30 de set. 2022

lèxic familiar, fragment 2

 


    "Mi madre fue quien nos contó con detalle la historia del huevo de la abuela Dolcetta y la historia de nuestra Rosina, porque mi padre las historias las contaba mal, de forma confusa y entremezclando siempre en la narración aquellas estruendosas risotadas suyas,  porque los recuerdos de su familia y de su infancia le alegraban. Por lo cual, nosotros nunca entendíamos casi nada de sus narraciones, siempre interrumpidas por sus grandes carcajadas.

    A mi madre le alegraba contar historias, porque amaba el placer de narrar. Comenzaba a contar algo en la mesa dirigiéndose a uno de nosotros, y tanto si contaba algo de la familia de mi padre como de la suya, ponía mucha pasión y siempre era como si relatase aquella historia por vez primera a oyentes que no la conocían. «Yo tenía un tío al que llamaban “el Bigotudo”.» Y si entonces alguien decía: «¡Esa historia ya me la sé! ¡La he oído muchas veces!», ella se dirigía a otro y continuaba en voz baja. «¡La de veces que he oído esa historia!», tronaba mi padre, cogiendo al vuelo alguna palabra. Pero mi madre seguía contándola en voz baja.

    El Demente tenía en su clínica a un loco que creía ser Dios. El Demente le saludaba todas las mañanas: «Buenos días, distinguido señor Lipmann». Y el loco le respondía: «¡Distinguido puede que sí, pero Lipmann seguramente no!», porque creía que era Dios.

    Y estaba también la famosa frase de un director de orquesta, conocido de Silvio, que, encontrándose de gira en Bérgamo, les dijo a los cantantes distraídos o indisciplinados: «No hemos venido a Bérgamo de campamento, sino para dirigir Carmen, obra maestra de Bizet».

    Somos cinco hermanos. Vivimos en distintas ciudades y algunos en el extranjero, pero no solemos escribirnos. Cuando nos vemos, podemos estar indiferentes o distraídos los unos de los otros, pero basta que uno de nosotros diga una palabra, una frase, una de aquellas antiguas frases que hemos oído y repetido infinidad de veces en nuestra infancia, nos basta con decir: «No hemos venido a Bérgamo a hacer campamento» o «¿A qué apesta el ácido sulfhídrico?», para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuestra infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras. Una de aquellas frases o palabras nos haría reconocernos los unos a los otros en la oscuridad de una gruta o entre millones de personas. Esas frases son nuestro latín, el vocabulario de nuestros días pasados, son como jeroglíficos de los egipcios o de los asirio-babilonios: el testimonio de un núcleo vital que ya no existe, pero que sobrevive en sus textos, salvados de la furia de las aguas, de la corrosión del tiempo. Esas frases son la base de nuestra unidad familiar, que subsistirá mientras permanezcamos en el mundo, recreándose y resucitando en los puntos más diversos de la tierra. De tal forma que, cuando uno de nosotros diga: «Distinguido señor Lipmann», la voz impaciente de mi padre resonará en nuestros oídos: «Dejad esa historia. ¡La he oído ya muchas veces!»."


Léxico familiar
Natalia Ginzburg
traducción de Mercedes Corral
Lumen, 2016

29 de set. 2022

lèxic familiar, fragment 1

 


    Todos los lugares, hechos y personas que aparecen en este libro son reales. Nada es ficticio. Siempre que, debido a mi costumbre de novelista, inventaba algo, me sentía obligada a destruirlo.

    Hasta los nombres son reales. Al escribir, sentía tan profunda intolerancia por cualquier invención, que no he podido cambiar los nombres verdaderos. Me han parecido inseparables de las personas que los llevan. Puede que a alguien no le guste encontrarse aquí con nombre y apellido. Pero a esto no puedo responder nada.

    Sólo he escrito lo que recordaba. Por eso, quien intente leerlo como si fuera una crónica, encontrará grandes lagunas. Y es que este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee una novela, es decir, sin pedir más, ni menos tampoco, de lo que una novela puede ofrecer.

    También he omitido muchas de las cosas que recordaba, sobre todo las que me atañían directamente.

    No deseaba hablar de mí. Ésta no es mi historia, sino (incluso con vacíos y lagunas) la de mi familia. Debo añadir que ya en la infancia y adolescencia me propuse escribir un libro sobre las personas que entonces me rodeaban. En parte, puedo decir que éste es el libro. Pero sólo en parte, porque la memoria es débil, y los libros que se basan en la realidad con frecuencia son sólo pequeños atisbos y fragmentos de cuanto vivimos y oímos."

Léxico familiar
Natalia Ginzburg
traducción de Mercedes Corral
Lumen, 2016

23 de set. 2022

lèxic familiar

 


Natalia Ginzburg, léxico familiar o el respirar de las palabras


por Lara Siscar
Zenda Libros, 22/06/2016


“¡La de veces que he oído contar esa historia!”.

    Así se cierra Léxico familiar. Natalia Ginzburg escogió de ese modo la mejor manera de terminar. Así enlaza con el inicio de la novela y también con lo que se intuye fuera de ella. Porque esta autobiografía es una novela. Lo dice ella: “Sólo he escrito lo que recordaba. Por eso, quien intente leerlo como si fuera una crónica encontrará grandes lagunas. Y es que este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee una novela”. Cuando Natalia Ginzburg se retrata en estas páginas no miente, aunque inventa.

    Nació en Italia en 1916 con apellido inequívocamente judío, Levi. Lo de Ginzburg le vino por su marido. En esta, que es su historia, Natalia apenas se mira directamente. Siente pudor por prestarse atención, se avergüenza al concederse un lugar preferente. Como la gente sensata. Como quien tiene la vida con todo su contexto siempre en mente.

    Si hay fragmentos novelados en Léxico Familiar es imposible reconocerlos porque la autora respeta los nombres reales haciendo de sus personajes, personas. Con un lenguaje falsamente sencillo y exento de piruetas retrata el día a día de una familia instruida y de clase media en la Italia más despreciable del siglo XX. Natalia Ginzburg cuenta con un entorno altamente épico: el surgimiento, encumbramiento y derrumbe del fascismo. Y lo que conlleva una guerra. Y la resistencia. Y algunas sangrantes pérdidas.

    Es la historia del constante discurrir del día, de todos los días, aunque uno se desespere por intentar detener un momento la vida. Y eso hizo alguno de los que salen en esta novela-biografía, pararse la vida. Pararse en la vida. Vamos por partes.

    Natalia Ginzburg narra cómo era su existencia en una casa en la que nunca sobró el dinero pero jamás faltó una criada. Giuseppe Levi, profesor de Anatomía, reputado investigador en Histología y Biología y amante de la montaña intenta dirigir con mano dura una familia de cinco hijos, tres hombres y dos mujeres, y una esposa tendente al infantilismo capaz de sentir celos de las amigas de sus hijas. La autora retrata a su madre, Lidia Tanzi, como una señora vivaracha y dispuesta al disfrute, dulce e inasequible a la amargura. De lo escrito sobre sus actos también se trasluce, o al menos así puede entenderse, que la madre de Natalia Ginzburg fue una mujer educada para ser una dama, poco dada a cualquier actividad práctica y con un juicio más propenso a crear atmósferas ficticiamente amables que a encarar la realidad tal cual. Hubo una época, no tan lejana, en la que eso se consideraba encantador. No hay que olvidar que hablamos de principios del siglo XX. No es mi intención señalar a la mujer con excesiva dureza por resultar irritante. Que lo resulta. Pero esa no es la cuestión.

    La familia Levi-Tanzi promulgaba ideas socialistas y tanto el padre como los hermanos, Gino, Mario y Alberto, fueron detenidos y procesados durante el régimen fascista. En Léxico familiar se trata con el mismo estilo directo y la misma carencia de sentimentalismo las situaciones más dramáticas o las más cariñosas. Y de eso está hecha también esta obra. De las tragedias y de las anécdotas. De la cárcel y los chistes de sobremesa. De los recuerdos agarrados con las uñas a la mente de la autora.

“¡La de veces que he oído contar esa historia!”.

El espacio para la Natalia adulta es escaso. Se nota en sus recuerdos el apego por la infancia. O tal vez no sea apego. Es posible que se trate de nostalgia. Una nostalgia que pesa. En cuanto a la Natalia mayor, concede parte de su historia a la del primer marido con cuyo apellido firma, Leone Ginzburg. Un judío ruso, intelectual, profesor de literatura y antifascista practicante, a quien conoció a través de sus hermanos. A su padre no le acabó de gustar.

“Pero es muy feo – dijo mi padre-. Ya se sabe, los judíos son todos feos.” “¿Y tú? – le preguntó mi madre -. ¿Tú no eres judío?” “De hecho yo también soy feo”, respondió mi padre.”

    Más allá de su escasa fotogenia, se ve que Ginzburg era un hombre callado y reflexivo. O eso se entiende de la siguiente afirmación, no falta de ironía: “Sabía escuchar a los demás con gran atención, incluso cuando estaba profundamente ensimismado pensando en sí mismo”.

    No hay nada sobre su enamoramiento, si es que se dio. Ni sobre cortejo alguno. Después de una breve descripción del origen, carácter e inquietudes de aquel hombre en apenas una página, dedica una frase a su historia juntos: “Leone y yo nos casamos y nos fuimos a vivir a la casa de la calle Pallamaglio”.

    Ginzburg, políticamente activo, fue enviado al destierro por Mussolini y Natalia con él, desde 1940 hasta 1943. Cuando volvieron a Turín, al ruso se le detenía por precaución cada vez que acudía alguna autoridad política. En 1944 se trasladaron a Roma. Por fin creyó Natalia que podrían vivir felices. Eso dice. Aunque también sostiene que su marido dirigía un periódico clandestino. Lo detuvieron a los 20 días y murió torturado en la cárcel. Eran los tiempos de la ocupación alemana. Antes de todo eso les dio tiempo de tener tres hijos.

    Cuando esto ocurre, Natalia ya está ligada a la editorial Einaudi, donde además de Ginzburg se daban cita otros intelectuales igualmente disconformes con el régimen de Mussolini. Italo Calvino, Elio Vittorini o el que se convirtió en su gran amigo, Cesare Pavese, poeta, novelista, traductor y crítico. Uno de los mejores escritores italianos de su siglo.

    Tras el anuncio al lector de la muerte de su marido, ni una palabra sobre ella y sus sentimientos. Nada. No quería ser personaje principal de su historia. La pena se proyecta en el sufrimiento de Cesare Pavese. “Había sido su mejor amigo. Seguramente enumeraría aquella pérdida entre las cosas que lo desgarraban”. Un desgarro que se sumó a otros que ya llevaba de antes y a otros que le llegaron después. La cuestión es que todo junto empujó a Pavese al suicidio en 1950. “Había hablado durante años de suicidarse. Jamás le creyó nadie. Cuando los alemanes invadieron Francia y venía, comiendo cerezas, a vernos a Leone y a mí ya hablaba de ello.” Cesare Pavese se guardaba las cerezas en el bolsillo de la chaqueta.

    Lamenta Natalia que tras su muerte no queda rastro de la ironía, la sonrisa maligna que Pavese guardaba para sus amigos. Sólo para sus amigos, ya que “al amor y a la escritura se entregaba sin embargo con un estado de ánimo tan enfebrecido y tan calculado que nunca sabía reírse de ellos ni llegaba a ser él mismo por completo”.

   Las palabras dedicadas a Pavese en la última parte de Léxico familiar son también las más sentidas. Tal vez por cercanas. Tal vez por la contención mantenida cuando habla de ella y de su familia durante toda la escritura. Como una exhalación última después de mucho aguantar la respiración. Con este ejemplo de escaso sentimentalismo narra la desaparición de los padres de su cuñada durante la deportación sistemática de judíos a los que “habían apresado como a muchos desventurados que no habían creído en la persecución”. No creyeron necesario esconderse porque eran gente tranquila, como muchos otros. ¿Qué iban a hacerles? Los alemanes se llevaron “a la madre bajita, cándida, alegre y enferma del corazón; al padre alto, gordo y tranquilo.” Jamás volvieron a saber de ellos.

    Natalia Ginzburg vivió años difíciles y supo retratarlos. También los aprovechó. Se expandió en su obra y en sus amigos y, aunque tanto escribió sobre ella misma, se la puede ver haciendo de otra, de María de Betania en Los Evangelios según San Mateo de Pasolini, otro de sus acompañantes en la vida.

    Y así en una época en la que “todos creían ser poetas, y todos pensaban ser políticos”. Ella supo serlo en la medida justa en la que lo requirió la necesidad de desbordamiento. Pero insisto, lo justo. Un grito sostenido en el tiempo “después de tantos años en que pareció que el mundo había quedado enmudecido”.

Y no parecía que el fascismo fuese a acabar pronto… apuntó Natalia.

“¡La de veces que he oído contar esa historia!”"

22 de set. 2022

antifascismo

 



Los intelectuales italianos frente al fascismo.

por José Sazbón
en Actas y comunicaciones 
del instituto de Historia antigua y medieval
Universidad de Buenos Aires, 2005. Volumen 1



    Desde la primera posguerra en adelante (y sin que se avizore un término), la historia de los intelectuales italianos es la historia de sus respectivas actitudes frente al fascismo.

    En el caso de los intelectuales antifascistas, varios agrupamientos e iniciativas colectivas se fueron constituyendo en las distintas fases de ese largo transcurso, algunas más conocidas por su vinculación con partidos políticos de extensa trayectoria; otras, más ignoradas o sólo frecuentadas por especialistas, en virtud de su limitada vigencia y de la dispersión de sus miembros. En este último caso, el interés de una evocación actual se acrecienta por la existencia, más que de una doctrina canónica, de una inspiración, vivida por algunos como un mandato que aún permanece.

    Eso es lo que demuestra la continuidad de la línea que se expresó con distintos nombres desde los años veinte y que, para facilidad de la referencia, podemos identificar con uno de ellos, el más ambicioso en su proyección: socialismo liberal. El ancestro de la corriente, sin embargo, no era socialista y su liberalismo era de una especie particular, no integrable al movimiento político que en Italia ostentaba ese nombre. Se trata de Piero Gobetti, el estudioso, escritor, periodista y organizador cultural dotado de un carisma efectivamente convocante en los años de la primera resistencia civil antifascista, en una época en que el fascismo era todavía movimiento y no ―régimen. El impulso que dio a una interpretación original e inteligente del fermento ideológico del liberalismo quedó cristalizado en el periódico que editó en los primeros años veinte, La Rivoluzione Liberale, nombre éste, asimismo, de un volumen coetáneo que apareció en 1924 con el subtítulo Ensayo sobre la lucha política en Italia. La aludida revolución liberal, que en la visión gobettiana connotaba modernización económica y política y renovación conspicua de la clase dirigente, era vista a la vez como una prolongación ideal de la herencia del Risorgimento en sus conatos radicales y frustrados. En tanto como historiador estudió estos desarrollos y algunas figuras representativas en su libro póstumo Risorgimento senza eroi, como publicista y promotor de un cambio de mentalidad y de hábitos políticos entendió que la revolución interrumpida en el siglo XIX tenía ahora, en las primeras décadas del XX, una oportunidad para reanudar esa marcha bloqueada.

    Esta oportunidad estaba dada por la constitución de una forma inédita y prometedora de gestión e impulso renovador: los consejos de fábrica, que tenían en su propia ciudad, Turín, la capital industrial del país, su sede de experimentación. Estos varios elementos: distanciamiento de la política convencional, reanudación del legado risorgimental, apreciación admirativa de los consejos de fábrica como clave de posibles transformaciones en la organización industrial y sus secuelas sociales, este conjunto de actitudes muestran su necesaria afinidad con Gramsci, con la consiguiente apertura a la cultura obrera naciente y sus órganos de expresión. En efecto, Gobetti fue un colaborador de L’Ordine Nuovo y, en la visión de su impulsor, el sardo Gramsci, aprendió allí, en el trabajo común del periódico, a desembarazarse de los prejuicios contra el proletariado. De hecho, Gobetti llegó a ver en la clase obrera organizada cuyo prototipo era la turinesa— una real alternativa a la dirección burguesa del país, así como percibió en la revolución rusa un fermento de libertad que, en su sistema de ideas, se integraba con los valores del liberalismo. Este último, entonces, tenía valencias muy distintas de las vehiculizadas por la tradición liberal italiana, tal como, por ejemplo, Croce podía encarnarla. Fue significativo en esos años veinte, así como en la década sucesiva, que mientras no se cuestionaba el magisterio crociano, la doctrina y la estrategia del liberalismo de origen gobettiano se establecían con total independencia de las ideas, las opiniones y la cautela del filósofo napolitano. La figura de Gobetti, ya muy significativa cuando éste vivía, se agigantó luego de su muerte, en febrero de 1926, cuando en un reciente exilio parisino esperaba reponerse de la violenta agresión física que sufriera a manos de los squadristi (fue así, uno de los mártires notorios de la época, al lado de Giacomo Matteoti y Giovanni Améndola, entre los grandes asesinados del período). En su texto Algunos temas sobre la cuestión meridional, Antonio Gramsci rindió homenaje a la honestidad intelectual y espíritu combativo de Piero Gobetti en un retrato admirativo que conviene asociar al tributo que, por su parte, Gobetti rindiera a Gramsci y los ordinovistas en su Historia de los comunistas turineses escrita por un liberal. En conjunto, esos textos atestiguan una estima recíproca que deja entrever una comunidad de ideales renovadores, expresados en parámetros culturales y políticos, al margen de las filiaciones respectivas: marxismo y liberalismo, pero no de la amenaza envolvente que afectaría, durante toda la época, a una y otra corriente: la represión fascista.

    Muerto Gobetti, no se mantendría ese tácito acuerdo y colaboración de miembros de los dos movimientos: durante ese mismo año 1926, Gramsci sería encarcelado perdurablemente y el partido comunista evolucionaría en concordancia con las líneas más rígidas de la Tercera Internacional, mientras, por su lado, comenzaría a constituirse, trabajosamente, una corriente que, inspirada en Gobetti, tendría, en cambio, mucho mayores resistencias que éste al diálogo constructivo con la izquierda marxista. La figura característica de esta etapa es la de una también futura víctima del fascismo: Carlo Rosselli, autor en 1930 de un libro doctrinario que daría ya un nombre estable al movimiento: Socialismo liberal. El escrito fue compuesto durante el confinamiento de su autor —junto con otros políticos socialistas — en Lipari y, luego, editado en París: tanto esas condiciones como el marco general de la actividad de este grupo de combatientes, primero en Italia y luego en París, están signados por la dureza y eficacia de la represión mussoliniana. Será, entonces, una marca de la época la conexión del desarrollo de la corriente socialista liberal con la lucha antifascista, conexión que se mantendrá a través de diversas etapas: guerra civil española, guerra mundial, Resistencia y Liberación. Los encuadramientos políticos de la corriente serán el movimiento Justicia y Libertad y el Partido de Acción. Al pasar de Gobetti a Rosselli no sólo hay una transición hacia los años de la clandestinidad, el confinamiento y el exilio, sino también, en el plano doctrinario, una modulación teórica que convierte en tema de discriminación polémica la actitud de esta variante del socialismo hacia el comunismo y el marxismo. Este último, en particular, es visto como deficitario y aún contradictorio con la "fuerza animadora de la libertad" y la "fe en los supremos valores del espíritu" que Rosselli considera irrenunciables en el socialismo. A su vez, este enfoque es deudor de una postulación general según la cual el socialismo es el heredero natural del liberalismo en las nuevas condiciones históricas; tal herencia debería preservar, justamente, la moral idealista como impulsora y los derechos del individuo como plataforma irrenunciable en cualquier proyecto político reorganizador.

    Críticas al liberalismo egoísta por un lado y al socialismo autoritario por otro dan sustento a esa conjunción que incluso Croce desdeñó: la de una fórmula de defensa de derechos sociales que, al mismo tiempo, resguarda y potencia los derechos individuales. Para Rosselli, el socialismo liberal debía conducir al movimiento obrero a una práctica renovada en la que las supuestas certezas del dogma se verían sustituidas por una aspiración, voluntaria (y no determinista), a la transformación social y, en esto, él entendía que el socialismo no era sino el "desenvolvimiento lógico" del principio de libertad, un real "liberalismo en acción". El grupo Justicia y Libertad, impulsado por Rosselli, Lussu, el historiador Gaetano Salvemini y otros realizó varias acciones demostrativas y generó una prensa significativa, con base principalmente en Francia, además de coordinarse con otros movimientos antifascistas en la búsqueda —difícil— de estrategias comunes de enfrentamiento al régimen. En medio de estos desarrollos, sobrevino la insurrección franquista en España y la consiguiente alarma continental de demócratas y socialistas. Rosselli, en ese marco y en un contexto favorable a la atenuación de contrastes en el seno del antifascismo militante, llamó a una "unificación política del proletariado" y fue el primer animador de la participación italiana en defensa de la amenazada república española. Pero, en su visión, España era sólo el terreno inmediato e inicial de una lucha más vasta que debía terminar con el fascismo y de allí su fórmula, en noviembre de 1936: "hoy en España, mañana en Italia". Pocos meses después, habiendo viajado a Francia para reponerse de heridas sufridas en su participación en el frente republicano, fue víctima de una emboscada organizada por un grupo de extrema derecha francés por cuenta y cargo del régimen mussoliniano: él y su hermano, el historiador Nello Rosselli, fueron asesinados y su sepelio, en París, fue ocasión de una multitudinaria manifestación de pesar y protesta ante el avance internacional y la creciente impunidad de las políticas fascistas.

    También víctima intelectual, también del grupo Justicia y Libertad, el estudioso de origen ruso Leone Ginzburg contribuyó a la corriente socialista liberal con su obra de publicista y su tarea de organizador cultural en un tipo de opción cultural que él llamaba "conspiración a la luz del sol": la revista La Cultura, de la que fue director y la editorial Einaudi, que lo contó entre sus fundadores, son ejemplos de esos emprendimientos que buscaban suministrar elementos de cultura liberal y, al mismo tiempo, fortalecer el temple moral de la oposición antifascista interna. Esta última condición se vio representada de manera patente y paradigmática en un gesto notablemente minoritario entre la intelectualidad italiana de la época, es decir, la renuncia de Ginzburg a la prosecución de su carrera universitaria por negarse al juramento de práctica de adhesión al régimen. Se puede agregar al respecto que, en el conjunto del profesorado ya en funciones en el año 1931, el grupo ínfimo de quienes se negaron al juramento (perdiendo, con ello, sus posiciones) no llegaba al 1% del total: 12 sobre 1250; entre esos "doce profesores que se opusieron a Mussolini", como subtitula Giorgio Boatti el libro que dedicó a sus biografías, había dos ilustres historiadores: Lionello Venturi y Gaetano De Sanctis. En cuanto a Ginzburg, su conexión con el grupo de Rosselli supuso para él el destierro interno y luego la cárcel: en ella murió en 1944, bajo la ocupación alemana de Roma.

    Entre los textos dedicados a su memoria, figura el que en 1996 compiló Nicola Tranfaglia, L’itinerario di Leone Ginzburg, con prólogo de un amigo de la juventud de Ginzburg, Norberto Bobbio. También como volumen recordatorio, pero en este caso autobiográfico, hay que recordar las Memorie di un fuoruscito, del medievalista Gaetano Salvemini, uno de cuyos capítulos evoca la creación del grupo ―Giustizia e Libertà.

    Ya durante los años de guerra, esta agrupación convergió con otra que, con variaciones de énfasis y conceptos, también se proponía un enlace fundible de las orientaciones ideales del liberalismo y el socialismo: la similitud de su designación liberalsocialismo— no debe confundir sobre su efectiva autonomía respecto al precedente socialismo liberal de la tendencia Rosselli. Lo que más aclara la cuestión de las diferencias es el señalamiento de la génesis respectiva de los movimientos: el liberalsocialismo nació como una vertiente del liberalismo, para el cual representaba ―una herejía de origen intelectual‖ (como señaló Bobbio), mientras el socialismo liberal consistía en una reformulación de la identidad socialista surgida del propio socialismo y poniendo en el centro de sus expectativas a la clase obrera como sujeto histórico. Como también apunta Bobbio, en el primer caso se concibe al socialismo como completamiento de una democracia puramente liberal, mientras en el segundo el liberalismo es entendido como la garantía de un socialismo que preserva las libertades. Las figuras impulsoras del liberalsocialismo fueron los filósofos Aldo Capitini y Guido Calogero; éste último fundamentó esa opción doctrinaria indicando que "la sustancial unidad e identidad de la razón ideal apuntala y justifica tanto el socialismo en su exigencia de justicia como el liberalismo en su exigencia de libertad". En el manifiesto liberalsocialista de abril de l940, se reclamaba la socialización de las mayores empresas industriales y de los latifundios; en otro manifiesto, del año siguiente, se convocaba a la formación de un frente de la libertad ampliamente concebido. Ya en 1942, esta tendencia, la afín de Justicia y Libertad y otros grupos, se unen para fundar el Partido de Acción, que tendrá durante la Resistencia (iniciada el año siguiente) sus batallones propios, y que hacia 1945 constituirá uno de los componentes principales de la coalición de partidos —el Comité Nacional de Liberación— que negociará con los aliados triunfantes y reorganizará el país. Es significativo que fuera uno de sus dirigentes, Ferruccio Parri, el primer jefe de gobierno después de la Liberación; se mantuvo en funciones durante varios meses que pusieron a prueba (sin éxito) la factibilidad de una dirección estatal en manos de intelectuales moralistas. Al menos esto es lo que se desprende tanto del relato novelado de un miembro de Justicia y Libertad, Carlo Levi (El reloj) como sobre todo de la reconstrucción de esa militancia hecha por otro intelectual del Partido de Acción, Norberto Bobbio. Para Bobbio, el fracaso del grupo, en términos políticos, se debió a su falta de inserción real en la sociedad italiana; siendo, como él dice, "intelectuales desarraigados de las subculturas católica y socialista" —las únicas vigentes—, el fracaso del Partido en las primeras elecciones democráticas resultó una enseñanza que todos asimilaron, de varias maneras. Algunos se unieron a los diversos partidos de la izquierda y fueron candidatos exitosos en ese nuevo marco; otros, como el mismo Bobbio, se retiraron a sus tareas profesionales originarias, principalmente la enseñanza universitaria y la militancia exclusivamente intelectual. Es significativa y notoria la presencia, dentro de esta amplia corriente, frustrada como tal en el terreno político, de intelectuales brillantes y creativos, como por ejemplo, además de los ya mencionados Capitini, Calogero, Salvemini y Bobbio, también Guido de Ruggiero, Franco Venturi, Alessandro Galante Garrone, Adolfo Omodeo, Aldo Garosci, Vittorio Foa, Leo Valiani, Riccardo Bauer, etc., para mencionar un puñado de personalidades conocidas, todos los cuales tuvieron una actuación destacada en la vida republicana.

    El período de la ocupación nazi y del concomitante fascismo remanente de Saló fue también el de una experiencia límite para los intelectuales que tomaron parte en la Resistencia. Esa experiencia fue vivida como una expresión de imperativos éticos y políticos entendidos como valores absolutos, de tal modo que a partir de la Liberación y de la institucionalidad reconstruida, la custodia de su vigencia se convirtió en la propia razón fundacional de la nueva Italia y ocasión de celebraciones cívicas, rememoraciones y elaboraciones culturales que reiteraban su plenitud instauradora.

    En un marco así diseñado, se insinuó en la última década un voluntarioso relativismo cuyos propósitos convergentes son: rebajar a opinión parcial y a identificación segmentaria los valores esgrimidos por la resistencia antifascista y sus herederos; legitimar, en consecuencia, como orientación válida la opción antagónica a la de la Resistencia, o sea la complaciente con la política de Saló; y homenajear, por último, como víctimas igualmente merecedoras de respeto, también a los caídos en defensa del fascismo. En síntesis, si bien no se propone para la actualidad un régimen propiamente neofascista, sí se cuestiona, particularmente en el caso de los intelectuales antifascistas que desempeñaron funciones políticas, la equiparación de antifascismo y democracia; a su vez, la disociación de estos términos es vista, por los intelectuales antifascistas, como una decidida transgresión de los principios que fundaron la República. En esos términos se plantea la actual polémica, reverdecida ante los aniversarios de significación nacional, la publicación de memorias de protagonistas del período crítico, la edición de biografías e historias del siglo veinte y la evocación de los orígenes de la República, entre otros."

21 de set. 2022

cesare pavese

 


Cesare Pavese nació en Santo Stefano Belbo, Cuneo, Italia, el 9 de septiembre de 1908.

Fue uno de los más importantes escritores italianos del siglo XX.

Tras la ruptura de su relación sentimental con la actriz norteamericana Constance Dowling, a la que dedicó sus últimos versos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, su obra más conocida, se sume en una profunda depresión, que acaba con su suicidio en Turín, el 26 de agosto de 1950.


«… Dónde tú estás, luz, está la mañana.

Eras la vida y las cosas…»

CP



The cats will know

Caerá otra vez la lluvia
sobre tus embaldosados dulces,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Otra vez la brisa y el alba
florecerán ligeras,
como bajo tu paso,
cuando regresarás.
Entre flores y alféizares,
los gatos lo sabrán.

Habrá otros días,
habrá otras voces.
Sonreirás a solas.
Los gatos lo sabrán.
Oirás palabras antiguas,
palabras cansadas y vanas
como trajes desechados
de fiestas del pasado.

También tú harás gestos.
Responderás palabras—
rostro de primavera,
también tú harás gestos.

Los gatos lo sabrán
rostro de primavera;
y la lluvia ligera,
el alba de color jacinto,
que laceran el corazón
de quien ya no te espera,
son la triste sonrisa
que sonríes a solas,
habrá otros días,
otras voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.

Cesare Pavese 
(Los gatos lo sabrán)






Vendrá la muerte y tendrá tus ojos…


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.

Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.

Mudos, descenderemos en el remolino.

Cesare Pavese
22 marzo 1950

20 de set. 2022

natalia levi

 

Natalia Ginzburg, las páginas de un siglo

por Higinio Polo



El Viejo Topo, nª 346

Noviembre 2016



“Este verano hizo un siglo que nació Natalia Levi, a quien conocemos como Natalia Ginzburg (por el apellido de su primer marido, que quiso conservar), una de las voces más notables de la literatura italiana del siglo XX, pese a que ella pensó siempre que era una autora menor; pero no hay duda de que escritoras como ella (y como Elsa Morante o Leda Rafanelli) componen una mirada imprescindible sobre el novecientos italiano. Natalia Levi era una mujer sencilla, observadora, a veces ensimismada, interesada en la vida cotidiana, aunque fue arrastrada en el torbellino de la desgracia que llevó a su primer marido a la muerte en las prisiones fascistas; era una escritora que construyó a veces, como en su primera novela, personajes que había visto desde su ventana o que se habían cruzado con ella, gente común, personas que disfrutan, como ella, de las pequeñas cosas de la vida, y lo hizo con una mirada a veces triste, que, sin embargo, creía apasionadamente en el ser humano y en la libertad. Cultivó la novela, el ensayo y el teatro, uniendo los vínculos dispersos de la tristeza de posguerra y capturando la memoria escondida entre las sombras de la vida cotidiana, sin demasiada fortuna, aunque obtuviese algún reconocimiento, rasgo que cambiaría en su vida cuando publicó Lessico famigliare en 1963, libro que consiguió el Premio Strega, y gracias al cual se hizo una escritora muy conocida en Italia. Escribió una veintena de libros, y tradujo a Proust, Maupassant, Flaubert, Duras, incluso a Igor Markévich, el director de orquesta ruso que participó en Italia en el movimiento partisano contra los nazis. Su faceta política, desde que fue diputada del Partido Comunista Italiano en 1983, es inseparable de su interés por las líneas que se ocultan en los círculos familiares, aunque ella insistiese siempre en que «no entendía de política».

Las imágenes que nos han quedado de ella nos muestran a una mujer discreta, sobria, casi severa en la distancia en que parece mantenernos. En dos fotografías, sin embargo, Natalia Levi sonríe, aunque siempre contenida: en la primera, de 1947, está con sus tres hijos, Alessandra, sentada sobre sus rodillas, Carlo y Andrea, todos descansando en un pequeño muro de piedra, en el Valle de Aosta: todavía era joven, aunque ya había pasado duras pruebas. En la segunda, hacia 1988, la vemos con Vittorio Foa, que ríe a carcajadas, y con Norberto Bobbio. En cambio, en muchas otras fotografías de su madurez la vemos casi siempre seria, a veces con el ceño fruncido, como si no pudiese romper la vida huraña y temiese la intemperie temible del paso del tiempo.


Según decía su madre, Lidia Tanzi, Natalia Levi nació «el día de la toma de la Bastilla, en la calle de la Libertad», de Palermo. Fue en 1916, cuando su padre, movilizado como médico en el frente austro-húngaro, en el Carso triestino, iba y venía hasta Palermo, donde tenía a su mujer y sus hijos. Su padre era un profesor triestino que impartía la materia de anatomía en la universidad palermitana, hijo de una familia de banqueros judíos, que educó a sus hijos en el laicismo y en el pensamiento libre. La madre de Natalia, católica y socialista, había visto con mucha frecuencia en su casa a Filippo Turati y Leonida Bissolati, dos de los fundadores del Partido Socialista Italiano, y a Anna Kuliscioff, la revolucionaria rusa que vivía con Turati. La infancia, marcada además por el aburrimiento de seguir las lecciones escolares en casa, transcurrirá en Torino: en 1919, el padre, Giuseppe Levi, va a trabajar a la universidad de Torino. La posguerra es difícil: Italia ha ganado la guerra, pero está perdiendo la paz, y los veteranos de las trincheras vuelven a un país que no los reconoce; además, las estrecheces económicas de la familia son constantes (aunque ello no les impide tener criada), y Levi es un hombre colérico, aficionado al montañismo, partidario de levantarse a las cuatro de la mañana, para preparar yogurt y a ducharse con agua fría. El profesor de anatomía Giuseppe Levi había viajado ya a la India, a Holanda y Alemania, y en las islas Svalbard (noruegas, entonces llamadas Spitzberg, situadas en el Ártico) había entrado dentro del cráneo de una ballena para buscar los ganglios cerebroespinales, era librepensador, irredentista y socialista. Natalia Ginzburg escribiría muchos años después: «Mi padre amaba el socialismo, Inglaterra, las novelas de Zola, la fundación Rockefeller, la montaña y la guía del valle de Aosta.»

En 1922, Mussolini conquista el poder, y Giuseppe Levi, apasionado antifascista, se revuelve furioso descubriendo cada día nuevos fascistas entre sus colegas universitarios, que se van adaptando al nuevo poder. Una de sus alumnas, la futura Premio Nobel de Medicina, Rita Levi Montalcini, recordaba el desprecio de Levi por Mussolini y el fascismo, repulsa que proclamaba en voz alta, públicamente. El hermano mayor de Natalia, Gino, era amigo de Adriano Olivetti, un antifascista cuyo padre había fundado una fábrica de máquinas de escribir en Ivrea, que, después él convertiría en una de las grandes empresas italianas. Por su parte, Alberto, otro hermano de Natalia, era amigo de Giancarlo Pajetta, un joven que se convertiría en dirigente del PCI, y que marchó como voluntario a España con las Brigadas Internacionales, y, después, fue miembro de la resistencia italiana contra el fascismo. En esos años de posguerra, la economía familiar mejora, y se trasladan desde la calle Pastrengo (donde tenían un pequeño jardín) a la vía Pallamaglio. Siempre relacionados con la izquierda, los Levi alojan en su casa a Turati, presidente del Partido Socialista, quien viaja clandestinamente a Torino desde su exilio francés.

Siendo todavía una niña de trece años, Natalia Ginzburg lee la primera obra del joven Moravia, y también a D’Annunzio; y a Chéjov, cuyas páginas le atraparán para siempre. En 1934, con apenas dieciocho años, publica en la revista Solaria. En 1935, la policía fascista realiza numerosas detenciones en Torino; entre otras personas, detiene a Carlo Levi, Cesare Pavese, Giulio Einaudi, Vittorio Foa. La detención es posible porque los delata Dino Segre, Pitigrilli, un estimable escritor, y sucio y desleal amigo, que estaba a sueldo de la OVRA, la policía fascista del régimen.

En 1938, se casa con Leone Ginzburg, un judío ruso nacido en Odessa, lector de literatura eslava en la universidad turinesa, que había fundado con Giulio Einaudi la editorial de ese nombre, y que se había visto obligado cuatro años antes a abandonar la universidad tras su negativa a prestar juramento de lealtad al fascismo. A finales del año de su matrimonio, entran en vigor las leyes raciales fascistas contra los judíos, y, tanto a Natalia como a su marido, les retiran el pasaporte. Leone Ginzburg, además, pierde la nacionalidad italiana y se ve convertido en un apátrida: son los años en que Natalia suspira por tener un pasaporte Nansen que les permitiese escapar de la bota fascista. En 1939 habían tenido su primer hijo, y, en 1940, el segundo. Cuando, en 1940, Leone es enviado al «confino», exilio interior al que recurría el régimen contra sus opositores, Natalia sigue a su marido al destierro a Pizzoli, en Abruzzo, con sus dos hijos. Leone debe presentarse diariamente a la policía, mientras traduce a Tolstói y Pushkin. Allí nacerá el tercero, la niña Alessandra.

En 1942, Natalia publica en Einaudi la novela La strada che va in città, firmando como Alessandra Tornimparte (por el nombre de un pueblecito cercano a Pizzoli), porque su apellido, Levi, es judío, y las leyes fascistas le impiden hacerlo con el suyo. Mientras, traduce a Proust. Al año siguiente, tras la caída de Mussolini, Leone abandona en julio el confinamiento en Pizzoli, y se va a Roma, donde trabaja clandestinamente; Natalia lo sigue en octubre. Pero las cosas se complican: Leone es detenido en noviembre en una imprenta clandestina, y encarcelado en la prisión de Regina Coeli, por lo que Natalia se ve obligada a esconderse con sus hijos en un convento en via Nomentana. Pero lo peor estaba por llegar. En febrero de 1944, Leone, es salvajemente torturado en la cárcel, rompiéndole la mandíbula en los interrogatorios y dejándolo en un estado crítico. No llaman a ningún médico, y Leone, muere, solo, en la celda. En esas horas dramáticas antes del desenlace, Sandro Pertini (quien, muchos años después, sería presidente de la República) lo oyó musitar en los pasillos, ensangrentado: «No hay que odiar a los alemanes, después». Natalia, trastornada, se refugia en Florencia, con su madre. El asesinato de su marido la marcaría para siempre.

Tras la liberación, Natalia vuelve a Roma, en octubre de 1944, a buscar trabajo, pero, según sus propias palabras, no sabía hacer nada, no se había licenciado, ignoraba otras lenguas, excepto algo de francés, y ni siquiera sabía escribir a máquina. Al año siguiente, vuelve a Torino: trabaja en la editorial Einaudi, con Cesare Pavese, Felice Balbo, Massimo Mila e Italo Calvino, quien, como ella, admiraba profundamente al autor de Por quién doblan las campanas: «hubiéramos dado diez años de nuestra vida por haber escrito el relato de Hemingway «Colinas como elefantes blancos». De la mano del escritor Felice Balbo, miembro del PCI, Natalia ingresa en el Partido Comunista. En esos años, adopta la costumbre de levantarse temprano para escribir, hábito que mantendrá durante toda su vida. En esos años, escribe artículos para La Stampa y para L’Unità, el diario del PCI. En las cruciales elecciones de 1948, Natalia habla en fábricas y en las calles, aunque su timidez la arrastra. Las elecciones fueron manipuladas por los servicios secretos norteamericanos para evitar la victoria del Frente Democrático Popular compuesto por el partido comunista y los socialistas de Nenni, en una campaña que incluyó sobornos, financiación a la derecha, campañas de desprestigio contra los dirigentes comunistas, organización de atentados terroristas contra sedes del PCI, con numerosos muertos, que culminarían tras las elecciones con un atentado contra Togliatti que casi le causó la vida, protagonizado por un desconocido estudiante fascista, Antonio Pallante, quien, supuestamente, actuaba en solitario. La acción combinada de la CIA, el Vaticano y el poder económico italiano consiguieron la victoria para la Democrazia Cristiana, el peso de la balena bianca dejará atrás la alegría de los primeros años tras la liberación, y encerrar en las oscuras galerías de la historia las semillas generosas de la resistencia. Natalia escribe: «la posguerra fue triste y llena de desconsuelo». En su propia familia, encuentra la desconfianza hacia el PCI. Su madre tiene reticencia con los comunistas: «Ten por seguro que si viene Stalin a quitarme a la criada, lo mato», decía, para añadir: «¿Qué haría sin criada yo, que no sirvo para nada?» En la política italiana le pasaba igual: «¡Nenni no me gusta! ¡Nenni es como si fuera comunista! ¡Da siempre la razón a Togliatti! ¡Yo a ese Togliatti no lo soporto!»

El suicidio de Cesare Pavese golpea a la escritora; era uno de sus mejores amigos, aunque no deja de anotar que el poeta «no amaba la vida», y que «en el fondo, no tenía ninguna causa real para suicidarse». Tenía también gran estima por Umberto Saba, Carlo Emilio Gadda, Italo Svevo, Elsa Morante, Eugenio Montale, y su opuesto, Sandro Penna. En 1950, inicia una nueva etapa vital: se casa con el profesor Gabriele Baldini, con quien vivirá también en Londres, donde su marido dirigía el Istituto Italiano di Cultura desde 1960. Su vida común no llegará a las dos décadas; en 1969, Baldini muere. En 1952, Natalia va a vivir a Roma, y, en ese mismo año, publica Tutti i nostri ieri, título que toma de Macbeth, con el que recibió el Premio Charles Veillon y que se consideró su contribución a la literatura de la resistencia, además de ser calificada por el famoso crítico Geno Pampaloni como «el retrato sentimental de una generación». Abandona el trabajo en la editorial Einaudi y pasa a hacer labores de asesoría: en 1957, Italo Calvino le envía su novela El Barón rampante, para que le dé su opinión.

Cuando vuelve de Londres, en 1962, se instala en la piazza Campo Marzio, donde vivirá hasta el final de su vida con su hija Susanna, enferma desde niña. En 1963 publica Lessico famigliare, que será un gran éxito. Años después, en 1967, viaja a Estados Unidos donde vivía su hijo Andrea, y, en mayo de 1971, va a la Unión Soviética con una delegación, aunque seguía insistiendo en que no le gustaba viajar. En esos años se interesa cada vez más por el teatro, hasta el punto de empezar a escribir para la escena, rasgo que no abandonará hasta el final de su vida. Su primera obra, Ti ho sposato per allegria , aparece en 1965, a la que seguirán L’inserzione (que representarán en Londres; y en Italia, dirigida per Luchino Visconti), La segretaria, Fragole e panna. También colabora con el cine, con Luciano Salce y Mario Monicelli, que llevan su teatro a la pantalla, e incluso llega a actuar: caracterizada como María Magdalena, la vemos en 1964 en la película de Pasolini, Il Vangelo secondo Matteo, sujetando con la mano el manto que le cubre la cabeza. Pasolini, que le tenía gran estima, le había propuesto hacer ese papel: los dos comparten la inquietud de los comunistas italianos por la evolución del país, y coincidirán de nuevo en los días de la revuelta estudiantil, cuando Natalia se interroga por el hecho de que quienes protestan «son los hijos de los ricos», como hizo Pasolini en su provocador texto Il PCI ai giovani! Ginzburg presiente que la agitación de mayo del 68 es más un conflicto generacional que un movimiento revolucionario. También trabajó con Fellini, en un libro sobre sus películas; solía recordar que el Satyricon era una de las películas que más le gustaban («un viaje a los continentes de la juventud»).

Desde 1969, cuando muere Baldini, vivía sola en el apartamento de Campo Marzio. Hacía la compra, escribía, fumaba, iba a la casa de Sorrento en verano: la soledad la aplastaba. De esos años es su novela Caro Michele (que Monicelli llevaría al cine) publicada en 1973, donde utilizando el recurso epistolar la escritora aborda el terrorismo en la resaca del mayo de 1968, y, también, la soledad y la distancia: «Se acostumbra uno a todo. Cuando ya nos hemos quedado sin nada.», dice Angélica, la hermana de Michele. En La ciudad y la casa, que aparece en 1984, Ginzburg vuelve a utilizar la novela epistolar para abordar la dispersión de la familia, cuyos vínculos agonizan, atrapados sus miembros en el tedio, en el aislamiento y la incomunicación, hasta el punto de que el protagonista, Giuseppe, sólo conoce a su hijo Alberico a través de las cartas de otros. Tiene una decidida postura en defensa del papel de la mujer en la sociedad. En «La condición femenina», ensayo que incluye en su libro Vida imaginaria, escribe: «No me gusta el feminismo como actitud espiritual. Las palabras ‘Proletarios del mundo, uníos’, las encuentro muy claras. Las palabras ‘Mujeres de todo el mundo, uníos», me suenan falsas.» Para Ginzburg, mujeres y hombres eran diferentes, pero no antagonistas.

En 1977, vuelve a trabajar para la editorial Einaudi durante toda la jornada, leyendo manuscritos, y permanece en esa ocupación hasta 1988. En 1981, traduce Madame Bovary, tarea que la absorbe y la hace feliz. En 1983, acepta presentarse como candidata a la Cámara de diputados. Participa en iniciativas parlamentarias para la defensa de las minorías, en asuntos que afectaban a las mujeres, visita cárceles, interviene en la grave crisis creada por los euromisiles de la OTAN defendiendo para Italia una política de paz y desarme, incluso unilateral. Es reelegida diputada en 1987. Cuando, en septiembre de ese año, se discute en el Parlamento la propuesta del gobierno italiano de enviar barcos de guerra al Golfo Pérsico, Natalia hace una apasionada intervención en la Cámara denunciando las intenciones del gobierno del pentapartito, y haciendo duras críticas al Partido Socialista de Bettino Craxi, que apoyaba el envío de la marina de guerra. Cuando, en 1989, Achille Occhetto propone la svolta della Bolognina para disolver el PCI, Natalia se muestra contraria, y defiende con pasión mantener el nombre del Partido Comunista y sus símbolos históricos; frente a las acusaciones de «nostálgicos» que dirigen los partidarios de Occhetto contra quienes mantienen la misma posición que ella, y que agita agresiva e interesadamente la prensa y la televisión, Natalia contesta: «La nostalgia es algo maravilloso, es sólo nostalgia por el futuro». Cree que las raíces del Partido Comunista siguen siendo las mismas, los trabajadores, y que su lugar en el mundo sigue siendo imprescindible. En cambio, mantiene que quien debería cambiar su nombre es el Partido Socialista: «¿qué lejano parecido existe entre el socialismo de Filippo Turati, Pietro Nenni y Riccardo Lombardi y el actual de Bettino Craxi o Claudio Martelli? Admiraba a Enrico Berlinguer: Natalia lo define como un hombre tímido, apacible, esquivo, triste, porque afrontaba la verdad. Cuando Berlinguer, en junio de 1984, cae fulminado en el mitin de la Piazza della Fruta de Padova, Natalia escribe un artículo donde recuerda su honestidad, su nobleza, su compromiso: «Hace un mes, en el congreso socialista donde había sido invitado, los socialistas lo recibieron con silbidos e injurias. No se movió, no dio signos de darse cuenta, sabiendo que la verdadera fuerza no responde a las ofensas, pasa por en medio de ellas como si fueran enjambres de moscas».

Mientras tanto, había muerto, en 1985, Elsa Morante, a quien tanto admiraba, y escribe, dolorida, que en su entierro había poca gente, apenas sus amigos, sin la presencia de las autoridades. Mondadori le propone publicar toda su obra en dos volúmenes, que aparecen en 1986 y 1987. En esos meses, lee y traduce el libro de Molyda Szymusiak, sobre el terrible destino de una familia de la alta burguesía de Phnom Penh que es enviada al destierro por los partidarios de Pol Pot. Escribe la introducción del libro, que titula Il racconto di Peuw, bambina cambogiana. Publica también sus artículos en libros como Nunca me preguntes, y No podemos saberlo, donde recoge su visión sobre la cultura italiana, las relaciones familiares, el aborto, libros o películas, incluso su censura al pontífice Pablo VI por no haber ido a ver a Franco en septiembre de 1975, cuando firmó las últimas cinco condenas a muerte. Tiene en esos años una mirada pesimista sobre el futuro de Italia, y eso que ya no vería llegar la zafiedad del espectáculo televisivo y político de Berlusconi. En 1989, Natalia publica Antón Chéjov. Vida a través de las letras , sobre un universo que le había acompañado desde niña.

Cuando era jovencita, Natalia soñaba con las páginas de Chéjov, con capturar el frenesí de la Perspectiva Nevski en lugar de la Piazza San Carlo y las orillas del Po, decepcionada por haber nacido en Italia y no en las riberas del Don; después, la vida se le iría retorciendo entre los ecos de las palabras familiares, mientras escribía en sus cuadernos, a mano, sentada en el sofá. Escribió su primer libro, La strada che va in città, para que le gustara a su madre, y, años después, le enseñaba sus textos a su hijo, el historiador Carlo Ginzburg, cuyo mayor elogio era: «no está mal». Porque Natalia Ginzburg nos contaba la vida de Natalia Levi («en mi vida hubo domingos interminables, desolados y desiertos»), los interiores de familias a las que sentimos próximas, y quería ver el reflejo de sus páginas entre los suyos, porque ellos fueron siempre el destino de su escritura. Como Proust, recuperaba el tiempo perdido, guardado entre palabras familiares, y, tal vez, como escribió sobre las ciudades invisibles de Calvino, guardaba en sus ojos inquietos «la memoria dolorosa de un tiempo que nunca volverá.»”

19 de set. 2022

natalia ginzburg, i 11


Natalia Ginzburg

Tot el teatre, vols. I i II

Tutto il teatro


traducció de Meritxell Cucurella-Jorba

Prometeu, 2017-2018



Ressenya per Anna Carreras i Aubets
ara.cat
18/12/2018

“El primer volum d’aquesta obra dramàtica completa presenta quatre dels onze textos teatrals que Natalia Ginzburg va escriure entre 1965 i 1967. Amb un estudi introductori de la traductora Meritxell Cucurell-Jorba, ens endinsem en una de les escriptores italianes més interessants del segle XX, comparada, en el cas del teatre, amb Beckett i Pinter.

Com la seva narrativa, el teatre de Ginzburg retrata, punyent, una societat aferrada a les tradicions i que es resisteix a obrir-se a la nova realitat social. En el cas del segon volum, el teatre recollit pertany al període 1968-1991, i compila set dels onze textos que conformen tot el teatre de Ginzburg, una autora que retratava amb senzillesa les complicades relacions familiars i de parella. Tristesa i comicitat hi caminen juntes i ofereixen diàlegs extrems, certs però delirants. Els personatges tant es qüestionen les bases de la seva existència com parlen de coses intranscendents. L’autora explora la dicotomia eterna entre poble i ciutat, o el difícil equilibri entre esquivar el destí o sotmetre-s’hi sense queixar-se.

Intel·lectual antifeixista, la Ginzburg es va iniciar en l’escriptura teatral després d’haver publicat l’autobiogràfic Lèxic familiar (1963). La seva anterior novel·la breu, I això fou el que va passar (1946), ja presentava forma de monòleg. Amb el cultiu del gènere va explorar una gran multiplicitat de punts de vista i la versatilitat de les veus imaginàries, recursos que més endavant sustentarien les seves novel·les epistolars: Estimat Miquel (1972) i La ciutat i la casa (1984), també traduïda per Cucurella-Jorba.

La italiana escriu de ben a prop sobre el que li passava a ella i a la gent que coneix, i per això, en l’època, no era gens valorada i era considerada menor, de segona categoria. Ella no va saber formar-se una cultura de res, ni tan sols de les coses que més va estimar a la seva vida: van quedar en ella com a imatges disperses, alimentant la seva vida de records i emocions, sí, però sense sadollar el buit, el desert de la seva cultura.
(...)
Tot i les primeres reticències a escriure teatre, amb la primera obra, Em vaig casar per alegria, ja transforma el tòpic de les batusses dialèctiques entre casats en un intercanvi de despropòsits de gran fondària psicològica amb uns diàlegs vius. Ginzburg és la reina de les situacions domèstiques còmiques, extravagants, on la rutina conjugal conté capes de densitat que van més enllà de l’anècdota i que fan reflexionar sobre les relacions humanes en general.

M’agrada pensar que el teatre de Natalia Ginzburg és irònic i malgrat que no està destinat a cap grup lector concret, l’aclucada d’ullet a la lectora femenina no es pot desestimar. A les seves primeres comèdies, hi ha dones que parlen incansablement. Més tard va fer dones silencioses. Després eren els homes qui xerraven. En les seves comèdies hi ha personatges que es parlen molt i no apareixen mai. O sigui que sempre hi ha algú que calla. Els protagonistes de les comèdies són ingenus, ignoren la realitat i a ells mateixos. Els nens es fan independents sense entusiasme, els pares han desaparegut, les mares són presències a l’altra banda del telèfon. Els mecanismes de la felicitat que transgredeixen les convencions.

El teatre de Natalia Ginzburg és tan prometedor com qualsevol dels gèneres que ha decidit investigar, i mereix arribar al gran públic. L’estil alegre que conserva una tristesa subjacent, els detalls ínfims que ella il·lumina i engrandeix, les trames que atrapen, les escenes ben dibuixades, la inspiració sempre real i acurada i l’humor infalible que l’ha distingit es mantenen com nous en la bella traducció de Meritxell Cucurella-Jorba. Per a la italiana, l’ofici d’escriure no és mai consol ni distracció. No és una companyia. Aquest ofici és un amo, un amo capaç de donar-nos fuetades fins que sagnem, un amo que crida i ens condemna. Nosaltres hem d’empassar saliva i serrar les dents, netejar-nos la sang de les ferides i servir-lo.”

18 de set. 2022

natalia ginzburg, 10

 



Natalia Ginzburg

Anton Txékhov: Vida a través de les lletres

Anton Cechov: Vita attraverso le lettere

pròleg de Francesc Serés

traducció d'Elena Rodríguez

Àtic dels Llibres, 2018

96 pàgines



Una petita joia sobre el geni de Txhékhov.

Anton Txékhov. Vida a través de les lletres és un meravellós i subtil retrat del genial Anton Txékhov escrit per Natalia Ginzburg: una joia que explora la joventut de l’escriptor a Taganrog, els seus inicis literaris i la seva feina de metge rural, els seus primers èxits teatrals fins a la malaltia i els darrers anys a Ialta, abans de la seva mort prematura. Un llibre magnífic, un feliç equilibri entre tema i autora, un text breu però ric sobre el que va ser un dels millors escriptors i coneixedors de l’ànima humana.

Carmen Martín Gaite va elogiar Natalia Ginzburg afirmant que era «una dona dotada d’una capacitat d’observació poc comuna».





17 de set. 2022

natalia ginzburg, 9

 



Natalia Ginzburg

Les petites virtuts

Le piccole virtù

traducció d'Elena Rodríguez

Àtic dels Llibres, 2015

192 pàgines



Onze textos entre l’autobiografia i l’assaig. Onze formes de «sentir» fets, coses, gestos, veus.

Què és l’amistat? Què significa la virtut? Quin valor tenen parlar i callar? Quin és el sentit d’una vida?

Natalia Ginzburg compon un autoretrat extraordinari, un mosaic dels seus pensaments on hi desvetlla el món viscut. En aquest llibre hi trobem el retrat de la vida a la regió dels Abruços amb el seu marit, Leone Ginzburg; la guerra i la por i la pobresa consegüents; el record estremidor i sostingut de Cesare Pavese; l’experiència de ser dona i mare, o estampes entranyables de la vida conjugal. La narració de Natalia Ginzburg commou, endinsant el lector en un calidoscopi literari de petites joies que converteixen aquest llibre en un tresor essencial i fonamental.

16 de set. 2022

natalia ginzburg, 8

 



Natalia Ginzburg

La ciutat i la casa

La città e la casa


traducció de Meritxell Cucurella-Jorba

Club Editor, 2017

256 pàgines



La darrera novel·la de Natalia Ginzburg: les històries creuades d’una colla d’amics entre Roma i Amèrica. Un esplèndid retaule de la vida privada, de l’època en què Ginzburg era diputada.

“Vinc a Amèrica com qui ha decidit llançar-se a l’aigua i espera sortir-ne o mort, o nou, o diferent.” Giuseppe, als cinquanta anys, es ven la casa i deixa Roma per anar-se’n a viure amb el seu germà Ferruccio als Estats Units. ¿Què hi busca, tan lluny, tan tard? No ho sap. La història pren forma a través de les cartes intercanviades amb la colla d’amics i amb la poca família que ha deixat a Itàlia. Una carta rere l’altra, pares i fills, amics i amants es posen davant de si mateixos i de la seva necessitat de despullar-se.

Amb un estil sec i líric, La ciutat i la casa transmet tot allò que no es diu mai. Les cartes són fragments de vida dispersos entre Roma, l’Úmbria i Amèrica. Ginzburg els reconstrueix i evoca magistralment el cataclisme que es produeix en les vides privades al tombant del segle XX: la desintegració de la família, la crisi dels rols tradicionals, l’absència de la figura paterna, la inseguretat que representen els fills o el buit que se’ns imposa quan tot allò que semblava important desapareix —per damunt de tot, el sentit de pertinença, que troba el seu símbol més evident en la casa: perquè “les cases es poden vendre o deixar a altres persones, però sempre es conserven dins d’un mateix”.





15 de set. 2022

natalia ginzburg, 7

 



Natalia Ginzburg

Estimat Michele

Caro Michele

traducció de Teresa Muñoz Lloret

Edicions 62, 2008

208 pàgines



Un dels textos més punyents de la literatura contemporània sobre les difícils relacions entre mare i fill.


Deu anys després de la publicació de Vocabulari familiar (1963), Natalia Ginzburg reprèn el tema de les relacions familiars amb la novel·la gairebé del tot epistolar Estimat Michele.

Una família, en aquest cas, allunyada per la distància, per les ruptures, per les dificultats de comunicació, per la solitud de cadascun dels personatges que, tanmateix, malden per trobar la seva pròpia felicitat. La malenconia, l'enyor, o la tendència a habituar-se a tot només quan ja no queda res més, marquen el rerefons d'una narració construïda al voltant de Michele, que ha marxat del país fugint d'un conflicte causat per la seva militància política. Potser també fugint de la mare, Adriana, que vanament intenta acostar-s'hi. Situada en l'ambient d'una burgesia intel·lectualitzada a la Roma d'inicis dels setanta, Estimat Michele supera la localització temporal i espacial en presentar, amb el rigorós estil d'una Natalia Ginzburg madura i sàvia, uns conflictes del tot universals.

14 de set. 2022

natalia ginzburg, 6

 



Natalia Ginzburg

Sagitari

Sagittario

traducció de Marina Laboreo

Ela Geminada, 2018

116 pàgines





Escrita l’any 1957, Sagitari és la quarta novel·la breu de Natalia Ginzburg, després d’El camí́ que porta a ciutat, Ha anat així́ i Valentino

En aquesta obra de maduresa, hi retrobem l’excepcional capacitat de la gran escriptora italiana per teixir un relat aparentment simple però̀ ple de fets reveladors a partir dels quals afloren els mecanismes que fan, a voltes comprensible, a voltes absurda, la vida: la il·lusió́, la ingenuïtat, l’engany, la frustració́.

13 de set. 2022

natalia ginzburg, 5

 



Natalia Ginzburg

Les veus del capvespre

Le voci della sera

traducció d’Esteve Farrés

Ela Geminada, 2019

142 pàgines





Escrita el 1961, aquesta última novel·la breu de Natalia Ginzburg evoca les esperances i desil·lusions de dues generacions familiars que viuen l’abans i el després de la irrupció́ del feixisme a Itàlia. Els grans fets polítics, però̀, apareixen només de passada, com el context dins el qual es desenvolupen les vides d’uns personatges magistralment perfilats en la seva quotidianitat aparentment insignificant però̀ que, com és habitual en Ginzburg, acaben prenent un caire universal i categòric. Després d’El camí que porta a ciutat, Ha anat així, Valentino i Sagitari, aquesta obra tanca el cicle de cinc novel·les breus que converteixen Natalia Ginzburg en un punt de referència ineludible de la narrativa europea del segle XX.

11 de set. 2022

javier marías

 



Javier Marías 20/09/1951-11/09/2022




Es intolerable que las personas que conocemos se conviertan en pasado.

Mañana en la batalla piensa en mi.
Javier Marias

ruta poètica luis cernuda

 

EL ACORDE

a Jacobo Muñoz

"EL murciélago y el mirlo pueden disputarse por turno el dominio de tu espíritu; unas veces norteño, solitario, olvidado en la lectura, centrado en ti; otras sureño, esparcido, soleado, en busca del goce momentáneo. Pero en una y otra figuración espiritual, siempre hondamente susceptible de temblar al acorde, cuando el acorde llega.

Comenzó con la adolescencia, y nunca se produjo ni se produce de por sí, sino que necesitaba y necesita de un estímulo. ¿Estímulo o complicidad? Para ocurrir requiere, perdiendo pie en el oleaje sonoro, oír música; mas aunque sin música nunca se produce, la música no siempre y rara vez lo supone.

Mírale: de niño, sentado a solas y quieto, escuchando absorto; de grande, sentado a solas y quieto, escuchando absorto. Es que vive una experiencia, ¿cómo dirías?, de orden «místico». Ya sabemos, ya sabemos: la palabra es equívoca; pero ahí queda lanzada, por lo que valga, con su más y su menos.

Es primero, ¿un cambio de velocidad? No; no es eso. El curso normal en la conciencia del existir parece enfebrecerse, hasta vislumbrar, como presentimiento, no lo que ha de ocurrir, sino lo que debiera ocurrir. La vida se intensifica y, llena de sí misma, toca un punto más allá del cual no llegaría sin romperse.

¿Como si se abriese una puerta? No, porque todo está abierto: un arco al espacio ilimitado, donde tiende sus alas la leyenda real. Por ahí se va, del mundo diario, al otro extraño y desusado. La circunstancia personal se une así al fenómeno cósmico, y la emoción al transporte de los elementos.

El instante queda sustraído al tiempo, y en ese instante intemporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos los gozos terrestres, que estuvieran al alcance. Tanto parece posible o imposible (a esa intensidad del existir qué importa ganar o perder), y es nuestro o se diría que ha de ser nuestro. ¿No lo asegura la música afuera y el ritmo de la sangre adentro?

Plenitud que, repetida a lo largo de la vida, es siempre la misma; ni recuerdo atávico, ni presagio de lo venidero: testimonio de lo que pudiera ser el estar vivo en nuestro mundo. Lo más parecido a ella es ese adentrarse por otro cuerpo en el momento del éxtasis, de la unión con la vida a través del cuerpo deseado.

En otra ocasión lo has dicho: nada puedes percibir, querer ni entender si no entra en ti primero por el sexo, de ahí al corazón y luego a la mente. Por eso tu experiencia, tu acorde místico, comienza como una prefiguración sexual. Pero no es posible buscarlo ni provocarlo a voluntad; se da cuando y como él quiere.

Borrando lo que llaman otredad, eres, gracias a él, uno con el mundo, eres el mundo. Palabra que pudiera designarle no la hay en nuestra lengua: Gemüt: unidad de sentimiento y consciencia; ser, existir, puramente y sin confusión. Como dijo alguien que acaso sintió algo equivalente, a lo divino, como tú a lo humano, mucho va de estar a estar. Mucho también de existir a existir.

Y lo que va del uno al otro caso es eso: el acorde."

“El acorde”
Ocnos
Luis Cernuda
Seix Barral, 07/1977
Página 167-169



Este poema en prosa de Luis Cernuda está vinculado a la temática musical, arte de enorme trascendencia para la poética y la sensibilidad de Cernuda. En “El acorde”, Cernuda muestra al lector una imagen en la que el poeta, siendo niño, se siente profundamente conmovido por un acorde musical. Esta imagen sirve como punto de partida para meditar en torno a una experiencia de orden “místico “que tiene que ver con la plenitud de la existencia, el sentido y la transcendencia que para el poeta puede llegar de la mano de un acorde musical; experiencia solo comparable a la “unión con la vida” que se produce a través del cuerpo deseado. Para Cernuda, ese instante “queda sustraído al tiempo, y en ese instante intemporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos los gozos terrestres, que estuvieran al alcance”. En esta idea encontramos dos cuestiones clave en la poética de Cernuda: la música y la carnalidad, la expresión lírica del deseo. El intento de objetivar la experiencia propia que caracteriza a Cernuda es evidente en este poema.



 


 Ahir, els de Vespres Literaris, vam gaudir d'aquest enorme poeta vivencial, carnal, humà que va ser Luis Cernuda.

10 de set. 2022

natalia ginzburg, 4

 



Natalia Ginzburg

Valentino

Valentino

traducció d’Anna Casassas

Epíleg de Jenn Díaz

Ela Geminada, 2017

72 pàgines



Natalia Ginzburg és breu, molt breu. No li cal gran cosa per poder dibuixar la psicologia de tots els personatges, per trobar-ne els detalls més mínims i per establir entre ells, els protagonistes, i nosaltres, els lectors, un vincle ferm. Ho fa amb elegància i amb molta, molta subtilesa.

Valentino és, i tant, una bona mostra del que representa l’obra literària de Natalia Ginzburg, del que arreplega a les seves novel·les. Molt ràpidament: brevetat, intensitat, psicologia, conflicte, tendresa... i elegància.

(De l’epíleg de Jenn Díaz: Paraules de veritat)

9 de set. 2022

ruta poètica luis cernuda

 


“No recuerdo que, antes de sorprenderme a mí mismo descubriéndome una vocación poética, hubiese yo pensado, ni deseado, ser poeta, aunque mi aceptación del hecho siguiera al despertar de la vocación. Ya entrado en la edad madura, volviendo sobre mi niñez y adolescencia, percibí cómo todo en ellas me había preparado para la poesía y encaminado hacia ella. Y, como un poeta lo dijo, “el niño es padre del hombre”.

Luis Cernuda
Historial de un libro (La Realidad y el Deseo)-1958-

Demà, 10 de setembre, , a les 11h i a Ca n’Ortadó, els de Vespres Literaris inaugurem aquest nou curs amb la tradicional ruta poètica al voltant de la vida i l'obra de les/els poetes.

Visitarem el món poètic del poeta sevillà Luis Cernuda.

Us hi esperem!




Música Cautiva

a dos voces

“Tus ojos son los ojos de un hombre enamorado;

Tus labios son los labios de un hombre que no cree

En el amor”. “Entonces dime el remedio, amigo,

Si están en desacuerdo realidad y deseo”

Luis Cernuda
Desolación de la Quimera (1956-1962)