5 de jul. 2024

lectures d'estiu, 5

 

Les platges del clatell

Joan Vigó


La Breu edicions, 2024

pàgines: 206

per Ponç Puigdevall
Quadren (El País)
16/04/2024



    "Contínuament ha mirat de no repetir cap fórmula, van dir Carles Hac Mor i Ester Xargay de l’obra de Benet Rossell, un dels personatges reals que protagonitzen Les platges del clatell. És una asseveració que el lector està en condicions d’aplicar també al seu autor, Joan Vigó, fidel sempre a l’ambició rupturista i a l’afany experimentador, com si en tot moment busqués simular un contingut per a la novel·la que ofereix al públic i, en el fons, es reclogués en unes formes autosuficients que res no signifiquessin més enllà de l’opacitat del seguit d’enigmes que planteja a la manera d’un deliri mecànic resolts amb els artificis d’una perfecció enlluernadora. A Haiku a Brooklyn es reconstruïen les diverses etapes vitals del protagonista a través dels objectes personals que havia anat col·leccionant i guardant al llarg dels anys; a Vides potser —en un principi, un relat detectivesc—, importaven menys les seductores ziga-zagues de la trama que l’elogi fresc i descarat de la mecànica de la ficció, dels artificis de la imaginació, de la realitat vista com una màquina de fabricar literatura; ara, a Les platges del clatell, Joan Vigó encara complica més els procediments narratius, com si dugués a la pràctica les paraules de l’artista nord-americà Robert Smithson que figuren com a cita a l’obertura del llibre: “La verdadera ficció acaba amb la falsa realitat”.

    Les platges del clatell és una novel·la múltiple. D’una banda, s’acosta a una investigació biogràfica al voltant d’una poeta avantguardista de vint-i-quatre anys, amant de Francis Picabia i desapareguda misteriosament a París l’any 1923: és Berta Epstein, prostituta i morfinòmana, els poemes de la qual —un altre llibre dins del llibre— es rescaten traduïts i editats pel mateix Joan Vigó, que també hi apareix com a autor dels llibres que ha escrit. Encara que a l’apèndix hi surt una fotografia anònima de l’autora, l’única que s’ha conservat, és lícit que el lector es pregunti si la seva existència és real o tan sols un producte de la fantasia de l’autor. D’un altre costat, Les platges del clatell és un joc eufòric que exalta les concomitàncies estètiques i vitals de dos artistes de dues èpoques diferents, Francis Picabia i Benet Rossell, que comparteixen “la celebració constant de la individualitat, la llibertat, la consciència d’una vida pròpia i segellada, oberta a tot i tancada a la pertinença d’entendre l’agrupació de res”, uns atributs que segurament es poden concedir a l’autor mateix. Però la novel·la és també un inventari dels atzars favorables que possibiliten, a través d’un cúmul de casualitats molt propers a la inversemblança, o molt propers a la literatura, que l’obra de Berta Epstein no s’estigui abandonada eternament enmig d’altres papers perduts en un despatx, al cap i a la fi com si la realitat fos alguna cosa semblant a un passadís sense fi que cal recórrer “amb l’entusiasme d’anar obrint les portes que em duran a altres passatges, gabinets i galeries”. O com si dins dels plans de Joan Vigó no hi figurés de cap manera la necessitat de mostrar ni un sol respecte pel relat convencional i la seva estructurada trama d’esdeveniments: es diria que una novel·la com Les platges del clatell no tracta de res més que d’ella mateixa, de la imatge contradictòria de la veritat, de la seva fondària poè­tica inexplicable i apassionada."

4 de jul. 2024

lectures d'estiu, 4

 

El niño

Fernando Aramburu


Tusquets Editores , 2024

pàgines: 272



El niño, de Fernando Aramburu: la dificultad de narrar el mundo en ruinas que deja un hijo muerto

El autor de Patria novela una tragedia familiar para contar un drama colectivo y real, la muerte de 50 niños en 1980 en una explosión de gas en el colegio de un pueblo vizcaíno

per Domingo Rodenas de Moya
El País
03/04/2024


    "En el corazón narrativo de esta novela todo es ausencia. Una ausencia irreparable y clamorosa, la de Nuco, el niño del título, muerto a sus seis años. Fue una de las 50 criaturas que, en 1980, perdieron su vida en una explosión de gas propano en el colegio público Marcelino Ugalde del pueblo vizcaíno de Ortuella. Cincuenta en un pueblo de unos 8.000 habitantes es un inconmensurable desmoche del futuro comunitario y una devastadora inundación de tragedias familiares cuya magnitud escapa a las posibilidades expresivas de la literatura. ¿Cómo se cuenta, cómo se novela algo así? Aramburu ha debido cavilar mucho sobre esta pregunta que hurga en las fronteras de lo literario y su respuesta está implícita y articula El niño: limita el foco a una de aquellas tragedias abordándola como caso y, a la vez, como metonimia de la hecatombe colectiva. Es, en definitiva, el método que ha seguido en el ciclo Gentes vascas, en el que se inscribe esta obra y del que forman parte los cuentos Los peces de la amargura (2006) y las novelas Años lentos (2012) e Hijos de la fábula (2023). Pero si estos tres títulos gravitaban en torno al terrorismo vasco (la fractura y envilecimiento de la sociedad, los orígenes de ETA, el doctrinarismo rebañego de los militantes), aquí el eje se desplaza al infortunio puro e involuntario, el de un accidente que conmociona y destruye cientos de vidas.

    La familia que elige Aramburu tiene solo tres miembros, lo que le permite atender las consecuencias de la pérdida en cada uno de ellos: Mariaje, la madre; José Miguel, el padre; y Nicasio, el abuelo. Uno de los riesgos de contar tales consecuencias es el patetismo, la sobrecarga de emociones o, en el peor de los casos, la verbosidad lacrimógena, con sus variantes lírica y dramática, no siempre desafortunadas (baste recordar Mortal y rosa, de Francisco Umbral). Otro, cuando el acontecimiento traumático es real, consiste en hacer prevalecer el artificio literario sobre la representación veraz y respetuosa de lo ocurrido. Hay que decir que Aramburu esquiva ambos peligros y consigue que su relato discurra con sobriedad y decoro sin perder en la maniobra de contención la capacidad para penetrar en el lector y conmoverlo. Para que ello sea así, hay otra decisión técnica importante, la de narrar lo sucedido desde dentro, a través del testimonio de Mariaje, que confía sus recuerdos y emociones al autor, y también desde fuera, a través de un narrador externo que actúa como reportero. La narración oral de la madre se alterna con la más literaria de este que, si bien la complementa y contrapuntea, también se contagia de cierta oralidad (y hasta de algún que otro giro).

    La historia que esas dos voces van armando, como si añadieran sin prisa las teselas de un mosaico cuyo dibujo solo se revela al final, muestra la expansión de una desdicha que alcanza a todos los que quisieron al pequeño Nuco. Resulta conmovedor el abuelo que, para no enloquecer, resuelve mantenerse mentalmente al lado del nieto muerto, no solo visitándolo a diario en el cementerio sino haciendo de él su interlocutor silente e incluso reproduciendo en su propio domicilio la habitación del nieto. Pero su figura es también la más previsible y sirve de contraste con las de los padres, entregados torpemente (cómo si no) a superar un duelo insuperable.

    A esos dos discursos interno y externo, la novela añade un tercero que, en nota inicial, el autor da como prescindible pero que no lo es. Se trata de diez capítulos metaliterarios de palmaria artificiosidad en los que toma la palabra el propio texto como entidad independiente de su creador, un “hermano” menor de otros hijos del autor que “sobrepasan las seiscientas páginas” (Patria o Los vencejos, entre los más próximos). Con esta personificación —cuyo antecedente remoto es la péñola de Cide Hamete Benengeli al final del Quijote— Aramburu alerta de la naturaleza novelesca de su obra, comparte los principios que la han guiado, entre ellos acercar con verosimilitud la desolación sin fondo que provoca la muerte de un hijo, para lo cual es inexcusable la compenetración de lo documentado con lo inventado. Revela el texto que Aramburu se propuso escribir una novela de capítulos breves ceñidos a lo imprescindible, limpios de prolijidades y de “psicologismo empalagoso”, sin una palabra sobrante, y de acuerdo con los datos veraces de la mujer cuyo trasunto es Mariaje y también con sus demandas (que su padre no aparezca como risible y dar su aprobación al texto final). El texto revela también cuándo tuvo que desviarse de esos datos, qué pesquisas hubo y cuáles fueron los resultados, todo ello derivado de la convicción (de Aramburu) de que la materia de su escritura es “la suma de detalles que le permita una representación coherente de vidas ajenas”, lejos a la “responsabilidad historiográfica”.

    Hay que agradecerle a este texto chivato y parlanchín todas sus indiscreciones, porque gracias a ellas la novela adquiere una dimensión reflexiva que concierne tanto a las vidas rotas de los personajes como al arte compositivo de la novela. Una dimensión que no estorba la verdad de la tragedia ni mitiga su desgarrón afectivo; casi diría que los acentúa y protege en su inaccesible gravedad. Era difícil novelar sin tonos elegíacos el mundo en ruinas que deja un hijo muerto, pero Aramburu lo ha conseguido."

3 de jul. 2024

lectures d'estiu, 3

 

Carn d'olla

Jaume Cabré


edicions Proa, 2024

pàgines: 184



SINOPSI:

    Recuperació d’una de les primeres novel·les de Jaume Cabré, sens dubte la més singular i divertida.

    Com un torrent verbal enjogassat, la novel·la Carn d’olla integra les veus d’una colla de personatges del barri de Sant Antoni de Barcelona dels anys setanta, quan la vida es feia al carrer i els veïns es parlaven de finestra a finestra. D’entre les criatures del barri, sentim l’exprostituta Barringa Barranga, sempre atrafegada, el presumpte cec que ven cupons i tabac, un mossèn, una bruixa, un remeier, cosidores, beates i una rècula de culs de cafè. Personatges a la intempèrie. Cada veu és una visió del món i la novel·la les abraça totes com una celebració de la diversitat.

    El prologuista Adrià Pujol Cruells hi observa: «El vesper d’una Barcelona popular, bastonejada i espavilada, subterrània, oposada als poders que la dictadura hi va sobreposar, i la parla viva, reproduïda amb tanta gràcia, o les estampes, d’una temperatura humana tragicòmica, fidedigna, i tanmateix onírica».

FRAGMENT:

    “La Barringa Barranga acostuma a aturar-se a fer petar la xerrada amb les venedores de bates per a nen, nena o senyora, vetes i calces i sostenidors, mitges i teles i mocadors, vestidets, cortines i botons, fils i baguetes, pinces, tiretes i cremalleres, clips i gafets, didals i agulles, ganxets, sedalines i cinturilles, juntes i randes i fil d’embastar i joguines tronades de plàstic barat, del mercat de Sant Anton, i pregunta per les vendes, amb interès d’economista, mou el cap amb preocupació de confessor quan li contesten que bé però el nen té la grip i l’home està de baixa un altre cop i per més inri m’estan sortint uns granets a l’aixella, miri, miri, que també s’ho mira amb deteniment de metge, fins que, cansada d’estar tanta estona al mateix lloc, s’allunya badocant a seguir les penes de la mestressa de la parada de la cantonada o se’n va a casa.

    La Barringa Barranga travessa pel pas de vianants, encofurnada en un abric de pell apòcrifa, lleument rebregada de cara, pas lent i irregular, amb les celles i els llavis nítidament pintats. Remuga entre dents, com sol fer, i s’atura cada quatre passes com si el pensament ue en aquell moment l’assalta no suportés els sotracs e la marxa. En una mà duu una paperina mig oberta de tant en tant en treu una oliva, la mastega i projecta l pinyolet — són arbequines— davant seu amb habilitat fora mida. Desa la paperina a la bossa on tragina el mocador, cotó fluix, un pintallavis, el bitllet de loteria, un discret rosegó de pa, les claus, el moneder amb el carnet d’identitat caducat i unes ulleres de sol trencades. Treu les claus i comença a pujar amb fatiga els graons alts, estrets i irregulars, agafant-se amb la mà lliure a la barana prima de ferro negre. Se sent la ploradissa sorollosa d’un nen seguida dels crits impacients d’una dona que decreta silenci. La Barringa Barranga llença d’esma el darrer pinyolet per l’ull de l’escala i malda per escoltar el clec imperceptible en topar a terra, mentre continua pujant. Però la simfonia de crits eixorda l’ambient i ella es queda amb el dubte de si el pinyol haurà arribat al trespol o si s’haurà aturat a mig aire de l’escala.

    La Barringa Barranga viu al carrer del Carme i creu sòlidament en el dimoni. Havia arribat a conèixer les barjaules cúbiques de començament de segle en la seva maduresa i decadència, quan a ella encara li queien els mocs, perquè s’havia criat al carrer d’Avinyó. Però d’ençà que va començar a professar ho va fer a ca la Pilareta, rere Sant Anton, on tenia anomenada merescuda com una de les més experimentades xicotes de ca la Pilar. Quan rondava la cinquantena abandonà l’ofici no sense un no sé què de recança, Pilar, que ja m’havia fet en aquesta vida, no sé com dir-ho, però les joves et van pitjant i ja no ho pots donar tot, no sé si m’entens, és una competència massa forta i vull retirar-me per la porta gran, no que em deixin a un racó i et facin la caritat de tant en tant, i es dedicà a collir punts de mitja al quiosc d’un portal de la ronda de Sant Anton, a mitges amb la mestressa, fins que es va cansar de tanta monotonia i s’establí de venedora de tabac, benzina per a encenedors, pedres, llumins i calendaris de noies en biquini. Amb el temps — la B. B. tenia el cul inquiet— notà a faltar les hores lliures per vagarejar pels carrers i decidí compartir la parada amb un cec que, a més, hi aportava els cupons i el bastonet blanc, soroll de canya. A les hores que el seu soci, en Poquilluca, s’ocupava del negoci, la Barringa Barranga anava a contemplar-se als aparadors i constatava que encara feia goig i sovint la feia petar amb les venedores dels encants del mercat de Sant Anton, i en Poquilluca més content que mai perquè la plaça del Pedró era un lloc ideal i mai no hauria pogut somiar de plantar-hi parada.

    La B. B. no recorda quan va decidir-se i per què a tastar les penes de la vida alegre. És una dada sociològica que no li interessa, atesa la seva tendència a oblidar tot allò que cou i fa de mal conservar.”

pàgines 17-19

2 de jul. 2024

lectures d'estiu, 2

 

El descontento

Beatriz Serrano


Temas de hoy, 2023

páginas: 240

por Charo Lagares
El País
11/11/2023

    “Esta head of creative strategy no aguanta un briefing ni un insight más. En la treintena, Marisa no digiere que durante el resto de su vida deba ir cinco días a la semana a trabajar. Andamiada en el humor, con El descontento, su primera novela, la periodista de El País Beatriz Serrano se venga, por todos, del laberinto de las oficinas. Marisa conoce cómo funciona el juego. Sabe qué chiste disparar cuando se inicia la reunión y con qué palabra debe felicitar a su compañera por su nuevo embarazo. Ha alcanzado un puesto de mando a través del arte del disimulo. Ella ya solo finge que trabaja. Pesca ideas para sus proyectos del grupo de universitarios que tutela mientras se atiborra en su despacho de vídeos de YouTube y pastillas de Orfidal. A sus 32 años, ha construido una vida cómoda. No la soporta.

    En El descontento las teorías del sociólogo Erving Goffman se encarnan en la ficción. En las interacciones sociales, concluyó, se adoptan roles para controlar la imagen que generamos en el otro. “Lo comparaba con el teatro”, explica Serrano, “en la calle estamos actuando; en casa, entre bambalinas”. Marisa es consciente de su rol. Por su oficina de fluorescentes y microondas compartido pululan personajillos “tan metidos en sus papeles que no se dan cuenta de que actúan. Hablan de la empresa en primera persona del plural”. Sus identidades se funden con la de la compañía “como si la fueran a heredar. Quizá tienen relaciones personales más superficiales y si el trabajo conquista sus vidas, rellenan el vacío”.

    En el currículum de Serrano, la palabra ‘novelista’ se acaba de estrenar. El malestar que enciende su historia lo detectó en quienes comparten edad con ella. “Hemos seguido el guion y el mundo ha resultado hostil. Con más oportunidades que nuestros padres, no encontramos la felicidad. La crisis de 2008, la burbuja inmobiliaria, sueldos de mierda: todo eso genera el desencanto”. Pero esta, señala, no es una generación “de cristal”. Es una que traza los límites. “Se está buscando que la vida laboral no se adueñe de la personal. Es lógico que tras una crisis económica y una sanitaria nos replanteemos nuestro modelo de vida y de éxito. La felicidad es un traje a medida que solo te puedes hacer tú”.”

    El humor ahorma a la protagonista de la novela, que se ríe de sí misma y de la holgazanería intelectual de cualquiera que cacaree frente a ella una frase hecha. Finta, con carcajadas, los tentáculos del pesimismo. Aligerar la oscuridad es, para la escritora, una “manera de ver el mundo. A los dos días de que a mi madre le diagnosticaran cáncer, por ejemplo, ya nos estábamos riendo. Sin el humor, caes en la amargura. A mí la vida se me haría insostenible”. Como quien se hace un selfi frente a un monumento, Marisa quiere permanecer. Le asusta disolverse. “Siempre ha sido un terror muy masculino, desde los héroes grecolatinos. Yo ahora sé que quiero existir en la vida de quienes me rodean, hacérsela más agradable. Para mí eso es permanecer. El resto es una pantomima”.

1 de jul. 2024

lectures d'estiu

La quietud

Jordi Coca

Edicions 62, 2024

Pàgines: 512



SINOPSI:

    Jordi Coca narra els records i les passions d'una dona

    En una illa de la Mediterrània, dues dones conversen en el pati emblanquinat d'una casa de poble. Són la Margalida, vella narradora de llarga cabellera blanca, i la Celeste, la seva assistent de pell fosca.

    En una cadència lluminosa i pausada, sempre a la recerca de la quietud, la Margalida rememora la seva atzarosa vida: el suposat tresor amagat en una cala, l'estranya mort de la mare, la desordenada dedicació del pare al teatre, els seus afers tèrbols, l'enlluernament per la natura, els llargs viatges. També explica a la Celeste la passió que sentia pel seu marit, l'entrega obsessiva d'ell al sànscrit i a l'hinduisme, i l'amistat sense nom amb el cunyat.

    Durant la conversa emergeix el món grandiós i exuberant de la Celeste sacsejat per guerres i injustícies, amb rius immensos poblats de cocodrils i se'ns mostra amb claredat allò que separa aquestes dones, d'edats i cultures tan diferents. És a través d'elles, dels seus somnis, dels seus records, de les seves vivències i il·lusions, que Jordi Coca ens proposa una novel·la en què l'inversemblant esdevé quotidià.