28 d’ag. 2021

la Grecia de Kallifatides y 3

 




Yorgos Seferis

En el momento del golpe militar en Grecia, el 21 de abril de 1967, Yorgos Seferis (poeta, ensayista y diplomático 1900-1971) era uno de los más renombrados poetas griegos. También era conocido internacionalmente desde que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1963. No era percibido como una figura política, pero la situación en Grecia era ciertamente insoportable para él.

El 28 de marzo de 1969 rompió su silencio y, con la ayuda del Servicio Mundial de la BBC, transmitió un breve y estimulante mensaje:



“Hace largo tiempo tomé la decisión de mantenerme fuera de la política de mi país. Como intenté explicar en otra ocasión, esto no significaba en absoluto que fuera indiferente a nuestra vida política.

Desde entonces me he abstenido como regla, hasta el día de hoy, de tocar asuntos de ese tipo. Es más, todo lo que he publicado hasta inicios de 1967 y mi actuación posterior (no he publicado nada en griego desde que la libertad fue amordazada) ha mostrado clara y suficientemente ―así lo creo― mi postura.

Sin embargo, desde hace meses he sentido, dentro de mí y a mí alrededor, con intensidad creciente, la obligación de hablar acerca de nuestra actual situación. Con toda la brevedad posible, esto es lo que tengo que decir:

Han pasado ya casi dos años desde que nos ha sido impuesto un régimen que es totalmente perjudicial a los ideales por los que nuestro mundo ―y nuestro pueblo tan resplandecientemente― peleó durante la última guerra mundial.

Es un estado de sopor obligatorio en el cual todos los valores intelectuales que tuvimos éxito en mantener vivos, con agonía y trabajo, están a punto de hundirse en pantanosas y estancadas aguas. No sería difícil para mí comprender cómo un daño de este tipo no resultaría gran cosa para ciertas personas.

Cualquiera ha aprendido y sabe a estas alturas que en el caso de los regímenes dictatoriales el comienzo parece fácil, pero la tragedia espera, inevitablemente, en el final. El drama de este final nos atormenta, consciente o inconscientemente ―como en los coros inmemoriales de Esquilo. Cuanto más tiempo permanece la anomalía, más crece la maldad.

Soy un hombre sin ninguna filiación política, y puedo por lo tanto hablar sin miedo ni pasión. Veo delante de mí el abismo hacia el cual nos conduce la opresión que ha envuelto el país. Esta anomalía debe parar. Es un imperativo nacional.

Ahora retorno al silencio. Ruego a Dios que no imponga sobre mí una necesidad similar de hablar otra vez.”

y un poema.....

Balance

He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.

27 d’ag. 2021

la Grecia de Kallifatides, 2

 




La dictadura de los Coroneles

por María Antonia Sánchez-Vallejo
El País
22/08/2009



“Con la muerte por cáncer, el pasado 3 de agosto en Atenas, de Nikolaos Makarezos, a los 90 años, se apaga un poco más el débil eco del golpe militar que en 1967 inició en Grecia un periodo de siete años de dictadura, la de los coroneles. Corría la primavera de 1967. Tres coroneles, el propio Makarezos, Yorgos Papadópulos y Stilianos Patakós -el único que aún vive-, aprovecharon la convulsión reinante en el país (se sucedían las huelgas y las insidias minaban la política) para, en nombre de la lucha contra el comunismo, dar un golpe incruento contra el Gobierno constitucional.

Era el 21 de abril y faltaba sólo un mes para unas elecciones que debían poner fin al marasmo. En los pronósticos sonaba el nombre del centrista Yorgos Papandreu, padre de Andreas, fundador del Partido Socialista Panhelénico (PASOK), y abuelo del actual líder de la oposición. Pero una victoria centrista sin mayoría absoluta implicaba un pacto con fuerzas de izquierda, y eso era mentar la bicha en un país casi recién salido de una guerra civil (1944-1949) cuya principal baja fue el partido comunista.

La Junta, como llaman los griegos a la dictadura de los coroneles, impuso la ley marcial, la censura y la represión de políticos -incluido Andreas Papandreu-, que llenaron en masa las prisiones y algunas islas, convertidas en penales flotantes. Sólo en los primeros años de la Junta hubo unos 8.000 presos políticos.

Pero la disidencia ideológica no fue el único objetivo de los coroneles. El régimen militar prohibió la minifalda, el pelo largo en los varones, incluso la costumbre de repartir almendras en las bodas por profanar el misterio nupcial. La de Makarezos y sus compañeros de armas fue la típica cruzada de uniformados salvapatrias contra el ateísmo y la cultura pop; una misión para "salvar a Grecia del telón de acero y devolverla a los cristianos griegos". Ése era su programa de gobierno.

El canto del cisne de la dictadura coincidió con la crisis de Chipre, donde las maniobras de Atenas precipitaron la invasión turca en 1974, y el exilio del rey Constantino -entre acusaciones de inacción e incluso de colaboración con la Junta- y la posterior abolición de la monarquía en el país.

Nikolaos Makarezos fue condenado a muerte con sus compañeros en 1974 por alta traición, sentencia conmutada por la de cadena perpetua; en 1990 obtuvo el régimen de detención domiciliaria.

Fue la figura de perfil más bajo del régimen militar, aunque se encargó de la política económica y llegó a ser vicepresidente. Pero su escaso relieve no desentonó en la cúpula. Porque, como solía decir el escritor portugués José Cardoso Pires sobre el periodo de Antonio Salazar, la de Grecia también fue "una dictadura pequeña": roma, sin aliento, ridícula.”

26 d’ag. 2021

la Grecia de Kallifatides, 1

 




Las facturas de guerra pendientes entre Grecia y Alemania

Hambrunas, poblaciones aniquiladas... La ocupación nazi del país heleno fue especialmente cruel y acabó con medio millón de muertos. El eco de las atrocidades todavía resuena. El Gobierno de Tsipras cifra ahora en 278.700 millones de euros el coste de las reparaciones que debería pagar Berlín

por Borja Olaizola
El Correo
09/04/2015


“El pasado siempre termina aflorando, en especial cuando el presente pinta oscuro. En Grecia, que lleva ya unos cuantos años de luto riguroso, están convencidos de que retroceder en el tiempo es la única forma de ver la luz. El amargo recuerdo de la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial es una de las pocas cosas que unen a los griegos. Las atrocidades perpetradas entonces han quedado grabadas a sangre y fuego en su memoria. Ahora que Alemania ha pasado a desempeñar el papel de villano en la negociación sobre la deuda que asfixia al país, los fantasmas de aquel periodo han reaparecido con más fuerza que nunca y modelado un sentimiento de agravio compartido por toda la población.

Alexis Tsipras, el nuevo primer ministro heleno, ha amagado ya varias veces con formalizar una demanda contra Alemania para que compense los daños causados siete décadas atrás. El Gobierno de Atenas ha cuantificado ahora el dinero que, a su juicio, debería pagarle Berlín para reparar los destrozos provocadas entre 1941 y 1944: nada menos que 278.700 millones de euros, según ha anunciado en el Parlamento el secretario de Estado del Presupuesto, Dimitris Mardas.

Tsipras ha utilizado la reclamación como herramienta de presión en las negociaciones con la UE. Es consciente de que en ese terreno tiene las espaldas bien cubiertas, pues la memoria de la ocupación nazi sigue más viva que nunca entre los suyos. El catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco Ludger Mees (1957, Essen, Alemania) considera que el sufrimiento que padeció la población helena justifica la pervivencia del recuerdo. "Fue una ocupación muy cruel, Grecia fue el país que más daños sufrió en aquella guerra después de Polonia, Ucrania y Yugoslavia". El historiador recuerda que los griegos buscaron al principio la neutralidad, pero se vieron forzados a tomar partido cuando los italianos intentaron invadirles. Mussolini quiso demostrar que sus tropas tenían tanto o más ardor guerrero que sus aliados nazis, entonces en el apogeo de su poderío militar, y las envió en octubre 1940 a conquistar la península helénica. El Duce, en sus delirios imperiales, estaba convencido de que Grecia formaba parte de su territorio de expansión natural.

Contra todo pronóstico, el Ejército griego no solo frenó la invasión, sino que se internó en la parte de Albania que había sido ocupada por los fascistas italianos y les hizo poner pies en polvorosa. Abochornado por el fracaso, el dictador ordenó una nueva ofensiva que volvió a ser repelida por los griegos con el respaldo puntual de tropas británicas. La inesperada derrota de Mussolini está considera como la primera victoria aliada en la II Guerra Mundial.

Pero la alegría no dura mucho en la casa del pobre. Hitler, por entonces enfrascado en sus preparativos para invadir la Unión Soviética, no podía permitirse dejar abierto el frente griego y ordenó el envío de sus divisiones hacia el sur. Debilitadas por el combate con los italianos, la resistencia de las tropas helenas a la maquinaria de guerra de la Werhmacht apenas duró un mes. Los alemanes, que habían cruzado la frontera el 6 de abril de 1941, izaban su bandera en la Acrópolis el día 27.

Mucho se ha especulado sobre lo que representó para el Eje la fallida invasión italiana de Grecia. "De no ser por ese contratiempo, que retrasó su entrada en la URSS, es muy posible que los nazis hubiesen tomado Moscú antes de la llegada del invierno y la historia hubiese sido distinta", observa el historiador Mees. La controvertida cineasta Leni Riefenstahl contaba en sus memorias que Hitler le confesó algo parecido: "Habríamos conquistado Leningrado y Moscú. No hubiese habido ningún Stalingrado".

Una vez ocupado, el país fue dividido en tres zonas que quedaron bajo dominio de Italia, Bulgaria y Alemania. "Los nazis se reservaron la explotación de los bienes en las tres demarcaciones y, además de desmantelar la industria, se incautaron de todas las cosechas", relata el historiador. La requisa de alimentos, unida al bloqueo marítimo que ejercían los aliados, dio como resultado una de las mayores hambrunas registradas en Europa. Se calcula que en el invierno posterior a la ocupación nazi fallecieron unas 300.000 personas por falta de alimentos.

La política de rapiña generalizada se hizo aún más patente en 1942, cuando los nazis obligaron al Banco de Grecia a suscribir un préstamo de 476 millones de marcos para financiar los gastos de la ocupación, es decir, los suministros y las pagas. La impresión masiva de dracmas para satisfacer las demandas de los ocupantes trajo como resultado una inflación astronómica y la práctica desaparición del sistema monetario. Se volvió al trueque y el oro se hizo imprescindible para cualquier transacción de cierta envergadura.

Pero el desmoronamiento de la economía fue la menos grave de las secuelas de la ocupación. Los búlgaros, que como buenos vecinos siempre habían reclamado parte del territorio griego, implantaron en su demarcación una política de asimilación que se tradujo en la expulsión de los funcionarios, el cierre de escuelas y la prohibición del idioma. La consiguiente insurrección se saldó con un castigo feroz: el Ejército búlgaro borró del mapa aldeas enteras.

Los búlgaros se limitaban a copiar los métodos de los nazis, que llevaron a cabo una política de tierra quemada en represalia por las acciones guerrilleras. Los partisanos griegos, muy activos, se convirtieron en una pesadilla para los ocupantes: saboteaban vías de comunicación, robaban suministros en audaces golpes de mano y se anticipaban a los movimientos de los nazis gracias a su conocimiento del terreno. Los alemanes reaccionaron con una inusitada ferocidad y llevaron a cabo acciones "ejemplarizantes" que se tradujeron en el asesinato de poblaciones enteras. Nombres como Kommeno, Distomo, Kalavrita o Ligiades se hicieron merecedores de un espacio en la historia de la infamia después de que sus habitantes fuesen ametrallados sin distinción de sexos o edades.

Los nazis se retiraron de Grecia en 1944. Se estima que medio millón de griegos perdieron la vida en la ocupación. "Así como hay plena conciencia de otras muchas barbaridades del régimen nazi, Alemania ha tardado en reconocer las atrocidades que se perpetraron en Grecia", reflexiona el historiador Ludger Mees, que admite que en su país natal no hay una memoria muy sólida de lo que allí ocurrió. "Puede que hayan faltado reflejos, es cierto, pero eso no justifica que el Gobierno griego envenene las relaciones entre los dos países con la amenaza de una demanda que, si alguna vez llega a formalizarse, traerá muchos más inconvenientes que ventajas a ambas partes".”

25 d’ag. 2021

la Suecia de Kallifatides y 3

 

¿El fin del sueño socialdemócrata en Suecia?

por: Göran Therborn (profesor sueco de sociología en la Universidad de Cambridge)
Revista Nuso
Mayo-junio 2019

"Las elecciones celebradas el 9 de septiembre de 2018 se saldaron con el peor resultado obtenido por los socialdemócratas suecos desde que en 1911 se introdujera el sufragio masculino cuasi universal. Entonces, el partido recibió 28,5% de los votos; esta vez, consiguió 28,3%. Se perdió todo un siglo de avance electoral. Aun así, la cúpula del partido saludó el resultado como una semivictoria y el líder partidario, Stefan Löfven –un respetable hombre de familia de mediana edad–, se fue de fiesta (con su esposa) hasta bien entrada la noche. Las ambiciones de los socialdemócratas suecos se han vuelto bastante modestas. Históricamente, el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (Socialdemokratiska Arbetareparti, SAP) fue, con creces, el más exitoso de los partidos socialdemócratas y laboristas del mundo. Durante más de medio siglo, entre 1932 y 1988, obtuvo en todas las elecciones más de 40% de los votos, en un sistema caracterizado por la representación proporcional, las circunscripciones de varios escaños y múltiples partidos. Ningún otro partido sueco ha superado desde la Primera Guerra Mundial 30%. Todavía en 1994, el SAP obtuvo más de 45%. Gobernó el país sin interrupciones desde 1932 hasta 1976, excepto durante el gobierno de las «vacaciones de verano» de 1936, y nuevamente en 1982-1991, 1994-2006, 2014-2018 y hasta la actualidad.

La socialdemocracia llegó a Suecia a través de Alemania y Dinamarca, y los camaradas daneses sirvieron de modelo original para la primera generación de reformadores suecos. Pero desde mediados de la década de 1930, los suecos fueron universalmente reconocidos como los maestros de su clase. Entre 1932 y 1976, los socialdemócratas fueron eminentemente exitosos como impulsores de la reforma social desde el gobierno: cautos, graduales, bien preparados. Podían apuntar al pleno empleo, una economía próspera y abierta que fuese competitiva en los mercados mundiales, un generoso Estado de Bienestar y una sociedad igualitaria, que en 1980 tenía las tasas de desigualdad por renta y por género más bajas del mundo. La propuesta planteada por los sindicatos liderados por el SAP de crear «fondos de inversión de los asalariados» en 1976 fue quizá la medida de mayor alcance hacia una economía socialista jamás avanzada por los socialdemócratas convencionales. La socialdemocratización del país fue suficientemente profunda como para mantener a los partidos «burgueses» –como se los conoce oficialmente en Suecia– de la coalición de centroderecha que gobernó en 1976-1982 en la senda del pleno empleo y los derechos sociales.

Fueron los propios líderes del SAP quienes comenzaron la contrarreforma socioeconómica a comienzos de la década de 1980. El giro neoliberal comenzó como una especie de gestión de la crisis. El sector exportador se estaba volviendo menos competitivo debido a sus costos. Los productores de textiles y prendas de vestir que quedaban fueron barridos, los astilleros coreanos y japoneses superaron finalmente a los suecos, y los sectores del acero y la silvicultura se vieron obligados a reducir su tamaño. La rentabilidad era baja, y también la inversión. La balanza de pagos estuvo en números rojos entre 1978 y 1981, y la participación de los beneficios en el valor agregado cayó de 30% en la década de 1960 y comienzos de la de 1970 a 24% en 1978. Esto se presentó como una amenaza para los puestos de trabajo, aunque los niveles de empleo seguían subiendo a pesar de la crisis internacional. Tanto los economistas de la Confederación de Sindicatos Suecos, conocida como LO (Landsorganisationen i Sverige), como los de la SAP acordaron que sería necesario contener los salarios y aumentar los beneficios. La principal herramienta para conseguirlo fue devaluar la moneda 16% en cuanto el SAP recuperó el poder en 1982. Los líderes del partido privaron a la propuesta de creación de fondos de inversión de los asalariados planteada por Rudolf Meidner de su verdadero potencial transformador, aunque se aprobó oficialmente una versión aguada, como gesto simbólico hacia los congresos del partido y del sindicato.

La década de 1980 fue testigo del avance internacional de la teoría económica neoliberal. En ese marco, un grupo de economistas del SAP organizó un seminario para estudiar las nuevas ideas de Chicago que consiguió llegar a los oídos del ministro de Finanzas, Kjell-Olof Feldt, y del gobernador del Banco Central. La mercantilización y el control de la inflación se convirtieron en las nuevas prioridades de la política socialdemócrata. En 1985, este grupo impuso la liberalización de los mercados de crédito y de capitales en Suecia. Feldt contó que, cuando le presentó la propuesta a Olof Palme, el primer ministro respondió: «Hagan lo que quieran. De todas formas, yo no entiendo nada». Estas decisiones, junto con la reorganización de la Bolsa de Estocolmo, durante mucho tiempo adormecida, abrieron las compuertas al capital financiero especulativo, tanto nacional como extranjero. Esto generó a su vez, en 1991, una crisis financiera de origen interno, que puso fin al pleno empleo en Suecia, redujo el PIB en un 4% y les costó a los contribuyentes otro 4% del PIB para rescatar a los bancos.

El SAP tuvo la suerte de que entre 1991 y 1994 estuviera en el poder una coalición «burguesa» –liderada por Carl Bildt, un partidario convencido de la Guerra Fría, del Partido Moderado–, que tuvo que enfrentar las consecuencias de este estallido de la burbuja financiera. Fue una tarea que la coalición desempeñó muy mal, lo que permitió la vuelta de la socialdemocracia al poder en 1994, con 45% de los votos. Los socialdemócratas consiguieron volver a estabilizar la economía y liberar al país de su dependencia de los banqueros neoyorquinos. Fue un logro a corto plazo, sin embargo, conseguido con duras medidas de austeridad, y no incluyó un replanteamiento de la privatización, la mercantilización o la «nueva gestión pública» –que utiliza las prácticas de las grandes empresas en los servicios públicos– y, mucho menos, preocupación igualitaria alguna. Las coaliciones burguesas y las lideradas por el SAP, que se han alternado en el poder desde 1991, han actuado, por el contrario, como corredoras de relevos en la promoción de la desigualdad y la especulación. Juntas han eliminado los impuestos a la herencia y sobre el patrimonio y los bienes inmuebles, han hecho que los rendimientos del capital tributen menos que los ingresos del trabajo y han restringido la escala de las prestaciones sociales, además de endurecer el acceso a ellas. Hace dos años, la revista Forbes declaraba que «Suecia encabeza la lista de los mejores países para hacer negocios en 2017», aunque se trataba de un país gobernado por socialdemócratas.

La desigualdad económica se ha disparado. En 2002, el 1% más rico de Suecia era propietario de 18% de la riqueza de los hogares; en 2017, ese porcentaje había subido a 42%. Otras desigualdades están también profundizándose. La Autoridad Nacional de Educación (Skolverket) ha concluido que una cuarta parte de las calificaciones de los estudiantes puede atribuirse ahora a la clase social de los padres, frente a 16% en 1998. La brecha en la esperanza de vida a los 30 años entre grupos de distinto nivel educativo ha aumentado desde 2000 en dos años para las mujeres y uno para los hombres; llega hasta seis años menos de vida para los menos educados si se tienen en cuenta ambos sexos, en comparación con los muy educados. La desigualdad de género es una excepción y no ha aumentado. Las mejoras de 1968 y el movimiento feminista no han retrocedido y siguen repercutiendo en un país profundamente laicizado y sin una derecha religiosa significativa. Esto no significa que Suecia esté libre de dominación masculina y machismo: al contrario, el movimiento internacional MeToo, cuando llegó a Suecia, se convirtió en una serie de protestas colectivas en todo el país contra el acoso sexual, lideradas por las profesionales, entre ellas policías, académicas, médicas, abogadas y banqueras.

¿Cómo ha podido producirse este giro hacia desigualdades cada vez más profundas, que ha deshecho más de medio siglo de igualación gradual? El capitalismo posindustrial, globalizado y financiarizado tiene una tendencia intrínseca a aumentar la desigualdad económica, al debilitar la posición de los sindicatos, fragmentar a la clase obrera y descualificar a partes de ella mediante cambios en la demanda de trabajo, por no mencionar la apertura de nuevas perspectivas para el capital, mediante la deslocalización hacia países de salarios más bajos y el aumento de las oportunidades para extraer renta financiera. Habría sido de esperar, sin embargo, que la Suecia socialdemócrata se encontrase entre los países mejor situados para resistirse a esas tendencias y contenerlas. La desigualdad en Suecia ha aumentado, por el contrario, más que en la mayoría de los países de Europa occidental. Parece que hay tres razones principales para la sorprendente evolución de las pasadas tres décadas. Quizá el factor más importante haya sido el cambio de orientación de los dirigentes del SAP, que han abandonado cualquier preocupación significativa por la desigualdad y la justicia social. Un ejemplo ilustrativo fue el acuerdo sobre las pensiones, negociado en secreto entre el gobierno del SAP y los partidos burgueses en la década de 1990, y aprobado por el Parlamento en 1998. La idea principal era hacer que las prestaciones dependiesen de los cambios del PIB y de las tendencias demográficas. La intención era hacer el sistema más sostenible bajo la presión económica y demográfica, un objetivo racional tras el colapso financiero sueco de 1991. Pero los expertos que calcularon y negociaron el tema no tuvieron en cuenta las consecuencias distributivas de la nueva estructura de las pensiones. Resultó que, 15 años después, el sistema había producido un grado de pobreza relativa más alto que la media de la Unión Europea. En otro acuerdo sobre tributación alcanzado en 1991, el gobierno del SAP introdujo tipos impositivos más bajos para los rendimientos del capital que para el (sustancial) ingreso del trabajo. En 2004, el gobierno socialdemócrata abolió todos los impuestos sobre sucesiones y donaciones.

En segundo lugar, se produjo una ofensiva empresarial intensiva y bien financiada, desarrollada primero como resistencia (y venganza) ante los avances de los trabajadores en la década de 1970. En 1976, por primera vez en su historia, la federación de empresarios escogió como líder a un ejecutivo empresarial: todos sus predecesores habían sido funcionarios o semifuncionarios de las cámaras de comercio. Dos años después, la federación creó su propia oficina de propaganda, Timbro, el primer think tank importante de Suecia. En octubre de 1983, las organizaciones empresariales convocaron la que quizás haya sido la mayor manifestación acaecida en la historia de Suecia para oponerse a la propuesta de creación de fondos de inversión de los asalariados, contrataron 60 vagones de tren, 200 autobuses e incluso vuelos chárter para trasladar manifestantes a Estocolmo. (Uno de los principales organizadores consultó con un líder estudiantil de 1968 cómo organizar una protesta). La ofensiva fue suficientemente inteligente como para no adoptar una actitud explícitamente antisindical en un país fuertemente sindicalizado y con una sólida tradición de colaboración de clase. Se dispuso, por el contrario, a debilitar a los sindicatos con medios sutiles: encareciendo la afiliación sindical, por ejemplo, o la cualificación para obtener un seguro de desempleo de un sindicato, como hicieron los gobiernos burgueses. En esta campaña no encontraron resistencia. En 2010, el profesor de derecho Göran Groskopf, experto en asesorar a los suecos más acaudalados sobre elusión fiscal, describía el país como un «paraíso fiscal (skatteparadis) para los ricos».

El tercer factor impulsor de la desigualdad –en concreto, de la distribución de la riqueza– ha sido el nuevo dinamismo del sector exportador de altas tecnologías. Concentrado durante mucho tiempo en la empresa de telecomunicaciones Ericsson, recientemente ha engendrado una serie de prósperos inventores en el sector de las tecnologías de la información que pronto han acumulado una gran riqueza: Skype, Spotify y juegos de ordenador como Candy Crush y Minecraft son todos suecos. Las empresas de capital de riesgo, la forma más agresiva de capital financiero, están excepcionalmente bien representadas en Suecia: en proporción del PIB, son las segundas de Europa, después de Reino Unido.

La creciente polarización de clase que se está produciendo en la sociedad sueca no ha pasado desapercibida. El relato predominante sostiene que Suecia se ha convertido en una sociedad amenazada por la inmigración. De acuerdo con el líder del Partido Moderado, que encabeza la Alianza por Suecia, compuesta por cuatro partidos, la «integración» es el factor que conecta «muchos de los problemas que tenemos en Suecia». Este persistente tema electoral –la «cuestión del destino»– es un reconocimiento tácito de que el programa neoliberal de rebajas tributarias y aumento de las privatizaciones, que todavía figura en las propuestas de la Alianza, ya no tiene un atractivo masivo.

En el invierno y en la primavera de 2018, el SAP y los cuatro partidos burgueses convergieron en ver a los inmigrantes y su «integración» como la principal cuestión política afrontada por el país, y compitieron entre sí para ser los mejor situados para abordarla. Este enfoque los puso a jugar en la cancha de los Demócratas de Suecia, xenófobos y antiinmigrantes, que se dispararon en las encuestas de opinión.

Como la mayor parte de Europa, Suecia fue históricamente un país de emigración, cuya población huyó en masa de la pobreza, pero también de la persecución religiosa y política. Las minorías étnicas –fineses y samis, principalmente– eran pequeñas y estaban oprimidas y sometidas a la asimilación forzosa. A finales de la década de 1930, la opinión pública burguesa y estudiantil se movilizó contra la aceptación en Suecia de una docena de médicos judíos que huían de la Alemania nazi; y durante la guerra, la «neutralidad» sueca implicó relaciones cordiales del gobierno del SAP con Berlín. Sin embargo, en 1943, las autoridades y los ciudadanos de Suecia ayudaron a los judíos daneses a cruzar el estrecho de Sund para escapar de la amenaza de deportación a Alemania.

Después de la guerra, y en especial a partir de la década de 1960, Suecia estuvo abierta a una significativa inmigración de trabajadores, la mayoría de Finlandia, pero algunos también del sur de Europa. En la década de 1970 aceptó refugiados políticos de América Latina, que en general fueron muy bien recibidos. Una nueva oleada de inmigrantes llegó con la ruptura de Yugoslavia a comienzos de la década de 1990, coincidiendo con la profunda recesión que siguió a la crisis financiera de 1991. Para entonces, la situación había cambiado. Ya antes, habían empezado a organizarse movimientos racistas y xenófobos, sobre todo en la provincia más meridional, Escania. En 1979 comenzó a funcionar un pequeño grupo activista llamado Mantener a Suecia Sueca (BSS, por sus siglas en sueco); un municipio de Escania organizó un referéndum contra la aceptación de refugiados en 1988 y la moción salió aprobada por una mayoría de dos tercios. Ese mismo año, seguidores del BSS y otros activistas establecieron un partido de extrema derecha con elementos neonazis, los Demócratas de Suecia.

La Suecia de posguerra se consideraba a sí misma un país internacionalista y socialdemócrata. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la ayuda al desarrollo tenían un respaldo muy extendido. Palme situó su gobierno y su partido en oposición a la Guerra de Vietnam. El embajador sueco en Chile en 1973, Harald Edelstam, se convirtió en héroe nacional a la par que Raoul Wallenberg por ayudar a numerosos chilenos a escapar de los escuadrones de la muerte de la dictadura militar. A comienzos de la década de 2000, Suecia recibió a muchos refugiados de la destructiva guerra estadounidense en Iraq, y también de conflictos en el Cuerno de África y (más recientemente) Afganistán. El alcalde de Södertälje, una población industrial satélite de Estocolmo, testificó ante el Congreso estadounidense que su ciudad estaba admitiendo a más refugiados de la guerra estadounidense en Iraq que todo EEUU, con orgullo pero también con preocupación. No es de extrañar que en 2015 Suecia fuese, junto con Alemania, el único receptor voluntario de la oleada de refugiados procedentes de Siria y Afganistán, con la admisión de más de 160.000: en proporción a su población, equivaldría a acoger casi un millón de refugiados en Reino Unido. En 2017, casi 19% de los habitantes de Suecia había nacido en el extranjero, y de ellos, 11% en África o Asia.

Aunque una franja racista y xenófoba de la población sueca se oponía a la política de apertura a los refugiados, la ciudadanía en general la respaldaba. La cultura universalista de la Suecia de posguerra seguía manifestándose en la actitud adoptada hacia Demócratas de Derecha por los partidos burgueses tradicionales, que todavía dudan en formar un gobierno de derechas con apoyo de los xenófobos. Desde 2014, el Parlamento sueco contiene tres bloques políticos. El rojiverde está compuesto por el SAP, el Partido del Medio Ambiente y el Partido de la Izquierda. El segundo bloque es el de la Alianza, conformada por cuatro partidos burgueses (Moderado, del Centro, Demócrata Cristiano y Popular Liberal), mientras que Demócratas de Suecia constituye por sí solo el tercer bloque. Demócratas de Suecia está cortejando a la Alianza, en especial a sus elementos culturalmente más derechistas, el Partido Moderado y los Demócratas Cristianos, por el momento sin éxito en el ámbito nacional.

Las rupturas socioeconómicas, las nuevas tecnologías de la comunicación y las nuevas formas de movilidad han debilitado –en algunos casos, prácticamente disuelto– las comunidades populares, sus organizaciones (partidos y sindicatos) y su cultura. Las ciudades y los pueblos industriales de Suecia han experimentado el vaciado de su cultura obrera, antes rica y densa. No obstante, 61% de los trabajadores manuales y 73% de los no manuales siguen afiliados a un sindicato. La Liga de Educación de los Trabajadores (ABF, por sus siglas en sueco) tiene presencia en todo el país, aunque ahora ofrece principalmente cursos relacionados con aficiones y enseñanza de lenguas extranjeras. En 1982, el 60% de los electores suecos se consideraban a sí mismos «identificados» con algún partido político. En 2014, esa cifra había caído a 27%. En 1956, 11% de los votantes había cambiado su preferencia de partido respecto a las elecciones anteriores; en 1968, la cifra era de 19%; en 1982, de 30%; y en 2018 la proporción había subido a 40%.

La nueva oleada de migración internacional (e intercontinental) ha creado un conjunto particular de problemas en Europa, durante medio milenio centro mundial de emigración, expansión y conquista. Ahora, los descendientes empobrecidos de los antiguos conquistados viajan a los países habitados por los descendientes de sus conquistadores. Este nuevo giro migratorio, acelerado por una serie de guerras lideradas por EEUU en la zona de influencia meridional de Europa, de Afganistán a Libia, está creando un verdadero problema para la socialdemocracia europea, cuyos votantes tradicionales se ven muy afectados por la afluencia de personas pobres y para quienes los derechos sociales y la justicia social fueron siempre principalmente de alcance nacional.

Los sindicatos suecos apoyaron en las décadas de 1960 y 1970 una inmigración de trabajadores reglamentada. Ahora piensan que debería permitirse solo de manera excepcional. También apoyan la política más restrictiva hacia los refugiados adoptada después de 2015, aunque siguen aceptando el derecho de asilo. Lo que más les preocupa son los contratistas de la UE que traen consigo sus propios trabajadores mal remunerados.

En las últimas elecciones, los socialdemócratas consiguieron cambiar las prioridades de los electores, alejándolas de la inmigración, y eso frenó la marcha hacia la xenofobia. Pero el Estado de Bienestar no fue simplemente un tema ganador para el SAP. Hay muchas quejas sobre las listas de espera en los hospitales y sobre las grandes distancias que hay que recorrer para llegar a las clínicas en la vasta región septentrional. Aunque Suecia no ha estado sometida a un régimen de austeridad comparable al del gobierno conservador británico, los recursos disponibles resultan insuficientes para las demandas crecientes de una población envejecida.

El análisis de la crisis de la socialdemocracia debería prestar atención también a su resiliencia y al espacio existente para la aparición de una nueva izquierda. Esta resiliencia tiene dimensiones económicas, socioculturales y políticas. El aspecto económico hace referencia principalmente al lugar que el país ocupa en el sistema mundial: específicamente, a la medida en que es vulnerable a las oscilaciones del mercado mundial y a las presiones de los acreedores, o en que se ve perjudicado por el subdesarrollo. Suecia se encuentra a este respecto en una posición fuerte, como el noroeste de Europa en general, pero anteriormente gozaba de la ventaja particular, ahora reducida, de ser una economía igualitaria, de tributación elevada y fuertemente sindicalizada que competía con éxito en los mercados mundiales.

Desde el punto de vista social Suecia conserva, a pesar de todo, un duradero legado de reformas. No hay ciudades o regiones enteras arruinadas por la dislocación económica. El principio de los derechos sociales de los ciudadanos sigue firmemente asentado. Desde el punto de vista cultural, la orientación universalista y de solidaridad internacional observada en la posguerra todavía perdura en Suecia, y eso hace que a los partidos burgueses tradicionales les resulte más difícil formar gobierno con el apoyo de la derecha xenófoba, como han hecho ya sus homólogos de los otros tres países nórdicos.

La socialdemocracia sueca está realmente sumergida en un profundo atolladero, con un respaldo electoral inferior al alcanzado en 1911. Pero no está moribunda ni perdiendo todo su peso político. Aun así, la falta de regeneración de la socialdemocracia tradicional está a la vista, lo que plantea otra cuestión cuando nos enfrentamos a las tendencias derechistas de hoy: ¿hay espacio para la aparición de nuevas alternativas de izquierda?

El Partido de la Izquierda sueco dio un modesto paso adelante en las elecciones de 2018 al aumentar su votación hasta 8%. En la actualidad es un partido de tamaño intermedio en las tres mayores ciudades de Suecia, con entre 12% y 14% y algunos baluartes municipales en todo el país. Como en Alemania, en Suecia no hay lugar para otro partido de centroizquierda, y los partidos existentes están fuertemente institucionalizados, lo que no deja espacio real para que sobre sus ruinas se forme algo parecido a Francia Insumisa. Por la misma razón, no hay una puerta abierta para que los activistas de izquierda entren en una organización moribunda que todavía conserva un peso parlamentario real, como el Partido Laborista británico. Y tampoco hay sustento alguno para que emerja un movimiento de base como Podemos, al menos hasta la próxima crisis económica. Lo que hace falta –es posible que se alcance– es un amplio movimiento no sectario que sacuda al SAP, al Partido de la Izquierda y a los Verdes, inyectando nueva energía, nuevas ideas y una nueva dosis de radicalismo en sus venas, e infundiendo esperanza e inspiración en las personas de tendencia progresista desilusionadas con los partidos existentes. Podríamos añadir que hay más potencial en la clase media progresista de Suecia que en muchos otros países, ya que las capas intermedias suecas están compuestas mayoritariamente por empleados sindicalizados. Se vislumbra una gran batalla social que se centrará en la dignidad del trabajo profesional –su ética, su vocación, su autonomía y su responsabilidad–, que se halla sometido a los ataques cada vez más agresivos de la «nueva gestión pública», los bucaneros de la privatización y sus sicarios de las consultorías empresariales. Estos cambios no están, sin embargo, a la vista en la actualidad. De modo que, incluso aunque se haya logrado en enero pasado un gobierno de cabeza socialdemócrata, en alianza con liberales, verdes y centristas, es probable que la contrarreforma socioeconómica continúe en Suecia, golpeando sin cesar al experimento de reforma social democrática e igualitaria más logrado del pasado siglo.”

24 d’ag. 2021

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Décadas de espera por una casa en Estocolmo

Daniel Castaño/Belén Domínguez Cebrián
El País
08/09/2018

“ “Y tú ¿dónde vives?”. En Suecia —especialmente en grandes ciudades— esta inocente pregunta dispara directamente contra una de las principales causas de estrés en la vida del ciudadano de clase media: el acceso a la vivienda. Conseguir un sitio que se pueda llamar hogar es una misión casi imposible en un mercado inmobiliario que cabalga entre el intervencionismo del histórico presidente socialista Olof Palme y el capitalismo salvaje de la nueva economía digital. Ante las elecciones de este domingo y con un joven electorado al que seducir, el tema de la vivienda se ha hecho también un hueco en la campaña electoral.

Jenny Carlin creció en una gran casa de campo en medio de la nada. Pero ahora, esta doctora de 38 años y madre de dos niñas se siente “frustrada” porque es imposible conseguir un piso grande en Estocolmo, a pesar de que la familia cuenta con dos buenos salarios. La “peor burbuja inmobiliaria” ─como la calificó Bloomberg─ que vive el país escandinavo desde los años noventa ha llevado los precios a superar los 10.000 euros por metro cuadrado. Pero ese no es el único problema.

Para lograr un piso de alquiler en un suburbio alejado y poco atractivo como Tumba (sureste de Estocolmo) hay que esperar de ocho a doce años en una lista de espera regulada por las autoridades. Pero para un piso de dos habitaciones en Södermalm, la isla de moda del centro de Estocolmo, requiere como mínimo una paciencia casi infinita: al menos 20 años. La Agencia Nacional de Construcción, Planificación y Hogar (Boverket) achaca la increíble subida del alquiler a dos factores: la creciente inmigración —en 2015 llegaron de golpe al país más de 200.000 solicitantes de asilo— y el éxodo del campo a la ciudad. En definitiva: poca oferta, mucha demanda.

El peculiar mercado de alquiler — no existen páginas web de alquiler de primera mano— gira en torno a una interminable lista de espera para acceder a un piso. Y los Carlin, a pesar de tener posibilidades económicas, se han visto de momento obligados a quedarse en un apartamento donde ya no caben y convertir el pequeño vestidor —con ventana, eso sí— en un dormitorio. “A las niñas les parece muy divertido”, bromea Jenny.

Los políticos han visto un filón en un tema desde hace años omnipresente en las conversaciones entre familiares y amigos. Una encuesta reciente de Kantar Sifo reveló que el principal problema para los suecos era la sanidad y el segundo la educación. El acceso a la vivienda se encontraba en el 13º puesto de preocupaciones, algo que puede resultar casi irrelevante. Pero han sido los socialdemócratas del primer ministro, Stefan Löfven, los que han recogido el guante y han hecho de la estadística, política. Bien es cierto que hasta la mismísima Comisión Europea urgió al Ejecutivo sueco a solucionar el problema. Löfven, desde 2016, lo tiene claro: hay que construir más casas.

La capital de las 14 islas no solo representa con sus 950.000 habitantes casi el 10% de la población del país, sino que es un foco de atracción para estudiantes. Las autoridades han comenzado un plan para fabricar casas en cadena y poder llevarlas a cualquier sitio, cuenta Brigitta Frejd, representante de Boverket desde su sede en Karskrona, al sur del país. La institución asegura que Suecia necesita construir unas 600.000 casas para 2025, según recogió Bloomberg la semana pasada.

Según la percepción de los ciudadanos, explica Toivo Sjörén, de Kantar Sifo, los socialdemócratas mirarán mejor por sus intereses en el tema de la vivienda. Peter Eriksson, ministro de Vivienda de Los Verdes (socios de Gobierno con los socialdemócratas), reconoció también que el centenario partido es el que ha puesto sobre la mesa este tema en plena campaña. Y es que la sanidad, desliza Sjörén, "no moviliza votantes" en Suecia.

William y Lulú son un matrimonio sueco-mexicano. Y su hijo Elio, de cuatro años, también duerme en el armario-vestidor de un apartamento con un único espacio en otra de las zonas más demandadas de la capital. “Ahora estamos intentando intercambiar nuestra casa con otra persona que tenga un piso más grande a través de una página web que nos pone en contacto”. En esa plataforma se encuentran desde jubilados que necesitan reducir sus gastos y buscan pisos más pequeños, hasta familias que no desisten en su búsqueda del milagro: conseguir un piso más grande. Es un mercado inmobiliario paralelo. Si logran concretar un cambio de apartamentos, ambas familias abandonarán con todas sus pertenencias sus respectivos pisos el mismo día y a la misma hora para intercambiarse las llaves y dirigirse a su nuevo hogar.

Además, Estocolmo también se ha convertido en una suerte de Silicon Valley del Báltico donde han nacido empresas como Spotify o el videojuego Minecraft. Un denso tejido de fondos de inversión y la velocidad de crecimiento de estas compañías no hacen sino acelerar la fuerza que atrae a programadores y profesionales digitales de todo el mundo. “Somos conscientes de que el problema de acceso a la vivienda afecta a trabajadores cualificados”, admite Mikael Nordström, experto en Boverket. Falta mano de obra y la escasez de viviendas —o las dificultades para acceder a ellas— está frenando la llegada de talento al país.”

23 d’ag. 2021

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Miembros del Movimiento de Resistencia Nórdica, 
en la marcha del 1 de mayo de 2018 
en Ludvika (Suecia).
TT NEWS AGENCY / REUTERS


Cómo Suecia se ha convertido en el epicentro de la extrema derecha 
y el supremacismo blanco de Europa

Redacción
BBC Mundo
14 febrero 2018



“Cuando el año pasado Donald Trump alertó sobre lo que estaba pasando en Suecia muchos se preguntaron de qué hablaba el presidente de Estados Unidos: "Miren lo que pasó anoche en Suecia, Suecia… es para no creérselo… Tienen problemas como nunca pensaron que fuera posible", soltó Trump en un acto en Florida en el que defendía sus políticas migratorias.

Pero en Suecia no había ocurrido ningún atentado ni algo en particular la noche anterior a su discurso.

Trump aclaró que quiso hacer referencia a un reportaje del canal Fox News que trataba la situación de los refugiados en Suecia y el incremento en la violencia vinculada al aumento de inmigrantes.

De hecho, desde hace un tiempo Suecia se ha convertido en un tema recurrente en sitios de internet, blogs, programas de radio y de televisión de los movimientos de derecha, como los supremacistas blancos o la llamada "derecha alternativa", conocida como "alt-right".

Con más de 160.000 personas, la mayoría africanos llegados a Suecia en 2015, este país escandinavo fue uno de los que más inmigrantes acogió durante la oleada de personas que llegó a Europa.

El país de 10 millones de habitantes, con una tradición de políticas progresistas y apertura, no parece ser un suelo fértil para los movimientos de extrema derecha y el supremacismo blanco.

Pero las cosas han estado cambiando.

Hay dos factores por los cuales los grupos de extrema derecha del mundo se están fijando en lo que pasa en Suecia, explica Jonathan Leman, investigador de la fundación antirracista Expo:

Uno es "la fascinación" que hay entre nacionalistas blancos y de extrema derecha en la idea de que los suecos blancos están siendo "desplazados".

Otro es la "imagen negativa" de qué está pasando en Suecia que ha sido "exportada" por la extrema derecha del mismo país: "Ellos están impulsando esta imagen, en inglés, por todo el mundo".

A eso se añade lo parecido que puede ser demográficamente Suecia con algunas regiones del este y centro de Estados Unidos, donde tienen sus bases movimientos de supremacistas y de extrema derecha.

En Suecia hay poblaciones con más de 90% de personas blancas, lo cual usan algunos estadounidenses de los movimientos "alt-right" para compararse.

Además, un ataque con un camión ocurrido en abril del año pasado, perpetrado por un inmigrante que estaba en proceso de deportación, ha abonado a la percepción de que la inmigración es el problema.

El país registró en los últimos tres años un aumento en los índices delictivos, principalmente los ataques con armas, en regiones donde llegaron los inmigrantes.

La ciudad portuaria de Malmö fue llamada por figuras políticas de derecha, como el británico Nigel Farage, la "capital de las violaciones de Europa" por el presunto aumento de ataques sexuales.

Una verificación de datos de la BBC encontró que ciudades como Malmö de hecho tuvieron un decrecimiento en la tasa de casos de violación desde 2010.

Pero la imagen que se ha vendido hacia afuera es diferente.

"Vimos un gran número de personas llegando, lo que hizo pensar a un amplio grupo de la sociedad sueca que esto era un error. Al mismo tiempo, en Suecia hubo un incremento del crimen", dice Christian Christensen, profesor de la Universidad de Estocolmo.

"El hecho es que el crimen se ha disparado en áreas específicas de Malmö y Estocolmo, pero la imagen es que el país está infestado por el crimen y la violencia".

Es por eso que la asociación de un aumento en la criminalidad a la llegada de inmigrantes comenzó a alimentar las publicaciones de muchos grupos de extrema derecha no solo en Suecia, sino en el mundo.

Hoy se pueden identificar a varios líderes de la extrema derecha, desde el líder de Demócratas Suecos Jimmie Akesson como otras figuras surgidas de los grupos en internet.

Pero uno de los históricos es Daniel Friberg, un empresario que tiene a cargo varios sitios de ultraderecha, ha publicado libros como "El regreso de la verdadera derecha: un manual para la verdadera oposición" y es una de las figuras impulsoras del nacionalismo.

"Comparto muchos puntos de vista con Richard Spencer. Es un gran tipo, escribe grandes artículos. Y creo que ambos tenemos las mismas bases de derecha", dijo Friberg a la BBC.

Spencer es uno de los más connotados impulsores del movimiento "alt-right" de Estados Unidos y de la campaña y presidencia de Trump, quien fundó el sitio altright.com y en el que Friberg es editor.

"Daniel Friberg tiene un gran historial en la extrema derecha en Suecia. En los años 90 fue un miembro activo de grupos neonazis. Una década después trató de introducir el movimiento identitario", explica Jonathan Leman.

Friberg dice a la BBC que él perteneció desde los 15 años al movimiento derechista Alianza Nacional, pero rechaza que sus objetivos en el grupo hayan sido neonazis.

La situación se vio también reflejada en el terreno político sueco en donde partidos conservadores y de ultraderecha han ido ganando terreno en los últimos años.

En septiembre pasado, el partido antiinmigración Demócratas Suecos tenía un crecimiento en las encuestas cercano al 20%.

El aumento en la popularidad de la derecha, y de su postura antiinmigrante, ha continuado pese a que se ha dado un importante descenso de solicitudes de asilo.

De más de 60.000 que se registraron en 2015, pasaron a cerca de 25.000 el año pasado.

Aun así, el efecto de esa imagen negativa se ha ido extendiendo dentro y fuera de Suecia de diversos modos.

Los sitios en internet y espacios en redes sociales del movimiento "alt-right" han comenzado a hacer "alianzas a nivel internacional" para difundir sus mensajes, explica Leman.

Son grupos que "van más allá del conservadurismo tradicional, pues impulsan una agenda como el nacionalismo y el supremacismo blanco", dice el investigador.

De cara a las elecciones de septiembre en Suecia, la derecha ve una oportunidad para impulsar el nacionalismo y las políticas contra la inmigración.

Una suerte de laboratorio para los movimientos de extrema derecha que han estado muy atentos a lo que ocurre en Suecia.”

22 d’ag. 2021

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Imre Kertész abandona la escritura

El premio Nobel de Literatura húngaro Imre Kertész ha anunciado que dejará de escribir al dar por zanjado el tema principal de su obra, el Holocausto nazi



EFE(El País
14/11/2012


“"Ya no quisiera escribir. La obra que está tan relacionada con el Holocausto ha concluido para mí", ha explicado Imre Kertész, premio Nobel de Literatura y autor de obras como Sin destino, recoge hoy el portal informativo index.hu.

El escritor, de 83 años, superviviente de los campos de exterminio de Auschwitz y Buchenwald, y residente en Berlín, asegura que en Alemania le comprenden mejor que en Hungría.

"El destino es inescrutable", ha confesado en una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel, al indicar que es justo en Alemania donde ahora se preserva su legado.

El escritor húngaro se refería a la inauguración mañana en Berlín de un archivo con los manuscritos de sus obras, como Sin destino, Kaddish por el hijo no nacido o Fiasco, entre muchos otros documentos.

Kertész se convirtió en 2002 en el primer escritor húngaro galardonado con el Premio Nobel de Literatura, por sus novelas y ensayos en los que ha plasmado la experiencia del Holocausto.

Sin destino, que es su obra más conocida, es hoy un clásico de las letras contemporáneas. Es una memoria que recoge las voces y testimonios de las víctimas de los campos de concentración. el libro ha sido llevado el cine por el húngaro Lajos Koltai.

Imre Kertész acaba de publicar Cartas a Eva Haldinmann (Acantilado). El libro recoge la correspondencia con su traductora y crítica literaria. Veinte años de correspondencia en la que se describe el trabajo y las dificultades del escritor."




Carta de 1977 sobre Sin destino, del libro Cartas a Eva Haldimann (Acantilado)

"Budapest, 2 de junio de 1977
Estimada Eva Haldimann:

Le estoy sumamente agradecido por su carta. En efecto, las revistas no se han interesado por Sin destino. La causa de ello—aparte de eine gewisse Unsicherheit [cierta inseguridad]—es probablemente la cultura literaria interna que impera aquí. No se ha fabricado aún la caja en la que me embutirán con el tiempo. No obstante, los diarios han hablado de la novela, aunque lógicamente no ha aparecido una información tan inteligente y sustancial como la de usted.

Por cierto, me topé con su artículo porque alguien lo mencionó en la piscina. Por otra persona me enteré de la fecha en que se publicó. Y por último un amigo de Londres me envió el recorte del periódico. Por fortuna puedo leer en alemán.

¿Viene a veces de visita a Budapest? De ser así, le ruego no perdamos la oportunidad de conocernos personalmente. Mi número de teléfono es: 161-382.

Cordialmente,

imre kertész"

21 d’ag. 2021

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David Foster Wallace, el mejor cronista del malestar de EE UU



por Eduardo Lago
El País
15/09/ 2008

"David Foster Wallace, de 46 años de edad, el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana en la época a caballo entre los siglos XX y XXI, apareció ahorcado en su domicilio de Claremont, California, el viernes, 12 de septiembre, por la noche. El cuerpo fue descubierto por la esposa del escritor, Karen Green, que inmediatamente se puso en contacto con la Policía Local. La noticia se hizo pública 24 horas después, y ha causado una fuerte conmoción en la comunidad literaria estadounidense, que se debate entre la consternación y la incredulidad.

Una de las notas más persistentes entre quienes escuchaban la noticia por primera vez fue el recuerdo de que hace unos años, el propio escritor pidió que lo internaran en una unidad de vigilancia hospitalaria pues no se sentía capaz de controlar su pulsión suicida. Foster Wallace era un personaje muy querido tanto por sus estudiantes y colegas de la Universidad de Pomona, donde impartía clases de escritura creativa, como por sus compañeros de oficio. Tal vez uno de los rasgos más llamativos de su personalidad fuera el contraste entre el afecto que inspiraba en cuantos trataban con él y su marcada propensión a sumergirse en estados de ánimo sumamente sombríos.

Nació en Ítaca, en el Estado de Nueva York, en 1962, hijo de profesores universitarios, su padre de filosofía y su madre de literatura. Sus primeros libros La escoba del sistema (1987) y La niña del pelo raro (1989), escritos cuando tenía veintitantos años, llamaron la atención por la fuerza incendiaria del lenguaje y la radicalidad de sus planteamientos literarios.

El interés se elevó a asombro con la aparición en 1996 de la monumental La broma infinita, edificio narrativo de más de mil páginas, que contaba con un complejo aparato de varios centenares de notas, muchas de considerable extensión. La novela adquirió el estatus contradictorio de ser considerada una obra de culto, pese a que gozó de una extraordinaria difusión. El consenso, sobre todo entre los escritores, es que se trataba de la novela más audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en la década final del siglo XX.

A los críticos les resultaba difícil encasillar a un autor como David Foster Wallace, pues se salía de los límites de lo estrictamente literario. Su estética remitía a referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribió una crónica memorable sobre el rodaje de Lost Highway) o los comentarios de alguien tan improbable como el célebre icono de la televisión estadounidense David Letterman.

Punta de lanza de una generación literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, una generación convencida de que la circunstancia vital de nuestro tiempo no se puede explorar desde la estética periclitada del realismo, la obra de Foster Wallace supone una forma radicalmente nueva de entender la literatura.

Sus estructuras narrativas son consecuencia directa de la sensibilidad de nuestra era; reventando los códigos estéticos de las generaciones precedentes, su prosa tentacular mimetiza los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el vértigo de las comunicaciones, el exceso de información, la influencia de las grandes corporaciones financieras, los iconos de la cultura pop, la industria del entretenimiento, el cine, el deporte y la música, la amenaza omnipresente del terrorismo.

Publicada cuando el autor contaba 33 años de edad y ambientada en EE UU en torno al año 2025, La broma infinita propicia el entrecruzamiento de una portentosa diversidad de registros: de la trigonometría al tenis, pasando por las drogas, la estética grunge, la filosofía, y el cine. Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una sátira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de la soledad del individuo.

Tuve ocasión de entrevistar a David Foster Wallace para EL PAÍS en dos ocasiones. Hablando de su magnum opus, el escritor se lamentó de que a casi todo el mundo se le hubieran escapado los aspectos más sombríos de la novela, que consideraba una obra cargada de matices trágicos: "Desde un punto de vista materialista", declaró entonces el autor, "los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy potente, y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas. Sobre nosotros sigue pesando la sombra de episodios históricos recientes, como Vietnam o el Watergate y ahora, el desastre que se avecina con la matanza que está a punto de comenzar en Irak". Señalando otro de los aspectos fundamentales del libro, añadió: "Otro tema central de la novela es el fenómeno de la adicción como síntoma del malestar de la sociedad capitalista: desde las drogas hasta otras formas más genéricas de adicción".

Con posterioridad a La broma infinita, Wallace publicó colecciones de cuentos y ensayos, entre los que destacan Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997), Breves entrevistas con hombres repulsivos (1999), Historia abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) y Hablemos de langostas (2005). David Foster Wallace ejerció una influencia considerable entre los jóvenes novelistas de su país, así como entre los europeos. Su obra ha sido traducida ejemplarmente en nuestro país por el novelista Javier Calvo.

Una de las intuiciones más llamativas de Wallace es su lúcida valoración del papel que le corresponde a la televisión que, tras superar un estado infantil, consideraba que estaba llamado a ser uno de los repositorios de las formas narrativas del futuro. "Nuestra relación con la realidad está violentamente mediatizada por el impacto de los medios visuales y la tecnología, sobre todo la televisión. Creo que la literatura seria mantiene una relación sumamente compleja y ambivalente con la industria del entretenimiento en general".

En este sentido, el novelista estadounidense tenía ciertas reservas acerca de la omnipotencia de Internet: "No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro".

Campeón del experimentalismo, siempre tuvo claro que no podía quedarse en un mero juego de artificio realizado en el vacío: "Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada".

La inesperada desaparición del escritor en plena posesión de su talento ha causado una profunda desazón entre sus seguidores: éramos muchos los que estábamos convencidos de que lo mejor de David Foster Wallace estaba aún por llegar."



20 d’ag. 2021

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J. D. Salinger, el escritor ausente

por Marta Ailouti
El Confidencial
31 diciembre 2018



"En contra de los deseos del propio J. D. Salinger (Nueva York, 1919 - New Hampshire, 2010), su nombre continúa generando ruido hoy. Celosamente obsesionado por su vida privada, su fuerte rechazo a la exposición pública marcó la vida de este escritor que, a base de interponer querellas y levantar muros, vivió apartado sus últimos cuarenta años en una granja de Cornish (New Hampshire). “Les aseguro que si fuera pianista o actor de cine o algo así, me reventaría que esos imbéciles me consideraran maravilloso -escribió en El guardián entre el centeno casi como una profecía-. Hasta me molestaría que me aplaudiesen. La gente siempre aplaude lo que no debe. Si yo fuera pianista, creo que tocaría dentro de un armario”.

A Jerome David Salinger lo que le gustaba, decía, era escribir. Le sobraba todo lo demás. Nacido el 1 de enero de 1919 en una familia acomodada que se dedicaba a la importación de carnes y quesos europeos, publicó su primer relato The Young folks en 1940 en la revista literaria Story. Lo hizo gracias, en parte, a la intervención del editor Whit Burnett, a quien había conocido en un curso de escritura de la Universidad de Columbia y cuya figura ejerció una influencia esencial en las primeras etapas de su escritura.

En aquellos años, Salinger, que aún se peleaba por publicar sus textos en las revistas literarias del momento, conoció a la que sería, para muchos, el gran amor de su vida, Oona O'Neill, hija del dramaturgo Eugene O'Neill. Pero el estallido de la II Guerra Mundial lo cambió todo y, tras el bombardeo de Pearl Harbor, el escritor se alistó en el ejército para combatir en el frente, donde participó en el desembarco de Normandía.

“Salinger era un chaval de veinticinco años de Park Avenue, un privilegiado criado entre algodones que se creía que la guerra iba a ser una aventura, algo romántico lleno de glamour”, escribió Shane Salerno en la biografía del autor norteamericano que publicó junto a David Shields, y que llevaba por título  Salinger (Seix Barral). “Se preguntaba -continúa más adelante- si tal vez le faltaba el dolor necesario para convertirse en escritor. Quería que la guerra lo curtiera, que lo hiciera más profundo como persona y como escritor”. Aquello le cambió para siempre. Mientras permanecía en el frente, Oona, que había iniciado un romance con Charles Chaplin, contrajo matrimonio con el mítico actor en 1943.

Por su parte, él regresó a su vida en Nueva York, profundamente marcado por las secuelas de la guerra y casado con una médica alemana, Sylvia Louise Welter, de la que poco después se divorciaría. Fue precisamente a su vuelta, en 1951, cuando publicó El guardián entre el centeno, un relato iniciático sobre la pérdida de inocencia y el paso a la vida adulta que aún hoy sigue generando ventas de 250.000 ejemplares al año.

De este texto, que le llevó diez años escribir, cuenta David Shields, que el propio Salinger le confesó a Burnett que seis de los capítulos de la novela estuvieron con él en el frente porque “necesitaba llevar encima aquellas páginas no solamente como amuleto para ayudarlo a sobrevivir, sino como razón misma para sobrevivir”.

Salinger no solo sobrevivió sino que su obra, que una vez publicada pasó a convertirse en un clásico, es considerada hoy como una de las cumbres de la literatura de iniciación. Su narración sobre un adolescente que narra sus aventuras en Nueva York un fin de semana antes de Navidad revelaba a un “un prosista excepcional, con grandes dotes para la narración y la creación de personajes, capaz de combinar la introspección con el humor y el absurdo”.

Tenía 32 años y acababa de convertirse en una leyenda gracias a aquel título que, en la década de los 80, estuvo inexplicablemente ligado a varios episodios violentos. John Hinckley Jr, que en 1981 intentó asesinar a Ronald Reagan, estaba obsesionado con él y se dice que Mark David Chapman, el día que mató a John Lennon, llevaba un ejemplar consigo que acababa de comprar. Tras los disparos, se sentó tranquilamente a leerlo hasta que llegó la policía. “Esta es mi declaración”, había escrito en él.

Pero después del éxito de El guardián entre el centeno, las secuelas de la guerra y su celeridad exagerada propiciaron que Jerry, como le conocían en su círculo íntimo, huyera del ruido mediático y de cualquier otra distracción. Nada de fotografías, admiradores o periodistas. Tampoco le interesaba la autopromoción de su obra. Tan pronto como pudo, quiso que las editoriales retiraran su imagen de la portada del libro y toda aquella información adicional al texto en bruto.

Fue en 1965 cuando desapareció por completo.  Jerome David se refugió en su particular armario del tamaño de una granja en Cornish. “Me gusta escribir. Amo escribir, pero escribo solo para mí mismo y para mi placer”, declaró en una de las pocas entrevistas que en 1974 concedió al New York Times.

Todas aquellas decisiones, no obstante, lejos de apartarle de la vida pública moldearon el mito de un escritor enigmático, cuya imagen fue durante años buscada y perseguida por propios y extraños. Abrazado al budismo, su vida privada tampoco atravesaba su mejor momento cuando en 1967, se divorció de su segunda mujer, Claire Douglas, con la que llevaba casado desde 1955 y con quien tuvo a sus dos únicos hijos Margaret y Matt Salinger, algo más conocido por su trabajo como actor de cine en películas como Capitán América (1990).

En lo creativo, aunque según el propio escritor no dejó de escribir nunca, lo cierto es que a partir de 1965 no volvió a publicar nada más y su producción literaria se limitó, además de la novela que lo consagró como escritor de culto, a varios libros de relatos como Nueve cuentos, Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado

Salinger que murió a los 91 años, un 27 de enero de 2010, pasó los últimos años de su vida rehuyendo de la atención mediática que había vuelto a generar la publicación de varios libros de memorias escritos por su ex amante Joyce Maynard, a la que conoció con 18 años cuando él alcanzaba los 52, y su propia hija Margaret que en El guardián de los sueños describió a su padre como un hombre egoísta, mujeriego y machista.

Tras su muerte, el autor se convirtió en el centro de varias biografías como la de Kenneth Slavenski, J. D. Salinger. Una vida oculta que en 2018 Danny Strong llevó al cine en forma del biopic, con El rebelde entre el centeno y que centraba su metraje en sus años de aprendizaje creativo y su paso por la II Guerra Mundial. Con todo, extremadamente sensible para unos, obsesivo y excéntrico para otros, la oscuridad en torno a su enigmática figura sigue provocando el mismo o mayor interés hoy, cien años después de su nacimiento."

19 d’ag. 2021

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Arthur Rimbaud: Poeta Maldito

por  Yolanda Pica
La razón
24/07/2017

“1860, Charleville, Francia, Vitalle Rimbaud está desolada, embarazada de su sexto hijo es abandonada por su esposo, un soldado de vida desordenada, la separación ejerció un efecto en la personalidad de la madre del poeta, se volvió intolerante, rígida y dura en la crianza de sus hijos.

Rimbaud desde los ocho años mostró un gran talento literario, era el mejor de su clase, con la adolescencia empezó a ser problemático en el colegio, su madre era muy dura con él y lo comparaba con su padre en un sentido negativo. Cuando a los 15 años ganó un premio por el mejor discurso en latín en la historia de su escuela el director dijo: “Nada ordinario germina de esa cabeza, será un genio del mal o un genio del bien”.

Desde ese momento empezaron las huidas de casa y aumentaron los conflictos con su madre, a los 17 años escribió el famoso poema El Barco Ebrio, en donde un barco habla como un profeta de cómo se llena de agua y del matrimonio entre el júbilo y la decadencia, este poema de 100 líneas es la materialización de la teoría juvenil de que el poeta se convierte en profeta. Esta obra se mantiene como una de las gemas de la poesía francesa.

Rimbaud lo incluyó en una carta enviada a su colega Paul Verlaine, quien impresionado mandó un boleto de tren para traerlo a su lado, abandonó a su joven esposa e hijo y se convirtió en su amante.

Verlaine autor de Poètes Maudits incluye a Rimbaud en esta categoría. Juntos abusaron de alcohol, ajenjo y hachís, en su libro Confesiones se refiere al poeta como un parásito que le arruinó la vida, ante un intento de abandono le dio un disparo en la muñeca por lo que estuvo en prisión dos años sobrio gracias a los cuales él se recuperó de sus adicciones lo que no sucedió con Rimbaud.

Rimbaud dejó de escribir a los 19 años, dedicándose a vagar por el mundo siguiendo su idea de que “un poeta debe hacerse vidente por medio de un inmenso desarreglo de todos los sentidos”, vivió en varios países de Europa y África donde devino traficante de armas, regresó a Francia enfermo de cáncer óseo y en su agonía fue atendido por su hermana Isabella, falleció a los 37 años.

Está sepultado en el Cementerio de Charleville-Mesieres, Francia.

En sus palabras: “Yo debería tener un infierno para mi cólera, un infierno para mi orgullo y el infierno de las caricias; un concierto de infiernos”.”


18 d’ag. 2021

dolor d'escriure, 2

 




¿Por qué escribir?

por Rodrigo Fresán
ABC Cultural
24/10/2018

"Poco antes de anunciar su retiro de la escritura en 2009, llegó a sus editores y así se comentó en varios medios, la noticia de la inminente entrega de una nueva novela de Philip Roth. Y la novela resultaba ya promisoria desde su título: Notas para mi biógrafo. Pero al poco tiempo el escritor explicó no por qué escribía sino por qué ya no seguiría escribiendo. Y añadía que -habiendo escrito todo lo que tenía para decir-a partir de ahora se dedicaría a algo sobre lo que no hacía falta preguntarse por qué hacerlo: se limitaría a leer (entre muchos otros a sí mismo y a la totalidad de lo hecho para descansar en paz sabiendo si había cumplido con sus objetivos; Roth, no hubo sorpresa, confirmó que sí). Y a ordenar sus archivos para quien sí se encargaría de contar su vida (Blake Bailey, quien ya se había ocupado de Richard Yates y de John Cheever y no hace mucho ha informado que ya cuenta con 1.900 páginas de apuntes acerca de Roth para un libro que tendrá, como poco, 900). Y a terminar la supervisión de la edición de su obra completa en la consagratoria Library of America. El último de esos nueve volúmenes fue este indispensable  ¿Por qué escribir? recopilando sus escritos ensayísticos.

El título es bueno pero, también, podría titularse Notas para mi biógrafo. Porque he aquí lo más parecido a una autobiografía de Roth complementando, hasta que Bailey, acabe con lo suyo, el encomiable estudio/retrato Roth desencadenado de Claudia Pierpont Roth.

«¿Soy yo Lonoff? ¿Zuckerman? ... Hasta donde sé no me parezco en nada a un personaje tan bien delineado en un libro. Sigo siendo el amorfo Roth... No tengo nada que confesar y nadie a quién confesarme. En lo que hace a mi autobiografía, no pueden imaginarse lo aburrida que resultaría. Mi autobiografía consistiría casi por completo en capítulos tratando de mí a solas en una habitación y mirando a mi máquina de escribir... Crear biografía falsa, historia falsa, confeccionando una existencia semi-imaginaria a partir del verídico drama de mi vida, es el que constituye mi vida», advirtió el hombre en varias entrevistas, algunas de ellas presentes en este libro.

¿Por qué escribir? destila títulos ya conocidos como Lecturas de mí mismo(de 1976 y del que ha omitido sus escritos sobre baseball, sexo y política) y El oficio (2001), y lo expande con textos hasta ahora dispersos (incluyendo su muy publicitada, aquí en versión expanded, carta/diatriba a/sobre los usos y abusos de la Wikipedia, al discurso por su 80 aniversario, a su profecía sobre el fin de la vida cultural sucumbiendo a las pantallas y respuestas a publicaciones diversas) comentando lo propio y lo ajeno. Lo que lo formó y aquello a lo que acabó dando forma. Aproximaciones cercanas y certeras a Kafka, Bellow, Levi, Malamud, Kundera y otros; evocaciones de sus inicios con la escandalosa Goodbye, Columbus y su problemática relación con «lo judío»; y, en el último tramo, la volátil y sólida materia que nutrió a muchos de sus libros tardíos y magistrales: los siempre desarmantes y desarmándose Estados Unidos y su reencuentro como lector con «padres fundadores» del naturalismo/realismo literario «Made in USA» como Sherwood Anderson y Sinclair Lewis & Theodore Dreiser de los que se descubre como alumno que -no lo dice él, pero queda más que implícito- muy superior a sus maestros.

Y, sí, ¿Por qué escribir» es un libro provocador de aquel que advirtió que «la no-ficción que he escrito la escribí casi siempre a partir de una provocación». Aquí, entonces, el provocador provocado volviendo a provocar. Y -efecto imprescindible para saber si este tipo de libro cumple con su objetivo- provocando en el lector las ganas impostergables de releer o de descubrir la ficción del no-ficcionalista. (Consejo: volver o empezar con esa cumbre que es El teatro de Sabbath, favorito del propio Roth).

En lo que hace a la pregunta del título, Roth la respondió en detalle, en 1981, a Le Nouvel Observateur: «Escribo para liberarme de mi propia y asfixiante y estrecha perspectiva acerca de lo que es la vida y así enriquecerla con un mucho mejor y más desarrollado punto de vista que no es el mío». Pero, también, Roth podría haber respondido «Porque sí» o «Por qué no». Porque ahí está y ahí sigue -imposible de retirar aunque él ya no esté- todo lo suyo que puede ser también, un poco, lo nuestro. Para que así sea, alcanza con alcanzarlo y leerlo. Porque no hubo muchos que escribiesen como escribió Roth mientras se preguntaba por qué escribir. La respuesta a la teórica vida «amorfa» de Roth está en el perfecto diseño de la práctica de su obra. Y es una respuesta tan obvia que no se merece la pregunta absurda de por qué leerlo.

Lectores huérfanos

por Inés Martín Rodrigo


A finales de enero, Philip Roth nos regaló una entrevista memorable en The New York Times. No exagero con el adjetivo. Tenía, entonces, 84 años y sentía que, por fin, había reunido las palabras suficientes para construir algo así como un discurso de despedida. Y no se equivocaba. Apenas cuatro meses después de su «encuentro» (aceptó la charla con la condición de que fuera vía «e-mail», ya que necesitaba «tiempo para pensar» lo que quería decir) con Charles McGrath, moría en Nueva York. «Es sorprendente estar todavía aquí al final de cada día. Meterme a la cama por la noche, sonreír y pensar: “Viví un día más”», confesaba. Ni siquiera el menos común de los mortales escapa del miedo a la muerte, por mucho que le prometan la inmortalidad a través de su obra. La realidad es cosa de los vivos, y a Roth le encantaba «seguir vivo». Por eso nos dejó a todos (lectores y no tanto) con un palmo de narices cuando, allá por 2012, anunció que se retiraba de la escritura. Quizás entonces dejó de vivir a través de sus libros y empezó a hacerlo en el mundanal ruido. Se había pasado «cincuenta años en una habitación silenciosa como el fondo de una piscina», en una «tremenda soledad». Como la del corredor de fondo.

Pero ya no le quedaban fuerzas para seguir «extendiendo» una «mínima provisión diaria de prosa utilizable». Entregado a la realidad, sin el refugio que, al cabo, representa la escritura, le tocó vivir sus últimos años en un Estados Unidos que «nadie» que él conociera «se imaginó». Mucho menos él, atónito ante la «figura ominosamente ridícula del bufón presuntuoso» que, en su opinión, era Trump. No es extraño que, ante semejante escenario, leer se convirtiera en «el estímulo» de su «vida pensante». Entre sus últimas lecturas figuran Ta-Nehisi Coates, Teju Cole y Bruce Springsteen. Pero nada de narrativa. Curioso, porque, desde su muerte, yo tampoco he podido engancharme a una novela sin el pesar de saber que quizás nunca volveré a leer unas páginas como las suyas. En la literatura, como en la vida, la orfandad es para siempre."