23 de des. 2021

resum de l'any

 




Us oferim el resum d'un nou any marcat per la incertesa, que a les acaballes ens tenalla, si és possible, amb forces renovades.

Ens hem acostumat a acaronar-nos amb els ulls i abraçar-nos amb les paraules. Seguim endavant, continuem llegint, parlant i compartint. Som Vespres Literaris

Els nostres millors desitjos per a tu, per a tu, per a tu….


22 de des. 2021

el tema del mes, i 8

 

Denise Bombardier i Gabriel Matzneff al programa Apostrophes


Francia revisa la cara sórdida de sus intelectuales

La editora Vanessa Springora revela en un libro la relación que mantuvo a los 14 años con el escritor Gabriel Matzneff

por Silvia Ayuso

El País, 30/12/2019

“ “Una vez que has tenido en tus brazos, besado, acariciado, poseído a un chico de 13 años, a una niña de 15, todo lo demás te parece insulso, pesado, insípido”. En los años setenta y ochenta, el escritor francés Gabriel Matzneff detallaba en sus libros sus preferencias sexuales por “menores de 16 años”, como se titula uno de sus ensayos de 1974 —Les moins de seize ans, reeditado en 2005— y se paseaba por los platós para hablar sobre ellos, con las sonrisas cómplices de presentadores y público. Nadie se ríe ya. La oleada del Me Too ha sacudido también al mundo literario francés. El detonante: el relato crudo de una de esas “niñas”, Vanessa Springora

En Le consentement (El consentimiento), la hoy editora parisina de 47 años cuenta lo que entonces no escandalizaba a casi nadie —Matzneff nunca fue juzgado ni sus libros cuestionados— y lo llama por lo que es: pederastia. Aunque saldrá a la venta el 2 de enero, en Francia se habla ya del Me Too de las letras francesas, que ha hecho que el país revise su pasado, no precisamente glorioso ni demasiado lejano, en esta materia.

“A los 14 años, no es normal que un hombre de 50 te espere a la salida de clase (…), ni encontrarte en su cama, con su pene en la boca, a la hora de la merienda”, escribe Springora sobre su relación con Matzneff. Ella tenía 13 años cuando, a mediados de los años ochenta, conoció a Matzneff en una cena de trabajo de su madre, que también estaba en el mundo editorial. Poco después, apenas cumplidos los 14, cayó “enamorada” de ese escritor que le aseguraba que sentía la necesidad “imperiosa” de estar con ella. Pero no era amor y ella acaba dándose cuenta de que se halla ante un “coleccionista” de amantes jóvenes, muy jóvenes, aunque le ha costado 30 años asimilarlo y relatarlo.

“Fui víctima de una triple depredación, sexual, literaria y física”, afirmó Springora en el semanario L’Obs. “Tras las apariencias aduladoras de un hombre de letras, se esconde un depredador encubierto por una parte del mundo literario”, reseña su editorial, Grasset. Matzneff ha respondido también en L’Obs, calificando la obra de “hostil, maliciosa, denigrante y destinada a hundir” su reputación.

Estos días se ha viralizado la entrevista al escritor en 1990 en Apostrophes, el programa literario por excelencia de la televisión francesa. El famoso periodista Bernard Pivot le pregunta, coloquialmente, por qué se ha “especializado en colegialas y niñitas”. “Prefiero que en mi vida haya gente que todavía no se ha endurecido (…). Una niña muy, muy joven es más bien gentil”, responde Matzneff. Dos invitadas se ríen, al igual que el público. Solo le planta cara la escritora canadiense Denise Bombardier, que lo llama “miserable”. “Lo que no entiendo es que en este país la literatura, entre comillas, sirva de coartada a este tipo de confidencias (…). Los viejos señores atraen a los niños pequeños con bombones. El señor Matzneff los atrae con su reputación”, denunció. La que acabó vilipendiada en Francia fue Bombardier, no Matzneff.

Le consentement es una obra que interroga a la sociedad. Obliga a remontar los tiempos hasta esos años setenta y ochenta cuando el campo literario y algunos medios alababan al dandy parisino sin cuestionar las consecuencias de sus atracciones sexuales”, analizaba Le Monde sobre lo que se considera ya la polémica de la rentrée literaria de 2020. Una época, recordó también France Info, cuando “los llamamientos a despenalizar las relaciones sexuales con menores son firmados incluso por los mayores intelectuales (Aragon, Barthes, Sartre)”.

“En los años setenta y ochenta, la literatura estaba por encima de la moral; hoy en día, la moral está por delante de la literatura. Moralmente, es un avance. Somos más o menos el producto intelectual y moral de un país y, sobre todo, de una época”, se ha justificado el periodista Pivot en Twitter. “El supuesto talento de los pederastas y otros violadores no es jamás una excusa”, replicó rápidamente la secretaria de Estado para la Igualdad, Marlène Schiappa. “Cuando se sitúa la pederastia en el plan de la moral, es que realmente no se ha entendido nada. Otra vez”, coincide el movimiento feminista NousToutes.

¿Cuánto ha cambiado Francia? No han faltado escritores o periodistas, como la antigua crítica literaria de Le Monde Josyane Savigneau, que han vuelto a defender a Matzneff contra lo que consideran una nueva “caza de brujas”. A pesar de las promesas del Gobierno, que quería fijarla en 15 años, la ley contra la violencia sexual de 2018 no establece una edad mínima de consentimiento. Cuando el Me Too empezó, un centenar de personalidades francesas como Catherine Deneuve defendieron en una polémica tribuna el “derecho a importunar” de los hombres. Y pese a las nuevas acusaciones de abusos contra Polanski, su última película, J’Accuse (El oficial y el espía), es un éxito de público en Francia.

No obstante, Le consentement, título que evoca la cuestión clave de si se puede hablar de consentimiento en relaciones tan desequilibradas, podría mover las cosas. El ministro de Cultura, Franck Riester, ha advertido de que “la literatura no es una garantía de impunidad” y ha anunciado que va a revisar una ayuda económica que recibe Matzneff que se destina a escritores enfermos o con problemas económicos. “Matzneff ha hecho apología de la pederastia en sus escritos. Nos podemos interrogar sobre la oportunidad de mantener esos libros disponibles”, dijo por su parte el secretario de Estado para la protección de la infancia, Adrien Taquet, que quiere analizar si se puede activar la justicia a pesar de la prescripción de los hechos.

Springora, que asegura que comenzó a escribir su libro antes del Me Too, no quiere que se censuren los libros de Matzneff. “Marcan una época. ¿Pero es el libro Les moins de seize ans tolerable hoy en día? Pienso que la mejor respuesta es contextualizar sus textos con, al menos, un aviso que recuerde que los hechos descritos son condenables”, afirma en L’Obs. Aun así, agrega, “espero aportar una pequeña piedra al edificio que estamos construyendo en torno a las cuestiones de dominación y de consentimiento, siempre ligadas a la noción de poder”.”

21 de des. 2021

el tema del mes, 7

 




“EL PAÍS” crea la primera base de datos sobre pederastia en la Iglesia española: 816 víctimas en 306 casos

54 cardenales, obispos y curas encubrieron episodios de abusos en las últimas décadas

por Iñigo Domínguez, Julio Nuñez y Daniele Grasso

El País, 18/04/2021

“España es un desierto estadístico sobre el alcance de la pederastia en la Iglesia católica. La Conferencia Episcopal (CEE), que a diferencia de los obispos de otros países se ha negado a investigarlo, ha mantenido que apenas tiene constancia de casos, que tampoco maneja cifras y que, de todas formas, son pocos. EL PAÍS comenzó a investigar en 2018 cuál era el impacto real de esta lacra, que ya había salido a la luz a través de los medios en muchos países. Tras una petición de información a todas las diócesis y una búsqueda de sentencias, el balance fue de solo 34 casos y 80 víctimas en cuatro décadas. Después comenzó a publicar casos y emergieron muchos más. Dos años y medio después, tras un largo trabajo de revisión y clasificación, aporta ahora la primera base de datos de referencia en España sobre este fenómeno, que se puede consultar aquí.

Hasta ahora este diario llevaba una mera contabilidad provisional que recogía 242 casos con medio millar de víctimas. En este nuevo trabajo, además de perfeccionar el cálculo, se ha analizado cada caso y se ha clasificado toda la información. El resultado es que las cifras se han multiplicado por 10 respecto a 2018: hay al menos 816 víctimas en 306 casos conocidos a través de sentencias y medios.

El objetivo de la base de datos es contribuir a documentar y aclarar la dimensión del escándalo en España, y también ayudar a las víctimas, que a menudo solo dan el paso de denunciar cuando ven que otras víctimas lo hacen. La información se actualizará permanentemente con los nuevos casos que se conozcan. EL PAÍS pone los datos a disposición de los investigadores, de las instituciones y de la Iglesia, que pueden solicitarlos a través del correo electrónico: abusos@elpais.es.

En el mundo anglosajón ha sido común la publicación de listas de abusadores y casos, como las de AFP, Boston Globe, BishopAccountability.org, algunas diócesis de EE UU y asociaciones de víctimas. No obstante, ninguna tan completa que incluya el año en el que se produjo el abuso, la fecha en la que la Iglesia lo conoció y aquella en la que salió a la luz de la opinión pública. También los nombres de los encubridores, medidas legales y canónicas, así como una relación de los destinos a los que fue trasladado el abusador y el número de sus víctimas.

En 69 ocasiones, un 21% de los casos, el acusado fue simplemente trasladado a otro destino tras una denuncia. En 65 casos, un miembro de la Iglesia encubrió al abusador. Respecto a las medidas internas, en 163 episodios (un 53%) se desconoce si hubo un proceso canónico. Del restante 47%, en 69 fue apartado o expulsado, y 33 procesos canónicos están en curso. En la lista están incluidos 19 laicos que cometieron los abusos en instituciones religiosas. De los 212 casos en los que se conoce el cargo del abusador, la mayoría eran profesores (81, de los cuales 13 laicos), seguidos de párrocos, sacerdotes o religiosos (78).

El análisis de los datos revela que la Iglesia conoció la comisión de la mayoría de los más de 300 casos varios años, e incluso décadas, antes de que se denunciaran a la justicia o se hicieran públicos. En 65 hubo un encubrimiento de los hechos y, en total, 54 altos cargos o miembros de la Iglesia encubrieron al abusador, bien porque no hicieron nada cuando tuvieron conocimiento de los abusos, porque lo trasladaron de destino o porque le protegieron de alguna forma. En la lista hay cuatro Papas —relacionados con el caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que también cometió abusos en España— y dos decenas de obispos, entre ellos cardenales con cargos en la CEE: Antonio María Rouco Varela (obispo emérito de Madrid), Carlos Osoro (vicepresidente de la CEE), Braulio Rodríguez (arzobispo emérito de Toledo) y Jesús Sanz (arzobispo de Oviedo y miembro de la Comisión permanente de la CEE).

El encubrimiento también es un delito recogido por el derecho canónico penado con la expulsión del cargo si las causas son graves. “Se incluye [en estas causas graves] la negligencia de los obispos en el ejercicio de su cargo, en particular en relación con los casos de abusos sexuales cometidos contra menores y adultos vulnerables”, se lee en el motu proprio del papa Francisco de 2016 titulado Como una madre amorosa, que ordena la expulsión de los obispos encubridores de sus cargos. Hasta el momento no se tiene constancia de que el Vaticano esté investigando a ninguno de los españoles.

La mayoría de las víctimas son niños, y hay 211 niñas, el 26% del total. En todo caso, el criterio de contabilidad ha sido el más restrictivo: considera solo los casos denunciados, sea en los tribunales o públicamente, y los admitidos por la Iglesia. Pero en realidad la cifra de víctimas al menos se duplica y se eleva a miles si se consideran las estimaciones de otros posibles afectados que en cada caso hacen los afectados o los investigadores. Y estos son solo los casos que han trascendido de alguna manera. La estadística de otros países demuestra que la gran mayoría siguen ocultos. Y la experiencia señala que dar la confianza necesaria a las víctimas para denunciar es el paso decisivo para que salgan a la luz. El rango institucional y la credibilidad de quien tome la iniciativa son decisivos. En otros países han sido la propia Iglesia, los gobiernos o los tribunales quienes han emprendido investigaciones y creado buzones de recepción de denuncias. En España nadie lo ha hecho, ni parece querer hacerlo.

En Estados Unidos, una investigación de la Corte Suprema de Pensilvania contó 300 abusadores y más de 1.000 víctimas en 2018, cifras similares a las que ahora emergen en España, aunque ese Estado tiene solo 12 millones de habitantes. Ese año, en Alemania, el informe encargado por los propios obispos admitió 3.677 víctimas de 1.670 religiosos desde 1946.

El caso más reciente es el de Francia, donde los obispos encargaron en 2019 a una comisión independiente que abriera un correo electrónico para recibir denuncias. Es un periodo de tiempo similar al transcurrido en España tras el inicio de las investigaciones de EL PAÍS en 2018, pero la diferencia es abismal: en Francia han salido ya a la luz 10.000 víctimas. La CEE se reúne a partir de mañana en su comisión plenaria y volverá a abordar los abusos a menores. En la última rueda de prensa de sus portavoces, insistieron en que desconocen la cifra de casos y que son pocos.

En la Navidad de 2018, en pleno auge del escándalo en España y poco antes de la cumbre de pederastia celebrada en el Vaticano en febrero de 2019, el papa Francisco agradeció a los medios de comunicación su trabajo para “desenmascarar a estos lobos y dar voz a las víctimas” y advirtió a los obispos: “La Iglesia pide que no se guarde silencio y que salga a la luz de forma objetiva, porque el mayor escándalo en esta materia es encubrir la verdad”. Pero la Iglesia española sigue sin obedecer al Papa. La Conferencia Episcopal argumenta que no tiene ningún poder ejecutivo, solo de coordinación, y todo depende de cada obispo, dueño absoluto de su diócesis. Lo poco que han hecho las diócesis, salvo excepciones, ha sido abrir oficinas de atención a las víctimas, obligadas por el Vaticano. Pero son organismos desconocidos y la mayoría no dan ninguna información.

El papel de los medios

La fotografía que refleja la nueva contabilidad de los casos en España señala los primeros en los años treinta. Desde 1986, año en el que se ha hallado el primero publicado en la prensa, hasta 2000 tan solo se conocieron 12 episodios. A partir de entonces comenzaron a hacerse públicos, por el eco mundial de las investigaciones del diario Boston Globe que dieron inicio al escándalo en 2002. La película Spotlight, ganadora del Óscar y que cuenta esa historia, es de 2015, y es a partir de ese momento cuando algo empieza a moverse en España. La mayoría de los casos han emergido en los últimos cinco años, un 72% del total. La década con más casos registrados es, de hecho, la última, de 2010 en adelante, con 48. Seguida de los años 60 y 70.

En 2016, El Periódico destapa el caso de los Maristas en Barcelona. EL PAÍS comienza sus investigaciones en octubre 2018 y abre un correo electrónico que recibe más de 300 mensajes. Desde entonces ha publicado 52. Buena parte de los casos, 135, se han hecho públicos gracias a la prensa. Otros 102 resultan de algún tipo de investigación interna de órdenes religiosas o diócesis y 65, de una actuación judicial.

El mapa del número de casos descubiertos por provincias pone en evidencia el papel de los medios. Las que tienen más casos son Barcelona y Navarra, pero únicamente se debe a que había medios que los investigaban y los sacaban a la luz, principalmente El Periódico y Diario de Noticias de Navarra. También destacan provincias como Madrid, Bizkaia y Murcia, donde las diócesis se han distinguido, a diferencia de la mayoría, por revisar archivos y facilitar información. Lo mismo ocurre con las órdenes religiosas. La mayoría de los casos, 225, están relacionados con congregaciones, pero también porque se han prestado más que las diócesis a admitirlos y dar información. Jesuitas es la congregación con más casos, 71, de nuevo porque es la primera y casi la única que ha emprendido una mínima investigación interna. La mayoría los ha desvelado la propia orden en un informe presentado el pasado mes de enero, si bien no ha revelado detalles decisivos como el nombre de los religiosos acusados ni el lugar de los hechos. Es decir, los casos han surgido donde alguien ha mostrado interés en que surgieran. De hecho, en Barcelona, Navarra y Madrid se concentra el 40% de todos los casos en los que se conoce el lugar de los hechos.

Los datos indican que, de media, los delitos de pederastia salen a la luz 30 años después de que hubieran ocurrido, según el análisis de los 255 casos en los que se conocen las fechas con exactitud. Este dato está directamente relacionado con otro, muy de actualidad con la aprobación de la nueva ley de protección de la infancia: en más de la mitad de los casos, 176, hubo denuncia, pero el 48% fueron archivados por haber prescrito. En 36% hubo condena y el 16% están en marcha o se desconoce cómo concluyeron. Las denuncias que terminaron en una absolución del acusado no han sido incluidas. Cuando entre en vigor la nueva ley de infancia o ley Rhodes aprobada esta semana en el Congreso, los plazos de prescripción de los delitos de pederastia comenzarán a contar en el momento en que la víctima cumpla 35 años. Hasta ahora era a partir de los 18 años. La ley no tiene efecto retroactivo.”

20 de des. 2021

el tema del mes, 6

 

Pater infamis. Genealogía del cura pederasta en España (1880-1912)

Francisco Vázquez García


Cátedra, 2020


294 páginas


Orígenes de la pederastia clerical en España

El catedrático de Filosofía Francisco Vázquez García analiza la emergencia de un problema social en el tránsito del siglo XIX al XX

por Andrés Moreno Mengíbar

Diario de Sevilla, 19/04/2020



"Más de un cuarto de siglo lleva el filósofo e historiador Francisco Vázquez García, catedrático en la Universidad de Cádiz, indagando sobre los procesos de construcción de las identidades en la España de los últimos cinco siglos. Identidades sexuales, especialmente, aunque no sólo, porque en su brillante ensayo Tras la autoestima (2005) realizaba una apasionante disección de la configuración del "Yo expresivo" en la modernidad tardía, mientras que en La invención del racismo: nacimiento de la biopolítica en España, 1600-1940 (2009) desvelaba la formación en nuestro país de discursos y prácticas respecto al Otro. No obstante lo cual, han sido su objeto preferente de estudio las contrafiguras de la sexualidad normalizada, su proceso histórico de construcción, los campos de enunciación de los saberes que definieron los perfiles de lo normal y de lo patológico, las superficies de emergencia de contramodelos y de resistencias y las reglas de formación de conceptos en los regímenes de verdad que han ido cercando el terreno abierto de las identidades sexuales en España. Desde el pionero estudio Sexo y Razón. Genealogía de la moral sexual en España, siglos XVI-XX (1997), que puede entenderse, a pesar de sus limitaciones, como un planteamiento programático de amplio recorrido desarrollado en posteriores publicaciones, Vázquez García ha mostrado la genealogía de las figuras fronterizas de la sexualidad normalizada; la homosexualidad en Los invisibles. Una historia de la homosexualidad masculina en España, 1850-1939; o los hermafroditas y los problemas de la identidad sexual en Los hermafroditas. Medicina e identidad sexual en España, 1850-1960 (2011) y en Sexo, identidad y hermafroditas en el mundo ibérico, 1500-1800 (2018). Historias de vidas infames, como dijo Michel Foucault; figuras de las afueras, marginales. Pero es que se aprende más de lo que en cada momento una sociedad considera identidades legítimas a partir de las identidades y prácticas que estigmatizan y excluyen.

En esta ocasión Vázquez García enfoca su lupa sobre algo de candente actualidad como es la pederastia en el seno de la iglesia católica, azotada ésta por incesantes escándalos a nivel mundial y también nacional a pesar de los gestos (más simbólicos que operativos) del actual pontífice. Como siempre, el autor parte del presente para problematizarlo, esto es, para interrogarlo sobre cómo se ha llegado a situar en primer plano de las preocupaciones colectivas una realidad hasta ahora no tan acuciantemente pensada. Como dice el autor, y ello resume su punto de partida analítico: "Una cosa es la realidad indiscutible y preocupante de los abusos y otra, su definición colectiva como problema social".

A explicar el proceso histórico de emergencia de este problema social se dedica este clarividente libro. Se inicia en 1880 porque hasta esa fecha no empiezan a aparecer en la prensa española (en paralelo a lo que ocurría en Francia) artículos sobre casos de abusos de menores por parte de religiosos; y se cierra en 1912 cuando, tras el asesinato de Canalejas y el fin de su política de separación Iglesia-Estado, dejan de publicarse noticias similares.

La base factual de esta investigación la constituye un exhaustivo recorrido por la prensa española y francesa del momento, prensa tanto netamente anticlerical (republicana, radical, librepensadora) como católica. Sobre la base de unos ciento cincuenta y cinco casos, Vázquez se plantea poner a prueba tres hipótesis: que la actual problematización de la pedofilia clerical entronca con la emergencia de la inquietud ante el "cura pederasta" durante la Restauración; poner en relación este proceso con el debate sobre el control de la Iglesia sobre la familia patriarcal, rastreando las intersecciones entre clase, género y edad; y evidenciar la influencia sobre el proceso de construcción simbólica del cura pederasta de los discursos médicos sobre los efectos nocivos del celibato forzoso del clero.

A su vez, la verificación de estas hipótesis es afrontada desde tres ejes diferenciados: el eje del poder (la lucha por el control de las familias entre laicistas y católicos), el eje del saber y la verdad (deslegitimación de las prácticas clericales mediante diversos recursos discursivos en la prensa anticlerical) y el eje de la subjetividad (producción de un nuevo modelo de subjetividad tildada de "perversa").

En la primer parte ("Genealogías") se analizan las filiaciones y las rupturas entre el discurso actual sobre la pedofilia y el de la Restauración sobre los pederastas. La segunda ("Intersecciones") recorre cronológicamente la construcción de "sacerdote pederasta" como problema social. En la tercera ("Biopolíticas") el autor delibera sobre la caracterización del sacerdote pederasta como enemigo biológico que pone en peligro el ideal de masculinidad y que supone una amenaza para el futuro mismo del organismo social. Y en la cuarta ("Vidas infames") se recurre al estudio pormenorizado de una serie de casos individuales que permiten abrir una claraboya de conocimiento sobre cómo las discusiones sobre casos como los del hermano Flaminio, los asesinatos del "Niño Pedrín" y del cura Meliá o los crímenes de los escolapios Doroteo y Román sirvieron de campo de batalla entre quienes aprovecharon dichos casos como arma para exigir una definitiva separación entre Iglesia y Estado (especialmente en el terreno educativo) y las fuerzas más conservadoras del país. Una tensión, a más de un siglo de distancia, lejana de estar resuelta en España, por cierto."

16 de des. 2021

el tema del mes, 5

 

De Ginsberg a Salinger: la obsesión del sexo con menores

por Toni Montesinos

La Razón, 12/01/2020

"Simplificando la relación que tuvo Lewis Carroll con las menores a las que solía retratar, podría decirse que fue un paidófilo (o pedófilo), es decir, sintió una atracción erótica hacia niños o adolescentes, y no un pederasta, pues ojalá no hubiera abusado sexualmente de ninguna. Para él, infancia era sinónimo de pureza y perfección, y la adultez, de pecado. En todo caso, algo turbio tuvo que pasar entre el escritor y la familia, porque, tres años después de «Alicia en el país de las maravillas», los padres de la chica la obligaron a destruir las cartas de su admirador. La fascinación erótica hacia menores sería un tabú literario hasta que la «Lolita» (1955) de Nabokov le dio hasta una terminología. Este objeto de deseo pasó a denominarse «nínfula» por parte del protagonista narrador. ¿Dónde, entonces, poner la frontera entre el abuso y el amor sincero a una niña-mujer?

Nuestro Antonio Machado conoció a su adorada Leonor en 1907, cuando ella contaba trece años, y no le importó esperar a que llegara a la mayoría de edad, con quince, para poderse casar con ella. Y a Edgar Allan Poe le sucedió algo similar, al contraer matrimonio con una prima suya de trece. Y es que la relación de hombres mayores hacia mujeres menores de edad en el ámbito literario ha sido abundante tanto en la ficción como en la vida real. De hecho, se teorizó al respecto desde posturas izquierdistas en Francia y Alemania.

Giulio Meotti, en el artículo «El 68 de los pedófilos» (2013), explicó cómo muchos intelectuales de la época justificaron la pedofilia como parte de la revolución sexual mediante una declaración firmada en 1977. Estaban ahí filósofos y escritores como Gilles Deleuze, Louis Aragon, Roland Barthes, Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir. Esta, por cierto, había sido despedida de su trabajo como profesora en 1943 por corromper a una alumna menor, lo que reconoció en sus memorias.

Foucault llegó a decir en una entrevista que el niño es «un seductor» que puede lanzarse al adulto, lo cual eximiría a este de toda responsabilidad. Pero lo peor es la realidad. Sir William Golding, Premio Nobel de literatura en 1983, confesó que intentó violar a una niña de catorce años cuando él tenía dieciocho, aunque ella logró escapar. «Era una niña, pero ya era muy sexy desde los doce; una depravada por naturaleza que quería tener sexo aunque gritara que no mientras huía», escribió.

El poeta Allen Ginsberg fue miembro activo del grupo Nambla, asociación que peleaba por los derechos de los adultos para tener sexo con menores. J. D. Salinger estaba obsesionado con las adolescentes, como demostraron varias mujeres que se vieron acosadas por él. Y Arthur C. Clarke, el autor de «2001: una odisea del espacio», en 1998 admitió haber tenido relaciones con menores días antes de ser investido caballero, algo que llevaba haciendo cuatro décadas: desde que, viviendo en Sri Lanka, recurría a chavales que se vendían a cambio de un sexo que, hoy, al cambio, valía 15 euros."

15 de des. 2021

el tema del mes, 4

 

El niño que se desnudó delante de una webcam

José Serralvo

Los libros del lince, 2015


páginas: 224


El niño que se desnudó delante de una webcam, un cóctel molotov literario

por Josep Lapidario

Jot Down

"Jose Serralvo es un tipo valiente.

Para comprobarlo basta con echar un vistazo a su agitada trayectoria laboral en el Comité Internacional de la Cruz Roja: igual negocia con un comandante de las FARC que atraviesa el Congo acompañando a un huérfano hutu… Por no mencionar que escribe en Jot Down, que eso siempre curte. Sin embargo, las mejores pruebas de su valentía están en el tema que ha elegido para su segunda novela y en el hecho de no haberse dejado arredrar ante las incomprensiones iniciales con que topó, empezando por la de su ya exagente literario.

Y es que El niño que se desnudó delante de una webcam, publicado finalmente por Enrique Murillo, parte del tema escabroso y tabú de la pederastia en las redes. Para ello utiliza como (muy libre) inspiración de partida el caso real de Justin Berry, un niño al que un depredador arrastró al submundo de la pornografía infantil por internet. Su trasunto en la ficción es un narrador desquiciado llamado David Timberthirdleg, una víctima de abusos sexuales que testifica ante el Senado de los Estados Unidos. Su declaración provoca un montón de preguntas al lector atento, siempre de forma indirecta según el viejo lema de «muestra, no expliques»: desde las eternas dudas existencialistas sobre el grado de responsabilidad de nuestros actos hasta reflexiones sobre qué puede exigir la sociedad a quien previamente le ha fallado estrepitosamente. No es de extrañar que Miguel Brieva, siempre atento a las disfunciones del sistema, se haya encargado de la portada con un detallismo feísta que captura a la perfección el tono de la novela.

Y es precisamente el tono lo que más puede asustar a las almas cándidas. Serralvo parte de la asunción básica de que el lector no es gilipollas… O, por expresarlo de forma menos lapidaria, que el lector no se atascará en la crudeza del título ni caerá víctima del sobrecogimiento tabú ante el tema escogido, sino que reconocerá los mensajes implícitos en los mecanismos con que Serralvo construye su ficción. Quien piense que hay temas que solo pueden tratarse desde la gazmoñería hipercompasiva y paternalista más vale que no se acerque a esta novela, pero que corra a leerla quien sepa que hay otras formas de acercarse al horror y sea consciente de que el humor y la farsa son armas letales y necesarias. El niño que se desnudó delante de una webcam supera sin esfuerzo aparente uno de los obstáculos más difíciles de la literatura: mostrar de frente el horror. Casi todos los tipos de horror, en realidad: sexual, violento, familiar, social, ético, cada uno reflejado en detalle y a veces condensado en unos pocos párrafos. Y lo consigue sin apartar la mirada, esquivando cuidadosamente el sarcasmo negro y distante de Palahniuk o el salvajismo hiperdetallista de Easton Ellis. Su enfoque es mucho más inesperado, más cercano a la farsa descarnada y en el fondo compasiva del David Foster Wallace de Entrevistas breves con hombres repulsivos, con toques de los narradores no fiables de Nabokov y el espíritu picaresco del primer Dickens. A partir de estos mimbres y otros de su propia cosecha, Serralvo monta un cóctel molotov literario mezclando elementos muy volátiles, sin preocupación aparente por los callos que pise o las ampollas que levante: pederastia, religión (uno de los abusadores se hace pasar por cienciólogo), maltrato infantil, invalidez, drogadicción… Pero ojo, Serralvo no actúa con la despreocupación de un elefante en una cacharrería, sino como un cirujano enloquecido que hiciera malabares de precisión con bisturíes, sin hacerse un rasguño, ante los ojos abiertos como platos de los espectadores.

La narración en primera persona le permite no escatimar ningún golpe y al mismo tiempo conservar una cierta ironía muy anglosajona. Una escena en particular que incluye el uso creativo de una cucaracha durante un castigo maternal es probablemente lo más repulsivo que he leído en mucho tiempo, y al mismo tiempo (¡al mismo tiempo!) provoca una sonrisa torcida e incómoda. Una farsa vitriólica puede ser al mismo tiempo dolorosamente auténtica sin ser literalmente verosímil. Esa sinceridad le permite al autor mezclar desasosiego y ternura. Sí, ternura: entre tanta oscuridad y tanta bomba de relojería se esconden inesperados momentos tiernísimos, en particular en torno a una niña llamada Mary Jane que ofrece uno de los pocos respiros en la lamentable vida del protagonista.

Durante la novela se emplea con mucha habilidad el recurso (¿me atrevo a llamarlo posmoderno?) de imbricar muchas pequeñas historias en la narración principal. Diminutos microcuentos, flashes narrativos que no necesitan más de una página para dibujar un personaje notable o sugerir una historia grotesca: sin ánimo de destripar nada, me declaro por ejemplo fan fatal del absurdo poema nórdico del profesor Hammer Hammer. La estructura de la novela, al fin y al cabo una larga presentación oral, se presta muy bien a este tipo de excursos. Y el resultado es una narración desenfrenada de ritmo vertiginoso, un discurso veloz y desbocado como un tren siempre a punto de salirse de los rieles, pero que llegase milagrosamente a destino, sin descarrilar y pasando por todas las estaciones. El narrador nunca desfallece ni se queda sin aire: tiene mucho que contar y poco tiempo para hacerlo, apenas las cuatro horas que dura su declaración y que, minuto más minuto menos, ocuparía un hipotético audiolibro de la novela.

Este ritmo endiablado hace que la novela atrape desde el principio y mantenga el interés. Suelo leer varios libros a la vez aprovechando mis horas diarias de vagabundeo por el transporte público, excepto cuando alguno me atrapa lo suficiente como para hacer desaparecer momentáneamente al resto de voces que piden tanda en mi mochila. El niño que se desnudó delante de una webcam me obligó a devorarlo prácticamente de una tacada y a quedarme después contemplando el techo y preguntándome (a) qué acababa de leer y (b) cómo me había atrapado tanto. La respuesta, a estas alturas, debería ser obvia… La buena literatura engancha."

14 de des. 2021

el tema del mes, 3

 

Temas y… temas: ¿está todo permitido?

por María José Moreno

Zenda libros, 02/10/2017


"El escritor puede elegir el tema del cual va a escribir, lo que no puede elegir es lo que va a poder crear."

Flannery O’connor.

“Me comentaba hoy una amiga y lectora, en un mensaje privado, que acababa de terminar de leer mi novela El poder de la Sombra. Decía que le había gustado mucho, pero que lo había pasado muy mal leyéndola por el tema que trata: los abusos sexuales, y más cuando ocurren dentro de la familia. No es la primera lectora que me comenta algo así y lo mismo me ha sucedido con las otras dos novelas de la Trilogía del Mal que versan sobre el maltrato psicológico y la pedofilia en las redes sociales.

Después de un rato sin poder apartar el comentario de mi mente, recordé que un rechazo similar sentí yo, cuando el pasado mayo, la directora del programa de radio de la cadena SER Contigo Dentro me invitó a participar en un programa en el que se iba a hablar de las declaraciones realizadas por un tal Shin Takagi, director de la empresa Trottla.net. Este señor es el dueño de una fábrica de muñecas sexuales con aspecto de niñas para pedófilos, apodadas en inglés pedo-dolls y manifestaba que su negocio servía para ayudar a la gente: «Tienen que expresar sus deseos legal y éticamente. No merece la pena vivir si tienes un deseo reprimido» y dejaba bien claro que entre sus clientes había médicos, jueces, profesores, fuerzas del Estado, famosos… Esto último no me pilló de sorpresa, basta con leer los periódicos a diario.

La búsqueda de documentación me produjo una gran repulsión. Es cierto que para cada persona hay temas que llegan al alma, que tocan nuestra fibra más sensible. Para mí, sin duda, es todo lo que tenga que ver con niños y su manipulación, seducción, agresión, abuso sexual… por parte de un adulto y, sin embargo, escribo sobre ello. ¿Por qué lo hago? ¿Tenemos los escritores derecho a tratar cualquier tema, por duro que sea, nos guste o no, en nuestras novelas?

Mi primera respuesta fue que debo de ser algo masoquista para escribir sobre un tema que me crea tanto rechazo. A continuación, recordé por qué decidí centrar en el tema del Mal mi trilogía y por qué escogí determinados aspectos del mismo. Quería hacer una denuncia social de ellos, por su frecuencia en nuestro entorno y, además, al abordarlo de manera novelada podía llegar a una población más amplia.

Dice Mario Vargas Llosa que toda novela es un acto moral y, en este sentido, yo quería esclarecer la maraña de responsabilidades que se esconde tras delitos demasiado frecuentes, que acaban formando parte del acervo popular, con lo que terminan perdiendo su connotación delictual.

Creo que no soy la única que opina así.

El tema de una novela, la idea principal, el centro como dice Orhan Pamuk en su libro El novelista ingenuo y sentimental es: «una opinión o una idea perspicaz sobre la vida, un punto de misterio arraigado en lo más profundo, ya sea real o imaginario. Los novelistas escriben para poder investigar este tema, para descubrir sus implicaciones, y somos conscientes de que las novelas se leen con ese mismo espíritu […]». El tema es el fondo, el asunto sobre el que versará la futura historia. El tema es aquello que quieres ensalzar, denunciar, transmitir, propagar, mostrar simplemente…; en definitiva, lo que opina el autor sobre algo que ha preocupado desde siempre a la humanidad. Por algo se dice que los temas universales son tres: el amor, la vida, la muerte y todas aquellas variaciones que se deriven de los mismos al concretarlos en las personas; lo que diferenciaría a una novela de otra, como resalta la escritora Mayte Esteban en su libro La arquitectura de los sueños, es solo la habilidad del autor para contar la historia, se refiera al tema que sea.

Volviendo al principio, es evidente que la pedofilia, un tema bastante problemático, ha sido ampliamente tratado desde un punto de vista filosófico y, también, con relativa frecuencia, se ha ocupado de él la narrativa de ficción.

Se dice que la primera novela que se escribió sobre con este fondo fue Sebastian Roch de Octave Mirbeau, (Ediciones Dauro, 2016), publicada sin éxito en 1890. En ella encontramos la historia de Sebastian Roch, un niño víctima de pedofilia en un colegio católico de Vannes (Bretaña). Como botón de muestra no podemos olvidar la famosa Lolita, la novela más conocida del escritor ruso Vladimir Nabokov, en la que se recrea la obsesión sexual de un hombre de mediana edad por una niña de 12 años. O la macabra El fin de Alice, de A. M. Homes, en la que asistimos a un morboso y escalofriante cruce epistolar entre un pedófilo que cumple condena y una universitaria que le pide consejo sobre la manera de seducir a un chico de 12 años. Los tiempos cambian, las sociedades también. En los últimos años venimos asistiendo al auge de las web 2.0 y, como no podía ser de otro modo, estas redes sociales se han visto afectadas por la actuación criminal de los pedófilos y pederastas. Como tal han sido temas principales en novelas como: Alba Cromm de Vicente Luis Mora, La fuerza de Eros (la tercera novela de mi Trilogía del Mal) y una de las más crudas, basada en un hecho real, El niño que se desnudó delante de la webcam de José Serralvo.

Sin lugar a dudas, a cualquier lector que haya llegado hasta aquí, se le habrán venido a la cabeza muchos más títulos referentes a este tema y a otros más que exploran la parte más oscura del ser humano y por ello, de primera instancia, despiertan cierto rechazo. Así es, los escritores o por lo menos algunos, hacemos girar nuestra narración alrededor de temas que a gran parte de la sociedad les horroriza leer y hablar de ellos.

En el año 2002, dos novelas sobre pedofilia y violencia sacudieron los cimientos de la sociedad francesa, del mundillo literario galo y hasta de la política. Una de ellas era protagonizada por un pedófilo obsesivo (Rose Bonbon de Nicolas Jones-Gorlin) y la otra por un asesino en serie, encantado con mujeres muy jóvenes incluso con su propia hija (Il entrerait dans la légende de Louis Skorecki). La lucha no se hizo esperar. De un lado, los intelectuales, a favor de la libertad del escritor para abordar temas de relevancia social, como la pedofilia y, de otro, las fundaciones en defensa de los Derechos de los niños, que estaban dispuestas a acudir a la Corte para conseguir que este tipo de literatura no prosperara. Al final, las editoriales tuvieron que claudicar y situar las novelas en estantes escondidos para no ofender la sensibilidad de los lectores. No tengo constancia de si tuvieron muchas ventas (ya sabemos el morbo que da lo prohibido) o no, pero esta confrontación me sirve para fundamentar las preguntas que me hacía anteriormente.

Centrándonos en la pedofilia y la pederastia, si hay algo que las mantiene en alza es el secretismo (gran parte de los pederastas pertenecen a la familia de la víctima). Con anterioridad, en otro medio, denuncié que los «pactos de silencio» son la lacra de nuestros días, en relación a los abusos sexuales y que los adultos debemos saber que existen, proteger a nuestros infantes mediante la educación y la enseñanza de estrategias para defenderse y que nunca pasarán por olvidarse de lo ocurrido.

Es desde esta perspectiva que como escritora me sitúo del lado de la libertad. Libertad para escribir sobre lo que es real, lo que nos atormenta, nos hace daño y, sobre todo, puede y debe evitarse.

Considero que el escritor tiene en sus manos un arma poderosa, una herramienta sublime: las palabras. Palabras escritas con las que dejar constancia, denunciar lo que ocurre en la sociedad en la que le ha tocado vivir, de la que forma parte y para la que tiene ciertas responsabilidades.

El escritor suele mostrar, la mayoría de las veces, en sus novelas, de manera más o menos explícita (eso ya forma parte de la preferencia en cuanto al género de que se trate, el estilo y el interés de quien lo escribe) lo que sucede en la realidad y si sobre ese hecho real, estructura y arma una buena trama, conseguirá que el lector se sienta, como le ocurrió a mi amiga, impelido a pesar del dolor a leer página tras páginas para llegar al final.

En este tipo de lectura hay momentos de disfrute, de angustia, de desenmascaramiento, de conocimiento de una realidad, de proyección, de identificación, de sobrecogimiento..; en definitiva, proporciona al lector unas vivencias que van más allá del sincrónico y espurio entretenimiento.

Por eso algunos escribimos lo que escribimos, porque no me cabe ninguna duda de que estas novelas, a pesar de su dureza, son de las que perduran en la mente de los lectores."




María José Moreno, nació en Córdoba (España). Psiquiatra y profesora titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba, irrumpe en la literatura de ficción, en el 2008, con un relato titulado Cosas de Catedráticos, galardonado con el Cuarto Accésit en el II Certamen Internacional de Relato Breve de la Universidad de Córdoba. En 2014, Ediciones B publica en papel su novela Bajo los tilos en el sello Vergara, de la que recientemente ha salido su edición de bolsillo y en ebook, su novela de humor Vida y milagros de un ex. En abril de 2015, sorprende a la comunidad lectora en un nuevo giro literario, esta vez con el lanzamiento del cuento para niños Pepe Pepino, editorial El desván de la memoria. En septiembre de 2015, ve la luz La caricia de Tánatos con Versátil Ediciones, en su colección de thriller y novela negra. Esta obra constituye la primera entrega de la Trilogía del Mal. En marzo de 2016 salió a la venta en papel y en digital la segunda, El poder de la Sombra, y en septiembre de ese mismo año se ha publicado la tercera y última novela, La fuerza de Eros. Su blog literario Lugar de Encuentro, con más de quinientos seguidores y casi cuatrocientas mil visitas, es el referente para la publicación de sus relatos cortos. 

13 de des. 2021

el tema del mes, 2

 

Lolita

Vladimir Nabokov


traductor: Francesc Roca


Anagrama, 2018


páginas: 392


Manual de instrucciones para leer ‘Lolita’

La novela de Vladimir Nabokov, clásico del siglo XX, vuelve al centro de la polémica en tiempos del #MeToo

por Tereixa Constenla

El País, 11/03/2018

"Que hable Vladimir Nabokov: “Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña que corrompen(...) Y es muy interesante plantearse, como hacen ustedes los periodistas, el problema de la tonta degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público. No solo la perversidad de la pobre criatura fue grotescamente exagerada sino el aspecto físico, la edad, todo fue modificado por ilustraciones en publicaciones extranjeras (...). Representan a una joven de contornos opulentos, como se decía antes, con melena rubia, imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro”.  

En 1975, durante una entrevista con Bernard Pivot en el programa Apostrophes al que acudió con las respuestas escritas y una tetera con whisky, Nabokov apostató de la Lolita encumbrada desde hacía más de una década por el cine y las revistas. La versión de Stanley Kubrick estrenada en 1962, con Sue Lyon de protagonista, se implantó en el imaginario universal como prototipo de la adolescente perversa capaz de enloquecer a un adulto, lejos del original de Nabokov, que insistía en aquella entrevista:

"Fuera de la mirada maniaca de Mr. Humbert no hay nínfula. Ese es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa”.

Más de seis décadas después de su publicación, Lolita sigue dando que hablar. Aunque las razones son otras. La escritora Laura Freixas, en un artículo en este periódico el pasado 21 de febrero, atacaba la novela: “Está escrita de tal modo que consigue hacernos olvidar que está mal violar niñas”. En un debate celebrado días después en EL PAÍS, añadía: “Ha sido interpretada muy ampliamente de una forma tal que justifica la violencia diciendo que es una historia de amor”. Freixas insistía en que su defensa de la libertad creativa no exime al autor de cierta responsabilidad ética.

“El arte tiene una extraterritorialidad en el terreno de la moral, que se la gana a pulso con la calidad”, sostiene José-Carlos Mainer, catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza, contrario a que lo políticamente correcto impregne las lecturas sobre la creación. “Me temo que va a ser muy difícil que la historia de la literatura, del arte, resista el asalto combinado de la moral. Ya pasó con Savonarola, que en un momento determinado estuvo a punto de cargarse el Renacimiento en Florencia, pero es terrible que vuelva a suceder cuando tenemos una experiencia histórica de lo ocurrido”, reflexiona.

Lolita fue mítica desde el principio de los tiempos. Su primera versión se publicó en una editorial pornográfica francesa, Obelisk Press. Los cuatro editores estadounidenses a los que Nabokov envió copias rechazaron el texto. Según el novelista, tocaba uno de los tres temas tabúes para un editor de EE UU. Los otros: los matrimonios interraciales entre blancos y negros y las vidas felices de ateos longevos. Un asesor editorial vio en ella al “Viejo Mundo que pervierte al Nuevo” y otro a “la joven América pervirtiendo a la vieja Europa”. Hasta que llegó a manos de Georges Weindenfeld que, alentado por Graham Greene, compró los derechos en Gran Bretaña.

En el libro Un oficio de locos (Ivorypress), el editor le confía al periodista Juan Cruz que trazó una estrategia para fabricar un clima favorable a la publicación. Casi hubo una minicrisis en el gabinete británico: un subcomité tenía que decidir si perseguían o encarcelaban al editor o si autorizaban la circulación de Lolita. “Imprimimos el libro y enviamos tres copias”, rememoraba Weindenfeld. Les adjuntó una carta: “Si ustedes realmente piensan que es pornografía contra el parecer de estos expertos que dicen que es literatura de calidad, estoy dispuesto a parar la publicación”. Finalmente, por tres votos a favor y dos en contra, el texto vio la luz.

Entonces el dilema residía en la transgresión de una moral sexual aún estrecha, la de finales de los cincuenta, en una sociedad puritana. Hoy el debate se ha desplazado hacia la vocación de la obra: historia de amor o historia de pederastia y abuso sexual. “Ningún autor es responsable de la interpretación que se hace de sus obras. Los mitos se construyen por circunstancias ajenas al autor”, defendía el escritor Sergio del Molino en el debate con Laura Freixas. Y en un artículo escribió: “Lolita habla sobre la depravación, la perversión, la decadencia, la maldad, la soledad y América, entre otras muchas cosas”. “No es una apología de la violación”, insistía, “pero si lo fuera no habría que quemarlo en la hoguera”.

Tampoco la psicoanalista y escritora Lola López Mondéjar respalda las cortapisas artísticas, aunque “el creador debe saberse sometido a la crítica de sus contemporáneos”. En 2016 publicó Cada noche, cada noche (Siruela), donde ficciona la vida de Dolores Schiller, hija de Lolita. En su opinión, la obra de Nabokov es “la narración brillante y autojustificativa que un pederasta realiza sobre su incapacidad para resistir la atracción que experimenta por las niñas”. Ella distigue entre el libro y sus lecturas: “La recepción de Lolita obvió el abuso, olvidó el falso prólogo que abre la novela y que hubiera debido orientar su lectura y se regocijó con el deseo de Humbert, elaborando un mito que responde al erotismo oculto de muchos hombres”.

Nadie aventura lo que hoy diría Vladimir Nabokov. Pudiera ser una pista lo que escribió en 1956 al final del libro: “No soy lector ni autor de novelas didácticas y, a pesar de lo que diga John Ray [falso prologuista], Lolita carece de pretensiones moralizantes. Para mí, una obra de ficción sólo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré, lisa y llanamente, placer estético”.

La mirada de cada época está en las portadas de Lolita. Anagrama acaba de dar un giro iconográfico con el dibujo de la coreana Henn Kim, que rompe con la imagen de la adolescente aprendiz de femme fatale, para presentarla como una joven manipulada, un juguete al que dar cuerda, "un rediseño que converse con nuevas generaciones de lectores", señala Silvia Sesé, directora de Anagrama.

El sello fundado por Jorge Herralde publicó por primera vez la obra en 1986 en una traducción de Enrique Pezzoni —firmada como Enrique Tejedor— sin los fragmentos censurados por la dictadura argentina. En 2003, una nueva traducción de Francesc Roca recuperó el original. Anagrama calcula que la obra ha vendido más de 200.000 copias en España."



SOBRE LA FIRMA

12 de des. 2021

el tema del mes, 1

 



No volverá a pasar

Inge Schilperrod

traductor: Goedele de Sterck

Catedral, 2018

páginas: 240



Tras varios meses encarcelado acusado de agredir sexualmente a una menor, Jonathan, un hombre de treinta años, es liberado por falta de pruebas. Consciente de que podría volver a cometer los mismos errores del pasado, decide continuar la terapia por su cuenta: debe aprender a reconducir sus pensamientos y evitar situaciones de riesgo. Cuando regresa a su casa, se da cuenta de que sus nuevas vecinas son una madre y su hija de nueve años, Elke. Jonathan intenta alejarse de la tentación que supone tener a la niña tan cerca, pero, inevitablemente, entre ellos surge una tierna amistad, una relación que obligará al protagonista a dominar sus demonios.

Basándose en su experiencia como psicóloga forense, Inge Schilperoord se adentra en la mente del pedófilo y plantea con sutileza e inteligencia grandes temas como la culpa, la impotencia y el miedo. No volverá a pasar constituye un relato perspicaz e inquietante que narra la lucha desesperada de un hombre por controlar lo incontrolable.

11 de des. 2021

la dona que buscava i 11

 




“Va apagar el fogó, es va treure la bala blanca i va sortir al carrer. El moviment de braços i cames la relaxava, alliberava aquella energia tancada dintre seu. Va veure un telèfon en una botiga i va aturar-se de cop. Per què no posaven els telèfons en llocs menys visibles? Per què havien d'ensenyar-los d'aquesta manera? Si no hagués vist el telèfon, no se n'hauria recordat. Va allargar la mà i va despenjar, va posar el dit en un forat i va començar a marcar. El senyal va ressonar a la seva orella agut, fort i ininterromput. En silenci, va tornar a penjar i va fer uns quants passos, i després va aturar-se sobtadament, dient-se: “Es en Farid? Es l’absència d'en Farid la raó? Per què ha canviat tot? Per què s'ha tornat tot tan insuportable?” Quan en Farid hi era, la seva vida era la mateixa però en Farid ho feia tot més amable. Ella mirava als seus ulls brillants i marrons i sentia que les coses mundanes no tenien valor. El ministeri s'havia transformat en un petit edifici antiquat, la recerca s'havia tornat només una altra il·lusió buida i el descobriment, sí, fins i tot el descobriment s'havia tornat un altre trist somni infantil.

En Farid sempre absorbia el seu dolor i els seus somnis, de manera que amb ell no tenia ni dolor ni somnis. Amb ell, la Fouada era una altra. La Fouada sense passat ni futur, , la Fouada que vivia per l’instant, mentre en Farid esdevenia tots els seus instants.

Com havia esdevingut tots els seus instants? Com havia esdevingut un home tota la seva vida? Com podia una persona consumir tota la seva atenció? No sabia com havia passat. No era la mena de dona que entrega la seva vida a algú. La seva vida era massa important per donar-la a un home. Per sobre de tot, la seva vida no li pertanyia, sino que pertanyia al món, que volia canviar.

Va mirar al voltant ansiosament. La seva vida pertanyia al món que volia canviar. Va veure gent afanyant-se, cotxes a tot drap, corrent al món sense parar. Només ella s'havia aturat i la seva aturada no significava res per a aquell moviment que l'empenyia i la precipitava. Què significava la seva aturada? Què pot fer una gota a l’oceà? Era una gota a l’oceà? Era una gota? Sí, ho era, i al seu voltant hi havia l’oceà, amb les onades debatent-se, entrexocant i competint les unes amb les altres. Pot una gota vèncer una onada? Pot una gota canviar un oceà? Per què vivia d'aquesta il·lusió?

Va aguantar l’alè i va encongir-se dintre l'abric, caminant absorta en pensaments amb el cap cot fins que va arribar a casa. Va entrar i es va estirar al llit tota vestida.”

La dona que buscava
Nawal El Saadawi
traducció: Agustí Balaguer
Proa, 1998
pág: 97-98

la cuina de vespres

 




Garbanzos a la marinera

por Juan Mesa

Ingredientes:

Mejillones
Langostinos
Garbanzos
Almejas
1 zanahoria
1 Puerro
1 hoja de laurel
Guindilla cayena
Pimentón dulce
Vino blanco
Ajo
Cebolla
Pimiento rojo
Tomates
Aceite de oliva
Sal
Pimienta

Elaboración:

a. Cocer los garbanzos, junto con la zanahoria, el puerro y un vaso de vino blanco.

b. Dorar los ajos junto con los caparazones de los langostinos. Una vez hechos, retirar y reservar.

c. Picar la cebolla. En el aceite de cocción de los ajos y los langostinos, sofreír la misma, junto con una hoja de laurel, el pimiento, la guindilla cayena y unos ajos. Cocinar durante unos 10 minutos.


 

d. Añadir a este sofrito una cucharada de pimentón dulce y los tomates triturados. Seguir sofriendo hasta que el tomate esté al punto.


 

e. En un recipiente ponemos el puerro, la zanahoria, las cascaras de los langostinos y un cacillo del caldo de la cocción de los garbanzos. Batir enérgicamente y colar.

f. Cuando los garbanzos estén tiernos, colocarlos con mimo sobre el sofrito obtenido, verter el caldo de la cocción y rectificar de sal.

g. Por último, agregar las almejas y los mejillones.


 

h. Cocer el conjunto durante unos cinco minutos a fuego medio.




¡Buen provecho!!!!

la cuina de vespres

 




Acelgas rehogadas con patatas y pimentón

Ingredientes para 2 personas:

4 patatas pequeñas
Sal al gusto
350 g de acelgas frescas
3 dientes de ajo
2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
Una pizca de pimienta negra molida
1 cucharada pequeña de pimentón de la Vera dulce.

Elaboración:

1. Lavar las patatas. Las introducimos en un cazo con agua, hasta cubrirlas por completo, y añadimos un poco de sal. Las llevamos a ebullición y las cocemos hasta que al pincharlas con un cuchillo, la patata no ofrezca resistencia.



2. Mientras tanto, lavamos y troceamos, “grosso modo”, los 350 gramos de acelgas, les retiramos la parte más gruesa del tallo o penca y nos quedamos con las hojas.

3. Llevamos a ebullición una olla con agua y una pizca de sal. En ese momento, añadimos las acelgas troceadas y las cocemos durante 10 minutos. Escurrimos el agua de la olla y las reservamos.


 

4. Pelamos los tres dientes de ajo, les retiramos el germinado y los laminamos. Los echamos en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva y los doramos ligeramente a fuego medio.

 


5. Una vez cocidas las patatas, las sacamos del recipiente y esperamos unos minutos a que atemperen para pelarlas y cortarlas en trozos de bocado. Las añadimos a la sartén con los ajos dorados. Mezcla y rehoga durante cinco minutos

6. Agregamos a la sartén una cucharadita de pimentón de la Vera dulce, mezclamos para que se integre con las patatas y las rehogamos a fuego medio durante 5 minutos.

7. Agregamos las acelgas cocidas que teníamos reservadas, salpimentamos y volvemos a rehogar unos minutos más.


 
8. Podemos servir las acelgas con patatas y pimentón directamente en la sartén, o bien presentarlas en cazuela de barro.



¡Buen provecho!

10 de des. 2021

la dona que buscava, 10

 




“Va caminar pel carrer mirant els aparadors. Es feia fosc de pressa, els llums del carrer i les botigues ja eren encesos i no tenia ganes de tornar a casa, Caminant sola, examinava minuciosament les cares dels que passaven. Ja addicta a aquest estrany costum de comparar homes, les seves faccions, els seus moviments, la seva estatura, amb en Farid. Era addicta també a una cosa encara mes rara: fer prediccions i després convèncer-se de la possibilitat que esdevinguessin realitat. Mentre caminava pel carrer, podia dir-se: “Passaran tres cotxes particulars seguits per un taxi. Miraré dintre el taxi i hi veuré en Farid assegut.” Llavors es posava a comptar els cotxes que passaven i quan la predicció no es complia es mossegava el llavi superior i pensava: “Qui deia, de tota manera que seria realitat? Només es una il·lusió.” Continuava el seu camí i al cap d'una estona se li acudia una altra predicció diferent.

Al final del carrer Qasr al-Nil una multitud s'havia reunit al voltant d'un cotxe. Va sentir una veu que deia: “Ha mort un home.” Va trobar-se empenyent, panteixant i tremolosa, fins que va arribar al cos ajagut a terra. Va mirar-li la cara. No era en Farid. Lentament, pesadament, va obrir-se camí fora de la multitud.

Va deixar el carrer Qasr al-Nil i va dirigir-se cap al carrer Suleiman que estava molt animat, però no va veure ningú. Els seus pensaments eren lluny i només percebia els cossos que la rodejaven com a part dels límits exteriors que la separaven de la massa vasta i bategant del món, sabent instintivament que aquell cos ocupava aquell tros de carrer i que havia d'evitar xocar-hi.

Llavors li va semblar que algun obstacle s'interposava al seu camí. Va aixecar el cap i va veure una cua de gent al llarg del carrer; ella s'hi va afegir.

La cua va moure's gradualment endavant fins que va deixar-la davant d'una taquilla. La Fouada va comprar una entrada i va anar amb els altres cap a la porta d'un vestíbul fosc. La llum d'una llanterna va projectar-se sobre la seva entrada i va seguir-ne el cercle de llum fins que va arribar a la butaca que li pertocava.

La pel·lícula acabava de començar. A la pantalla, un home i una dona s'abraçaven en un llit. La càmera va apartar-se d'ells cap al peu d'un home que es veia sota el llit, i després va tornar cap a l’home i la dona que encara s’abraçaven i es feien un llarg petó. Alguna cosa va pujar formiguejant per la cama de la Fouada i, sense treure els ulls de la pantalla, s'ho va treure de sobre.

A la pantalla el petó es va acabar i l'home va vestir-se i va sortir. La dona va dir una cosa, l’altre home va sortir de sota el llit i l’abraçada va tornar a començar.

Va tornar a sentir el formigueig que li pujava. No es notava com una mosca, sinó mes aviat com un escarabat, ja que no voleiava sinó que s’arrossegava lentament cama amunt. Desitjant no perdre's res de la pel·lícula, va mantenir els ulls a la pantalla, allargant el brac, a la fosca per agafar l’insecte abans que s'enfilés fins al genoll. Però els seus dits van tancar-se sobre una cosa sòlida i amb terror va mirar a la seva mà i va trobar que havia enxampat el dit de l'home assegut al seu costat. Va aguantar el dit, mirant-lo a ell enfadada. Però ell no es va girar cap a ella sinó que va continuar mirant la pantalla totalment absort, com si no la veiés, i com si el seu dit no hi tingues res a veure. Ella va tirar-li el dit a la cara de manera que quasi va ficar-1'hi a l'ull, però ell va continuar mirant la pantalla com si res. Es va aixecar, va aixecar-se fent tentines i va sortir del cinema.”



La dona que buscava
Nawal El Saadawi
traducció: Agustí Balaguer
Proa, 1998
pág: 85-87

9 de des. 2021

la dona que buscava, 9

 




“Al cap de cinc dies, el laboratori estava a punt. S'esqueia dimarts a la tarda i la Fouada baixava pel carrer Qasr al-Nil cap al laboratori portant un paquet amb provetes i tubets de goma. Va parar a la vorera esperant amb altres el senyal per creuar el carrer.

Mentre esperava que es poses verd, va mirar cap a la façana de l’edifici del davant. Les finestres, els balcons, les portes i els espais de les parets eren plens d'anuncis, que portaven els noms de metges, advocats, economistes, sas­tres, massatgistes i altres professionals. Els noms, en grans lletres negres sobre blanc, semblaven, va pensar, la pàgina d'esqueles d'un diari. Va veure el seu nom —Fouada Khalil Salim— en lletres negres a dalt de tot d'un rètol... i el cor li va fer un salt, com si el que llegís fos la noticia de la seva mort. Però sabia que no havia mort; estava paada al semàfor, esperant que es poses verd, podia moure els braços. Quan va moure els braços, un va colpejar a un home que era al seu costat amb tres homes mes. Tots quatre miraven la façana de l’edifici, llegint els anuncis. Va imaginar-se que miraven concretament el seu nom i va encongir-se incòmoda dintre l'abric. Li va semblar que ja no era el seu nom el que estava escrit en lletres amb pin­tura negra sinó una cosa íntima, com ara els membres del seu cos. Davant dels ulls dels homes mirant el seu nom, va sentir, de manera confusa, que li examinaven el cos despullat exhibit en una finestra. Quan van canviar els semàfors, va esquitllar-se entre els altres vianants per dissimu­lar i va recordar un incident del primer any de primària. El professor de religió, amb el nas prim i de ganxo com el bec d'un ocell, era davant la classe de nenes entre sis i vuit anys exposant els coneixements religiosos que s'escauen a la modèstia femenina. Aquell dia va dir que la dona havia de tapar el seu cos perquè era privat i no ha­via de parlar en presencia d'homes desconeguts perquè la seva veu i tot en la dona era privat. També el seu era pri­vat i mai no havia de ser pronunciat en veu alta davant un home desconegut. Posant un exemple, va afegir: “Quan, i només en cas d'extrema necessitat, he d'esmentar la meva dona en presencia d'homes, mai no pronuncio el seu nom real.”

La Fouada, la nena, l'escoltava sense entendre un borrall del que deia però en canvi llegia les faccions del pro­fessor mentre parlava. Quan va dir la paraula “privat”, ella no va entendre'n el significat, però va sentir per l'expressió d'ell que volia dir una cosa lletja i obscena, i es va encongir en la cadira, afligida per la seva pròpia feminitat. El dia podria havia passat tranquil·lament, com qualsevol altre dia, però el professor de religió va decidir preguntar-li a ella el significat del que havia dit... Ella va aixecar-se tremolant de por i, un cop dreta, no sabia com, se li va esca­par l'orina entre les cames. Els ulls de totes les noies van girar-se cap a les seves cames molles, ella volia plorar però tenia massa vergonya”



La dona que buscava
Nawal El Saadawi
traducció: Agustí Balaguer
Proa, 1998
pág: 70-72

8 de des. 2021

la dona que buscava, 8

 
“Todos los fundamentalismos engendran división, lucha, racismo y sexismo [The Nawal-el-Saadawi Reader p. 93]. Ayudan al imperialismo internacional a mantener el control y a vencer la resistencia popular a las políticas que llevan a la guerra y aumentan la explotación [Ibidem p. 93] Y vuelve a insistir: los fundamentalistas y otros grupos fanáticos adquieren poder político en los países árabes por mediación de gobiernos que les ayudan secreta y abiertamente a luchar contra el ala izquierda o contra los grupos socialistas [...] les dan acceso a los medios, especialmente TV, y, bajo el nombre de la democracia, les permiten sacar periódicos y revistas. Los grupos fundamentalistas elaboran eslóganes revolucionarios contra Occidente. Y la existencia del fundamentalismo israelí es un espolón, el mayor, para el cultivo de fundamentalismos islámicos.

Cuando los movimientos fundamentalistas se hacen fuertes, quienes más sufren son las mujeres, las mujeres pobres, porque estos movimientos dirigen sus ataques contra las mujeres y los grupos minoritarios. Lo mismo que los grupos fundamentalistas judíos, los grupos islámicos tratan de volver a conducir a las mujeres al velo, a la casa, a la dominación de los maridos. Hoy en Egipto el código de familia las reduce a la condición de esclavas —estamos en 1994— de sus maridos por la ley de obediencia —en 2006 se ha abolido—. Pero ellos se pueden divorciar y practicar la poligamia.

El velo es el aspecto visible del fundamentalismo islámico (las de upper classes se enjoyan y maquillan bajo el velo, y enseñan un poco la cara). La auténtica identidad se basa en desvelar nuestras mentes, no en velar nuestras caras. Esta misma posición mantiene en enero de 2004, en una entrevista al periódico La Vanguardia. Saadawi se rebela contra el multiculturalismo: “¿Cómo la auténtica identidad puede ser reducida a un trozo de tela?”. Argumento, una vez más ilustrado: la identidad está en el espíritu que es producto de la mente y los sentimientos.

No obstante, aquí Saadawi es muy cauta; no quiere herir susceptibilidades solamente por un rasgo de conducta, prefiere enfrentarse por conjuntos de rasgos que presentan mayor urgencia política.

Se declara también opuesta a los nacionalismos —léase feminismos nacionalistas—: “sacrificar a las mujeres a la liberación nacional es un error de los que confunden el capitalismo con el patriarcado, cuando el capitalismo sólo es una forma de patriarcado. Los partidos de izquierda suelen sacrificar a las mujeres para aplacar a los grupos más conservadores, como sucedió en Egipto con el código de familia en 1985; las mujeres perdieron algunos derechos, aunque todos los partidos —derecha e izquierda—, menos los islamistas, estaban contra el código de familia del 79”.

Su propuesta para solucionar el problema de los fundamentalismos consiste en desenmascarar las verdaderas causas, laicizar el problema:

“Los movimientos fundamentalistas son una máscara de otras batallas y una distorsión de las religiones [...] hay que crear y hacer una interpretación ilustrada de las diferentes religiones [...] El Dios a ojos del opresor es diferente del Dios a ojos del oprimido”.

En el discurso inaugural de la 22 conferencia anual de la Asociación Literaria Africana (1996) inicia Saadawi su intervención con esta pregunta:

“¿Por qué siguen preguntándome por mi identidad? En Europa y en América del Norte, cuando me invitan a una conferencia siempre me preguntan por mi identidad africana, ¿por qué estas preguntas siempre se hacen en Europa o en Norteamérica? ¿Por qué la identidad americana no se cuestiona? Parece que la política de la identidad es —y no debería serlo— una exclusiva de los neo-colonizadores [...] Hoy mi identidad es tabú”.

Es decir, denuncia y rechaza la heterodesignación practicada por los occidentales para quienes identidad árabe, no es algo políticamente correcto. Ahora —denuncia— con el posmodernismo, mi identidad pasa a ser Middle eastern (lo que incluye Israel, Turquía y quizá Irán); la “nación árabe” ya pasó. Ahora se hacen clasificaciones (que son divisiones) postmodernas para mejor controlar.” Hasta me preguntan si siendo egipcia me considero africana. Y, es que:

“La identidad es un discurso y es fundamental saber quién hace uso de él, quién decide, quién pone las etiquetas, dónde me lleva”.

En nombre de un “universalismo de la humanidad” a la pobre África se le pide suprimir sus limitaciones, remontar el vuelo hacia los siempre amplios horizontes del posmodernismo donde cada cosa está fragmentada, difusa, desparramada para ventaja de un grupito de gente rica, porque quienes deciden la distribución del mundo son las multinacionales económicas. Observa Saadawi que es curioso que el movimiento hacia la globalización de la cultura no se contradiga con la tendencia postmoderna a la fragmentación cultural y los esfuerzos por la identidad. Son dos caras de la misma moneda: para la unificación del poder económico y cultural en lo alto es necesario fragmentar el poder en lo bajo.

Denuncia cómo el neocolonialismo ha unido las nociones de modernización y liberalización con el consumismo, el turismo sexual. La pornografía, los cuerpos desnudos de las mujeres en los anuncios, etc. Y al mismo tiempo auxilia y anima a los movimientos fundamentalistas directamente o por intermediarios.

Y afirma que las mujeres son las primeras víctimas de esta manipulación, de este doble juego: como consumidoras y objetos sexuales se les pide ser más liberales y más modernas: las mujeres de las élites urbanas, las que trabajan y tienen independencia económica etc; mientras a la masa de mujeres egipcias o árabes en las áreas urbanas y rurales se les dice que se queden en casa, que se pongan el velo, que sigan las prácticas religiosas tradicionales, etc. En resumen: una combinación de aculturación occidental y adoctrinamiento religioso es la diaria nutrición de las mujeres, niños y hombres en estos países a través de los mass-media:

“Para mantener la economía global de los pocos, de las multinacionales, debe darse una unificación máxima entre los pocos, muy muy pocos. Pero entre los muchos [...] en África, no debe haber unidad. El pueblo debe estar dividido, fragmentado, confuso. Y nuevos slogans, nuevas buenas causas deben buscarse para tapar los huecos: “Identidad”, “multiculturalismo”, “respeto por las otras culturas”, la lista va engrosándose; en cuanto desvelamos una palabra, aparece otra para sustituirla. Así nuestros pueblos africanos siguen perpetuamente confundidos, nuestros intelectuales africanos, nuestros pensadores y escritores se ven arrastrados por el tumulto. En vez de luchar por una identidad económica, por una identidad política y por una identidad cultural en vez de establecer vínculos entre ellos, olvidan que no hay cultura sin una economía que la sostenga, sin instituciones políticas que la defiendan, sin un país en el que pueda echar raíces. Esas “culturas” (posmodernas) e “identidades” están condenadas si no tienen una base material, condenadas a consumirse. La lucha por la identidad es una lucha total; lo mismo que la lucha por mi identidad personal depende de mi integridad, de mi originalidad, de mi mente, de mis pensamientos, pero también de mi existencia material, mi independencia económica mi capacidad de ganar y de producir.”

Para Saadawi no puede haber auténtica cultura sin base material. Y por eso la cultura africana se ha convertido en cultura-espectáculo, en festival para el primer mundo. Efectivamente, es lo que podemos ver en algunos espectáculos, no ya solamente folclóricos, sino también cinematográficos, como algunas películas donde se nos suministra el argumento entre gentes africanas bullendo en música folclórica y vestimenta colorida.”

La figura de Nawal-el- Saadawi en el 
feminismo egipcio posterior a Nasser
por Teresa López Pardina
Doctora en Filosofía y miembro del 
Instituto de Investigaciones Feministas 
de la Universidad Complutense de Madrid.
en Feminismo y multiculturalismo, nº47 2007