25 de febr. 2016

vuit de març a cerdanyola


Activitats a Cerdanyola del Vallès per celebrar el Dia Internacional de les dones. Del 26 de febrer al 18 de març de 2016.

24 de febr. 2016

pallassada 2016



Dissabte 27 de febrer, a les 18 hores, la companyia Marcel Gros representarà Contes Amagats. El diumenge 28 de febrer, a les 12 hores, serà el torn de la companyia La Bleda que posarà en escena Tut-Turutut, La Princesa!


Ambdós espectacles es representaran al Teatre de l’Ateneu.

23 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 7



EL DESTIERRO PERPETUO

PEREGRINO

¿ Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,

tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Desolación de la quimera es el último libro de poesía de Luís Cernuda. Publicado en 1962 , se incorpora, de forma póstuma, en 1963 a La realidad y el deseo, la obra compendia, ya desde 1936, su producción lírica completa.

El título de este poemario desgarrado procede de un verso de T. S. Elliot. En él, la voz poética nos muestra un Cernuda exiliado espiritualmente del mundo que le rodea y en total y desabrida ruptura con lo que ha sido su vida y sus raíces.

22 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 6

“Viento del pueblo” es la obra emblemática de Miguel Hernández, un canto a la esperanza de la victoria del Ejército Republicano.
Publicado por Socorro Rojo Internacional en Valencia, septiembre de 1937, su significado lo explica el propio poeta, recogido en el prólogo de Vicente Aleixandre,: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia cumbres más hermosas”.
Durante la Guerra Civil este libro de “poesía de trincheras” fue uno de los más conocidos, en cambio, durante la posguerra, el libro fue proscrito, perseguido y olvidado.



CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO


He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derecho,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


21 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 5



El Exilio y la Literatura
Discurso de Roberto Bolaño en Viena

“He sido invitado para hablar del exilio. La invitación me llegó escrita en inglés y yo no sé hablar inglés. Hubo una época en que sí sabía o creía que sabía, en cualquier caso hubo una época, cuando yo era adolescente, en que creía que podía leer el inglés casi tan bien, o tan mal, como el español. Esa época desdichadamente ya pasó. No sé leer inglés. Por lo que pude entender de la carta creo que tenía que hablar sobre el exilio. La literatura y el exilio. Pero es muy posible que esté absolutamente equivocado, lo cual, bien mirado, sería a la postre una ventaja, pues yo no creo en el exilio, sobre todo no creo en el exilio cuando esta palabra va junto a la palabra literatura.

Para mí, creo que es conveniente decirlo ya mismo, es un placer estar aquí con ustedes, en la renombrada y famosa Viena. Para mí Viena tiene mucho que ver con la literatura y con la vida de algunas personas muy cercanas a mí y que entendieron el exilio como en ocasiones lo entiendo yo mismo, es decir como vida o como actitud ante la vida. En 1978 o tal vez en 1979 el poeta mexicano Mario Santiago, de regreso de Israel, pasó unos días en esta ciudad. Según me contó él mismo, un día la policía lo detuvo y luego fue expulsado. En la orden de expulsión se le conminaba a no regresar a Austria hasta 1984, una fecha que le parecía significativa y divertida a Mario y que hoy también me lo parece a mí. George Orwell no sólo es uno de los escritores remarcables del siglo XX sino también y sobre todo y mayormente un hombre valiente y bueno. Así que a Mario, en aquel año ya un tanto lejano de 1978 o 79, le pareció divertido que lo expulsaran de Austria con esa recomendación, como si Austria lo hubiera castigado a no pisar suelo austríaco hasta que pasaran seis años y se cumpliera la fecha de la novela, una fecha que para muchos fue el símbolo de la ignominia y de la oscuridad y de la derrota moral del ser humano. Y aquí, dejando de lado lo significativo de la fecha, los mensajes ocultos que el azar o ese monstruo aún más salvaje que es la causalidad enviaba al poeta mexicano y por intermedio de éste me enviaba a mí, podemos hablar o retomar el posible discurso del exilio o del destierro: el ministerio del Interior austríaco o la policía austríaca o la Seguridad austríaca cursa una orden de expulsión y envía mediante esa orden a mi amigo Mario Santiago al limbo, a la tierra de nadie, que en inglés se dice no man’s land, que francamente queda mejor que en español, pues en español tierra de nadie significa exactamente eso, tierra yerma, tierra muerta, tierra en donde no hay nada, mientras que en inglés se sobreentiende que sólo no hay hombres, pero animales o bichos o insectos sí hay, lo que la hace más agradable, no quiero decir muy agradable, pero infinitamente más agradable que en la acepción española, aunque probablemente mi percepción de ambos términos esté condicionada por mi ignorancia progresiva del inglés e incluso por mi ignorancia progresiva del español (el diccionario de la Real Academia Española no registra el término tierra de nadie, cosa que no es de extrañar, o yo no he buscado bien). Pero lo cierto es que a mi amigo mexicano lo expulsan y lo ponen en la tierra de nadie. Yo veo la escena así: unos funcionarios austríacos timbran el pasaporte de Mario con la señal indeleble de que no puede pisar suelo austríaco hasta que se cumpla la fecha fatídica de Orwell y luego lo meten en un tren y lo despachan, con un billete gratis pagado por el estado austríaco, hacia el destierro temporal o hacia un exilio cierto de cinco años, al cabo de los cuales mi amigo puede, si así lo desea, pedir un visado y volver a pisar las hermosas calles de Viena. Si Mario Santiago hubiera sido un fanático de los festivales musicales de Salzburgo, sin duda se habría marchado de Austria con lágrimas en los ojos. Pero Mario nunca fue a Salzburgo. Se montó en el tren y no bajó hasta París y tras vivir unos meses en París tomó un avión rumbo a México y cuando llegó la fecha fatídica o festiva, depende, de 1984, Mario siguió viviendo en México y escribiendo en México poemas que nadie quería publicar y que posiblemente están entre los mejores de la poesía mexicana de finales del siglo XX, y tuvo accidentes y viajó y se enamoró y tuvo hijos y vivió una vida buena o mala, una vida en todo caso en los extramuros del poder mexicano, y en 1998 un automóvil lo atropelló en circunstancias oscuras, un coche que se dio a la fuga mientras Mario se daba a la muerte, tirado y solo en una calle nocturna de uno de los barrios periféricos de México Distrito Federal, una ciudad que en algún momento de su historia se asemejó al paraíso y que hoy se asemeja al infierno, pero no un infierno cualquiera sino el infierno especial de los hermanos Marx, el infierno de Guy Debord, el infierno de Sam Peckinpah, es decir un infierno singular en grado extremo, y allí murió Mario, como mueren los poetas, sumido en la inconsciencia y sin papeles, motivo por el cual cuando llegó una ambulancia a buscar su cuerpo roto nadie supo quién era y el cadáver se pasó varios días en la morgue, sin deudos que lo reclamaran, en una suerte de revelación final, en una suerte de epifanía negativa, quiero decir, como el negativo fotográfico de una epifanía, que es también la crónica cotidiana de nuestros países. Y entre las muchas cosas que quedaron inconclusas, una de ellas fue el regreso a Viena, el regreso a Austria, esta Austria que para mí, huelga decirlo, no es la Austria de Haider sino la Austria de los jóvenes que están contra Haider y que salen a la calle y lo hacen público, la Austria de Mario Santiago, poeta mexicano expulsado de Austria en 1978 e imposibilitado de regresar a Austria hasta 1984, es decir desterrado de Austria en el no man's land del ancho mundo y a quien, por lo demás, Austria y México y Estados Unidos y la felizmente extinta Unión Soviética y Chile y China le traían sin cuidado, entre otras cosas porque no creía en países y las Únicas fronteras que respetaba eran las fronteras de los sueños, las fronteras temblorosas del amor y del desamor, las fronteras del valor y el miedo, las fronteras doradas de la ética. Y con esto tengo la impresión de que he dicho todo lo que tenía que decir sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro, pero la carta que recibí, que era larga y prolija, ponía especial énfasis en que debía hablar durante veinte minutos, algo que ustedes seguramente no me agradecerán y que para mí se puede convertir en un suplicio, sobre todo porque no estoy seguro de haber traducido correctamente esa misiva endemoniada, y además porque siempre he creído que los mejores discursos son los discursos breves. Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda, nuestro destino puesto en manos del azar. Sin salir de mi casa conozco el mundo, dice el Tao Te King, e incluso así, sin salir uno de su propia casa, el exilio y el destierro se hacen presentes desde el primer momento. La literatura de Kafka, la más esclarecedora y terrible (y también la más humilde) del siglo XX, así lo demuestra hasta la saciedad. Por supuesto, por el aire de Europa suena una cantinela y es la cantinela del dolor de los exiliados, una música hecha de quejas y lamentaciones y una nostalgia difícilmente inteligible. ¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia? La cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras zonas depauperadas o traumatizadas insiste en la nostalgia, en el regreso al país natal y a mí eso siempre me ha sonado a mentira. Para el escritor de verdad su única patria es su biblioteca, una biblioteca que puede estar en estanterías o dentro de su memoria. El político puede y debe sentir nostalgia, es difícil para un político medrar en el extranjero. El trabajador no puede ni debe sentir nostalgia: sus manos son su patria. ¿Entonces quién entona esta espantosa cantinela? Las primeras veces que la oí pensé que eran los masoquistas. Si estás preso en una cárcel de Thailandia y eres suizo, es normal que desees cumplir tu condena en una cárcel de Suiza. Lo contrario, es decir que seas un thailandés preso en Suiza y sin embargo desees cumplir el resto de tu condena en una cárcel de Thailandia, no es normal, a menos que esa nostalgia anormal esté dictada por la soledad. La soledad sí que es capaz de generar deseos que no se corresponden con el sentido común o con la realidad. Pero yo estaba hablando de escritores, es decir estaba hablando de mí, y allí sí que puedo decir que mi patria es mi hijo y mi biblioteca. Una biblioteca modesta que he perdido en dos ocasiones, con motivo de dos traslados radicales y desastrosos y que he rehecho con paciencia. Y llegado a este punto, al punto de la biblioteca, no puedo sino acordarme de un poema de Nicanor Parra, un poema que me viene como anillo al dedo para hablar de literatura e incluso de literatura chilena y exilio o destierro. El poema empieza hablando de los cuatro grandes poetas chilenos, una discusión eminentemente chilena que la demás gente, es decir el 99,99 por ciento de críticos literarios del planeta Tierra, ignoran con educación y un poco de hastío. Hay quienes afirman que los cuatro grandes poetas de Chile son Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, otros que son Pablo Neruda, Nicanor Parra, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral, en fin, el orden varía según los interlocutores, pero siempre son cuatro sillas y cinco poetas, cuando lo más lógico y lo más sencillo sería hablar de los cinco grandes poetas de Chile y no de los cuatro grandes poetas de Chile. Hasta que llegó el poema de Nicanor Parra, que dice así:

Los cuatro grandes poetas de Chile
Son tres
Alonso de Ercilla y Rubén Darío.

Como ustedes saben, Alonso de Ercilla fue un soldado español, noble y bizarro, que participó en las guerras coloniales contra los araucanos y que de vuelta en su Castilla natal escribió La Araucana, que para los chilenos es el libro fundacional de nuestro país y que para los amantes de la poesía y de la historia es un libro magnífico, lleno de arrojo y lleno de generosidad. Rubén Darío, como ustedes también saben, y si no lo saben no importa -es tanto lo que todos ignoramos incluso de nosotros mismos-, fue el creador del modernismo y uno de los poetas más importantes de la lengua española en el siglo XX, probablemente el más importante, nacido en Nicaragua en 1867 y muerto en Nicaragua en 1916, que llegó a Chile a finales del siglo XIX y en donde tuvo buenos amigos y mejores lecturas pero en donde también fue tratado como un indio o como un cabecita negra por una clase dominante chilena que siempre se ha vanagloriado de pertenecer al cien por ciento a la raza blanca. Así que cuando Parra dice que los mejores poetas chilenos son Ercilla y Darío, que pasaron por Chile y que tuvieron experiencias fuertes en Chile (Alonso de Ercilla en la guerra y Darío en las escaramuzas de salón) y que escribieron en Chile o sobre Chile, y en la lengua común que es el español, pues dice la verdad y no sólo zanja la ya aburrida cuestión de los cuatro grandes sino que abre nuevas interrogantes, nuevos caminos, además de ser su poema o artefacto, que es como Parra denomina a estos textos cortos, una versión o diversión de aquellos versos de Huidobro que dicen así:

Los cuatro puntos cardinales
Son tres
El sur y el norte.

Imagen del barco Stanbrook, el último que partió con 2.638 exiliados del puerto de Alicante con destino Orán, Argelia.



Los versos de Huidobro son muy buenos y a mí me gustan mucho, son versos aéreos, como buena parte de la poesía de Huidobro, pero la versión/diversión de Parra me gusta más, es como un artefacto explosivo puesto allí para que los chilenos abramos los ojos y nos dejemos de tonterías, es un poema que indaga en la cuarta dimensión, tal como pretendía Huidobro, pero en una cuarta dimensión de la conciencia ciudadana, y aunque a primera vista parece un chiste, y además es un chiste, al segundo vistazo se nos revela como una declaración de los derechos humanos. Es un poema que, al menos a los compungidos y atareados chilenos, nos dice la verdad, es decir que nuestros cuatro grandes poetas son Ercilla y Darío, el primero muerto en su Castilla natal en 1594, tras una vida de viajero impenitente (fue paje de Felipe II y viajó por Europa y luego combatió en Chile a las Órdenes de Alderete y en Perú a las órdenes de García Hurtado de Mendoza), el segundo muerto en su Nicaragua natal tras haber vivido prácticamente toda su vida en el extranjero, en 1916, dos años después de la muerte de Trakl, ocurrida en 1914. Y ahora que he tocado a Trakl permítanme una digresión pues se me ocurre pensar que cuando éste abandona los estudios y entra a trabajar en una farmacia como aprendiz, a la tierna pero ya no inocente edad de dieciocho años, también está optando (y optando de forma natural) por el destierro, pues entrar a trabajar en una farmacia a los dieciocho años es una forma de destierro, así como la drogadicción es otra forma de destierro, y el incesto otra más, como bien sabían los clásicos griegos. En fin, tenemos a Rubén Darío y tenemos a Alonso de Ercilla, que son los cuatro grandes poetas chilenos, y tenemos lo primero que nos enseña el poema de Parra, es decir, que no tenemos ni a Darío ni a Ercilla, que no podemos apropiarnos de ellos, sólo leerlos, que ya es bastante. La segunda enseñanza del poema de Parra es que el nacionalismo es nefasto y cae por su propio peso, no sé si se entenderá el término caer por su propio peso, imaginaos una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto, bueno, eso es caer por su propio peso. Y la tercera enseñanza del poema de Parra es que probablemente nuestros dos mejores poetas, los dos mejores poetas chilenos fueron un español y un nicaragüense que pasaron por esas tierras australes, uno como soldado y persona de gran curiosidad intelectual, el otro como emigrante, como un joven sin dinero pero dispuesto a labrarse un nombre, ambos sin ninguna intención de quedarse, ambos sin ninguna intención de convertirse en los más grandes poetas chilenos, simplemente dos personas, dos viajeros. Y con esto creo que queda claro lo que pienso sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro.”

20 de febr. 2016

umberto eco

“Tener memoria significa tener noción del antes y del después, si no, también yo creería siempre que la pena o el gozo de los que me acuerdo están presentes en el instante en que los recuerdo. En cambio, sé que son percepciones pasadas porque son más débiles que las presentes. El problema es, por tanto, tener el sentimiento del tiempo. Lo que quizá ni siquiera yo podría tener, si el tiempo fuera algo que se aprende. ¿No me decía días ha, o meses, antes de la enfermedad, que el tiempo es la condición del movimiento, y no el resultado? Si las partes de la piedra están en movimiento, este movimiento tendrá un ritmo que, aunque inaudible, será como el ruido de un reloj. La piedra, sería el reloj de sí misma. Sentirse en movimiento significa sentir latir el propio tiempo. La tierra, gran piedra en el cielo, siente el tiempo de su movimiento, el tiempo de la respiración de sus mareas, y lo que ella siente yo lo veo dibujarse sobre la bóveda estrellada: la tierra siente el mismo tiempo que yo veo.

Por tanto, la piedra conoce el tiempo, es más, lo conoce incluso antes de percibir sus cambios de calor como movimiento en el espacio. Por lo que sé,  podría no advertir ni siquiera que el cambio de calor depende de su posición en el espacio: podría entenderlo como un fenómeno de mutación en el tiempo, como el paso del sueño a la vigilia, de la energía al cansancio, como yo ahora estoy dando en la cuenta de que, quedándome quieto como estoy, me hormiguea el pie izquierdo. Pero no, debe sentir también el espacio, si advierte el movimiento donde antes estaba el reposo, y el reposo allá donde antes estaba el movimiento. La piedra, por tanto, sabe pensar aquí y allá.

Imaginemos ahora que alguien recoja esta piedra y la encaje entre otras piedras para construir una pared. Si antes advertía el juego de las propias posiciones interiores era porque sentía los propios átomos tendidos en el esfuerzo de componerse como las celdas de un nido de abejas, tupidos el uno contra el otro y el uno entre los otros, como deberían sentirse las piedras de la bóveda de una iglesia, donde la una empuja a la otra y todas empujan hacia la clave central, y las piedras próximas a la clave empujan las otras hacia abajo y hacia afuera.

Habiéndose acostumbrado a ese juego de empujes y contraempujes, toda la bóveda debería sentirse como tal, en el movimiento invisible que hacen sus ladrillos para empujarse mutuamente; al igual debería advertir el esfuerzo que alguien hace para derribarla y entender que cesa de ser bóveda en el momento en el que el muro subyacente, con sus contrafuertes, cae.

Así pues, la piedra, urgida por las otras piedras a tal grado que está a punto de romperse (y si la presión fuera mayor se resquebrajaría), debe sentir esta constricción como una constricción que antes no advertía, una presión que de algún modo debe influir sobre el propio movimiento interior. ¿No será éste el momento en que la piedra advierta la presencia de algo exterior a sí? La piedra tendría entonces conciencia del Mundo. O quizá pensaría que la fuerza que la oprime es algo más fuerte que ella, e identificaría al Mundo con Dios.

Mas el día que ese muro se desplomaré, cesada la constricción, ¿advertiria la piedra el sentimiento de la Libertad, como lo advertiría yo, si me decidiera a salir de la constricción que me he impuesto? Salvo que yo puedo querer cesar de estar en este estado, la piedra no. Por tanto, la libertad es una pasión, mientras la voluntad de ser libre es una acción, y esta es la diferencia entre la piedra y yo. Yo puedo querer. La piedra, a la sumo (¿y por qué no?), puede solo tender a volver a como era antes del muro, y sentir placer cuando se vuelve de nuevo libre, pero no puede decidir actuar para realizar lo que le gusta.

¿Puedo yo de verdad querer? En este momento yo experimento el placer de ser piedra, el sol me calienta, el viento me hace aceptable esta concocción de mi cuerpo, no tengo ninguna intención de cesar de ser piedra. ¿Por qué? Porque me gusta. Por tanto, también yo soy esclavo de una pasión, que me desaconseja querer libremente el propio contrario. Sin embargo, queriendo, podría querer. Y sin embargo, no lo hago. ¿Cuànto mas libre soy que una piedra?”

La isla del día de antes
Umberto Eco
Traducción de Helena Lozano
Lumen, Barcelona, 1995

Págs. 388-389

19 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 4

Guerra en España,  es una recopilación que Juan Ramón Jiménez hizo durante toda su vida de textos propios (verso, prosa, artículos periodísticos, conferencias, entrevistas, lecturas radiofónicas y cartas) y de otros autores  sobre la II República, la Guerra Civil y el exilio. El material se completa con unas 180 imágenes alusivas a los hechos narrados. Con este conjunto ingente de textos e imágenes Juan Ramón trata de justificar su postura personal de fidelidad a la II República y de dignidad personal que motivó su largo exilio y el hecho de que no regresara jamás.
La obra desvela información desconocida de los exiliados, y muchas polémicas surgidas entre ellos, en Europa, América Latina e incluso África (campos de concentración de la Argelia francesa). En este sentido es un gran corpus de textos, algunos inéditos, de Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, José Bergamín, Navarro Tomás, Pablo Neruda, Menéndez Pidal... en donde se revela la actitud de todos estos intelectuales ante la Guerra primero y exilio después o la España “oficial” de Franco. También aparece la postura de muchos intelectuales que permanecieron o regresaron a la España de la dictadura, con los que Juan Ramón mantuvo relación. Es uno de los libros que más información aporta sobre la actitud de los intelectuales ante la II República, la Guerra Civil, el exilio y la España de Franco.
Muchos de los hechos narrados sirven para desterrar falsos tópicos sobre Juan Ramón Jiménez, como su falta de compromiso ante la Guerra, pues en este libro aparecen pruebas de las acciones de Juan Ramón Jiménez a favor de la II República (firma de manifiestos, mítines) y de su acción social (mientras permaneció en Madrid, convirtió su casa en un orfanato de hijos de milicianos muertos, en Nueva Yoik se dedicó a recaudar fondos para los huérfanos de la guerra de España). También salen a la luz cuestiones polémicas como la dudosa actitud de Jorge Guillén y José Bergamín ante el conflicto. También aparece el capítulo del robo de la biblioteca de Juan Ramón Jiménez en Madrid, acabada la Guerra Civil.

Guerra en España. Prosa y verso (1936-1954)
Juan Ramón Jiménez
Edición de Ángel Crespo, revisada y ampliada por Soledad González Ródenas
Editiorial: Point de Lunettes, Sevilla, 2009


Antonio Machado se dejó desde niño la muerte, lo muerto por todos los rincones de su alma y su cuerpo.
Tuvo siempre tanto de muerto como de vivo, mitades fundidas en él por arte sencillo. Cuando me lo encontraba por la mañana temprano, me creía que acababa de levantarse de la fosa. Olía, desde muy lejos, a metamorfosis. La gusanera no le molestaba, le era buenamente familiar. Yo creo que sentía más asco de la carne tersa que de la huesuda carroña, y que las mariposas del aire libre le parecían casi de tan encantadora sensualidad como las moscas de la casa, la tumba y el tren, “inevitables golosas”.
Poeta de la muerte, y pensado, sentido, preparado hora tras hora para lo muerto, no he conocido otro que como él haya equilibrado estos niveles iguales de altos o bajos, según y cómo; que haya salvado, viviendo muriendo, la distancia de las dos únicas existencias conocidas, paradójicamente opuestas; tan unidas aunque los otros hombres nos empeñemos en separarlas, oponerlas y pelearlas. Toda nuestra vida suele consistir en temer a la muerte y alejarla de nosotros, o mejor, alejarnos nosotros de ella. Antonio Machado la comprendía en sí, se cedía a ella en gran parte. Acaso él fue, más que un nacido, un resucitado. Lo prueba quizás, entre otras cosas, su madura filosofía juvenil. Y dueño del secreto de la resurrección, resucitaba cada día ante los que lo vimos esta vez, por natural milagro poético, para mirar su otra vida, esta vida nuestra que él se reservaba en parte también. A veces pasaba la noche en su casa ciudadana de alquiler, familia o posada. Dormir, al fin y al cabo, es morir, y de noche todos nos tendemos para morir lo que se deba. No quería ser reconocido, por sí o por no, y por eso andaba siempre amortajado, cuando venía de viaje, por los trasmuros, los pasadizos, los callejones, las galerías, las escaleras de vuelta, y, a veces, si se retardaba con el mar tormentoso, los espejos de estación, los faros abandonados, tumbas en pie.
Visto desde nosotros, observado a nuestra luz medio falsa, era corpulento, un corpachón naturalmente terroso, algo de grueso tocón acabado de sacar; y vestía su tamaño con unos ropones negros, ocres y pardos, que se correspondían a su manera estravagante de muerto vivo, chaqué nuevo quizás, comprado de prisa por los toledos, pantalón perdido y abrigo de dos fríos, deshecho todo, equivocado en apariencia; y se cubría con un chapeo de alas desflecadas y caídas, de una época cualquiera, que la muerte vida equilibra modas y épocas. En vez de pasadores de bisutería llevaba en los puños del camisón unas cuerdecitas como larvas, y a la cintura, por correa, una cuerda de esparto, como un ermitaño de su clase. ¿Botones? ¿Para qué? Costumbres todas lójicas de tronco afincado ya en cementerio.
Cuando murió en Soria de Arriba su amor único, que tan bien comprendió su función trascendental de paloma de linde, tuvo su idilio en su lado de la muerte. Desde entonces, dueño ya de todas las razones y circunstancias, puso su casa de novio, viudo para fuera, en la tumba, secreto palomar; y ya sólo venía a este mundo de nuestras provincias a algo muy urgente, el editor, la imprenta, la librería, una firma necesaria... la guerra, la terrible guerra española de tres siglos. “Entonces” abandonó toda su muerte y sus muertos más íntimos y se quedó una temporada eterna en la vida jeneral, por morir otra vez, como los mejores otros, por morir mejor que los otros, que nosotros los más apegados al lado de la existencia que tenemos acotado como vida. Y no hubiera sido posible una última muerte mejor para su estraña vida terrena española; tan mejor, que ya Antonio Machado, vivo para siempre en presencia invisible, no resucitará más en genio y figura. Murió del todo en figura, humilde, miserable, colectivamente, res mayor de un rebaño humano perseguido, echado de España, donde tenía todo él, como Antonio Machado, sus palomares, sus majadas de amor, por la puerta falsa. Pasó así los montes altos de la frontera helada, porque sus mejores amigos, los más pobres y los más dignos, los pasaron así. Y si sigue bajo tierra con los enterrados allende su amor, es por gusto de estar con ellos, porque yo estoy seguro de que él, conocedor de los vericuetos estrechos de la muerte, ha podido pasar a España por el cielo de debajo de tierra.
Toda esta noche de luna alta, luna que viene de España y trae a España con sus montes y su Antonio Machado reflejados en su espejo melancólico, luna de triste diamante azul y verde en la palmera de rozona felpa morada de mi puertecilla de desterrado verdadero, he tenido en mi fondo de despierto dormido el romance “Iris de la noche”, uno de los más hondos de Antonio Machado y uno de los más bellos que he leído en mi vida:

Y tú, Señor, por quien todos
vemos y que ves las almas,
dinos si todos un día
hemos de verte la cara.


En la eternidad de esta mala guerra de España, que tuvo comunicada a España de modo jigante y terrible con la otra eternidad, Antonio Machado, con Miguel de Unamuno y Federico García Lorca, tan vivos en la muerte los tres, cada uno a su manera, se han ido, de diversa manera lamentable y hermosa también, a mirarle a Dios la cara. Grande de ver sería cómo da la cara de Dios, sol o luna principales, en las caras de los tres caídos, más afortunados quizás que los otros, y cómo ellos le están viendo la cara a Dios.”

18 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 3

Antonio Machado camino del exilio con José Machado, el doctor José María Sacristán, el catedrático Enrique Rioja y el filósofo Juan Roura Parella. ...

La guerra (1936-1937) fue el último libro publicado (Espasa-Calpe, 1937) en vida de Antonio Machado. De tipografía muy cuidada, el libro está ilustrado con 48 dibujos del hermano del poeta,  José Machado. El libro es una recopilación de artículos y poemas publicados con anterioridad en periódicos y revistas (especialmente en “Hora de España”) durante los dos primeros años de la guerra civil.


El crimen fue en Granada
a Federico García Lorca

 I

EL CRIMEN

Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—.
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!...

II

EL POETA Y LA MUERTE

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque, yunque y yunque de las fraguas—.
Hablaba Federico,
requebrando a la Muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el eco de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

 III
Se les vio caminar...
                   Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

Antonio Machado
La guerra (1936-1937), Madrid, Espasa-Calpe, 1937, pp. 25-29.


 La muerte del niño herido
Otra vez en la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!

—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;

fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.

—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!


Antonio Machado
Hora de España (Barcelona), n.º XVIII, junio 1938, p. 7.






16 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 2


El 18 de mayo de 1942, tras pasar un año como prisionero en el campo de Djelfa en Argelia, Max Aub logra huir a Casablanca para luego marchar a México, país que le otorgaría nueva residencia y nacionalidad hasta su muerte en 1972. En el exilio, gran parte de la narrativa de Aub se centró en la descripción de sus experiencias de la Guerra Civil. Reflejo de este interés fue la publicación de El laberinto mágico una colección de seis libros que relatan fielmente las consecuencias que la guerra tuvo sobre la población española.
Los seis libros que integran el ciclo narrativo de El laberinto mágico son: Campo cerrado, escrito en París nada más terminar la Guerra Civil y comenzar el largo exilio. Campo abierto, la siguiente novela del ciclo, fue escrito asimismo en París, apenas (entre mayo y agosto de 1939), mientras en Europa se gestaba la segunda Gran Guerra. Campo de sangre, el tercero de los libros, fue escrito entre 1940 y 1942, dos años en los que estuvo internado en diversos campos de concentración franceses, temiendo siempre ser entregado a las tropas alemanas de ocupación. Campo francés fue escrito en 1942 a bordo del barco  “Serpa Pinto” que trasladaba a Max Aub a México,  a la libertad. En 1962, a los veinte años de haberse instalado en México,  retoma el ciclo y escribe la quinta novela Campo del moro, donde describe un Madrid al borde de la rendición. Campo de Almendros es el último de los seis libros del ciclo. Publicado en México en 1967, narra las últimas semanas de la guerra. Hombres y mujeres huyen en desbandada hacia Valencia y Alicante, donde se rumorea que hay barcos aguardando para llevarles al exilio.



“Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.”

Campo de almendros
“El laberinto mágico”

Max Aub

14 de febr. 2016

guerra, exili i literatura: 1


"…el siglo en que me tocó vivir y crecer no fue un siglo de pasión. Era un mundo ordenado, con estratos bien definidos y transiciones serenas, un mundo sin odio. El ritmo de las nuevas velocidades no había pasado todavía de las máquinas -el automóvil, el teléfono, la radio y el avión- al hombre; el tiempo y la edad tenían otra medida. Se vivía más reposadamente y, si intento evocar las figuras de los adultos que acompañaron mí infancia, me llama la atención que muchos de ellos eran obesos desde muy temprano. Mi padre, mi tío, mi maestro, los tenderos, los músicos delante de los atriles, a los cuarenta años eran ya hombres gordos, "respetables". Andaban despacio, hablaban con comedimiento, se mesaban las barbas bien cuidadas y en muchos casos ya entrecanas. Pero el pelo gris era una señal más de "respetabilidad" y un hombre "maduro" evitaba conscientemente los gestos y la petulancia de los jóvenes como algo impropio. Ni siquiera siendo yo muy niño, cuando mi padre todavía no había cumplido los cuarenta, recuerdo haberlo visto subir o bajar escaleras apresuradamente ni hacer nunca nada con prisa aparente. La prisa pasaba por ser no sólo poco elegante, sino que en realidad también era superflua, puesto que en aquel mundo burguesamente estabilizado, con sus numerosas pequeñas medidas de seguridad y protección, no pasaba nunca nada repentino, las catástrofes que pudiesen ocurrir en el exterior no atravesaban las paredes bien revestidas de la vida "asegurada"."
El mundo de ayer
    Stefan Zweig

  
  Stefan Zweig (Austria 1881, Brasil 1942), escribió esta autobiografía pocos meses antes de suicidarse lejos de la Europa que amó. No pudo soportar por más tiempo la crueldad de aquellos años.



"El mundo de ayer" fue su testamento, pero también es una excelente descripción  de la vieja Europa anterior a la primera guerra mundial y de los estériles intentos,  en el período de entreguerras,  por oponer al nacionalismo la idea de una Europa unida y consciente de su riqueza y diversidad cultural.

12 de febr. 2016

11 de febr. 2016

presentación "contes per als vespres"


Ahir vam "servir” el segon recull de contes del taller de contes  a la Biblioteca de Cerdanyola, en una tarda agradable,  emotiva i plena de agradables sorpreses.


Volem agrair a la Biblioteca Central de Cerdanyola del Vallès, a l'escola municipal de música Aulos, a la intèrpret al piano Laura Lavado,  al Miguel Ángel Sanz, responsable d'aquesta escola, a la Cristina, al Carrà i  a l'Ajuntament de Cerdanyola del Vallès per  tota la col·laboració que ens han brindat pel desenvolupament de l’acte... i a les meravelloses portades de la Marutxi













10 de febr. 2016

noticia exposició Carlos



Noticia apareguda al Cerdanyola info de l’exposició "Formes i Colors"  de     l’ amic Carlos Utrera a la Sala B'art Ateneu, de l'Ateneu de Cerdanyola del Vallès. 

Demà inaugura! , a les 20.00 h.

8 de febr. 2016

va de contes

“El cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez incluso más antiguo, pues bien pudo haber primates que contaran cuentos todos hechos de gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruñido bueno, dos gruñidos mejor, tres gruñidos ya son una frase. Así nació la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya. Pero antes que ella, cantada o escrita, hubo cuentos todos hechos de prosa: un cuento en verso no es un cuento sino otra cosa: un poema, una oda, una narración con metro y tal vez con rima: una ocasión cantada no contada, una canción.

  Aun antes de que aquel anónimo artista de Altamira pintara sus minuciosos murales, habría habido un autor anónimo en la zona que contara cuentos a sus compañeros de cueva sentados alrededor de una hoguera. El hombre, lo sabemos, es el único animal que hace fuego. El cuentista es el solo ser humano que hace cuentos. Esos cuentos serían, por ejemplo, narraciones de un día de caza perdido tras un ciervo blanco con un cuerno en la frente. Los cuentos no perduraron en los muros de la cueva, pero no se perdieron: fueron de nuevo encontrados, contados, en la memoria colectiva.

 Siglos más tarde otro cuentista con el mismo cuento embelleció al ciervo blanco y lo hizo mito al llamarlo unicornio. La experiencia sería ajena pero ya fue suyo el tema del unicornio perdido. Muchos siglos después otro cuentista adornó con metáforas (es decir, embelleció poéticamente) a ese animal único con su único cuerno. Cuando pasaron otros siglos ya el hombre que cuenta había aprendido a escribir (y por supuesto a leer) y otros animales y otros hombres que se convertían en animales poblaron con cuentos lo que llamamos mitología pero que eran para ellos esa trascendencia que es la religión. En otro siglo, cuando ya otros hombres no creían en esa religión de dioses tan humanos que se confundían con los meros mortales, uno de ellos, un poeta llamado Ovidio, escribió Las metamorfosis. Allí de la religión no quedaban más que los cuentos que se contaron por primera vez alrededor de una hoguera en una cueva. Eso ha hecho del cuento el género literario más antiguo y más proteico.”

Y va de cuentos
Guillermo Cabrera Infante
(fragment conferència)



Dimecres, 10 de febrer de 2016, 19.00 hores. Sala Enric Granados de la Biblioteca Central de Cerdanyola del Vallès, tindrà lloc la presentació del llibre "Contes per als Vespres".