ponerle nombre (1992)
Las palabras de la piedra (1993)
Contra el desprestigio de la altura (1995)
Matar al ángel (1999)
Cuatro gotas (2003)
Narrativa:
Algún amor que no mate (1996)
Blanca vuela mañana (1997)
Háblame, musa, de aquel varón (1998)
Cielos de barro (2000)
La voz dormida (2002)
Dramaturgía:
Algún amor que no mate
Segunda mano (1998)
Premios:
Premio de poesía ciudad de Irún, por Contra el desprestigio de la altura, 1995.
XXIV premio Azorín, por Cielos de barro, 2000
Premio Libro del Año 2002, por La voz dormida.

14 d’ag. 2007

Tarde de cine

Acabo de ver en TV un trailer sobre una pelicula que estrenan esta semana: "Cuando naces ... ya no puedes esconderte" cuyo argumento gira en torno a un niño de 12 años que cae de un yate de lujo y es rescatado por una barca de emigrantes. A raiz de la convivencia con ellos cambia su modo de ver las cosas.
Pinta interesante, y me gustaria verla. La idea seria ir el sabado o el domingo. ¿Alguien se apunta?

Saludos
Fermin

11 d’ag. 2007

La voz dormida y 1

QUERRÁN PONERLE NOMBRE

Se encontrarán
el tiempo y el olvido
en un ángulo recto,
en un espacio silencioso y solo
donde el vértigo se hace
con la línea que deshace la memoria.
Llegarán cada uno por su lado,
el olvido
con las horas muertas en los brazos
y el tiempo
con los recuerdos por morir.
No habrá lugar allí para ninguno,
desde el vértice verán
la extensión blanquísima
donde desaparecen
blanquísimos
los sueños.
Sin asco lo verán,
sin sorpresa y sin asco,
sólo un tenue dolor que se insinúa.
Y querrán ponerle nombre.

Dulce Chacón

6 d’ag. 2007

El mosquito tigre

Mosquito tigre

EL MOSQUITO TIGRE
No recuerdo exactamente como empezó todo. Sé que tuvo la culpa el mosquito tigre, que campaba a sus anchas en aquella época por Sant Cugat y sus aledaños. Las madres que vigilaban los juegos de sus retoños en los parques, comprobaban como el minúsculo insecto se cebaba en el cuerpo (piernas, brazos, cuello y cara) de los pequeñuelos. La situación llegó a tal punto que se constituyeron en una “Asociación de madres en defensa de sus hijos y contra la atroz acción del mosquito tigre”. Dicha asociación figuraba con todos sus permisos correspondientes y, por demás, algún que otro alcalde de la zona le dió el espaldarazo aprovechando los mítines electorales del momento.

El problema aconteció cuando un grupo de vecinos de Rubí, Sant Cugat y Cerdanyola, atentos a cualquier desmán ecológico en detrimento de la biodiversidad de la zona, se opuso a la caza y captura indiscriminada del mosquito. Una especie en vías de extinción —se decía—, tan merecedora de la protección social como el gallo de Wyomin, la cabra hispánica, el tapir subsahariano o el atún del mediterráneo.

La agrupación vecinal de los barrios afectados por la insidiosa presencia del mosquito emprendió una campaña en contra de las acciones de la sociedad ecobiológica. Por su parte, una filial barcelonesa de la Sociedad Protectora de Animales (SPA), sita en Vía Laietana (en dirección al parque de la Ciutadella y no lejos de Correos), salió en defensa del grupo ecobiologista del Vallés Occidental. Al poco tiempo se sumó a este grupo la Asociación de entomólogos de Castilla y León y el grupo para el fomento del conocimiento de las faunas autóctonas de la Vall d´Aran (en su página web se puede consultar un “Alegato en favor del mosquito tigre, injustamente perseguido en San Cugat del Vallés y sus aledaños”).

Benestar Social y la Conselleria de Salut tardaron en pronunciarse sobre el asunto. La Consellera de Benestar Social llamó a la cordura y diálogo con los padres afectados; mientras que la Conselleria de Salut (tal vez, temiendo la acción de Medioambiente y la mala prensa que tienen las campañas antianimales) no acabó de pronunciarse ni a favor ni en contra, ni a favor de unos ni a favor de los otros.

El Parlamento Europeo multó a España (al gobierno español) por incumplimiento de la protección de la biodiversidad, según los acuerdos que se firmaron en Kyoto junto con la cuestión de las emisiones de CO2 a la atmósfera (por la cual también multó al gobierno español). No obstante, el Club de Roma (en la persona de su presidente) y grupos afines al G-8 manifestaron su apoyo a los movimientos vecinales de Sant Cugat y sus aledaños (en la página web “geochopuntocom” se podía consultar el revelador artículo “Great controverse in Spain”). ABC tradujo el artículo con el título “Hasta aquí podíamos llegar”. El PAÍS con el título “Curiosidades vecinales” y LA VANGUARDIA como “Blancanieves y los siete mosquitos”.

Finalmente decir lo que ya todos sabemos y hemos padecido. G.W. Busch bombardeó Sant Cugat y sus aledaños porque el mosquito tigre, según informó un portavoz de la Casa Blanca, estaba poniendo en grave riesgo la estabilidad del orden internacional.

Toda Catalunya, la mayor parte de España y más de un tercio de Europa ha quedado totalmente destruida por la mencionada acción militar. Pero, finalmente, estamos a salvo del insidioso mosquito tigre (que campaba por San Cugat y sus aledaños) y de los movimientos vecinales.
Un saludo a todos,
JAVIER

1 d’ag. 2007

Tona Video Productions Inc

Tona Video Productions Inc se complace en anunciar la proxima emision de los siguientes videos en formato digital:

- Salida del Grupo a las tierras del Frente del Ebro, incluida la obra teatral representada
- Presentacion de exposicion y obra teatral sobre la maternidad de Elna
- Representacion Cátaros al pie de Montsegur
- Vespres Literaris en Lleida, con el programa Escala en Hifi

El tenderete itinerante de venta se montara el domingo y/o sabado 4/5 de Julio en las proximidades del Ateneu, o en cualquier otro domicilio habitual de la zona. Los interesados en conseguir una copia de tan preciada obra lo deberian comunicar por email al responsable tecnico.

Por el momento, la obra esta editada en bruto, sin escenas recortadas, sonido mejorado o titulos de menu. Mas adelante, y a surgerencia de la clientela, se haran las oportunas mejoras.

No perdais semejante oportunidad, sobre todos los que las quereis para enseñarlas a vuestros incredulos amigos y familiares. Un video vale mas que 1000 descripciones...