31 d’ag. 2023

fragment u

 

CARTA I

NANCY DESCUBRE SEVILLA


    
"Dearest Betsy : Voy a escribir mis impresiones escalonadas en diferentes días aprovechando los ratos libres.

    Como sabes, he venido a estudiar a la Universidad de Sevilla. Pero vivo en Alcalá de Guadaira, a diez millas de la ciudad. La señora Dawson, de Edimburgo, que tiene coche y está en la misma casa que yo, me lleva cada día a la ciudad. Suerte que tengo, ¿verdad? Siempre he tenido suerte.

    ¿Qué decirte de la gente española? En general, encuentro a  las mujeres bonitas e inteligentes, aunque un poco..., no sé cómo decirte. Yo diría afeminadas. Los hombres, en cambio, están muy bien, pero a veces hablan solos por la calle cuando ven a una mujer joven. Ayer pasó uno a mi lado y dijo:

    —Canela.

    Yo me volví a mirar, y él añadió:

    —Canelita en rama.

    Creo que se refería al color de mi pelo.

    En Alcalá de Guadaira hay cafés, iglesias, tiendas de flores, como en una aldea grande americana, aunque con más personalidad, por la herencia árabe. Al pie de mi hotel hay un café con mesas en la acera que se llama La Mezquita. En cuanto me siento se acercan unos vendedores muy raros —algunos ciegos—, con tiras de papel numeradas. Dicen que es lotería. Me ofrecen un trozo de papel por diez pesetas y me dicen que si sale un número que está allí impreso, me darán diez mil. Yo le pregunté al primer vendedor que se me acercó si es que tenía él tanto dinero, y entonces aquel hombre tan mal vestido se rió y me dijo: «Yo, no. El dinero lo da el Gobierno.» Entonces resulta que todos esos hombres
(y hay millares en Sevilla) son empleados del Gobierno. Pero parecen muy pobres.

    ¿Sabes, Betsy querida? No hay gorilas en España. Cosa de veras inexplicable. No sé cómo han hecho su guerra de gorilas en el pasado por la cual son famosos los españoles en la historia desde el tiempo de los romanos. Tengo que preguntar en la Universidad esta tarde. Aunque me molesta hacer ciertas preguntas, porque hay gente a quien no le gusta contestar. Ayer me presentaron a dos muchachos en la calle de las Sierpes, y yo, que llevaba mis libros debajo del brazo y andaba con problemas de gramática, pregunté al más viejo «Por favor, ¿cómo es el imperfecto de subjuntivo del verbo airear?» El chico se puso colorado y cambió de tema. ¿Por qué se puso colorado?

    Me suceden cosas raras con demasiada frecuencia. Y no se puede decir que los hombres sean descorteses, no. Al contrario, se preocupan del color de mi pelo y hasta de mi salud. En la puerta del café hay siempre gente joven, y cuando vuelvo a casa veo que alguno me mira y dice «Está buena.» Yo no puedo menos de agradecerles con una sonrisa su preocupación por mi salud. Son muy amables, pero no los entiendo. A veces se ruborizan sin motivo. O se ponen pálidos. Sobre todo cuando les pregunto cosas de gramática."

La tesis de Nancy
Ramó J. Sender
Editorial Bambú, 2012
páginas: 11-13

30 d’ag. 2023

la tesis de nancy, i tres

 

La tesis de Nancy, de Ramón J. Sender

en Ratas de biblioteca
12/04/2018


    "Tenía muchísimas ganas de leer La tesis de Nancy porque fue, probablemente, la primera obra que conocí de su autor, y porque después de haber leído sus Mr. Witt en el cantón y Réquiem por un campesino espanol, me apetecía profundizar en su registro cómico. He de decir que me ha decepcionado: las otras novelas que leí tienen una mayor carga dramática y giros en la novela que nos hacen ver que no todo es lo que parece, y con Nancy pensaba que también ocurriría algo así. Pero no: La tesis de Nancy es una novela cómica, que busca hacer reír a partir de los equívocos que vive una estudiante estadounidense que se va a vivir a Sevilla para escribir su tesis. Ni más ni menos.

    Ramón J. Sender publicó La tesis de Nancy en 1962. Desde su exilio tras la Guerra Civil en Estados Unidos decide escribir una novela sobre una estudiante de ese país en la que descubre la realidad espanola de los anos 50 (entre 1957 y 1958), con sus expectativas, sus decepciones y sus sorpresas. Hay crítica pero hay también añoranza: Sender no volvió a su país (y de visita) hasta 1974, y al reírse de los equívocos de Nancy se notan, por un lado, su resignación ante un país inmovilista y atrasado que podría ser mejor pero también pasional, divertido, irónico, que contrasta con la ingenuidad simplista de la pobre Nancy."...

29 d’ag. 2023

la tesis de Nancy, 2

 

una de les 35 rampes
d'accés a la Giralda

Comentario de "La tesis de Nancy"


por Mario López Asenjo
en Masterlengua

"Por medio de las cartas de Nancy el autor vierte sus impresiones sobre diversos aspectos de la cultura nacional y norteamericana. El humor nace del contraste entre los valores norteamericanos y los españoles, acentuado por la inocencia con la que Nancy observa y cuenta las cosas, que pone en ridículo ciertos comportamientos típicos de los españoles y se pone en ridículo ella misma

    Al final de la lectura no sabemos si la crítica principal iba destinada a España o a Norteamérica. Parece que ninguno de los dos países se salva. Es la mirada crítica y desapegada de un exiliado como era Ramón J. Sender.

    Los personajes están voluntariamente estereotipados por una misma razón: la intención del autor de ridiculizar ciertos comportamientos sociales y legados culturales con la intención de mostrar la necesidad de superarlos para alcanzar una verdadera comunicación entre los seres humanos. En la obra se encuentran personas pertenecientes a culturas muy diferentes como son la anglosajona y la española, y el autor se esfuerza en demostrar que sólo desprendiéndose de los convencionalismos se puede lograr un verdadero entendimiento entre los individuos.

    Por tanto, en La Tesis de Nancy el humor y la burla tienen siempre un fondo de crítica y rechazo de las convenciones y los tópicos.

    Por último, la crítica ha señalado entre los aspectos positivos de la novela: la naturalidad de estilo y la amenidad, aun cuando se tocan temas eruditos. Sender hace reír y hace pensar. Enseña tolerancia hacia todas las culturas, española, gitana, anglosajona… Hay un intento de superar rencores y unir en la convivencia.

    En cuanto a lo negativo de La tesis de Nancy están la comicidad que se apoya en mecanismos excesivamente repetitivos y monótonos; la ausencia de una acción que capte el interés del lector por saber lo que va a pasar; algunos descuidos y repeticiones en la escritura, y un exceso de notas eruditas en demasiadas ocasiones."

28 d’ag. 2023

la tesis de nancy, 1

 

Alcalá de Guadaira



Lengua y cultura en "La tesis de Nancy"

por Ricardo Crespo Ruiz
en Grasa de Caballo

  

    "El 29 de abril de 1955, Joaquin Maurin le escribe a Ramón J. Sender: “Te doy las gracias por el magnífico cuarto de hora que me proporcionó anoche La prima de Nancy. Es sabrosísima. Hay salidas magníficas. En conjunto una pequeña joya”. Como se sabe, Sender colaboró extensamente durante varios años en la American Literary Agency (ALA), que fundara en EEUU el ex-dirigente anarquista del POUM, Joaquín Maurín, con el propósito de distribuir por la prensa Latinoamérica trabajos de hispanistas y exiliados españoles que dieran una imagen favorable del país norteamericano. En esta misión de propaganda ideológica se inscribe el cambio experimentado por Sender tanto de tema como de forma, y se inscribe asimismo la creación de la Nancy norteamericana, apta para el momento de “coca-colonización española”, en palabras de W.F. Mayo. Fue, precisamente, W.F. Mayo, también colaborador en la ALA, quien redacta la primera nota de La tesis de Nancy cuando aparece publicada en las Ediciones Atenea de México D.F. Maurín le envía transcrita esta nota, en carta de 25 de junio de 1962, a Sender con la esperanza de que “no le decepcione demasiado”. “Es –dice W.F. Mayo resumiendo el tema de esta obra y su tono- la novela de una estudiante americana en Sevilla que trata de documentarse para escribir su tesis académica sobre los gitanos… No hay duda que el encuentro de lo yanqui con lo calé tenía que producir una colisión cómica.” Pero Sender coincide a medias y poco después, el 30 de julio, le escribe a Maurín: “Veo que Nancy va haciéndose conocer en el mundo de ALA y que tú percibiste enseguida la pequeña dimensión trascendente de esta novelita. No todo es espuma ligera. Hay alta picardía –me refiero a la calidad dentro del género. O por lo menos pretendo haberla puesto.” Y para terminar las tempranas referencias a la obra que nos ocupa, el 20 de marzo de 1963 Sender escribe a Maurín: “…parece que la gente [en España] de veras me estima… Hasta La tesis de Nancy dicen que es lo mejor que se ha escrito en todos los tiempos sobre Andalucía”.

    Pese a ese “hasta”, el inicial “cuarto de hora” de lectura acaba elevando en alto grado la autoestima del autor aragonés exiliado desde 1939, anhelando ya volver a España y alejado hasta entonces del lector español. Y, cuando Sender se anima finalmente a visitar España en 1974, el Heraldo de Aragón puede titular: “Sender regresa del brazo de Nancy” , sin que se pueda asegurar que fuera ésta una estrategia para regresar con algo incruento en las manos que hicieron olvidar al autor comprometido con la República. Aunque pudiera ser. Lo que sí hubo de cierto es que en un artículo de Sender aparecido en la revista Blanco y Negro  el autor aragonés se vanagloria de que le hayan dedicado algunas calles en España, una “en Alcalá de Guadaira, según me comunica su alcalde –escribe Sender-, don Manuel Rodríguez Granado, porque Nancy pasó más de un año en aquella bonita población y dio que hablar en el buen sentido y la recuerda siempre con verdadero cariño”. Pues bien, de aquella idea inicial de una estudiante norteamericana que va a Andalucía para estudiar al gitano, las peripecias de Nancy se amplían en varias novelas hasta formar un conjunto de cinco libros. Los cinco libros de Nancy, y que recoge la editorial Destino, en 1984, y cuya edición sigo en este trabajo. Me centraré sobre todo en Andalucía descubre a Nancy (si bien me referiré también a La tesis de Nancy , porque realmente ahí es donde se encuentra explícita la filosofía o, en palabras del propio Sender citadas antes, se encuentra “la dimensión trascendente de esta novelita”."...

27 d’ag. 2023

el ciclo nancy

 


    Años después del gran éxito de La tesis de Nancy (más de 200.000 ejemplares vendidos), concretamente doce años, Ramón J. Sender convierte a Nancy en un ciclo novelado con cuatro nuevas entregas: Nancy, doctora en gitanería, Nancy y El Bato Loco, (ambas del año 1974), Gloria y vejamen de Nancy (de 1977) y Epílogo a Nancy (de 1979).


    Las novelas no alcanzaron la calidad ni el éxito de la primera, pero deleitaron a los seguidores del personaje.

21 d’ag. 2023

sender, obres i 9


 El fugitivo

Ramón J. Sender


(1972) Destino, 1983

200 páginas

en “Imaginarse a Sísifo feliz”
Un poco de todo
07/03/2015



    
    “Compro un ejemplar y lo leo mientras oscurece en la calle y se encienden los faroles entre el viento y las azoteas, bajo trozos de cielo pálido y nubes enrojecidas que se agrupan y se apagan en una masa oscura al fin”. Así se refería en un artículo en el diario ABC Carmen Laforet en abril de 1972 después de haber adquirido El fugitivo de Ramón J. Sender. Su adquisición adquiere tintes poéticos que pretenden imbuirnos de la idoneidad del momento en que esta autora comenzó a leer el libro que su amigo le había dedicado...."

20 d’ag. 2023

sender, obres 8

 

La aventura equinoccial de Lope de Aguirre

Ramón J. Sender

(1964) Casals, 2010

376 páginas

por Enrique Flores Oropeza
en Revista UNAM Global
16/01/2017



    "El Dorado fue la creencia popular en Sudamérica de que el cacique en turno de una tribu indígena se sumergía en una laguna para depositar objetos de oro como tributo para su dios. Dado que era una práctica milenaria, la laguna debía estar repleta de riquezas. Sin embargo, se desconocía su ubicación precisa.

    Este mito, surgido entre 1519 y 1524, cuando se exploraba el territorio de lo que hoy es Panamá, se difundió más profusamente conforme la Conquista española avanzó hacia el sur. Numerosas expediciones partieron de los lugares conquistados -en las que fundaron incipientes ciudades que hoy son Quito, Bogotá y Lima- en busca de esa laguna.

    Una de ellas, la de 1560, fue encabezada por Pedro de Ursúa al mando de 400 hombres, entre quienes se encontraba Lope de Aguirre, un veterano soldado indisciplinado y resentido que terminó por sublevarse, asesinar a Ursúa y arengar a sus compañeros a retornar a Perú para arrebatarle este virreinato a la Corona Española.

    Si bien las inconformidades de los conquistadores españoles fueron manifiestas contra la Corona, que por lo general no los premió con los más altos cargos en los virreinatos fundados, la sublevación de Lope de Aguirre fue importante por haber sido el primer movimiento armado independentista justo a la mitad del proceso de la Conquista de América.

    La insurrección fue breve porque las huestes de Lope de Aguirre estaban agotadas por la larga expedición y porque eran mínimas en comparación con la milicia real diseminada en los asentamientos recién descubiertos, pero si este movimiento hubiera logrado acercarse a los poblados más grandes hubiera concitado seguramente más apoyo en su campaña hacia Perú, donde se sucedía una guerra civil entre conquistadores, y tal vez la historia americana hubiera tenido otro derrotero.

Por la importancia de este suceso siete novelistas lo han recreado, siendo la versión del escritor español Ramón José Sender, “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”, la que mejor recupera de este personaje su entorno con más fidelidad para entender los motivos políticos que lo llevaron a la insurrección y las características y transformaciones de su personalidad que lo convirtieron en el asesino de Ursúa, de quienes se opusieron a él, e incluso el de su propia hija, que lo acompañaba en la expedición.

    Es también la obra que profundiza en el carácter de los personajes y que describe el entramado social y de castas, cuya interacción abona en la inconformidad que Lope de Aguirre sabe catalizar para su proyecto personal.

    La novela fue publicada en 1964 y los directores Werner Herzog y Carlos Saura la adaptaron para el cine en 1972 y 1988 respectivamente."

19 d’ag. 2023

sender, obres 7

 

Réquiem por un campesino español (1960)

(Mosén Millán, 1953)

Ramón J. Sender


Destino, 2021

104 páginas

por Guzmán Urrero Peña
Centro Virtual Cervantes



    "La crítica senderiana alude muchas veces a esta soberbia criatura literaria, cuyo antecedente nació en la imprenta en 1953 (Mosén Millán. México D.F.: «Colección Aquelarre») y adquirió su versión definitiva en 1960 (Réquiem por un campesino español. Nueva York: Las Américas). No es para menos. Con inteligencia clara, Sender proporciona unidad formal a las contradicciones y agitaciones de la posguerra, tan a menudo viciada por el miedo, la venganza y otras catástrofes morales. Curiosamente, el relato no se mueve en una atmósfera de pesadilla. Muy al contrario, entre las intenciones del escritor hay una que proporciona esperanza: la restauración del mito que infunde belleza a los grandes gestos.

    En el protagonista de esta novela corta (Paco, el del Molino), emerge a la superficie ese héroe trágico que es modelo de autenticidad y pureza, acogido —custodiado— en la memoria popular como protagonista de un romance y eje de la conciencia de quienes lo asesinaron. Claro que, a la hora de plasmar la perspectiva de vencedores y vencidos, Sender evita la inmediatez sensible, y obliga a su narrador a mirar cada cosa desde una distancia prudente, contaminada en los intersticios de memoria y sentimiento. No en vano, esta representación de la vida rural (casi etnográfica en su escrutinio) responde a un plan admirable: mostrar cómo luchan los lugareños con el recuerdo de un hombre digno, un hombre que es la perfecta antítesis de sus adversarios, nada hospitalarios para esa clase de ideas que tienen que ver con la libertad individual.

    Siguiendo una táctica que no elude las referencias religiosas (la traición de Judas sobrevuela el texto), Sender modela su historia con sencillez estructural, y esa economía narrativa viene a contrastar con la frondosa riqueza de un relato que, sin mencionar la guerra civil, es uno de sus más acabados reflejos. Lo confirma Patricia McDermott en esta admirable definición que tomamos de «Réquiem por un campesino español: summa narrativa de Ramón J. Sender». A su juicio, éste «es un cantar a la inversa la leyenda de la historia de la España de los vencedores para vindicar la intrahistoria de los vencidos. La summa histórica de la España castrense desde las guerras púnicas hasta la nueva cruzada se condensa en los nombres de los pudientes Valeriano, Gumersindo y Cástulo y del cura mosén Millán, con su siniestra reminiscencia del general Millán Astray —“¡Muera la inteligencia!”— en su enfrentamiento en 1936 con Unamuno —“Venceréis pero no convenceréis”—; mientras el nombre familiar de Paco refleja la condición de la España colonial y de una España ilustrada que pudo ser —Cabarrús y Goya— y un cristianismo primitivo que opta por los pobres —san Francisco de Asís— en oposición a los valores nacional-católicos del caudillismo triunfante» (en Ara Torralba y Gil Encabo, eds., El lugar de Sender, p. 379).

    Un ejemplo de esta sugestión, resumen de dos Españas en pugna, es el modo en que Mosén Millán rememora la vida de Paco. Fragmentariamente, como si hubiera algo en la esencia del pasado que su conciencia suprimiese, el sacerdote construye la imagen de aquél a quien delató con fatales consecuencias. Poco a poco, el lector advierte la grave responsabilidad del cura, al tiempo que descubre el frondoso recuerdo de Paco en nuevos matices y tonos, escuchando a los demás personajes (La Jerónima, Águeda, el padre de Paco, el monaguillo y los tres asistentes al réquiem, don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo). En definitiva, queda de manifiesto que la tersura narrativa encubre complejidad, fragmentación, ambigüedad; acciones disolventes de la memoria que, por paradoja, sirven para desatar los nudos de un crimen esencial para entender la deriva de esa comunidad.

Es verdad que la figura de Paco se mantiene enhiesta entre el dolor y la ruina. Incluso a nivel simbólico, su caballo perfecciona la evocación de la tragedia frente a los poderosos. Pero es Mosén Millán el personaje que se agiganta en el centro de ese microcosmos, no sólo por la magnitud de su imprudencia sino por su cometido en el teatro sagrado que ha de señalar esa culpa de una vez por todas: la misa de réquiem. Una ceremonia estremecedora, en cuya formulación se pone de manifiesto la miseria de una España culpable y dividida."



18 d’ag. 2023

sender, obres 6

 

Crónica del alba

Ramón J. Sender


(1942-1966) Alianza Editorial, 2016

1.680 páginas

por Guzmán Urrero Peña
Centro Virtual Cervantes



    "Si la palabra memoria repercute en muy variados órdenes literarios, y en todos ellos deja tras de sí las huellas de sus pasos, a nadie se le oculta que Sender tiene mayor vigor cuando conmemora en sus páginas el pasado. Y así como Borges defiende que todo libro es una confesión, no es raro que el aragonés proceda muchas veces ocultándose tras sus personajes, hablando por su boca como un ventrílocuo haría con su marioneta. Luego —ya se ha dicho más de una vez— ordena, aumenta o mengua su anecdotario para someterlo al troquel novelesco, y de ese modo convierte la proyección biográfica en literatura.

    Memoria y narración acaban siendo una misma cosa para un lector que también es confidente, sobre todo si atendemos al denso ciclo narrativo de Crónica del alba (1942-1966), donde el personaje Pepe Garcés, prisionero en el campo de Argelés, se puede equiparar a su creador por dos de sus propiedades, a saber, la puramente sensible y que casi irradia emotividad, y la que cabría llamar circunstancial, armonizada en los mismos paisajes donde se resolvió la vida de Sender. Después de las comparaciones, no ha de extrañar que diversos estudiosos hayan insistido en considerar el ciclo como una crónica (también periodística) alta por su calidad narrativa y noble por su certeza autobiográfica, más aún cuando la mistificación se entrelaza con la sinceridad. En esta línea, la presencia en la trama del mismo escritor (albacea de Garcés y personaje al cabo) no hace sino complicar gozosamente un juego de espejos en cuyos brillos y refracciones va perfilándose la España contemporánea en su atmósfera y episodios.

    Desde el periodo anterior a la guerra civil hasta el estallido de ésta, la existencia de José Garcés se sostiene lo largo de nueve libros (tres tomos), a saber: Crónica del alba, Hipogrifo violento, La Quinta Julieta, El mancebo y los héroes, La onza de oro, Los niveles del existir, Los términos del presagio, La orilla donde los locos sonríen y La vida comienza ahora. De todos ellos, resulta especialmente hermoso el tramo que comprende la infancia aragonesa del protagonista y su amor por Valentina. Así lo pone de manifiesto Francisco Carrasquer en su artículo «Sender por sí mismo», donde escribe lo siguiente: «Pues lo que es por falta de memoria y amor no quedará la patria (chica) de Sender, porque la ha memorizado con muchos cientos de páginas y la ha amado como nadie a través de su madre implícitamente y muy explícitamente por mor de Valentina, de la que hace en su primer tomo de Crónica del alba una joya literaria luciendo en un joyero cuasi biográfico de una poesía penetrante y conmovedora» (Sender en su siglo, p. 281).

    Resuelta en la página escrita, la incorregible barbarie del hombre cobra fuerza a medida que avanza el relato. Sobre esa imagen amarga, el narrador ideado por Sender evoluciona con serena melancolía, perspectiva ideológica y primorosa fusión de inteligencia y apasionamiento. Aunque respetuoso con la claridad formal, el escritor sabe cuándo ha de dosificar su talento poético, y con esa energía elabora estructuras más complejas, donde da expresión a emociones extasiadas, sensuales y también feroces.

    Por las cosas dichas puede verse cuáles son los motores que impulsan la obra senderiana y la virtud de todas sus partes (litigio de dudas íntimas, donde el sentido se engaña con frecuencia, y exposición ficticia y literal de lo vivido, donde el alma literaria se ejercita en su oficio).

    Usando mucha cautela en esta pista filosófica, Juan Carlos Ara Torralba apunta nuevas razones en «Ocasión del vacío: la escritura de Ramón J. Sender (1901-1982)». Así, el ensayista no se contenta con el trazo impresionista y define el influjo dominante en la doctrina novelesca del aragonés: «En la pertinaz persecución del sentido, del espacio vacío e inefable, Sender —ciertamente el primer fugitivo de su misma escritura, evadido imposible de la memoria— encontró su lugar, que no fue otro que la propia literatura, la persistencia redundante. Era su modo de tratarse —de retratarse—, un tantico tozudo y un mucho de solitario obcecado, tal como él mismo trataba a sus protagonistas. Por ello es fácil percibir en la literatura senderiana, al quite de pocas páginas, una especie de impaciencia por la revelación» (Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 612, p. 118)."

17 d’ag. 2023

sender, obres 5

 

El lugar de un hombre

Ramón J. Sender


(1939) Destino, 1997

192 páginas

por Javier Barreiro
Centro Virtual Cervantes



    "Publicada en su primera versión (1939), con el título de El lugar del hombre, por la editorial Quetzal, fundada por Sender al llegar a México, la obra debía haber sido terminada poco antes de su exilio, aunque el autor había recogido materiales para ella desde hacía varios años. La novela se basa en un hecho histórico: la vuelta en 1926 a su pueblo de un hombre por cuyo asesinato se condenó a dos inocentes, que habían terminado por reconocer el inexistente crimen debido a las brutales torturas infligidas por la guardia civil consentidas por la maquinaria judicial, y que, desde 1910, fecha de su detención, habían pasado largos años en el penal. Desde entonces este asunto, que causó honda conmoción en el país y sobre el que Sender había publicado una serie de reportajes para el El Sol en marzo de 1926, se conoció como "El crimen de Cuenca"

    El narrador ligó estos hechos con otro que se dio durante su niñez en Aragón: el de la desaparición de un hombre marginado y miserable, que huyó de su aldea natal al campo, al verse despreciado y anulado por sus convecinos.

    Sender, sin embargo, no se limita al relato de los hechos sino que incorpora otros materiales integrando también muchas de las obsesiones de su intensa peripecia personal, con lo que la obra multiplica sus niveles de significado: la preocupación social, que había convertido al novelista en el principal representante de esta tendencia durante los años treinta y que aquí toma la forma de una exacta denuncia del caciquismo; la omnipresencia de las raíces de su niñez rural aragonesa, con su paisaje natural y humano; el trasfondo de la división del país en dos bandos irreconciliables, con la metáfora latente de la guerra civil; el elemento existencial, tan presente en toda la producción senderiana y que durante toda la década de los cuarenta va a convertirse en el principal leif-motiv de la literatura europea. Y, sobre todo ello, la afirmación de la importancia de cada ser humano, por humilde e insignificante que éste sea, en el transcurso y desenvolvimiento de la existencia y de la naturaleza, con la denuncia de lo que suponen hechos sociales como la marginación, la exclusión o el exilio interior o forzado. Con estas bases, Sender se afirmaba en su defensa del individuo como valor primario, en la línea de sus planteamientos anarquistas.

    Junto a todo ello, Sender logra una intensidad descriptiva y emocional que convierte El lugar de un hombre en una de las cimas de la novela española del siglo XX. La maestría en la distribución de los materiales narrativos, la capacidad de sugerencia y elipsis, el desgarrado realismo orlado de elementos poéticos, así como el magnífico dibujo de los personajes, expresado en rasgos rápidos pero creíbles, y la precisa descripción de la terrible sociedad rural española de la preguerra constituyen otros de los principales rasgos de esta poderosa obra.

La segunda edición (1959), con importantes modificaciones, que no siempre mejoran el original, y cambio definitivo de título, El lugar de un hombre, fue también publicada en Méjico por Ediciones CNT. La primera edición española en 1968 se debe a la barcelonesa editorial, Destino y ha tenido muy numerosas reimpresiones. Hay también una excelente edición crítica de la profesora Donatella Pini, publicada en Huesca por el Instituto de Estudios Altoaragoneses, en coedición con Destino. La novela ha sido traducida a los principales idiomas europeos."

16 d’ag. 2023

sender, obres 4

 

Mister Witt en el Cantón

Ramón J. Sender


Premio nacional de narrativa 1935

Castalia, 1987

552 páginas



por Guzmán Urrero Peña
Centro Virtual Cervantes

    "Según él mismo dejó de manifiesto, Sender escribió Míster Witt en el Cantón en sólo veintitrés días, dictando la mayor parte del borrador a su esposa. Tan breve plazo de escritura se compensó con unos cuantos días de corrección, tras lo que el original fue presentado al Premio Nacional de Literatura.

    Desde que salió de imprenta en abril de 1936, este libro sobre la insurrección cartagenera de 1873 mereció un interés particular que hoy prolongan los estudios senderianos. En principio, es ya un lugar común repetir que, si bien se trata de una novela histórica, el acento está puesto en áreas que desatendieron los episodios galdosianos. De hecho, dejando de lado la inquietud documental, la obra vuelve a replantear un paralelismo muy frecuentado en literatura: el que entrelaza ficción psicológica (individual) e historia (colectiva), resaltando su continuidad. En este caso, el lector sigue la historia de celos y degradación moral del ingeniero inglés Jorge Witt, diseñada en la atmósfera de una revolución frustrada por individuos como él.

    Sender aprovecha la historiografía disponible para construir sobre ella una relación de pareja que ahonda en las contradicciones de aquellos acontecimientos. Frente al victoriano Witt, personaje polisémico, símbolo de lo inglés en las relaciones internacionales, se sitúa Milagritos Rueda, cuya generosidad y compromiso resumen el ambiente popular del ciclo revolucionario. Ambos vienen a formar un dúo cuyo desgaste sentimental, agitado por crisis cada vez mayores, nos vuelve a llevar al argumento de la insurrección frustrada. Y es precisamente en tal ambiente donde el autor expresa el concepto de hombría, sin vacilar en los efectos de dicho carácter en una situación límite. En esa dirección, el relato aglomera diversos pasajes de la coyuntura biográfica de Sender, comprometido con ideales (morales, políticos) muy firmes en las vísperas de la guerra civil.

    Dicho compromiso no enturbia en grado alguno la cualidad fabuladora del escritor. Muy al contrario, favorece la multiplicidad de discursos que absorbe la novela. Entre ellos, resaltan las experiencias de la Segunda República, incluida esa posibilidad revolucionaria que el aragonés analiza con tesón y que involucra generosidad e ideales raramente observables. Por todo ello, el fracaso de la idea cantonal sugiere dilemas muy claros en un proceso político de este carácter. Entrando en el análisis ideológico del escrito, José María Jover insiste en que dicho discurso nos remite al motivo más habitual en la biografía del primer Sender: «el de la revolución cantonal; dicho con más precisión, el discurso de la Revolución genéricamente considerada , que se manifiesta en la historia de Míster Witt mediante la evocación e idealización de una revolución pretérita: la revuelta de los cantonales cartageneros en 1873. Partamos, pues, de la afirmación de que no es un prurito arqueológico, desconectado de su circunstancia sociopolítica, lo que mueve a Sender a volver la vista a los sucesos del 73» (Introducción a Míster Witt en el Cantón, Castalia, 1987, p. 57).

    En su esfuerzo por abarcar el movimiento federalista y sus contraluces, Sender concede a Mr. Witt un valor premonitorio, confirmado en la postura de su país en ulteriores conflictos. En contraste, la espontánea Milagritos juega como elemento encadenante: simboliza el pensamiento popular del Cantón, pero a la vez es origen del drama de Witt por su diverso trato con Froilán Carvajal y Colau. A partir de tan frondoso dispositivo, el egoísmo, la deslealtad y la duda actúan, entre otros elementos, como disipadores de la utopía."

15 d’ag. 2023

sender, obres 3

 

Viaje a la aldea del crimen

Ramón J. Sender

Libros del Asteroide, (1935) 2016

212 páginas


    En enero de 1933 se produjo una revuelta en un pequeño pueblo gaditano, Casas Viejas, que fue brutalmente sofocada por las fuerzas del orden republicanas. Veinticinco personas perdieron la vida en unos sucesos que a la postre acabarían forzando la dimisión del presidente del Gobierno, Manuel Azaña.

    Desde el primer momento hubo dudas respecto a la versión oficial de los hechos y varios periodistas se desplazaron enseguida a Casas Viejas para recabar más información. Uno de ellos fue Ramón J. Sender, ya por entonces famoso escritor y periodista, quien el 19 de enero publicaría en el periódico La Libertad la primera de una serie de crónicas sobre lo sucedido. Poco después, Sender aprovecharía la información recopilada por la comisión parlamentaria y el posterior juicio a los mandos que dirigieron la represión para reestructurar y ampliar los textos de las crónicas y darles forma de libro.

    Publicado por primera vez en 1934, Viaje a la aldea del crimen es uno de los mejores reportajes españoles del siglo XX y un libro fundamental para entender las profundas tensiones políticas y sociales a las que tuvo que hacer frente la Segunda República.

Vosa reedita el reportaje de Ramón J. Sender 
sobre el suceso de Casas Viejas

por Alejandro Luque
El País, Andalucia
27/07/2000

    "Enviado por el diario La Libertad, Ramón J. Sender (Chalamera, Huesca, 1901-EE UU, 1982), autor de La tesis de Nancy y Réquiem por un campesino español, confeccionó un extenso reportaje sobre el suceso de Casas Viejas que fue publicando por entregas. La edición completa de esta experiencia vio la luz en 1934 bajo el título Viaje a la aldea del crimen. Por varias razones (incluida la resistencia del propio autor), el libro no había sido reeditado hasta ahora, cuando Ediciones Vosa lo ha rescatado.

    "Entraron por distintas calles. Toda la parte sur de la colina se cubrió de uniformes, que sobre la cal de los edificios resaltaban vivamente". Licencias líricas para relatar la tragedia: la Guardia de Asalto registraba a tiros y culatazos la villa de Casas Viejas. Buscaban a un viejo campesino llamado Seisdedos, quien en compañía de otros hombres de campo y guiados por la propaganda anarquista, había cortado la carretera y el teléfono y depuesto al alcalde del pueblo para instaurar el comunismo libertario. Era el mes de enero de 1933. El escritor Ramón José Sender estuvo allí y volvió para contarlo. Los sucesos de Casas Viejas le sorprendieron entre el regreso de la guerra de Marruecos y la consecución del Premio Nacional de Literatura por Mr. Witt en el cantón.

    Ausente de los fondos de la Biblioteca Nacional, Vosa, la editorial que dirige Manuel Blanco Chivite, encontró apenas una copia en la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, lo que ha permitido devolver el texto, tantos años después y bajo el cuidado de José María Salguero, a la imprenta.

Más de medio siglo

    Viaje a la aldea del crimen no había vuelto a ver la luz desde 1934, cuando el editor Gregorio Pueyo alentó una primera edición. Aunque la editorial Planeta dispone de la práctica totalidad de los derechos de autor del aragonés, nada impidió la recuperación. A Blanco Chivite no le cabe ninguna duda de que Viaje a la aldea del crimen "apasionará a un sector de la juventud concienciado", y destaca de él "aquel estilo fresco y moderno, dentro de una tradición que se cultivó en la República y quedó anonadada con el franquismo: la del reportero al pie del tajo, que va al lugar de los hechos, observa, oye y lo cuenta".

    La prosa periodística de Sender, de enorme vigor descriptivo, vuelve así a estremecer a sus lectores al narrar cómo se ordenó quemar la casa de Seisdedos, donde murieron 16 personas.

    Una extensa bibliografía registra la página más negra de este pueblo de la provincia de Cádiz, que fue reconocido desde entonces y hasta hace unos años con el nombre de Benalup. La recuperación del libro de Sender supone, además, el recuerdo de uno de los grandes escritores españoles de la primera mitad del siglo XX."

14 d’ag. 2023

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Siete domingos rojos

Ramón J. Sender


La Llevir-Virus, (1932) 2005

390 páginas 


  Siete domingos rojos narra el desarrollo de una huelga general convocada como protesta por la muerte de tres obreros en un altercado contra la policía, que intentaba suspender un mitin anarcosindicalista. 

El significado del título es evidente: siete no son sólo los días de una semana, es el número mágico y bíblico; en domingo no se trabaja, hay una tarea extraordinaria, la creación del mundo nuevo revolucionario; rojos por la violencia, la muerte y la generosidad de la entrega. Sender, en esta novela temprana del año 1932, nos traslada durante una semana a la vida cotidiana del Madrid obrero de los años treinta, colapsada y alterada por los disturbios y la represión, e impregnada por el espíritu anarquista.


Prólogo a la primera edición

    "Como hablo pocas veces a lo largo de este libro —casi siempre hablan los personajes—, no estará de más que pida la palabra antes de comenzar. Poco es lo que he de decir, pero me interesa de manera especial advertir lo siguiente: Desde, el punto de vista político o social este libro no satisfará a nadie. Ya lo sé. Pero no se trata de hacer política ni de fijar aspectos de la lucha social ni mucho menos de señalar virtudes o errores. No busco una verdad útil —social, moral, política— ni siquiera esa inofensiva verdad estética — siempre falsa, artificiosa— en torno de la cual se desorientan tantos jóvenes. 

    La única verdad —realidad— que busco a lo largo de estas páginas es la verdad humana que vive detrás de las convulsiones de un sector revolucionario español. Voy buscándola en la voz, en las pasiones de los personajes y en el aire y la luz que las rodean, y con las que se identifican formando una atmósfera moral turbia o diáfana, lógica o incongruente. Ni siquiera pretendo una realidad novelesca. Es una realidad simplemente humana, con lo estúpido y lo sublime. Lo estúpido también porque miro a los hombres a la hora de escribir sin la superstición intelectualista del hombre por el hombre, que en fin de cuentas es en los novelistas la superstición pedante e insoportable de sí mismos. Los hombres de mi libro desconocen las conveniencias sociales y no han tenido nunca cédula personal. 

    Claro que el libro no se dirige expresamente al entendimiento del lector, sino a su sensibilidad, porque las verdades humanas más entrañables no se entienden ni se piensan, sino que se sienten. 

    Son las que el hombre no ha dicho ni ha probado decir porque cumplen su misión en la zona brillante y confusa del sentir. Al final del libro, el lector que se haya abandonado lealmente habrá comprendido o no el fenómeno social o político a que me refiero, pero desde luego habrá «sentido» desarrollarse dentro de sí una evidencia nueva. Dirigirse a los sentidos, a la sensibilidad y no al entendimiento, al «intelecto», tiene para mí además la ventaja de que nadie podrá llamarme «intelectual» con plena razón.

     El libro podrá parecer, a veces, inconexo y desarticulado. Si el lector está bien dotado para mirar y comprender lo encontrará todo lógico porque el caos tiene en arte su lógica. Pero quiero, a pesar de todo, decir antes algo sobre mi posición personal en todo esto. Ayudar a los que no logren sacar de la evidencia de su impresión final fórmulas concretas. A mi juicio, el fenómeno anarcosindicalista obedece a una razón de supervitalidad de los individuos y de las masas. A la generosidad y al exceso de sí mismos que a los hombres y a las sociedades demasiado vitales suele acompañarles. Piensen los lectores en la enorme desproporción, que hay entre lo que las masas revolucionarias españolas han dado y dan a lo largo de sus luchas y lo que han obtenido. Y entre la fuerza que tienen y la eficacia con que la emplean. Detrás de esto puede haber muchas cosas, pero hay por encima de todas —y es lo que a mí me interesa— una generosidad heroica, a veces verdaderamente sublime. 

Si alguien me preguntara qué es el anarcosindicalismo — sin prejuicios ni finalidades políticas—, yo extendería la mano hacia este libro. Si quedaran gentes bastante simples todavía para preguntar si el sindicalismo es bueno o malo, yo me encogería de hombros y les ofrecería el libro. Si alguien me dijera: «¿Cree usted en la existencia del fenómeno anarcosindicalista como un hecho trascendental de la política española?», yo contestaría que sí y que ni hoy ni nunca podrá desconocerlo nadie. Si alguien finalmente me pidiera que concretara mi posición personal ante el anarcosindicalismo como tal hecho político, yo volvería, a lo de antes y exhibiría mi fórmula. Una fórmula apolítica: los seres demasiado ricos de humanidad sueñan con la libertad, el bien, la justicia, dándoles un alcance sentimental e individualista. Con ese bagaje un individuo puede aspirar al respeto y a la lealtad de sus parientes y amigos, pero siempre que se quiera encarar con lo social y general se aniquilará en una rebeldía heroica y estéril. No puede un hombre acercarse a los demás dando el máximo y exigiendo el máximo también. Las sociedades se forman no acumulando las virtudes individuales, sino administrando los defectos con un sistema que limita, el área de expansión de cada cual. Claro que el sistema es uno con el feudalismo, otro con el capitalismo, otro distinto con el comunismo. Los anarcosindicalistas pudieron crearse el suyo propio y mientras no lo tengan seguirán aspirando a una curiosa sociedad donde todos los hombres sean, en el desinterés, San Franciscos de Asís; en el arrojo, Espartacos; en el talento Newtons y Hegels. Detrás de esto hay una realidad humana verdaderamente generosa. A veces —repitámoslo con entusiasmo—, sublime. Ya es bastante haber."

 Barcelona, 1932 
R. S.

Prólogo a la segunda edición  (Buenos Aires 1970)

    "La primera vez que se publicó esta novela, en Barcelona, yo consideraba la literatura como una forma de escapismo. Pero hay varias maneras de escapar. Una hacia el pasado, otra hacia el futuro, otra por el mundo de los sueños fuera del tiempo y aun la mía, que consistía perderse en los bajos fondos de la realidad misma del momento. Unos bajos fondos más ligados a nuestro mundo inconsciente que a nuestra conciencia. 

    Aunque parece irreal a veces, ese substrato viene a ser la cuna misma y la raíz de la realidad. Así sucedió, poco después, que los que no creían que esta novela estuviera autorizada por la verdad de las condiciones sociales de 1933, tuvieron la desgracia o la fortuna de persuadirse de lo contrario durante la guerra civil en la que todos —tirios y troyanos— fuimos víctimas, y los triunfadores no han estado nunca seguros de su triunfo, ya que la historia sigue y las contiendas de ese género no se acaban nunca sino que se proyectan hacia un futuro siempre problemático y amigo de las compensaciones. 

    El amor por la libertad es entre los anarcosindicalistas españoles (y ahora entre la llamada «nueva izquierda», que tiene la misma mentalidad y por cierto las mismas banderas en todas partes) natural, y va ligado a los movimientos religiosos, sociales y políticos de todos los tiempos desde los primeros testimonios de la llamada protohistoria. 

    Pero además ese amor a la libertad (que naturalmente está hoy igualmente encendido en mí y supongo que en ti, lector) lo abarca todo y condiciona y da su calidad intrínseca a todas las formas de amor, incluidos el amor sexual y el que mueve a los astros en el espacio. 

    He retocado un poco la primera edición. He querido dar más unidad estructural a lo que tiene la novela de poético. En realidad, una novela, como un poema, no está acabada mientras vive su autor. Sólo hay que tener en cuenta las últimas ediciones de los poetas que ya nos dejaron y las de las novelas de los que vivieron antes que nosotros. Espero que si alguien quiere acordarse de mí en el futuro, sean estas últimas ediciones las que tome en consideración. Pero si no es así, estará en su derecho y a mí no me importa gran cosa, ya que como digo al final de Siete domingos rojos, la única libertad absoluta posible (esa que en vano buscamos con cada paso y cada palabra y cada latido de nuestro pulso) es una libertad metafísica que se nos da a todos al final. Y que yo tendré entonces. 

    Sin embargo, evita mientras puedas ese final, lector amado. Es un buen consejo. La muerte es un asunto feo. Y tratemos de hacer compatible mientras tanto nuestro amor por la libertad con los otros amores más inmediatos y con la necesidad de propiciar condiciones más justas entre los hombres."

R. S. 


Hay una tercera edición, publicada en Buenos Aires el año 1973

13 d’ag. 2023

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Imán

Ramón J. Sender

Austral Editorial,  (1930) 2021

400 páginas





Imán

por Guzmán Urrero Peña
en Centro Virtual Cervantes


"A efectos escolares, suele destacarse Imán como la primera novela publicada por Sender (Madrid, Cenit, 1930) y como una eficaz introducción a la narrativa del escritor. Sin duda, no es un mal camino para adentrarse en el universo senderiano y en las principales inflexiones de su pensamiento. Desde una perspectiva escalofriante, la obra examina la guerra de Marruecos, extrayendo de la tragedia sus propias conclusiones acerca de la condición humana (conclusiones devastadoras, manejadas con profundidad). Para facilitar el ingreso del lector en este infierno, surge la figura arquetípica de Viance, el joven aragonés que asiste al desastre de Annual y encara la definición última de la barbarie en una sucesión dinámica de sucesos, acumulados de acuerdo a un protocolo que cabría llamar posmoderno.

De hecho, esta es una creación que no encaja en moldes precisos y que aferra lo fugitivo asociando códigos, jugando a la ambigüedad mediante cambios de tiempo y enfoque. Decisión idónea, si se quiere, para captar el caos iniciado en la guerra. Aplicado al libro de Sender, este enfoque estructural revela una audacia literaria que sobresale aún más si se sitúa en el contexto de su época.

El joven escritor rehuye todo preciosismo y consigue un tono sobrio, sostenido. Por esta línea de tersura, el texto se escora hacia a un ritmo que crece en dinamismo y acentúa las sensaciones de un ambiente hostil, siempre por inventarse, descrito con el impresionismo que éste exige, tanto en la anécdota como en su clave moral (altruismo frente a egoísmo) y metafísica.

La constante producción de imágenes se vuelve fragmentaria. Hay que observar, no obstante, el admirable orden literario con que se interpolan y yuxtaponen los cuadros. A ello se refiere Marcelino C. Peñuelas cuando destaca que «los cuadros o estampas en que la novela está dividida muestran un logrado sentido de síntesis. El autor incluye en cada estampa sólo lo significativo, lo sugeridor, orientado siempre hacia la unidad de estructura y de sentido. Los diálogos intercalados entre las sobrias descripciones, son asimismo insinuantemente sugerentes. En ocasiones surge un humor acre que con tintes de inocencia acentúa la tragedia. Muchas estampas terminan con una breve frase de algún personaje que resume —de forma indirecta, a veces elípticamente— el ambiente físico del lugar y el estado de ánimo del momento» (Prólogo a Imán, Destino, 1988, pp. 21-13).

Situada del lado del verismo, la expresión estética que contiene la novela de Sender delata una posición testimonial, donde lo novelesco se pone en boca de personas que sufrieron aquellos episodios y conocieron su magnitud. Ya desde un aspecto crítico se han advertido notas de reportaje en el texto ordenado por el aragonés. En todo momento, el autor parece dosificar ese torrentoso material que ha recogido como testigo del desastre, eco de una desventura colectiva, múltiple, que halla su fórmula ideal en la ya citada ambigüedad del enfoque.

Así lo revelan las líneas que Sender escribió para presentar la primera edición del año 1930: «La imaginación ha tenido bien poco —nada, en verdad— que hacer. Cualquiera de los doscientos mil soldados que desde 1920 a 1925 desfilaron por allá podía firmarlas [estas notas]. Y desde luego su protagonista se puede “comprobar” en la mayor parte de los obreros y campesinos que fueron allá sin ideas propias, obedeciendo un impulso ajeno y admirando a los héroes que salen retratados en los periódicos»."

12 d’ag. 2023

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Sender Barayón, viaje hacia la luz.

Dirección y guión: Luis Olano.

Año: 2018.

Duración: 96 minutos.



SINOPSIS



Exiliado en Estados Unidos siendo un niño, Ramón Sender Barayón, nació en Madrid en 1934 y fue adoptado por una escritora de la clase alta neoyorquina. Compositor pionero de la música electrónica, artista y escritor, la guerra civil marcaría su destino y el de su familia para siempre.

El documental de Luis Olano es un viaje por el siglo XX que va de la España de la guerra civil, la represión y el exilio hasta la soleada California de la contracultura y los años dorados del rock, la psicodelia y los hippies, donde Ramón Sender Barayón construyó su vida de novela.

Tras quien ha sido definido como el gurú de la contracultura californiana perdura el recuerdo de su madre, pianista y activista anarquista que fue fusilada al inicio de la guerra civil, o de su padre, Ramón J. Sender, periodista y novelista de reconocido prestigio.


11 d’ag. 2023

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Andrea Sender Barayón



Amparo Barayón y la impunidad del franquismo

por Francisco Espinosa

"A mediados de 2004, con el movimiento social por la memoria en plena marcha desde fines de los noventa y con el reciente compromiso del gobierno de Rodríguez Zapatero de poner en marcha una ley de memoria, se produjo un hecho que mostró los límites de la realidad. Aquel verano, aprovechando una entrevista, Anabel Almendral Oppermann, nieta de Pedro Almendral, médico de la prisión de Zamora en el año 1936, declaró a una periodista de La opinión de Zamora que Amparo Barayón, la mujer de Ramón J. Sender, asesinada el 11 de octubre con 32 años de edad, tenía sífilis cuando, ya detenida, fue atendida por su abuelo. Con ello se vengaba de cierto testimonio que no había dejado en buen lugar a Pedro Almendral contenido en Muerte en Zamora, publicado en 1990 – ¡14 años antes! – por Ramón Sender Barayón, hijo del escritor y de Amparo, tras una larga indagación sobre la muerte de su madre.

El testimonio en cuestión era el de Pilar Fidalgo Carasa, que dejó escrito en 1937 los recuerdos de su paso por la prisión de Zamora. Ni ella ni su hija recién nacida recibieron atención médica alguna por parte de Pedro Almendral, quien además se permitió desearle la muerte por ser esposa de un izquierdista. Y como de Pilar Fidalgo no podía vengarse y había sido el hijo de Amparo quien había dado a conocer dicho testimonio en la España de los noventa, la nieta del médico decidió ir por donde más podía doler: lanzó la calumnia de que Amparo padecía sífilis. Al crimen del 36 se unía ahora, casi setenta años después, la difamación.

Aunque lentamente, la noticia llegó donde tenía que llegar: a Magdalena Maes Barayón, sobrina de Amparo y residente en Málaga; a su hija Mercedes Esteban Maes, que vivía en Inglaterra, y a los hijos de Amparo, Ramón y Andrea, ambos en Estados Unidos. Y a través de Mercedes y su amiga Helen Graham el asunto pasó a Paul Preston y a mí. El ataque era de tal gravedad que la familia intentó que la nieta del médico rectificara, restableciendo así la dignidad de Amparo y de sus familiares. El asunto se alargó y las cartas y artículos enviados al periódico ocuparon buena parte de 2005.

En medio terció el cronista oficial de Zamora, Miguel Ángel Mateos Rodríguez, quien jugó varios papeles entre los que cabe destacar los siguientes: detractor de Ramón Sender Barayón y Pilar Fidalgo; pantalla de la nieta del médico; autopromotor de sus fascículos, que aparecían en el mismo periódico; propagandista de su propio partido, y por encima de todo justificador de lo que pasó en Zamora tras el golpe militar. Su actuación más vistosa fue sin duda la de endosar a un personajillo de tercer o cuarto orden la responsabilidad del crimen que acabó con Amparo.

A partir de mediados de 2005 el caso se fue enfriando. La hija del médico siguió sin dar señales de vida, el cronista de Zamora volvió a lo suyo y La Opinión de Zamora, que actuó siempre a beneficio de parte (la del cronista), se quedó sin un asunto que les debió de dar cierta vida en aquellos meses. Por su parte la familia vio con pesar que no solo no conseguían la rectificación de Anabel Almendral sino que los artículos de Mateos lanzaban sombras sobre Amparo y su entorno familiar, y que el periódico maniobró en todo momento el asunto en su favor. Desencantados, volvieron a sus vidas con el dolor añadido de ver cómo, además de haber sufrido la pérdida de Amparo, su memoria era manchada ahora con una sucia calumnia sin consecuencia alguna. La rectificación de Anabel Almendral no se había producido y plantear una demanda resultaba complicado dada la dispersión geográfica de la familia. Pesaba además el hecho de que las demandas que habían funcionado desde la transición eran las que los descendientes de los represores habían interpuesto contra aquellos que los señalaban e implicaban en actos criminales.

Hoy, doce años después, releo con profundo desagrado los artículos y correos electrónicos que generó aquel asunto. Cuesta trabajo entender tanta maldad por parte de la nieta del médico y sus corifeos. Posiblemente, aparte del ansia de venganza debió influir el ambiente creado por el movimiento en pro de la memoria surgido en 1995-1996 y consolidado entre 2000 y 2002. La derecha llevaba, y lleva, muy mal que el pasado oculto saliera a la luz, máxime en aquellas provincias que como en Zamora el terror solo vino de un lado: el de los golpistas. No podían oponer ni una sola víctima, teniendo que conformarse con sacar a la luz pequeños conflictos anteriores o dando rienda suelta a la imaginación sobre qué hubiera pasado si el golpe no hubiera triunfado. Lo que en modo alguno querían es que se conociera con nombres y apellidos lo que realmente pasó tras el triunfo del golpe militar en Zamora.

Muerte en Zamora, el libro de Ramón Sender Barayón, publicado en 1990 fue un libro innovador y valiente. Los trabajos sobre el golpe y la represión que salieron en la década de los ochenta fueron aún muy escasos y nacieron todos del esfuerzo personal y del compromiso político de sus autores. De ahí que resulte lamentable la teoría según la cual el antifranquismo constituyó una rémora para la investigación de la represión. ¿Acaso habría que haber esperado a que la Universidad decidiese que ya había llegado el momento de ocuparse de aquel tiempo oscuro? Por suerte hubo quienes cumplieron la función social que la Universidad tanto tardó en asumir. Ramón Sender quiso conocer el final de su madre y de paso, como era de esperar, supo de otra mucha gente que estuvo a su alrededor, unas como testigos de lo ocurrido y otras implicadas en el proceso que llevó a su asesinato. De todo ello dio cuenta en el libro y esto es lo que no le perdonaron: haber roto el pacto de silencio.

Entre 2002 y 2008 se desarrollaron dos iniciativas que pudieron influir en este asunto. De un lado el movimiento en pro de la memoria con numerosas actuaciones en todo el país, que culminará en el Auto del juez Baltasar Garzón, y del otro la comisión interministerial dirigida por el Gobierno de Rodríguez Zapatero cuyo objetivo era elaborar una ley de memoria. Esta, que defraudó toda expectativa, salió finalmente tras muchas dificultades en diciembre de 2007, pero quedó sin sentido solo unos meses después cuando se conoció la iniciativa del juez Garzón, quien por primera vez buscó llevar algo de justicia a las víctimas del golpe militar de julio de 1936. Ello abría una puerta a que casos como el de Amparo saliesen del vacío legal en que se encontraban desde entonces y pasasen a ser considerados como lo que fueron: crímenes de lesa humanidad.

Pero la esperanza duró poco. Ni el mundo político ni el judicial podían consentir que se abriera esa vía, de modo que de inmediato se cercó al juez y poco después se le expulsó del juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional. Una vez más la derecha salía vencedora y su memoria histórica, que no es sino la que procede del franquismo, podía seguir tranquila. Para las asociaciones de memoria, muy comprometidas con la propuesta del juez Garzón, resultó también muy duro por estar convencidas de que la única vía para canalizar y elevar el nivel de la movilización social era precisamente esa. También lo fue para el pequeño grupo de juristas, historiadores y forenses que debíamos asesorar al juez Garzón. Todos, juez, asociaciones y asesores, estábamos convencidos de que, como escribió Elizabeth Jelin, especialista en derechos humanos, “la justicia es, sin duda, la parte más sólida de la memoria”.

Consumada la operación que dio al traste con el Auto del juzgado nº 5 la referencia volvía a ser la descafeinada ley de memoria, ante la cual la derecha adoptó una práctica antigua en la que tiene larga experiencia: acatarla pero no cumplirla. El vacío se consolidó en 2011 con la llegada del PP al poder y su decisión de dejar sin fondo alguno todo lo relacionado con la memoria histórica. Así hemos llegado a una situación absurda en la que la iniciativa judicial se ejerce desde Argentina, como en el reciente caso de Ascensión Mendieta, y en que los fondos para las exhumaciones proceden por lo general de particulares e incluso de otros países.

Al mismo tiempo los alardes de la derecha y la descarada exhibición de parafernalia franquista han ido en aumento. En estos cuarenta años transcurridos desde la transición hemos visto pasar de la derecha contenida de los ochenta a una derecha bravucona cada vez más extendida de aquellos que, nostálgicos del pasado, se vieron reconocidos en las legislaturas de Aznar y desde entonces han comprobado día a día que podían decir y hacer cosas antes impensables. Al mismo tiempo, cada vez resulta más evidente que en los catorce años que gobernó el PSOE, en una decisión tan llena de pragmatismo como carente de ética, se decidió actuar como si el pasado no existiese, perdiéndose así la oportunidad de relacionar la verdad histórica en construcción con la verdad jurídica.

Después de lo dicho, después de este viaje desde el exabrupto de la nieta del médico de la prisión de Zamora en el 36 a la impunidad del franquismo establecida mediante la Ley de (Auto)Amnistía de 1979 y consolidada por el sistema bipartidista también denominado “régimen del 78”, solo queda felicitar la decisión de reeditar el libro de Ramón Sender Barayón con los añadidos a que dio lugar esta historia. Por su parte, la nieta del médico y sus ayudantes pueden dormir tranquilos, pero sus nombres y sus actos irán ya para siempre unidos a la historia de una calumnia."

10 d’ag. 2023

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Ramón Sender Barayón

Los fantasmas del cambio

por Helen Graham

"En 1989, el hijo del famoso escritor Ramón J. Sender, criado en Estados Unidos, publicó en inglés un relato de la búsqueda realizada por él mismo y por su hermana de los restos de su madre, Amparo Barayón, y de la verdad sobre su encarcelamiento y su asesinato extrajudicial. Amparo fue asesinada en Zamora en los primeros meses de la Guerra civil, cuando tenía 32 años. El libro, titulado simplemente Muerte en Zamora, describe una extraordinaria odisea en el tiempo, el espacio y la memoria. A su regreso a España a principios de los años ochenta, el hijo, también llamado Ramón, descubrió que tenía una familia española muy extensa, que surgía como un continente perdido trayendo consigo la historia, los rastros y el fantasma inquieto de su madre Amparo. Así, se puede leer este libro como una trama detectivesca cuyo protagonista, Ramón hijo, se esfuerza por reunir y descifrar los muchos fragmentos y esquirlas de conocimiento que tanto valoraba, ya que eran lo único que le quedaba del pasado, y que le habían llegado a través de su —literalmente devastadora— experiencia de la Guerra civil: la aniquilación de la familia y su propia experiencia de refugiado y del exilio. Cuando comienza su viaje de descubrimiento, no tiene a su disposición — precisamente por lo que le ha sucedido— los pequeños detalles que interconectan acontecimientos pasados. Y como salió de España a tan corta edad, no entiende plenamente la sociedad y la cultura en que ocurrieron los hechos que cambiarían su vida. Lo que no le falta es un conocimiento mayor —a la vez consciente y subconsciente— de lo que pasó y del daño que esto causó.

La historia de Amparo Barayón es desgarradora —en algunas de sus dimensiones, de un horror casi gótico; impresionante incluso entre las decenas de millares de dolorosas tragedias personales y familiares que produjo la Guerra civil—. Es posible, sin embargo, explicarla claramente en términos históricos: Amparo fue víctima de los asesinatos extrajudiciales desencadenados por el golpe militar del 17 y 18 de julio de 1936. Ya se ha investigado la historia de la violencia que recorrió España tras el golpe, y se han establecido sus parámetros generales. También se conocen multitud de detalles que los lectores podrán consultar en obras históricas especializadas. Pero el libro de Ramón ofrece algo más, algo crucial que no se deduce fácilmente de los libros de Historia: el suyo es un testimonio del devastador impacto psicológico de la violencia del pasado en una familia, y del duradero impacto sobre la paz interior y la memoria de todos aquellos que, atrapados en ella, continuaron viviendo. Esta es la razón principal por la que Muerte en Zamora es un libro extraordinario que merece ser ampliamente leído y conocido; su significado pleno y demoledor se encuentra tanto en como está contado como en lo que cuenta.

Pero los acontecimientos históricos en sí también merecen que les prestemos más atención actualmente, en particular porque de ellos podemos aprender algo clave sobre la naturaleza de esta “guerra”, algo que, curiosamente, sigue “desapercibido” hasta hoy, y que haríamos bien en comprender en los tiempos que corren. En Zamora, las autoridades militares rebeldes tuvieron el control desde el principio del golpe, no hubo una resistencia armada real, ni siquiera política. Resumiendo, costaría mucho identificar una “situación de guerra”, al menos según la definición convencional de “guerra”. No hubo tampoco ningún colapso del orden público. En todo momento las milicias fascistas de Falange o las clericales de los carlistas y otros voluntarios de la derecha podrían haber sido sometidas a las autoridades militares, que aseguraron el orden público desde un principio. Sin embargo, esto no solo no ocurrió, sino que, como sabemos por la investigación llevada a cabo por historiadores en los años noventa y 2000, los mismos militares reclutaron activamente a miles de civiles para llevar a cabo una guerra sucia en la retaguardia. Fue en esta “guerra” en la que mataron a Amparo Barayón. El objetivo de esos verdugos civiles eran normalmente personas relacionadas con las reformas sociales y económicas de la Segunda república contra la que se habían levantado los militares rebeldes. Pero esta relación no se debió siempre a que las víctimas fueran miembros o militantes de una u otra organización política, ni a que se identificaran con ellas. Muchas víctimas, como Amparo, no militaban en ningún partido ni organización; sin embargo, a los ojos de sus verdugos, fueron símbolo —sobre todo en el caso de mujeres modernas (la llamada “mujer nueva”) como lo fue Amparo— de los grandes cambios en marcha tanto en España como en casi todo el continente europeo, y de los cuales la República española fue tanto una consecuencia como una causa. Con estos cambios, las estructuras sociales llegaban a ser menos estrictas, y en algunos aspectos hasta más igualitarias.

Las muchas personas y grupos que en España apoyaban a los militares golpistas tenían en común el temor de a dónde les llevarían estos cambios —ya fueran miedos a pérdidas materiales o psicológicas (riqueza, estatus profesional, jerarquías sociales y políticas establecidas, o certezas de género y religiosas) o una mezcla de todas ellas—. De este tremendo miedo surgió el deseo de “poner” las cosas (y a las personas) en lo que ellos creían que era su “debido sitio”.

Este deseo, nacido del miedo, fue un importante impulsor de la violencia arrolladora de la guerra sucia, al igual que también seguía siendo factor constitutivo de la llamada “represión fría” posterior, puesta en marcha por las nuevas autoridades franquistas. Precisamente por esta dimensión psicológica del miedo, la violencia aplastó a muchas personas relativamente pudientes, con propiedades, y a profesionales de clase media, como la familia Barayón, en la que tres hermanos, incluida Amparo, fueron víctimas de asesinatos extrajudiciales. Entre los tres se encuentra Antonio, el muy querido hermano menor de Amparo, ingeniero de profesión, que fue asesinado por “tener ideas”, es decir, por no ser suficientemente “respetuoso” con las normas y costumbres de la sociedad de provincias de aquel entonces en España. Los militares golpistas y sus verdugos civiles estaban, así, redefiniendo “al enemigo”, identificándolo con sectores sociales completos que se consideraban “descontrolados” porque iban más allá de las formas tradicionales de disciplina y “orden”.Carta de Amparo Barayón protestando por la represión gubernamental contra la huelga de Telefónica (julio de 1931)

A las mujeres emancipadas les reservaron un odio particular e intenso, provocado por lo que para sus verdugos significaba su “desobediencia” frente a las normas de comportamiento de la “feminidad”. No obstante algunos comentarios anteriores, Amparo Barayón no fue asesinada simplemente en lugar de su famoso marido, el periodista y escritor Ramón J. Sender, que simpatizaba con la República y que se encontraba en aquella zona. A Amparo la asesinaron por derecho propio , por ser una mujer moderna. En 1930, cuando se desmoronaba la monarquía en España, ella, con 26 años, había abandonado el atraso provinciano y conservador de Zamora y se había marchado a Madrid, la “gran ciudad”, para ser independiente. En Madrid encontró trabajo como telefonista, una nueva oportunidad de empleo que es, en sí misma, un indicador de la modernidad que se empezaba a desarrollar en España. Se ganó la vida por su cuenta, vivió de forma independiente, educándose tanto política como culturalmente, conoció a Ramón J. Sender y empezó a vivir con él sin casarse; lo que era mucho en aquellos tiempos, incluso en la España urbana, ya que Madrid no era Berlín o París. Sólo sus familiares más cercanos conocían su relación con Ramón. Sin embargo, el solo hecho de que ella hubiera extendido sus alas inspiraba horror entre los pilares de la sociedad provinciana y también entre algunos de los miembros más conservadores de su propio clan familiar, que la veían en el camino a la perdición.

Y serían algunos de los miembros de su familia, decididos a asegurar el cumplimiento de sus propios prejuicios disfrazados de profecía, los que parecen haber estado implicados en denunciarla ante las autoridades militares de Zamora a finales del verano de 1936. La existencia de numerosos grupos sociales de provincia tan conservadores como el de Zamora fue lo que permitió al emergente orden franquista tachar a sus víctimas de “enfermas” o “degeneradas”, hablando siempre de su “impureza”, definiéndolas como la “anti-Nación”. En todo esto los franquistas se hacían eco de los nefastos imperativos del darwinismo social (que fueron también “purificadores”) y que se fueron extendiendo por toda Europa en las negras décadas entre la Primera y la Segunda guerra mundial, donde también causaron estragos. Más ecos de este mismo darwinismo social recalcitrante se hicieron notar en la polémica sobre Amparo que surgió en la prensa local de Zamora a principios del siglo XXI. Esta polémica (analizada por Francisco Espinosa en el Epílogo y apéndices de este volumen) demuestra, con una claridad meridiana, que en la Castilla vieja y profunda la época de Franco todavía es el pasado que no acaba de pasar .

Aunque estos asesinatos extrajudiciales de la Guerra civil sucedieron hace mucho tiempo en términos cronológicos, para muchos de los familiares de los muertos inquietos, incluidos los de Amparo, parece que hubieran sucedido ayer: a pesar de los muchos años transcurridos siguen siendo “muertes recientes”. “Recientes” porque sigue habiendo en ellos algo inoportuno y sin resolver. Como escribe Ramón, autor y protagonista, él sigue “cargando en mi corazón con mi madre muerta, sin absolver y sin vengar”. En parte, la respuesta a la pregunta de por qué esto es así reside en los cuatro decenios de dictadura franquista que vinieron después, y en los envenenados mitos acerca de la Guerra civil que la dictadura diseminó para sus propios fines políticos, apoyados por importantes sectores de la sociedad, tanto por motivos políticos como por sus propios intereses materiales.

Aun así, esos cuarenta años de dictadura están ahora a otros cuarenta años de distancia en el pasado. No obstante, los muertos republicanos continúan “inquietos”. Su sola mención causa malestar, incluso vergüenza, son memorias que estorban, como si las víctimas —es decir, los que hablan por ellas o las conmemoran a través del actual movimiento para la recuperación de la memoria— fueran de alguna manera culpables de “perturbar la paz” del presente. Es una situación extraña que inevitablemente conduce a los observadores —incluidos muchos historiadores— a preguntarse a qué se debe realmente esta rareza. Simplificando (aunque la solución no será fácil en absoluto), tiene que ver con el hecho de que al conmemorar a las víctimas asesinadas en la zona franquista, para que sean reconocidas como tales —víctimas de la violencia fratricida de una guerra civil—, se pone implícitamente en tela de juicio a otra categoría de muertos. Estos son los muertos, tanto militares como civiles, asesinados extrajudicialmente en territorio republicano durante la guerra, y a los que la dictadura franquista declaró de entrada como las víctimas “puras”, sin mancha, ni “pecado”. El franquismo las elevó a la categoría de mito: “los mártires de la Patria”.

Ahora que las víctimas como Amparo pasan del olvido a la Historia, también estos otros muertos, movilizados hace mucho tiempo por la dictadura, deben emprender el viaje de retorno, desde el terreno del mito hacia la Historia, para que en ellos se reconozcan, no mártires, sino otras víctimas más de la violencia fratricida de una guerra civil. Este es el “problema” que sigue obstaculizando hoy en España el trabajo de las asociaciones civiles por la memoria. El atasco en el camino que conduce del mito a la Historia en absoluto se centra en los “muertos inquietos” como Amparo —hasta en el 2004 calumniada por un aún presente franquismo sociológico— sino en aquellos otros muertos que fueron enterrados en los cimientos del orden franquista, y cuya “exhumación” aún hoy, en 2017, sigue siendo bloqueada por algo poderoso. Ramón ya ha dado sepultura a su madre Amparo en el pleno conocimiento de su historia, y de la Historia; pero a los “mártires” también se les tiene que devolver a la Historia antes de que la sociedad española de hoy pueda realmente saldar las cuentas con su difícil pasado y pasar página."