29 de nov. 2022

las hermanas grimes i 4

 


Las hermanas Grimes

por Mari Luz Rodríguez
el inconformista digital
03/03/2010

    "Ambientada en el Nueva York de la década del 30 a la del 70, al que llegan los ecos de la Segunda Guerra Mundial y el psicoanálisis, Las hermanas Grimes narra el viaje de la inocencia a la experiencia. Con un gran dominio narrativo, el autor Richard Yates va sorteando todo tipo de situaciones, ambientes y personajes adentrándonos al fondo de la psique de las dos hermanas protagonistas y su discontinuo devenir en la carrera de la vida, a veces mezquina otras veces apasionada o quejumbrosa.

    Como telón de fondo Yates recrea diversas ciudades y poblaciones de Norteamérica: Nueva York, Main, Colorado, etc. por donde la protagonista principal de la novela, la hermana menor Emily, va viviendo sus diferentes etapas vitales y amorosas.

    Yates es un autor que tiene la facilidad de sumergirnos en el mundo de la clase media americana con sus problemas y frustraciones del día a día, de hecho si algo ha caracterizado a este escritor es que ha sido el narrador por excelencia del fracaso del sueño americano del ciudadano medio.

    El libro versa acerca de la relación entre las dos hermanas Grimes, y sus diferentes estilos de vida y el rumbo dispar que sus vidas toman. Aunque nunca llegan a ser antitéticas, sí el autor resalta las claras diferencias entre ambas que se hacen más patentes a lo largo de los años y cuyo círculo vital se cierra de forma elíptica acercando su modo de vivir y pensar en el último tramo de sus vidas.

    El argumento central se desarrolla en el Nueva York de los años 30. Sarah y Emily Grimes son hijas de un reportero frustrado y de Pookie, una mujer simplona y parlanchina con aspiraciones de clase. Tras la separación del matrimonio, las niñas se quedan con su madre, que comienza con una larga peregrinación por distintos empleos y domicilios. Esta vida errática, itinerante e inestable emocionalmente va esculpiendo el carácter de las dos niñas. Sarah, la mayor, hace suyas las aspiraciones de su madre: encontrar un marido maravilloso, vivir en una casa deliciosa y tener hijos. La menor Emily, por su parte, es la independiente, la liberal, la que aspira a ir a la universidad y tener una carrera. Ambas parece que por lo menos en la «forma» consiguen lo que quieren. Sarah se casa con un hombre que parece casi perfecto, se muda al campo y tiene hijos, mientras que Emily consigue mediante una beca universitaria, estudiar literatura y entrar a trabajar en una agencia publicitaria, conociendo por el camino a un buen número de hombres.

    El relato, limpio y afilado como un bisturí, nos cuenta la vida de las dos hermanas, desde la niñez hasta su madurez. Yates comienza a narrarnos su existencia, con la indefensión y la calidez de la niñez, la esperanza y la confusión de la juventud, la lucha por la supervivencia de los años adultos y la desolación de la madurez de las protagonistas, dos mujeres comunes y cotidianas. Nos retrata a las hermanas Grimes como humildes heroínas de la vida vulgar, diseccionando sus vidas sin aspavientos ni sentimentalismos, retratando la vida de estos dos seres humanos atrapados en la telaraña de los prejuicios sin crudeza sólo con sobrecogedora elocuencia. Sarah y Emily buscan desesperadamente el amor en todas sus facetas tanto profesional, como fraternal, filial y amorosamente; mientras Sarah se mueve en la dependencia obsesiva y angustiosa de la búsqueda de un hombre a su lado, el personaje de Emily evita sentirse sola llenando su vida con amantes variopintos que le rediman de su soledad y dependencia afectiva, pero que no logran salvarla de la soledad sino que consiguen arrastrarla a la desdicha y a otros infiernos paralelos.

    El libro sigue pues un orden cronológico y se estructura según las diferentes etapas vitales de las protagonistas. En la parte inicial el autor se centra en la infancia de las hermanas, en la separación de sus padres y sus respectivas vidas; las dos hermanas sufren la separación física y emocional del progenitor y la dominación absorbente de la madre con las repercusiones negativas que esto conlleva. A lo largo de la narración podemos ver la diferente evolución física y psicológica de las dos hermanas y como el curso de la vida las va distanciando y acercando gradualmente según los diferentes acontecimientos que se desarrollan. En esta etapa de desarrollo inicial Yates nos muestra la personalidad activa y dominante de Sarah en contraposición al carácter dócil y dependiente de Emily. En la segunda parte del periplo vital correspondiente a la adolescencia, las dos hermanas siguen evolucionando de manera dispar: la grácil y esbelta Sarah y la aniñada y poco definida Emily.

    A pesar de todos sus deseos de independencia, observamos en la novela como la protagonista principal, que es la hermana menor Emily, se asemeja más a su madre y a su hermana de lo que quiere reconocerse. Sin ser plenamente consciente de ello busca una vida tan perfecta y ordenada, tan de color de rosa como la que (aparentemente) disfruta su hermana. Nada le parece lo bastante bueno, ningún trabajo, ningún hombre, ninguno de sus intentos por conseguir sus sueños… Al principio todo parece prometedor e idealizado para revelarse a la postre como descorazonador y perecedero. Al final, a fuerza de equivocarse, Emily abandona sus sueños de perfección. Se carga de tristeza y rencor contra todo y todos los que la rodean y comprueba que la perfección resulta inalcanzable. En el clímax dramático de Las hermanas Grimes, Emily, infatigable en su lucha por sacudirse de encima la carga de ser la hija desatendida de un padre decepcionante y una desestabilizada madre a la que se parece demasiado, e imán para hombres apresados en el discurso del “yo”, entiende por fin que su problema es que no se diferencia apenas nada en ese afán de búsqueda de afecto como le ocurría a su madre y su hermana y eso a pesar de ser más independiente y liberada, pero al final llega a encontrarse con cincuenta años, sola y sin amigos. Mientras su hermana Sarah se casa por amor y se niega a divorciarse a pesar de la desilusión que le invade por tener un marido al lado que le maltrata y subyuga y unos hijos que le ignoran por completo.

    En estas dos primeras partes, la madre (Pookie) siempre aparece como una figura dominante, absorbente y como un ser que en ocasiones te inspira lástima y en otras repulsión. En este personaje la pluma del escritor es donde se convierte en más crítica y afilada al mostrar el resultado nefasto que conlleva y que acarrea en el ser humano y en la sociedad los estereotipos, prejuicios y convencionalismos que rigen las normas de una sociedad norteamericana llena de prejuicios y puritana. El personaje de Pookie engloba todos estos rasgos y es el paradigma de esta sociedad cínica y desmoralizante. Pero incluso con las personas más antipáticas de su mundo literario el autor no cede al maniqueísmo y las retrata en su absurdo y decadente mundo bien para que nos compadezcamos de ellas o las disculpemos. El personaje se mueve entre lo grotesco y pantomímico. La última parte correspondiente a la madurez de las protagonistas se corresponde al mayor acercamiento psicológico entre las hermanas, es cuando se parecen más en sus desilusiones, miedos e inseguridades.

    El libro es un drama de tono intenso que se prolonga a lo largo del tiempo y que abarca toda la vida de las protagonistas y los seres que la rodean. Las hermanas pasan por una serie de malos tragos en nada ajenos a lo que cualquier persona puede experimentar en sus propias carnes: el envejecimiento y muerte de los padres, la mudanza de carácter de las parejas, los trabajos que se revelan infructuosos, los miedos e inseguridades que les acechan, la continúa postergación de ciertos sueños… La familiaridad de los baches que sufren las Grimes, el modo natural como se suceden y la forma en que es mostrado el paso del tiempo hacen que esta novela se lea con rasgos biográficos para muchos lectores.

    Respecto al autor, Richard Yates nació en Yonkers (Nueva Cork) en 1926. Debido a la separación de sus padres, su infancia fue difícil debido a la enemistad feroz entre ambos e itinerante transcurriendo en diversas localidades. Estudió en Avon (Conneticut), después de lo cual se alistó en el ejército, luchando en Francia y Alemania en los años 40 y 50. Contrajo la tuberculosis en la Segunda Guerra Mundial, forzando una larga convalecencia en un hospital y un período de vida en Francia. A su regreso a Estados Unidos en 1953, comenzó a ejercer de periodista y profesor de literatura y en 1961 publicó su célebre libro Vía Revolucionaria, novela adoptada al cine en el año 2008 por Sam Mendes y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet; la novela fue aclamada por la crítica y fue finalista del prestigioso “National Book Award” pero fue un incomprensible fracaso de público, al igual que todos sus libros, ya que ninguno de ellos vendió más de 12.000 ejemplares. Entre sus principales obras destacan además de las ya citadas: Cold Spring Harbour, A good school, Young hearts crying, Disturbing the peace, etc. Su vida, marcada por el alcohol, estuvo llena de altibajos. Se divorció dos veces y tuvo tres hijas. Su faceta de escritor de novelas, la alternó con la realización de los discursos de Robert Kennedy y cuando se mudó a Hollywood escribió varios guiones. Luego se dedicó a la enseñanza literaria en la Universidad de Iowa y otras ciudades, hasta instalarse en Tuscaloosa en 1991. Murió a causa de un enfisema en Alabama, el 7 de noviembre de 1992.

    Autor de culto para una nueva generación de lectores por la afinidad que muestra con la de sus propias vidas, como hemos comentado, no cosechó mucho éxito en vida, más bien sus creaciones literarias pasaron sin pena ni gloria pasando a endosar la vasta lista de autores denostados por el éxito y aplaudidos y reconocidos con el paso de los años. Este olvido fue universal durante años, de hecho sus novelas estaban descatalogadas en su país los primeros años tras su muerte, por la escasa acogida entre el público. Puede decirse que su prestigio fue resurgiendo, como en tantos otros casos, sólo de forma póstuma, empujado por las alabanzas de críticos, colegas de profesión y otras personalidades (como Clint Eastwood confeso idólatra del escritor) que no han dejado de reivindicarle.

    Una de las cualidades de su narrativa es que nos sacude, nos golpea con su plasmación de la vida y realidad humana y nos planta, desnudos, ante el espejo, mostrándonos todo tal y como es, con sus imperfecciones y realidades. Todos estamos expuestos a vernos reflejados ante al espejo de Yates. En su obra no hay artificios ni adornos, su prosa es limpia y diáfana. No hay búsqueda de la grandeza, porque sus héroes son de carne y hueso y sus vidas se rompen, sin sentimentalismos. Sus novelas hablan de personas atrapadas, a la deriva, frustradas, llenas de miedo y desilusión, que se traicionan a sí mismas y se dejan arrastrar hacia donde les lleva la corriente, rodeándose de gente que no saben escapar de su propia mediocridad y hastío. Vidas humanas, sobrecogedoras por su cercanía y por la crudeza de sus historias. Toda su narrativa está impregnada de ese aroma negativista y pesimista que inundó tanto su vida como su prosa; no esconde que para él la existencia es una decepción, un fraude, ya que la mayoría aspiramos a una existencia mejor, estamos llenos de sueños, pero nos engañamos a nosotros mismos constantemente, nos creemos distintos a la mayoría de los mortales pero simplemente vamos renunciando, día a día y ahí llega la frustración, el desencanto, que fácilmente puede tornarse en fatalidad. Otro de sus temas recurrentes es la soledad intrínseca del individuo: la mayor parte de los seres humanos están irremediablemente solos, ahí es donde reside la tragedia, una tragedia, que en manos de Yates duele y conmueve como pocas, porque destila verdad.

La época retratada en sus novelas, los años 50, es la del escapismo, la del conformismo más simplón, uniforme y acomodado. Sus historias se centran en la fragilidad y la desesperación del carácter humano, historias teñidas de pesimismo y caracterizadas por un intenso estudio de la sociedad estadounidense decepcionada tras la posguerra y el fracaso del “sueño americano”."


28 de nov. 2022

las hermanas grimes, 3


 

no, no lo veo

por Jon Bilbao
Clarín, revista de nueva literatura
12/03/2009

    "Los cinéfilos agraciados con el don de almacenar información inútil —lo que incluye a muchos o a casi todos— quizá recuerden una escena de Hannah y sus hermanas en que Barbara Hershey agradece a Michael Caine que le haya prestado un libro de Richard Yates titulado Desfile de Pascua. Bien, pues Desfile de Pascua y Las hermanas Grimes —novela objeto de la presente reseña— son el mismo libro. El motivo del cambio de título puede ser, quizá, que la novela está protagonizada por dos hermanas que se apellidan Grimes. Otro motivo puede ser que de esta forma el título suena más femenino, y como las mujeres son las principales clientas de las librerías…

    Las tripas de la novela, eso sí, siguen siendo las mismas. Y es una suerte, porque se trata de una obra más que notable. Es comprensible que Barbara le agradezca a Michael el habérsela prestado.

    Nueva York, años treinta. Sarah y Emily Grimes son hijas de un reportero frustrado que trabaja como copista en un panfleto reaccionario y de Pookie, como le gusta que la llamen, una mujer parlanchina, que hace gala de unas injustificadas aspiraciones de clase y cuyos adjetivos preferidos, repetidos hasta el extremo de perder todo su sentido, son «maravilloso» y «delicioso». Tras la separación del matrimonio, las niñas se quedan con Pookie, que empieza una peregrinación por distintos empleos y domicilios. Sarah, la mayor, hace suyas las aspiraciones de su madre: encontrar un marido maravilloso, vivir en una casa deliciosa y tener hijos que sean ambas cosas. Emily, por su parte, es la independiente, la liberal, la que aspira a ir a la universidad y tener una carrera. Ambas consiguen lo que quieren. Sarah se casa con un hombre que se parece a Laurence Olivier, se muda al campo y se reproduce en tres ocasiones. Emily consigue una beca universitaria, estudia literatura y entra en una agencia publicitaria; por el camino conoce a buen número de hombres. Si las Grimes deben considerarse afortunadas o no por lograr sus aspiraciones es decisión del lector.

    Si en Vía Revolucionaria, su novela más conocida, Richard Yates presentaba un drama de tono intenso, concentrado en un puñado de personajes y en un tiempo y un decorado muy limitados, el drama de Las hermanas Grimes es sordo y extensivo. Afecta a Sarah y Emily, a sus padres, a la familia que forma Sarah y a las sucesivas parejas de Emily, además de prolongarse durante décadas. Vía Revolucionaria dispone de un clímax trágico que, a nivel narrativo, permite que la tensión acumulada se libere. Eso no sucede en este caso. Las hermanas pasan por una serie de malos tragos en nada ajenos a lo que cualquier persona puede experimentar: el envejecimiento y muerte de los padres, la mudanza de carácter de las parejas, los trabajos que se revelan infructuosos, la continua postergación de ciertos sueños… La familiaridad de los baches que sufren las Grimes, el modo natural como se suceden —no por previsible menos sobrecogedor— y la forma en que es mostrado el paso del tiempo —como agua sucia que corre entre los dedos dejándolos cubiertos por una película desagradable— hacen que esta novela se lea con un nudo en el estómago. Un nudo que nunca se destensa. Pero gracias al buen oficio de Yates no dejamos de pasar las páginas.

    Lo que mayor desasosiego produce es el discurrir del tiempo. En poco más de doscientas páginas, Yates concentra la vida de varias personas, y en particular la de Emily, la hermana pequeña y personaje central de la novela. Pero lo peor no es la rapidez con que se suceden los acontecimientos, sino su carácter infructuoso. O aparentemente infructuoso.

    A pesar de todos sus deseos de independencia Emily no es tan impermeable como piensa a los adoctrinamientos de su madre. Sin ser plenamente consciente de ello busca una vida tan perfecta y ordenada, tan de color de rosa como la que (aparentemente) disfruta su hermana. Nada le parece lo bastante bueno, ningún trabajo, ningún hombre, ninguno de sus intentos por convertirse en escritora… Al principio todo parece «maravilloso» y «delicioso» para revelarse a la postre como descorazonador, feo y perecedero.

    Cada vez que Emily se encuentra en una situación que la incomoda, la confunde o la frustra, o cada vez que la vida la deja en la cuneta, siempre dice lo mismo: «Ya veo». Pero no es cierto. En realidad no ve nada. No ve que sus sucesivas parejas llevan los defectos expuestos en la solapa: el universitario impotente, el poeta atormentado por su declive creativo, el ejecutivo que sigue enamorado de su primera mujer… Ella solo ve idealizaciones de lo que podría llegar a ser. Quiere que todo sea perfecto, como aquella foto que su hermana tiene colgada en el salón, en la que una Sarah adolescente y su marido igualito a Laurence Olivier, vestidos de gala, se sonríen uno al otro en la Quinta Avenida, bajo un sol primaveral, durante el desfile de Pascua. Una fotografía «maravillosa» y «deliciosa».

    Al final, a fuerza de equivocarse, Emily abandona sus sueños de perfección. Se carga de tristeza y rencor contra todo y todos los que la rodean. Y una vez más vuelve a equivocarse. Vuelve a no ver. Porque es cierto que la perfección resulta inalcanzable, pero hay personas y objetivos en los que confiar, y están ahí, presentes, desde siempre, solo hay que enfocar la mirada para verlos."

27 de nov. 2022

las hermanas grimes, 2

 



un ácido retrato social

por Javier Aparicio Mayeu
El País, 17/01/2009


    "Narrativa. Asociando su nombre al de Kate Winslet y Leo Di Caprio en la adaptación al cine de su novela más rutilante, Vía Revolucionaria (1961), Sam Mendes ha rescatado del olvido a Richard Yates, un cronista virtuoso de la sociedad americana y de sus rituales estilos de vida, durante la Era de la ansiedad surgida después de la Segunda Guerra Mundial, coetáneo de Capote, William Gaddis, E. L. Doctorow, Mailer, Gore Vidal o Kerouac y admirado por connaisseurs como William Styron, Saul Bellow, Raymond Carver o Clint Eastwood. El punto de vista desde el que acostumbra a contemplar a sus personajes, y su ironía un punto amarga, lo sitúa cerca de Cheever, si bien su observación social lo acerca a Salinger o Updike. Sus padres se divorciaron y a Yates el alcohol y la subsistencia le pintaron la vida de gris, por lo que intentó colorearla en las novelas y cuentos que escribió y ayudó a escribir en las universidades de Iowa o Boston: narradores empáticos que cuentan lo que ven apostados a pie de calle y a un palmo de sus personajes, un realismo escueto, evocador e interesado en las miserias domésticas -que, en sus relatos de Once tipos de soledad (1962), es precursor del futuro realismo sucio de Carver y Ford-, aprendido en viejas lecturas de Scott Fitzgerald, la construcción de diálogos-sacados-de-un-brillante-guión-de-Billy-Wilder (Sarah y Emily Grimes hablan de sexo como si fueran Anne Bancroft y Doris Day y ante una cámara), guiños de contextualización social de sus solitarios y mediocres personajes de clase media ("se quedó sentada largo rato mirando fijamente una Coca-Cola", tocando By by, love de los Everly Brothers, un taxi a Times Square, "los niños eran silenciados por la televisión", "¿Sentarse con las piernas cruzadas a hojear el Life mientras alguien se moría?").

(...)

    Las hermanas Grimes (1976), citada en Hannah y sus hermanas, contempla la soledad y el desvalimiento de dos hermanas a lo largo de cuarenta años de algo así como un estado del bienestar en perpetuo entredicho. Emily, cosmopolita, busca en sus affaires un refugio para su desaliento, mientras Sarah, más convencional, arrastra su tristeza por un matrimonio con un inglés con el que abandona Nueva York para embarrancar en otro suburbio. Detrás de su retrato neovictoriano, su madre, inspirada en la suya propia, y la sombra lejana de un padre alcohólico que decía ser más de lo que era en realidad.

    Yates, cuya narrativa temperada pero plástica con frecuencia resulta hipnótica, dispone toda una sociedad vacua y conformista bajo su objetivo, pero le interesa retratar a los personajes enfermos de ansiedad que la padecen, a los luchadores que estrellan sus ideales contra el muro social, a los iluminados por la ilusión que naufragan entre quienes profesan la indolencia en blanco y negro. "No lo transformes en un melodrama", pide uno de los personajes de Las hermanas. Y él le hace caso y no carga las tintas de su crónica porque sabe que la elocuencia de su estilo desapegado lo hace innecesario. Primeros planos para un crítico retrato social del Sueño Americano al que le ha sabido extirpar todo sentimentalismo, pero que mantiene intacta su tristeza, su lúcido sentido de la condición humana en la tragedia cotidiana."

26 de nov. 2022

las hermanas grimes, 1

 

Escribiendo con sangre

por Rosa Montero
El País, 30/05/2009


    "Si estás deprimido, lo que se dice verdaderamente deprimido, no leas Las hermanas Grimes , de Richard Yates. Todos los demás, melancólicos y tristones incluidos, deberíais leer inmediatamente esta novela, si aún no lo habéis hecho. Es un libro relativamente breve (224 páginas) que logra la rara magia de ser monumental. El relato, limpio y afilado como un bisturí, nos cuenta la vida de dos hermanas, desde la niñez hasta los cuarenta y muchos años de edad. Aunque sería más atinado decir que el relato nos cuenta simplemente lo que es la vida, punto. La vida de todos, con la indefensión y la maravilla de la niñez, la esperanza y la confusión de la juventud, la lucha por la supervivencia de los años adultos y la desolación de la madurez. Polvo y cenizas.

    Para Yates, la existencia es una pura decepción. Un trayecto conmovedoramente penoso. Ni siquiera es una gran tragedia: no olvidemos que sus protagonistas son dos mujeres comunes y cotidianas, humildes heroínas de la vida vulgar. Tanto en esta novela como en su primer libro, Vía revolucionaria, ahora puesto de moda por la película protagonizada por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet [Revolutionary Road], Yates muestra un finísimo instinto antisexista, un extraordinario entendimiento de las muchas limitaciones que la sociedad machista de los años cincuenta imponía a las mujeres. Son libros feministas en el mejor y más profundo sentido de la palabra, porque no son textos voluntaristas ni dibuja heroínas perfectas y admirables, sino que retrata con sobrecogedora elocuencia el destino innecesariamente cruel de unos seres humanos atrapados en la telaraña de los prejuicios.

    De manera que, en Las hermanas Grimes, Yates huye voluntariamente de lo grandioso. En su libro, la vida se rompe al final sin apenas ruido y la realidad se revela como un fraude, como un mediocre decorado teatral que acaba por despintarse y resquebrajarse, evidenciando su triste falsedad. Las existencias que describe son diminutas, pero están tan llenas de deseos y esperanzas como las de las personas más prominentes. El fuego de la vida arde igual para Alejandro el Magno que para el individuo más modesto, y esta mezcla tan humana de lo ínfimo y lo enorme es lo que hace que la obra de Yates resulte formidable. Como demostró Flaubert con Madame Bovary, los buenos escritores son capaces de hacer novelas muy grandes con personajes muy pequeños.

    Yo no creo y no quiero creer que la vida tenga que ser necesariamente así como la cuenta Yates, esa imparable decadencia, esa desilusión creciente, ese pequeño dolor que se te mete dentro y va creciendo insidiosamente como un cáncer. Pero el libro tiene tal veracidad y tal hondura que despierta inevitables ecos dentro de ti. Sin duda no todas las existencias son así, pero también es indudable que algunas sí lo son, y, en cualquier caso, todas participan de algún modo de un inevitable desencanto. La biografía del propio Richard Yates parece reflejar el ambiente de sus libros, esa tristura al mismo tiempo aguda y estoica. Por lo visto tuvo una infancia agitada, itinerante y difícil, con padres no sólo divorciados, sino ferozmente enemistados. Fue periodista, profesor, negro literario de Robert Kennedy y, desde que sacó su primera novela, Vía revolucionaria, a los 34 años, tuvo un gran éxito de crítica y un incomprensible y pertinaz fracaso de público: ninguno de sus libros vendió más de 12.000 ejemplares, una auténtica miseria para Estados Unidos, y un año después de su muerte ya estaba descatalogada toda su obra. Permaneció en el limbo de los olvidados hasta que, hace algunos años, los críticos comenzaron poco a poco a rescatarlo. Pero podrían no haberlo hecho; Yates y sus libros maravillosos podrían haberse perdido para siempre. Me pregunto cuántos grandes escritores estarán por ahí, flotando en la oscuridad de nuestra desmemoria.

    En cualquier caso, Yates debió de morirse sintiéndose más o menos fracasado. Algo debió de pasarle en la vida, algo tan fatal como lo que les ocurre a los protagonistas de sus libros, porque sus fotos muestran un cambio físico estremecedor entre el joven autor de 34 años de Vía revolucionaria y el hombre maduro que parece un anciano roto, aunque al morir tan sólo tuviera 66 años. Se divorció dos veces, tuvo tres hijas y falleció de enfisema. Me lo imagino fumando como un desesperado. O más bien desesperado, y por eso fumando.

    Gracias a la película, Vía revolucionaria ha tenido mucha más repercusión en todo el mundo, y sin duda en nuestro país, que Las hermanas Grimes. La primera novela de Yates está sin duda muy bien y habla del veneno del amor, de esa terrible paradoja por la cual muchas parejas, pese a desear ardientemente querer bien al otro y hacerle feliz, consiguen convertir su vida en un infierno. Es un libro poderoso e inteligente, una primera obra espléndida. Pero comparado con Las hermanas Grimes deja traslucir la juventud del autor. En los dieciséis años que median entre la publicación de uno y otro, Yates ha crecido hasta alcanzar una talla de gigante. Ha crecido al mismo tiempo que el grosor de su obra menguaba: Vía revolucionaria tiene 400 páginas. Más modesta en apariencia, Las hermanas Grimes llega, o eso me parece, mucho más al fondo de las cosas. Si la primera novela admira, ésta conmueve y conmociona. Con qué inmensa sabiduría consigue el autor dejar el relato en lo sustancial y pelar las palabras hasta alcanzar el tuétano. Sin aspavientos, sin sentimentalismos, Richard Yates disecciona la vida como si estuviera escribiendo la novela con su propia sangre. Tanta desnudez pone los pelos de punta."

23 de nov. 2022

concert de santa cecília

 



    Un any més l'Agrupació Musical de Cerdanyola del Vallès celebra Santa Cecília amb un concert al Teatre Ateneu. El proper dissabte, 26 de novembre, a les 19 hores podrem gaudir de l’espectacle “Vida de Santa Cecília” amb la Banda i Coral de l’Agrupació Musical de Cerdanyola del Vallès (AMCV)

    Vida de Santa Cecília és un concert hagiogràfic en el qual es presenta al públic la figura de Cecília de Roma, una noble de principis del segle II que fou martiritzada fins a la mort per defensar la seva fe. Els escassos relats històrics sobre la seva vida ens descriuen el seu vincle amb la música i en especial amb l’orgue, instrument amb el qual sovint se la representa. Aquest concert repassa la biografia de Cecília de Roma a través de les obres de diferents compositors i compositores, de Catalunya i d’arreu, que en diferents èpoques s’han vist inspirats d’una manera o d’altra pel llegat de la patrona de la música.

20 de nov. 2022

bárbara y patricia grimes

 



“Las otras hermanas Grimes” 

Dos cuerpos desnudos y congelados en la nieve: el misterio del brutal crimen de las hermanas que amaban a Elvis 

por Daniel Cecchini
infobae.com
23 de marzo de 2022

    Bárbara y Patricia Grimes, de 15 y 13 años, fueron al cine a ver una película de su ídolo preferido y no volvieron más. Sus cuerpos aparecieron casi un mes más tarde a la vera de una ruta, debajo de la nieve. La propia policía de Chicago contaminó la escena del crimen y los forenses nunca se pusieron de acuerdo en cómo las habían matado. Más de 50 años después un detective retirado logró descubrir al asesino, pero ya era tarde... 


    “Hacía varios días que Bárbara y Patricia Grimes venían pidiéndole a su madre que las dejara ir al cine para ver una vez más Love Me Tender, la nueva película de su ídolo indiscutido, Elvis Presley. A Loretta no le gustaba la idea. Por una parte, las finanzas de una familia de clase media baja, de padres separados con siete hijos, no daban para muchos lujos; por el otro, no le gustaba que sus hijas, de 15 y 13 años, salieran tarde durante el frío invierno de Chicago y volvieran de noche.

    El 28 de diciembre de 1956 cedió y se arrepintió por el resto de sus días. Loretta le dio dos dólares con cincuenta centavos a Bárbara, la mayor. Era suficiente para los pasajes de ómnibus hasta el Brighton Park Theatre, donde daban la película, pagar las entradas y, quizás, comprar alguna golosina. A último momento le dio cincuenta centavos más, por si querían quedarse a la función siguiente. Las chicas habían visto ya siete veces la película de Elvis, pero siempre la disfrutaban como si fuera la primera.

    A las siete y media de la tarde las despidió en la puerta. Antes, le pidió a Bárbara que cuidara a su hermanita y que volvieran antes de la medianoche, que no se entretuvieran por ahí. Era viernes y al día siguiente las chicas no tenían clases.

    Fue la última vez que las vio vivas. Esa misma noche empezaría a vivir una pesadilla que empezó con la desaparición de las chicas, continuó con el hallazgo de sus cadáveres desnudos casi un mes más tarde, la abrumó con las versiones sensacionalistas de la prensa y el desfile de presuntos culpables, y terminó consumiéndola sin poder saber quién o quiénes las habían secuestrado y asesinado.



    Loretta Grimes se preocupó cuando las chicas no llegaron a las 12 de la noche. Había calculado de si se quedaban a la segunda función estarían en casa unos minutos antes de la medianoche. Les pidió a Joey, de 17 años, que fuera con su hermana Teresa, de 13, hasta la parada de ómnibus a esperarlas.

    Los chicos vieron pasar tres transportes sin que sus hermanas bajaran y volvieron a la casa. Loretta no esperó un minuto más. Fue hasta la comisaría más cercana, en McKinley Park, y denunció la desaparición de Bárbara y Patricia.

    Por la edad de las chicas, la policía no esperó las 48 horas de rigor para empezar a buscarlas. Tal vez se hubieran escapado de la casa o ido a dormir a lo de algún amigo sin avisar a su madre, pero era poco probable. Esa misma noche, dos patrulleros recorrieron una y otra vez el camino desde la casa hasta el cine mientras otros policías entrevistaban a los choferes de los ómnibus. No las encontraron.

    El primer dato concreto lo tuvieron la mañana siguiente, cuando Loretta llamó, una por una, a las compañeras de colegio de sus hijas. Dorothy Weinert, que estaba en el mismo curso que Patricia, le dijo que las había visto en el cine. Más tarde, la chica les explicó a los detectives que las hermanas Grimes se habían sentado en una fila adelante y que conversaron un rato. Después de terminada la primera función, Dorothy volvió a su casa, pero Patricia y Bárbara le dijeron que se quedarían a ver de nuevo la película.

    La empleada de la taquilla del Brighton Park Theatre no las recordó al ver las fotos que le mostraron los policías, pero la encargada del kiosco les dijo que las chicas habían comprado un cartucho de palomitas antes de entrar a la segunda función. No las vio salir del cine, tampoco hablar con nadie.

    El departamento de policía del Condado de Cook inició una intensa búsqueda, de la que participaron cientos de agentes, y formó un grupo de tareas especial para centralizar y procesar todas las pistas que aparecieran.

    Interrogaron puerta por puerta a los vecinos del cine y de todo el trayecto del ómnibus –más de un kilómetro y medio– que debieron haber tomado para volver a su casa. Las fotos de las dos chicas estaban pegadas en todos los negocios y los postes de alumbrado de la zona y se repartieron más de 15.000 fotografías entre los transeúntes. La iglesia a la que concurrían Loretta y sus hijos hizo una colecta y ofreció una recompensa de mil dólares por cualquier información que permitiera hallarlas.

    Pasados unos días, se decidió dragar los canales de la ciudad, sin ningún resultado.

    Durante la primera semana prácticamente no hubo noticias, hasta que un adolescente dijo que las vio salir del cine y subir a un auto, probablemente un Mercury, que manejaba un hombre joven muy parecido a Elvis Presley.

    Ese testimonio, que luego fue corroborado por otros dos chicos, no llevó a ningún lado. En cambio, desató una tormenta de versiones sobre las chicas.

    La búsqueda policial sin resultados y la versión del conductor parecido a Elvis que habría recogido a las chicas provocó una ola de rumores que desviaron la atención del público.

    Los medios comenzaron a cuestionar el comportamiento de Patricia y Bárbara. Se dijo que se habían escapado de su casa para ir a un recital de Elvis Presley en Nashville, Tennesse, que estaban en una comunidad de jóvenes que imitaban el estilo de vida que el cantante mostraba en sus películas, e incluso que estaban con Elvis, escondidas en su mansión Graceland.

    Loretta no creía que las chicas hubieran abandonado voluntariamente su casa, pero la falta de resultados en la búsqueda y las noticias que se hacían eco de esas versiones la desesperaron. Hizo un llamamiento por radio y televisión: “Si alguien las retiene, por favor que las chicas me llamen”, rogó. Pero también dijo: “Si se fueron, las perdonaré desde el fondo de mi corazón”.

    Cuando se enteró de la desaparición de las chicas y del rumor que decía que podían estar escondidas en Graceland, la oficina de prensa de Elvis Presley sacó un comunicado desmintiéndolo de manera terminante y el propio cantante aprovechó una de sus presentaciones en la radio para dirigirse a Bárbara y Patricia: “Si son buenas fans mías –dijo el cantante frente al micrófono– vuelvan a casa y alivien la preocupación de su madre”.

    El 22 de enero de 1957 –más de tres semanas después de la desaparición de las chicas– subió la temperatura en Chicago y la nieve se comenzó a derretir. Leonard Prescott, un obrero de la construcción, salió de su trabajó, se subió al auto y condujó por un camino secundario llamado German Church Road en busca de su mujer, Marie. Estaba conduciendo cuando, detrás de un guardarail le pareció ver dos maniquíes que asomaban de la nieve. Como tenía prisa no se detuvo, pero de regreso, decidieron ir a ver qué eran “esas cosas color carne” que había visto.

    La primera en llegar fue Marie y Leonard debió sostenerla porque se desmayó. Momento en que vio que los “maniquíes” eran en realidad dos cuerpos desnudos y congelados.

    Los cadáveres de las hermanas Grimes yacían sobre un terreno plano cubierto de nieve, justo detrás del guardarail. Bárbara estaba tendida sobre el lado izquierdo, con las piernas ligeramente dobladas hacia el torso. Patricia estaba boca arriba, con el cuerpo encima de la cabeza de su hermana, y su propia cabeza girada a la derecha.

    La policía cerró la zona y fue a buscar a Joseph, el padre de las chicas, para que las identificara.

    -Son ellas – dijo y debieron agarrarlo para que no se lanzara sobre los cuerpos.

    A partir de ahí, la policía lo hizo todo mal. Mientras trasladaban los cadáveres a la morgue, unas 160 personas, entre agentes y voluntarios, recorrieron la zona en busca de evidencia. Si había algo que pudiera identificar al asesino, lo destruyeron.

    La autopsia se convirtió en una batalla campal entre los forenses, que no se pusieron de acuerdo ni en la fecha y en las causas de las muertes. Lo más probable, dijeron unos, es que hubieran muerto la madrugada del 29 de diciembre; para otros, cinco días después.

    Los informes toxicológicos determinaron que las chicas no habían consumido ni alcohol ni drogas. No se encontró ropa en la escena del crimen y los cuerpos estaban limpios, como si los hubieran lavado.

    Todos estuvieron de acuerdo en que Bárbara había tenido relaciones sexuales unos días antes de la muerte, aunque no pudieron definir si forzadas o no. Allí se formaron nuevamente dos bandos: unos querían poner ese dato en el informe mientras que otros preferían no hacerlo, por la “buena memoria” de la chica.

    Había heridas en los cuerpos, pero ninguna les pareció fatal. Terminaron acordando en definir las muertes como “asesinatos” pero lo insólito fue la causa: “Shock secundario por hipotermia”. Es decir, para los forenses, habían muerto congeladas.

    Uno de los peritos se negó a firmar el informe. Para el jefe de la Oficina Forense de Cook, Harry Glos, las habían matado a golpes. Dio una conferencia de prensa para sentar posición y allí dijo que había “numerosas señales de violencia en el rostro de las chicas”, que no podían adjudicarse a la obra de ratas sobre los cadáveres, como decía el informe. También sostuvo que las dos chicas habían sufrido “agresiones sexuales reiteradas” durante varios días.

    Después de esa conferencia de prensa, Glos se quedó sin trabajo.

    El caso se transformó en un estigma para la policía de Chicago. Los medios de comunicación la acusaban de ineficiente y la familia Grimes se quejaba de las conclusiones de la autopsia y de la investigación que no avanzaba.

    Debían encontrar culpables y salieron a la caza de sospechosos.

    El primero en caer fue Edward Lee “Bennie’' Bedwell, un vagabundo de 21 años del que se sospechoso por su parecido con Elvis Presley –en 1957 había decenas de miles de jóvenes que se vestían y peinaban como el cantante del momento – y la declaración errática del dueño de un restaurante que dijo que lo había visto con las chicas. Bennie confesó todo lo que quiso la policía, pero cuando le pidieron precisiones su versión de los hechos resultó delirante. Lo liberaron.

    El segundo sospechoso fue Max Fleig, un chico de 17 años que también confesó que había secuestrado y matado a las dos chicas. Aceptó, aunque era ilegal por ser menor de edad, que le hicieran una prueba con el detector de mentiras. No la pasó, estaba mintiendo.

    A Silas Jayne lo detuvieron porque era el propietario de un establo donde tres años antes habían aparecido dos niños asesinados. No había tenido nada que ver con el crimen anterior y tampoco con el de las hermanas Grimes. Su coartada fue confirmada por más de diez personas.

    Cinco meses después del asesinato de Bárbara y Patricia, la investigación iba de una frustración a otra. Hasta que el 27 de mayo, la madre de las chicas recibió una llamada telefónica.

    -Yo las secuestré, las desnudé y las maté. Sé algo sobre una de tus hijas que nadie más sabe, ni siquiera la policía. Los dedos de la menor estaban cruzados en los pies– escuchó decir a una voz de hombre que largó una carcajada antes de cortar.

    Era cierto y la policía no había filtrado ese dato.

    Fue la última pista. La investigación sobre la desaparición y las muertes de Bárbara y Patricia Grimes siguió abierta, pero durante casi sesenta años no aportó nada más.

    El detective Raymond Johnson, de la policía de West Chicago, siempre había querido escribir un libro. Se retiró del servicio en 2011 y empezó a repasar viejos casos de la ciudad hasta que se topó con el de las hermanas Grimes.

    Lo atrajeron esas muertes nunca resueltas y comenzó a investigarlas. No tardó en encontrar un dato que la policía de la ciudad no había tenido en cuenta y que podía llevar a descubrir la identidad del asesino.

    Un año después de la muerte de Patricia y Bárbara, un hombre llamado Charles Leroy Melquist fue detenido por el asesinato de Bonnie Leigh Scott, una chica de 15 años, cuyo cuerpo apareció decapitado dos meses después de haber sido secuestrada. La víctima estaba desnuda, igual que las hermanas Grimes, y el lugar donde encontraron el cuerpo estaba a unos 15 kilómetros de donde habían aparecido los cadáveres de las otras chicas.

    Revisando los archivos, Johnson descubrió también que Loretta Grimes había recibido otra llamada telefónica de un hombre cuya voz era la misma de la primera. La fecha de esta segunda comunicación coincidía con la de la desaparición de Bonnie. En esa ocasión, la voz en el teléfono dijo:

    -Cometí otro delito perfecto... Este es otro que los policías no resolverán.

    Loretta informó de la llamada a la policía, pero todavía no había aparecido ningún cuerpo. Cuando encontraron el cadáver de Bonnie Leigh Scott nadie conectó el caso con el de las hermanas Grimes.

    Con esos datos, más de cincuenta años después, el detective retirado fue a ver a sus colegas en actividad y les pidió que investigaran la conexión e interrogaran al asesino de Bonnie, si estaba vivo y podían encontrarlo.

    Llegó tarde: Charles Leroy Melquist había muerto apenas unos meses antes en la prisión del Estado donde cumplía una condena a cadena perpetua."

19 de nov. 2022

conferència antoni bernal

 





    Ayer, dentro del Festival Empíric de Literatura y Ciencia de Cerdanyola del Vallès, asistimos a la conferencia, impartida por el profesor Antonio Bernal González, “La Ciencia y el Quijote”, organizada por Vespres Literaris.

    El profesor Bernal dio respuesta en su conferencia a las preguntas: ¿qué sabía Cervantes sobre astronomía?,¿cuáles de esos conocimientos plasmó en su novela?, ¿son exactas las referencias astronómicas del Quijote?, 

    De su sabia mano, recorrimos la astronomía, la ciencia y la tecnología inmersas en El Quijote, obra cumbre de la literatura universal.






18 de nov. 2022

richard yates i 8

 

Cold Spring Harbor (1986)

Richard Yates


Methuen, 2005

178 páginas

(no hay traducción)



    La avería de un coche en Nueva York pone en contacto a los jóvenes Evan y Rachel, que de inmediato se sienten atraídos y no tardan en casarse. El flechazo irreflexivo construye planes secretos que intentan escapar de la trampa de la mediocridad y sueños que pronto se disiparán; la realidad acabará imponiendo sus severas reglas… Profundo conocedor de la sociedad estadounidense, Yates compone una trama de amor y desamor sobre el fondo de unas familias desencantadas, ajenas al famoso sueño americano y a sus ideales, aunque nos recuerda la necesidad de las ilusiones, pues la esperanza lo es todo cuando la vida se obstina en decepcionar.

    «Uno de los pocos novelistas norteamericanos del que se puede decir que posee una “visión de la vida”», 
The New York Times Book Review

«Como cronista del estilo de vida dominante en Estados Unidos desde los años treinta hasta finales de los sesenta, sólo es igualado por John Cheever»,

Boston Review

17 de nov. 2022

richard yates, 7

 


Mentirosos enamorados

(Liars in Love, 1981)

Richard Yates


traducción: Andrés Barba

Fiordo, 2018

296 páginas



    Tras la publicación de Once maneras de sentirse solo, Richard Yates esperó veinte años para dar a conocer su siguiente colección de ficciones breves. Entre 1961 y 1981, la inflexión patética de su literatura no cambió mucho; más bien se profundizó, se hizo más fiel a sí misma. Comparados con los anteriores, los relatos de Mentirosos enamorados son más extensos, más terminantes, menos permeables a la contingencia de una redención. Todas las malas decisiones ya han sido tomadas. Lo único que los personajes tienen permitido es vivir las consecuencias.

    El libro presenta siete soledades de un tipo muy particular: el que afecta a los que no saben querer, quieren mal, en realidad no quieren. El amor —o su reverso— toma aquí la forma de una tortura que incluye siempre a las dos partes, que difumina la frontera entre víctima y victimario.

    La unidad temática es visible, cercana a la peripecia de Revolutionary Road (1961). Al igual que en esa novela —con la que Yates hizo su ingreso en el mundo editorial y a la que Hollywood dio tratamiento cinematográfico —, en Mentirosos enamorados abundan los matrimonios en caída libre, las infatuaciones corrosivas, los artistas con ambiciones exageradas y talento insuficiente, los perdedores y los enfermos, la irrelevancia a la que están condenadas las vidas menores. La posibilidad de una mudanza, en general a París, el edén imposible, surge en más de un caso como un nuevo comienzo que jamás va a concretarse. Hay una insistencia en el alcoholismo como secuela rigurosa del fracaso y en el medio siempre aparecen chicos, testigos y a la vez figuras sacrificiales de las acciones de los adultos. Yates casi invita a pensar en una repetición insalvable del error primero: dos de los relatos, “José, estoy tan cansada” y “Saludos en casa”, muestran a un mismo personaje como hijo y como padre, como receptor y como productor de la desgracia.

    Varias escenas, además, están marcadas por un estoicismo mal barajado, por un reaseguro inútil. Un personaje le dice a otro que van a salir adelante, que todo va a estar bien; el otro se queda callado. 

16 de nov. 2022

richard yates, 6

 



Once maneras de sentirse solo 

(Eleven Kinds Of Loneliness, 1962)

Richard Yates


traducción: Luis Murillo Fort

RBA, 2010

256 páginas



    Escritos entre 1951 y 1961, y publicados un año después de Vía revolucionaria, estos espléndidos cuentos retratan a seres que no viven grandes tragedias o epopeyas, sino la callada desolación de la vida diaria: ciudadanos medios de Manhattan en la década de los cincuenta, oficinistas, un taxista empeñado en que el tiempo no borre para siempre sus experiencias, un novelista frustrado, una severa maestra, una pareja de jóvenes americanos de viaje en Cannes, un niño que acaso sea redimido por su profesora, hombres perdidos en la anodina vida suburbana, una joven embarazada que se niega a confesar el nombre del padre de su futuro hijo, mujeres sin amor…


“Once maneras de sentirse solo es uno de los diez mejores libros de cuentos jamás escritos por un autor norteamericano.” 
Kurt Vonengut


“Este libro es el equivalente neoyorkino de Dublineses de Joyce.” 

The New York Times

xerrada antonio bernal gonzález

 




    El próximo viernes, 18 de noviembre, dentro del festival Empíric, Vespres Literaris organiza la charla “La ciencia y el Quijote”, a cargo del profesor Antonio Bernal González.

Lugar: Biblioteca Central de Cerdanyola del Vallès.

    El profesor Bernal es un reconocido astrónomo colombiano y divulgador científico del Observatorio Fabra de Barcelona. Exdirector del Planetario de Medellín (Colombia). Colaborador habitual de la revista Astronomía desde 2002. Autor de: Guía Turística del cielo, 1989; Eclipse, 1991; Planisferio para los países ecuatoriales, 1998; Historias de cielo y Tierra, 2006; Qué hay a un petámetro del Sol, 2008; Cohetes de agua, ciencia, técnica y diversión, 2010; En los dominios del Sol y las estrellas, 2015.

    Para resaltar el trabajo científico de Antonio Bernal, en su honor y por su gran labor educativa y divulgadora a favor de la astronomía, lleva su nombre un asteroide ubicado en el cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter 198592 Antbernal 

gravado de Gustave Doré 


    “Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de llegar a la segunda región del aire, adonde se engendra el granizo, las nieves; los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera región, y si es que desta manera vamos subiendo, presto daremos en la región del fuego”. (Parte II, capítulo XLI).

    La librería de París, Hachette et Cía, encargó a Gustave Doré una serie de grabados para ilustrar la que iba a ser la primera edición ilustrada en francés de la obra de Cervantes que se publicó en 1863. Doré ya había realizado un gran trabajo para ilustrar la Divina Comedia, y para enfrentarse a este nuevo reto, decidió ambientarse viajando varias veces a España, tomando notas de las gentes, los monumentos y los paisajes.

    A vuelta de sus viajes, realizó un total de 377 ilustraciones.

15 de nov. 2022

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Jóvenes corazones desolados

(Young Hearts Crying, 1984)

Richard Yates


traducción: Inés Belaustegui Trias

RBA, 2013

464 páginas



    A su regreso de Europa, donde ha combatido durante la Segunda Guerra Mundial, el joven y ambicioso Michael Davenport sueña con convertirse en un gran escritor. Recién casado con Lucy, una adorable mujer con una pequeña fortuna, las expectativas para triunfar en la vida son inmejorables. Pero el paso del tiempo, despiadado, va destruyendo sueños y resquebrajando la felicidad conyugal, lo que obliga tanto a Michael como a Lucy a buscar refugio fuera de su matrimonio, en otra parte de ese mundo en el que todos parecen más felices y seguros de sí mismos.

14 de nov. 2022

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Una buena escuela

(A Good School, 1978)

Richard Yates


traducción: Jordi Fibla Feito

RBA, 2012

208 páginas



    A principios de la década de 1940, los profesores y alumnos de la Academia Dorset, forman una pequeña comunidad con sus particulares reglas y secretos. Entre sus miembros está William Grove, un nervioso adolescente que se esfuerza por integrarse a la vida de la institución, así como Jack Draper, el profesor de química casado con una mujer que le engaña, o Edith Stone, la hija del profesor de inglés, que se enamora de uno de los muchachos. 

    Sus historias se desarrollan y se entrelazan con las de otros personajes en el entorno cerrado y a veces claustrofóbico del colegio. Pero a pesar de este aislamiento, la vida entre los muros la escuela también se ve inevitablemente marcada por los acontecimientos del mundo exterior.

13 de nov. 2022

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El perturbador

(Disturbing the Peace, 1975)

Richard Yates


traducción: Vicente Riera Llorca

Noguer, 1977

256 páginas



   John C. Wilder es un vendedor de espacios publicitarios aburrido pero exitoso que vive en la ciudad de Nueva York y busca refugio de las decepciones de su vida en el alcohol y el adulterio . Se derrumba durante una convención de destiladores. Sin dormir y borracho, al regresar a Nueva York, amenaza a su familia. Su amigo, Paul Borg, lo interna en la sala de psiquiatría del Hospital Bellevue de Nueva York . Tras el alta médica, busca la ayuda de su familia, psiquiatras y Alcohólicos Anónimos. reuniones, y encuentros, tras las cuales rechaza. 

    Con el apoyo de una amante, Pamela Hendricks, Wilder renace con la perspectiva de hacer una película sobre su vida. Después de que un grupo de estudiantes universitarios aceptaran filmar su vida, confeccionando parcialmente un guion y rodar algunas escenas, Wilder deja a su familia y su trabajo para mudarse a Hollywood con la esperanza de asegurar completar la película y distribuirla La pérdida de su amante y el rechazo que sufre por parte de los productores lo sumerge aún más en un abismo de delirio alcohólico paranoico. 

    La novela termina con Wilder deambulando por las calles de Los Ángeles , declarándose a sí mismo como Jesucristo (reflejando un incidente delirante de la propia vida de Yates) y siendo nuevamente ingresado en un hospital.

12 de nov. 2022

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Una providencia especial

(A Special Providence, 1969)

Richard Yates


traducción: Jordi Fibla Feito

RBA, 2011

352 páginas



    Robert Prentice es un joven de dieciocho años que apenas ha acabado sus estudios y ya se ha visto empujado a viajar hacia Europa para luchar como soldado en la recta final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los sueños heroicos que inundaban su mente antes de alistarse y partir al campo de batalla están lejos de ser colmados una vez se encuentra ante la cruda realidad del ejército. Al otro lado del Atlántico se encuentra su madre, Alice Prentice, que también ha visto cómo sus sueños de juventud se han visto frustrados con el paso del tiempo. Divorciada y con cincuenta y tres años, Alice se encuentra sola, sin otro objetivo que volcar sus esperanzas en su hijo, ahora demasiado lejos de ella.

    Novela de una honestidad sin paliativos y de una precisión quirúrgica para descubrir las debilidades humanas, Una providencia especial sumerge al lector en un universo teñido de incomparable tristeza, creado por Richard Yates para exorcizar algunos de sus demonios personales nacidos de su experiencia personal como soldado durante la guerra en Europa.

11 de nov. 2022

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Vía revolucionaria

(Revolutionary Road, 1961)

Richard Yates  

traducción: Luis Murillo Fort

Alfaguara, 2008

376 páginas



    “Durante los cincuenta prevalecía un generalizado deseo conformista en todo el país, y no sólo en las urbanizaciones: una suerte de búsqueda de seguridad, ciega y desesperada, que encarnó políticamente en el gobierno de Eisenhower y en la caza de brujas de Joe McCarthy. Muchos estadounidenses estaban muy preocupados por ello, pues parecía una traición absoluta a nuestro más gallardo espíritu revolucionario, un espíritu que quise ver encarnado en el personaje de April Wheeler.

    El título alude a que la vía revolucionaria de 1776 había llegado prácticamente a su fin en los años cincuenta.”

    Brillantes, bellos y confundidos, Frank y April Wheeler tratan de sostener sus ideas incluso contra sí mismos y sus debilidades. Yates los examina con una lucidez que tiene mucho de tristeza en esta novela: una indagación profunda sobre lo que las personas dejan que la sociedad haga con ellas.

    Inspirado en el argumento de la novela San Mendes ha dirigido una película en el año 2008, (Revolutionary Road) con Leonardo DiCaprio y Kate Winslet como protagonistas principales.

10 de nov. 2022

connnexions

 


    Ayer, los de Vespres Literaris, asistimos a la inauguración “Connexions” de Carlos Utrera.

    En esta entrada os mostramos ejemplos de la última obra de Carlos, orgánica, multi cromática, inspirada en las redes neuronales.







    A la vista de esta obra, recordamos aquella frase de nuestro premio Nobel de Medicina (1906), Santiago Ramón y Cajal:

    “Las neuronas son como misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental.”

    Este es un dibujo de una célula neuronal realizado por Santiago Ramón y Cajal.



Y esta imagen, de D. Berger, N. Kasthuri y J.W. Lichtman, del departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Harvard, nos muestra una reconstrucción de una dendrita [Las dendritas son cada una de las partes membranosas de una célula nerviosa o neurona, (en rojo) y sus axones [prolongación filifome que arranca del cuerpo de la neurona], (de varios colores) en la parte externa del cerebro de un ratón.


...conexiones.







9 de nov. 2022

poemes 1997-2010/santi borrell

 


    Ahir Vespres Literaris va presentar l’últim llibre de poemes del poeta vilafranquí Santi Borrell, “Poemes 1997-2010”, que incorpora una selecció inèdita i una revisió definitiva dels dos primers llibres que ha publicat: “Els dies a les mans” (2010) i “Fragments d’una pedra” (2013). Per Borrell, “és una forma de concretar i ordenar la meva primera etapa com a poeta i tancar una primera etapa de formació. De fet, hauria de significar el meu primer llibre de poesia.”

    La gènesis del llibre rau “en el confinament (quan) vaig trobar unes carpetes dins l’ordinador, mig oblidades, mig abandonades. (La memòria del futur ja no la trobarem als calaixos, als armaris; la trobarem a dins els ordinadors). Segurament em vaig oblidar de tots aquests poemaris perquè m’havia centrat en altres que potser creia més interessants. Em vaig adonar que hi havia bon material per fer un llibre. Després d’analitzar-ho més detalladament, vaig anar depurant-lo, amb l’objectiu de fixar una etapa, incorporant els dos primers llibres publicats, originaris d’aquell període. Soc molt exigent amb mi mateix, molt autocrític.

    En quant a la temàtica del llibre, Borrell indica que “hi ha molta diversitat de temes. La part final és més existencial i els primers poemes tenen temàtica més romàntica. He afegit moltes temàtiques obertes i també hi ha poemes visuals. He estat mesos i mesos revisant-los, amb molts dubtes, molts debats, amb molta exigència.

    Per l’autor, “l’objectiu del recull és que els poemes ajudin a veure el món, a entendre la vida, a aprendre coses noves i a veure-les d’una altra manera. La poesia diu les coses amb quatre paraules i les diu de forma clara. Aquesta és la força de la poesia, l’emoció telegràfica, la descripció d’una situació que pot esdevenir la de molts lectors i de molts éssers humans”. Ja que, continua el poeta, “la poesia està totalment lligada a la vida, per això escrivim, per entendre totes les emocions que tenim. “

    Preguntat per la seva manera de treballar els pomes, Borrell explica que ell “sempre tinc un quadern on apunto els poemes que trobo. Alguns cops em guardo les imatges i les vivències i després les escric. La poesia no deixa de ser un treball de fermentació. Cada poeta té el seu propi procés. Els poetes acabem dient el que vivim a través de la poesia.”