28 de febr. 2023

el hombre de tiza, y 5

 



Opinión de “Origen”

19/06/2018



    "El hombre de tiza es una novela que se mueve en la línea entre el misterio y el terror y, que aunque empieza con ritmo pausado, poco a poco va subiendo hasta convertirse en un thriller que debido a las particularidades de su estructura —que más tarde comentaré— mantiene siempre la atención del lector y sobre todo, sus ganas de continuar hacia adelante. Dos líneas temporales, una en 1986 y otra en la actualidad, se van entrelazando descubriendo pistas en una de ellas que resuelven cuestiones de la otra.

    Todo comienza en un ambiente de película de adolescentes de «cabaña y bicicleta» que se ve truncado por un macabro accidente que rompe ese ritmo sosegado con el que la autora da inicio a su novela y que, además, parece ser el detonante de una serie de hechos misteriosos que empiezan a ocurrir en el tranquilo pueblecito que hasta entonces se nos había presentado. A partir de ese momento comienzan a aparecer personajes y situaciones que hacen que lo que hasta entonces era un juego con el que la pandilla se dejaba mensajes ocultos escritos con tiza, empiece a dejar de serlo para convertirse en algo mucho más complejo. Hay una escena en concreto que para mí lo cambia todo y te hace olvidarte de King y empezar a pensar en Tudor. La autora se olvida de crímenes y accidentes y nos presenta una situación extremadamente violenta en primera persona. Pocas veces he visto describir el miedo, la humillación e incluso la repulsión de una manera tan cruda.

    Ahí es donde empieza el verdadero juego. Un juego en el que no sabes quién es quién y en el que entre mensajes de tiza y hechos misteriosos y macabros —que no comentaré para no destripar— la novela se va separando de los referentes mencionados anteriormente y se oscurece consiguiendo otro ambiente completamente distinto. Y ahora sí, la autora despliega todas sus armas y la historia pasa por su tramo más brillante: el final de cada relato en cada una de las líneas temporales te deja con ganas de seguir en esa misma línea, salta a la siguiente y consigue el efecto contrario. Así, va intercalando distintos focos de interés y presentando pequeñas soluciones de una de las líneas temporales en la otra. Además, la sencillez para seguir la trama convierte a la novela en una lectura ligera y ágil que consigue uno de los objetivos de la autora: entretener.

    Es entonces cuando las cosas se complican entre los miembros de la pandilla y las consecuencias se empiezan a ver en la línea temporal actual. Toda esa paz, ambiente de compañerismo, amistad e inocencia, se van difuminando y todo cae como un castillo de naipes. Con todo esto roto, parece que los misterios se van resolviendo pero —y aquí llega la única parte negativa de la novela— en todo momento se intuye que el desenlace va a ser otro.

    Tengo que reconocer que la novela me ha gustado, está muy bien escrita, es entretenida y tiene varios aspectos muy positivos, pero considero que la voz del narrador en primera persona —algo que en principio parece muy atractivo— le ha jugado una mala pasada a la autora provocando que se pase gran parte del tercio final de la historia preparando al lector para «la trampa» que nos tiene preparada. Esa «trampa» no me hubiera molestado, en absoluto, si ella misma no hubiera tenido miedo de introducirla y si hubiera servido para dar un giro a la trama. Pero al final no queda más que en una anécdota que en absoluto reduce la predictibilidad del final y que la lleva casi a disculparse por engañar al lector (incluso mete una última página que suena más a «última disculpa» que a final dramático).

    Conclusión: Una novela entretenida, fácil de leer, con varios aspectos muy positivos y alguno no tan brillante. Para mí, una trama de misterio en la que intuyes lo que va a pasar y encima con un narrador que se pasa gran parte de la historia preparando un engaño que no es más que una anécdota… pierde mucho interés.

    Una historia recomendable para los amantes del thriller ligero y, sobre todo, una autora a tener muy en cuenta. Esperemos que vaya puliendo esos pequeños errores que pueden molestar a cierto tipo de lector."

27 de febr. 2023

el hombre de tiza, 4

 

El hombre de tiza, C. J. Tudor. Un atractivo, pero simplista relato de intriga.

16/11/2018



    "El hombre de tiza de C. J. Tudor se ha representado como uno de los libros indispensables de este año, sobre todo para aquellos que aman una buena novela de intriga. Y las buenas novelas de intriga son como agujas en un pajar, difíciles de encontrar. ¿Qué tenía de atractivo este libro? Primero que su autora fuera una reciente novelista, de este modo, aparece como una voz nueva que puede aportar una visión distinta al mundo literario. Proeza del todo imposible ya que todo se ha dicho y lo único que queda por hacer de repetirlo en distinto modo. Y ese toque nuevo parece que podía aportarlo C. J. Tudor. Un segundo elemento importante es que no es una novela al uso, en el sentido de que tenemos un asesinato, un misterio y muchos secretos , y el encargado de descubrir la verdad en la actualidad es un profesor cuya relación con toda esta tragedia es que descubrió el cadáver junto con sus amigos cuando era solo un niño. No es la típica novela policial al uso, que puede dar pie a una larga serie sino que se presenta como una historia única y cerrada. Otro punto a su favor.

    Queda claro que esta novela presenta unos aspectos preliminares muy buenos, que se ven agudizados por las buenas críticas que ha recibido a lo largo de los meses. Era casi imposible no leerlo.

    Eddie tiene doce años y está muy contento de poder ir a la feria con sus amigos. Allí conocerá a un singular personaje que le ayudará cuando un terrible accidente sucede en la feria. Este hombre le dará la idea de usar la tiza para intercambiar mensajes con sus amigos, y por eso se convirtió en el Hombre de Tiza. No será hasta más tarde cuando los mensajes y dibujos secretos los conduzcan al descubrimiento del cuerpo de una joven mutilada. Han pasado treinta años, y Eddie tiene una vida tranquila hasta que una carta con pequeños dibujos de tiza le hacen recordar su pasado.

    El hombre de tiza tiene algo de original y también el sabor de algo que hemos masticado mucho tiempo y que ahora no sabe a nada. El libro deambula entre estas dos características: original y masticado. La originalidad lleva de la mano del propio Eddie, un protagonista difícil de clasificar porque guarda demasiados secretos. Es el mismo el que nos cuenta lo que ocurrió hace treinta años, alternando el presente con el pasado. Pero es un pasado contado desde su punto de vista, en el que se guarda muchos detalles que luego serán importantes para el desarrollo de la trama. No te das cuenta de lo importantes es la visión que tiene de su pasado hasta los capítulos finales del libro cuando todo comienza a tener sentido. Que en cierto sentido no confíes en lo que te dice el narrador le añade una prespectiva muy interesante a la novela porque como lector te permite cierta libertad para imaginarte qué puede esconder, qué es lo que no quiere que descubras. Original también es que la trama no se centre completamente el en asesinato, sino que va más allá. En cierto punto llega a parecer un relato constumbrista de un niño inglés de mediados de los ochente, gracias a las descripciones de esta época. A pesar de que a algunos lectores esto puede ser considerado un modo de alargar la trama de manera innecesaria, a mi me ha gustado, me parece que le otorga más profundidad a la historia.

    ¿Lo masticable? Todo lo demás, es decir, la manera narrativa es simple, efectista y poco original pues es propia de todo escritor inglés desde hace décadas. No hay nada atractiva en ella más allá de que permite que la historia fluya sin problemas. Se puede decir sin dudar que la novela está bien escrita, con descripciones correctas, y cierta superficialidad. Pero nada más, no te vas a encontrar con una prosa que te deje maravillado, o que te enganche desde la primera página, o que te permita sincronizar con los personajes. También hay cierto elemento aséptico en la manera en que se cuenta la historia, de tal modo que pese a que está escrita en primera persona y muchos de los personajes son niños, el protagonista incluido, que siendo adultos han pasado por muchas penalidades, no llegas a preocuparte por ninguno de ellos. No llegan a despertarte emociones. Y esa es una característica que deberían tener todos los libros.

    En cuanto a la trama que rodea el asesinato, no se pueden poner muchas pegas. Sí, podía estar más desarrollada. Sí, podía los personajes secundarios en la época presente tener más presencia. Sí, el verdadero culpable podría no ser tan obvio. Sí, podía desarrollar aún más el concepto Hombre de Tiza y no dejarlo como algo casi anecdótico. Y pese a todos estos sí, funciona bastante bien aunque lo hace a un ritmo un tanto lento. Pero esto es lo que ocurre en los libros donde el presente se mezcla con el pasado.

    El hombre de tiza es un libro correcto. No puedo decir que sea el libro de intriga del año pero he de confesar en que ciertos momentos me entretuvo compensando los otros momentos en los que parecía no pasar nada. En cualquier caso y como valoración general me ha gustado sin llegar a entusiasmarme. Supongo que eso significa que se queda en un punto medio."

26 de febr. 2023

el hombre de tiza, 3

 




Opinión de Anika Lillo

en Anika entre libros



    "Esta novela me ha sorprendido muy gratamente, porque juega con una palabra muy concreta: prejuzgar. De hecho el protagonista, Ed, que es quien narra los hechos, lo comenta en un par de ocasiones porque fue su padre quien le advirtió del error de prejuzgar. Así, en la novela todos pueden ser sospechosos del crimen de la joven porque en realidad nadie tenía motivos claros para hacerlo, y mucho menos descuartizarla. Es un misterio que se resolvió con una cabeza de turco pero que en 2016 vuelve a resurgir con el recibo de los anónimos.

    Todos los personajes me han parecido que tenían que estar en la novela. No hay uno solo que me sobre. Por un lado tenemos a una pandilla de cuatro chicos y una chica. Están sus padres y hermanos, en particular el que tenía que salir, el abusón. También hay un desconocido pero que pronto será familiar para todos: un profesor que llama la atención no solo por ser forastero, sino también por ser albino. De entre los familiares destacan los padres de Ed (aquí entran en materia los tema antiabortistas y Alzheimer) y el padre de Nick, un reverendo que, naturalmente, está en contra de estas prácticas y tiene a sus acólitos con el puño en alto. Y por último están las dos amigas: la chica asesinada y la otra, que es a su vez hija del policía (otro personaje). Todos tienen su papel. Y en 2016 se añade a otra joven -esta mayor de edad- que acaba siendo inquilina de Ed. Comparten su casa y algo de alcohol.

    Lo que más caracteriza a esta novela es la curiosidad. Puedes haber leído mucho pero como juega al despiste -cualquiera puede haberlo hecho porque no aparenta haber motivos, de modo que el que lo tiene de verdad está escondido-, cuando cierras el libro y te vas, no puedes evitar sentir esa curiosidad que te hace volver a él. Tener ganas de leer más, de averiguar, de saberlo todo.

    Se guarda unos cuantos misterios que no son otra cosa que secretos: quién es esa chica con la que comparte piso, por qué reaparece Mickey, por qué no se encontró la cabeza, qué hace que una mujer insista en que el reverendo les tiene engañados a todos, quién se carga al perro, quién tuvo realmente la culpa del accidente de coche, quién dibujó los hombres de tiza que les llevó al cuerpo… y así bastantes que dan para pensar muchas conspiraciones pero que, al final, te deja un poco con la boca abierta porque no hay nada extraño en todo ello (quizás lo de la cabeza sí se salga de lo normal), sino que son hechos resultado de causas con poco misterio pero en las que a nadie se le ocurrió pensar. La condición humana. El hecho de que exista una cabeza de turco hace que no se conozca quién fue realmente, a día de hoy (2016), quien asesinó y descuartizó a la chica, y esto lo sabremos, obviamente, pero al final de la novela. Mientras tanto divagan, elucubran, las investigaciones dan tumbos… Son humanos, no investigadores, y también tienen sus propios secretos.

    Ahí están, pues, sus atractivos. "El hombre de tiza" es una novela de amores prohibidos, secretos, violencia, abusos, olvidos y locura. Entre otras cosas. Podría hablar mucho rato de esta novela, pero prefiero que la leáis. Muy recomendable."

25 de febr. 2023

el hombre de tiza, 2

 



C. J. Tudor: “La infancia es una época de mucho conflicto y contradicción”

por Javier Velasco Oliaga
en “Todo Literatura. República Ibérica de las Letras”
15/06/2018

    “La escritora británica C. J. Tudor ha visitado España para presentar su primera obra “El hombre de tiza”, una narración a medio camino entre el thriller y la novela de terror que el propio Stephen King ha alabado.

    No es nada fácil para una escritora primeriza que el rey de la literatura de terror avale una ópera prima. C. J. Tudor lo ha conseguido con su "El hombre de tiza", una novela de intriga que sucede en una pequeña población de la campiña inglesa, para la cual se ha inspirado en su localidad natal de Nottingham. “La novela es un homenaje a King y a todo aquello que me gustaba en los años ochenta”, dice la escritora inglesa en la presentación de su novela.

    Aunque sea su primera novela publicada, C. J. lleva más de diez años escribiendo a ratos perdido. “Tengo muchos fracasos a mis espaldas”, confiesa con una sonrisa en los labios. Cuando sus obligaciones, como pasear perros de manera profesional, o la familia se lo permitía escribía sus historias, sobre todo relatos hasta que se le ocurrió la trama de su novela que fue exactamente en un cumpleaños cuando a su hijo le regalaron una caja de tizas y empezaron a pintar muñecos como los del juego del ahorcado y que vemos en la portada del libro.

    “He tenido muchos empleos y casi todos de poca retribución económica, por eso he tenido que hacer de todo”, reconoce esta simpática escritora de cabello decolorado, una imagen muy de los ochenta y que tiene gustos musicales muy rockeros. En la novela hace referencia a The Who o Led Zeppelin, pero si tuviese que poner música a su novela se decantaría por Lou Reed o alguna canción de The Killers.

    En opinión de la autora, “a menuda se ve a la infancia un poco teñida de rosa, pero es un tiempo bastante oscuro. Los hijos no contamos muchas cosas a los padres, guardamos demasiados secretos. La infancia es una época de mucho conflicto y contradicción. Los niños pueden llegar a ser muy crueles”, atestigua con convicción.

    "El hombre de tiza" se desarrolla en dos periodos temporales con treinta años de diferencia. El que sucede en la actualidad tiene reminiscencias de un hecho que ocurrió en la infancia de Eddie y que creía olvidado. El misterio de lo que ocurrió en 1986 continúa en 2016. “Los misterios y secretos se dan más en poblaciones pequeñas donde el ambiente puede llegar a ser muy agobiante porque casi todos se conocen y tienen cosas que ocultarse unos a otros”, elucubra con acierto.

    Para conseguir una buena novela de misterio se tienen que dar dos premisas fundamentales, en opinión de C. J. “Canalizar el lado oscuro de las personas y dar la satisfacción al lector de descubrir lo que puede pasar en la trama”, señala la autora británica que ya está trabajando en su segunda novela y que va a ir en la misma línea. Sabiendo que sus autores favoritos son Stephen King y Agatha Christie ya podemos imaginar por donde irán los tiros.

    Respecto a su forma de escribir, contó que antes era un poco caótica pero que con su segunda novela se ha convertido en una escritora más metódica. “Suelo ir por las mañanas a trabajar a una cafetería, donde suelo tomar un té -británico, por supuesto-, por las tardes suelo corregir mientras saboreo un café”, explica y añade “cuando terminó de escribir es cuando entonces me bebo una copa, preferentemente de ginebra”, nos descubre la autora de la campiña británica.

    “El hombre de tiza” lo escribió en dos tandas. “Primero redacté la parte del pasado y después la actual. Vi que no funcionaba en dos grandes bloques. Así que decidí ir alternando las tramas. Hay que saber cómo terminar cada capítulo para que la intriga funcione”, expone de manera pormenorizada. También reconoce que no suele planificar las tramas que, sencillamente, van saliendo cuando se pone a escribir. “Llegó un momento en que tuve mis dudas, cuando iba por las dos terceras partes del libro, pero al final conseguí hacerlo funcionar”, expresa en un inglés atropellado y lleno de palabras en argot.

    Cuando tuvo preparado el libro que la costó seis meses de escritura y otros dos de correcciones buscó un agente. “Se lo mandé a cuatro y tres respondieron de manera afirmativa, entre ellas la de la agente que tenía en mente. Ella me ayudó mucho a redondear mi novela. Incorporé sus sugerencias y la novela quedó mejor”, mantiene y agrega “cuando la mandé no tenía muchas expectativas ya que mandar una primera obra con 46 años es muy complicado, pero creo haber demostrado que nunca es tarde para publicar un libro”. Su agente fue nombrada la mejor del año en Inglaterra después de la publicación del libro de C. J.

    Tudor, apellido británico donde los haya, nos descubre que el final del libro lo escribió cuando iba por la mitad y que muchas partes del libro están sacadas de las historias de su pandilla cuando era joven. “Solíamos irnos al bosque en busca de aventuras”, revela. ¡Menos mal que no se encontraron con Robin Hood por aquel su bosque! También dice que, en su pandi, las chicas eran bastante chicazos y que les gustaba los juegos de los chicos. ¡Se acabaron para ellas los juegos sexistas!

Para terminar, quiere reconocer sus influencias. “No sé porque no se pueden reconocer, yo debo mucho a los autores que he citado anteriormente pero también quiero tener mi propia voz. No tiene sentido copiar el original si no aportas algo nuevo”, concluye esta escritora que ha sido la sensación del pasado año en el mercado editorial británico."

24 de febr. 2023

el hombre de tiza, 1

 

Opinión de la página: delectoralector.com



“El hombre de tiza de C. J. Tudor es uno de los libros en los que una vez más título y portada son suficiente para que te lances a por ellos. Además, la edición que me llegó en un sobre negro, con una portada en la que se podía pintar a modo de pizarra, y con su correspondiente tiza, con la que jugar al ahorcado, era una maravilla.



    "El hombre de tiza narra la historia de Ed y su pandilla de amigos. En la trama se van intercalando dos momentos temporales, por un lado, la actualidad en la que Ed tiene 42 años y, por otro la que corresponde a 1986, cuando tenía 12 años. De esta manera vamos avanzando en una historia en la que sabemos que hay un cadáver descuartizado que Ed y sus amigos encontraron cuando eran niños, un cuerpo al que le faltaba la cabeza.

    Con este arranque, todo parece presagiar que el desarrollo de los acontecimientos va a ser el que acostumbramos a encontrar en un thriller, sin embargo, no es así. En El hombre de tiza vamos a partir de ese potente arranque para ir poco a poco avanzando en la historia, descubriendo los misterios paso a paso y haciendo que dudemos de todos y cada uno de los miembros del pueblo, con un ritmo más lento que rápido y un inicio en el que hay demasiadas tramas que no terminan de unirse aunque al final todo cuadra.

    C.J. Tudor ha conseguido crear un ambiente de misterio e incluso de miedo creciente que podemos palpar en la narración de Ed de la parte de 1986, cuando es un niño y como tal, ve las cosas desde la mentalidad infantil. Creo que está muy bien conseguido tanto el lenguaje y expresiones que utilizan como el desarrollo de los pensamientos de los que nos hace partícipes para que podamos comprender porqué actúa de una u otra manera. Sí tengo que decir que no he empatizado en ningún momento ni con el protagonista ni con ningún otro miembro de la pandilla, ni de la época de entonces ni de actual, es más, me producía cierto rechazo su manera de expresarse y de tratarse entre ellos. Con ello no quiero decir que esté mal plasmado sino que es un comportamiento que yo personalmente no estoy acostumbrada a ver ni tratar y me ha resultado chocante e incluso incómodo en ocasiones, de hecho, me los imaginaba en su época de la infancia un poco como los dibujos de South Park.

    En cuanto al argumento, todo dará un vuelco cuando Ed recibe un sobre con una carta y una tiza. A partir de ahí, Ed tendrá que desenterrar esos recuerdos de los que aún no se ha podido desprender y los secretos que todos guardaban bajo llave empezarán a aflorar varios años después. La autora ha sabido mantener el misterio e incluso conseguir un final sorprendente, bien trazado y sobre todo impredecible, por lo menos para mí, aunque creo que el juego de las tizas es mero instrumento para contar la trama y no tiene especial relevancia en ella.

    También quiero destacar la cantidad de temas que se tratan en esta novela como el aborto, la influencia de la iglesia, las apariencias y, en especial, el alzheimer.

    En conclusión, El hombre de tiza es una buena historia aunque yo esperaba otra cosa de ella. Una novela en la que hay un misterio patente a lo largo de toda la trama y en la que los personajes están muy bien dibujados, sobre todo los de la época en la que son niños, pero con los que yo no he conseguido terminar de empatizar y que no han conseguido que terminara de meterme en la historia. Una novela en la que todos, como en la vida misma, tienen algo que callar."

13 de febr. 2023

el terror

 




Stephen King te explica como nadie por qué sus novelas dan tanto miedo

por Noel Ceballos
revista GQ
21 de septiembre de 2020

    "El 21 de septiembre debería ser fiesta de guardar para todos los amantes de la buena literatura: Stephen King, el genio de Maine, cumple años, lo cual supone una ocasión tan buena como cualquier otra de celebrar su inconmensurable contribución a nuestras vidas. Incluso si nunca has leído una frase escrita por él, es muy probable que estés familiarizado con su prodigiosa descendencia creativa. Un niño hablando con un payaso que se asoma desde las alcantarillas, un hombre persiguiendo a su hijo por los pasillos de un hotel abandonado, un grupo de personas atrapadas en un supermercado por culpa de la niebla más espesa de todos los tiempos, una chica tímida bañada en sangre el día de su graduación, un escritor secuestrado por su mayor fan, un cementerio de mascotas con propiedades algo especiales, un pequeño vampiro flotando junto a la ventana del dormitorio que compartía con su hermano mayor… Ni siquiera hace falta hablar de terror para enumerar el lugar de privilegio que King ocupa en el inconsciente colectivo, como demuestran las celebradas adaptaciones de Cuenta conmigo (1986) o Cadena perpetua (1994).

    Nuestra recomendación es, sin embargo, que leas tantas frases escritas por él como te sea posible. Y no tienen necesariamente que estar incluidas en una novela, dado que Stephen King también ha publicado obras destacables en el terreno de la no ficción. Guns (2013), escrito al calor del tiroteo en Sandy Hook, es uno de los alegatos anti-armas de fuego más potentes jamás publicados, posiblemente porque el tema le toca muy de cerca –su novela Rabia (1977), escrita bajo el seudónimo de Richard Bachman, fue retirada de la circulación tras un largo proceso de examen de conciencia–, aunque sus dos obras más importantes en ensayo tratan, de alguna manera, sobre su propio oficio, o sobre cómo alguien tan dotado para la construcción de historias como él concibe los mecanismos, herramientas y secretos de la profesión. Hablamos de Danza macabra (1981) y Mientras escribo (2000), ambas a medio camino entre la recolección autobiográfica y el taller de escritura, si bien la primera (y menos conocida) también incluye reflexiones más profundas sobre el horror como género narrativo y, sobre todo, emoción, tan intrínseca a la experiencia humana como la alegría o la tristeza.

    Editado en nuestro país por Valdemar, Danza macabra está emparentado con El horror sobrenatural en la literatura (1927), de H.P. Lovecraft, y otros escritos teóricos firmados por campeones del género, si bien ninguno ha sido menos jerárquico en su recopilación de recuerdos y referentes privados que King, para quien clásicos como Frankenstein (1818) o La semilla del Diablo (1967) están al mismo nivel que el cine de serie B para autocines, los seriales radiofónicos o los viejos episodios de Starring Boris Karloff (1949), una serie televisiva que pasó sin pena ni gloria… salvo dentro de la mente en ebullición del joven Steve. Años más tarde, su ejemplo le serviría para intentar dar respuesta a la misma pregunta con la que inició su carrera: “¿Por qué hay personas dispuestas a pagar a cambio de sentirse extremadamente incómodas?”. O, en otras palabras, por qué lo espeluznante y lo grotesco han formado siempre parte del arte y el entretenimiento, llegando a constituir un género en sí mismo.

    Sobre todo, este brillante ensayo intenta transmitir a los fans del Rey del Terror (si bien King ha destacado también en otros ámbitos) su pasión por las cosas que dan “cosica”, elaborando así una teoría personal sobre por qué sus novelas han conseguido resonar tanto en lectores y lectoras de todas partes del mundo. Para él, la clave está en una puerta cerrada, tal como explica en el capítulo quinto de Danza macabra, titulado La radio y la apariencia de realidad. Tras recordar sus noches pegado al transistor de su abuelo, al que acudía religiosamente para escuchar programas como Suspense (1940 - 1962) o Inner Sanctum (1941 - 1952), King hace hincapié en “el concepto de la imaginación como herramienta en el arte y la ciencia de hacer que la gente se cague de miedo”.

    “La idea no se me ha ocurrido a mí”, prosigue el maestro. “Se la oí expresar a William F. Nolan en la World Fantasy Convention de 1979. Nada hay tan aterrador como lo que nos espera tras la puerta cerrada, dijo Nolan. Uno se acerca a la puerta de la vieja casa abandonada y oye algo arañándola desde el otro lado. El público aguanta la respiración mientras el protagonista o la protagonista (más a menudo ella que él) se acerca a la puerta. La protagonista la abre de par en par y se topa con un insecto de tres metros de altura. El público grita, pero ese grito en particular tiene un curioso matiz de alivio. Un insecto de tres metros de altura no deja de ser horrible, piensa el público, pero soy capaz de soportar un insecto de tres metros. Temía que fuera un insecto de treinta metros".

    Para King, al igual que para su admirado Nolan, la verdadera esencia del género está en los momentos previos a revelar lo que se esconde tras la puerta. Es decir, en la sugestión y la anticipación, dos factores clave a la hora de escribir una novela o dirigir una película de terror. Quizá el mejor ejemplo de ello sea el cine de Val Lewton y Jacques Tourneur, productor y director de algunas de las secuencias más perturbadoras de la historia del cine. En El hombre leopardo (1943) sacaron incluso el mejor ejemplo de la Teoría de la Puerta Cerrada que podemos citar, si bien su existencia se debe en gran parte a la necesidad: dado que la RKO no le concedía a Lewton presupuestos precisamente holgados, él y Tourneur tuvieron que inventarse una forma de asustar sin mostrar.

    En Danza macabra, King defiende que un momento tan puro y efectivo como este no se podría haber logrado si El hombre leopardo hubiera tenido dinero suficiente como para mostrar lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta. A Steven Spielberg le ocurrió algo similar en Tiburón (1975): cuando la criatura mecánica que había construido el departamento de efectos especiales comenzó a fallar, el cineasta tuvo que improvisar esos famosos planos subjetivos que, gracias a la música de John Williams, se convirtieron en sinónimo de suspense cinematográfico de primer orden. Siempre da mucho más miedo aquello que no vemos, ya que nuestra imaginación se encarga de hacer la mayor parte del trabajo. Cuando la amenaza por fin se materializa ante nuestros ojos… Bueno, es solo un insecto gigante. Es algo concreto, en lugar de la abstracción que escuchábamos crepitar tras aquella puerta cerrada, con nuestro cerebro y nuestro corazón a mil por hora. King no quiere con este hacer de menos a géneros como el gore o a los cineastas/escritores que los practican, pero sí dejar claro que, para él, lo sugerido gana siempre a lo explícito. Las pesadillas se nutren de lo invisible, pues la idea de que una mano puede surgir en cualquier momento de la oscuridad es infinitamente más poderosa que el hecho en sí."

12 de febr. 2023

el thriller

 




    El género no sólo se le asocia con el terror, sino que hay varios subgéneros: psicológico, policial, político y otros.

    El género thriller es uno de los más difíciles de calificar dentro de la literatura, ya que no posee una definición concreta y se lo suele relacionar, de manera errónea, directamente con el terror.

    El significado de la palabra proviene del verbo inglés “to thrill”, que significa emocionar o estremecer. Sin embargo, también se lo vincula con el suspense y el misterio.

    La principal característica de este género es tener una trama que haga que el espectador esté en constante suspenso, que le genere la necesidad de finalizar la historia y que mantenga la ansiedad, la emoción y la incertidumbre hasta la resolución del tema.

    También lo encontramos en obras sobre crímenes o enigmas que tengan un conflicto que se resuelve en los últimos minutos y tengan un final inesperado.

    Las historias de misterio suelen ser en las que el protagonista y el lector van revelando, de manera conjunta, diferentes pistas que los acercan cada vez más a la resolución de la trama, mientras que las de suspense suelen ser en las que el lector comienza con más información que los protagonistas y predominan las situaciones de tensión. A pesar de sus diferencias, ambos géneros se sirven de los recursos del otro en la mayoría de sus historias.

    Se reconoce al novelista británico Edgar Wallace como el creador del género en su libro “Los cuatro hombres justos (1905). La mayoría de sus historias fueron llevadas al cine. Con el tiempo, el género ha ido evolucionando y hoy se encuentra en series de televisión, películas, videojuegos y mucho más.

    ¿Cuál es la diferencia entre thriller y terror?

    Si bien se los relaciona directamente por la gran cantidad de obras que contienen ambos géneros y las similitudes que hay entre ellos, son distintos por la finalidad de cada uno de ellos. El thriller busca tener al público tensionado y expectante de principio a fin, mientras que el terror procura generar miedo y terror.

    Por otro lado, generalmente las historias de terror utilizan elementos sobrenaturales como monstruos o fantasmas, entre otras cosas, para causar pánico y el thriller suele usar situaciones cotidianas y realistas como asesinatos, tramas policiales y problemas psicológicos de los protagonistas.

    ¿Qué es un thriller psicológico?

    Subgénero, es uno de los más utilizados en la actualidad. Principalmente, se centra en la inestabilidad mental de los protagonistas, lo que los lleva a actuar de manera misteriosa que generan giros inesperados en la trama. Asimismo, también se enfatiza en la ansiedad, el miedo y los traumas que sufren los personajes.

    En estas historias los protagonistas no están expuestos a situaciones de acción, sino a conflictos emocionales propios que cuestionan los límites entre la bondad y la maldad y que buscan generar ansiedad en los espectadores.

    Además, otro de los elementos que se suele utilizar son los flashbacks, que sirven para exponer situaciones que vivió el personaje en el pasado que ayudan a entender sus traumas y pensamientos.

    A pesar de ser uno de los más comunes, el thriller cuenta con más subgéneros: policíaco, criminalístico, ciencia ficción, terror, apocalíptico, distócicos, políticos, y un largo etcétera.



11 de febr. 2023

c.j.tudor, obres i 6

 

After Sundown

diversos autores en colaboración

Flame Tree Press

20 de octubre de 2020

304 páginas

Idioma: inglés

Lista de cuentos: 

BUTTERFLY ISLAND by C.J. Tudor 

RESEARCH by Tim Lebbon 

SWANSKIN by Alison Littlewood 

THAT’S THE SPIRIT by Sarah Lotz

GAVE by Michael Bailey 

WHEREVER YOU LOOK by Ramsey Campbell 

SAME TIME NEXT YEAR by Angela Slatter 

MINE SEVEN by Elana Gomel 

IT DOESN’T FEEL RIGHT by Michael Marshall Smith 

CREEPING IVY by Laura Purcell 

LAST RITES FOR THE FOURTH WORLD by Rick Cross 

WE ALL COME HOME by Simon Bestwick 

THE IMPORTANCE OF ORAL HYGIENE by Robert Shearman 

BOKEH by Thana Niveau 

MURDER BOARD by Grady Hendrix 

ALICE’S REBELLION by John Langan 

THE MIRROR HOUSE by Jonathan Robbins Leon 

THE NAUGHTY STEP by Stephen Volk 

A HOTEL IN GERMANY by Catriona Ward 

BRANCH LINE by Paul Finch 

SINOPSIS:

Esta colección de terror destaca tanto a autores emergentes como consagrados, en un giro interesante en la antología estándar. Recomendable para los fanáticos del terror y esos lectores que creen que el terror es para ellos. Algo ha para todos en esta antología. Pero, acechando en las sombras de sus línea, hay una amenaza aún mayor, una que amenaza con acabar con toda la humanidad.


10 de febr. 2023

fem monòlegs, 10


 

c.j.tudor, obres 5

 

The Drift

C.J.Tudor


Editorial Michael Joseph

19 de enero de 2023

400 Páginas

Idioma: inglés

SINOPSIS:

Tres personas corrientes lo arriesgan todo por una oportunidad de redención en novela sobre la catástrofe y la supervivencia en el fin del mundo.

Hannah despierta en una carnicería, todo es metales destrozados y vidrios rotos. Durante una huida apresurada de un internado, su entrenador se deslizó por una carretera en la ladera durante una de las tormentas de nieve más fuertes del año, atrapándola dentro con un puñado de sobrevivientes, un virus en ciernes y sin forma de pedir ayuda. Si ella y los pocos que quedan quieren salir con vida tendrán que trabajar juntos o serán morirán enterrados vivos.

Meg, ex detective, se despierta con un suave balanceo. Está en un teleférico suspendido muy por encima de una tormenta de nieve y rodeada de extraños con el mismo uniforme que ella, sin recordar cómo llegaron allí. Se dirigen a un lugar misterioso conocido por ellos solo como "El Retiro", pero cuando descubren a un hombre muerto entre sus filas y Meg ve un rostro familiar, se da cuenta de que está sucediendo algo mucho más extraño.

Carter está mirando por la ventana del chalé de esquí abandonado que él y sus compatriotas han llamado hogar. Juntos, logran una supervivencia precaria, fabricando vacunas contra un virus mortal a cambio de lo esencial para la vida. Pero a medida que su generador comienza a fallar, la amenaza de algo que acecha en las profundidades del chalé se hace más grande, y sus frágiles lazos se pondrán a prueba cuando finalmente falle la energía, para siempre.

Los peligros inminentes que enfrentan Hannah, Meg y Carter son parte de un gran rompecabezas. Acechando en las sombras hay una amenaza aún mayor, una que amenaza con acabar con toda la humanidad.

9 de febr. 2023

c.j.tudor, obres 4

 

A Sliver of Darkness

C.J.Tudor

Ballantine Books

08 de noviembre de 2022

256 Páginas

Idioma: inglés


Fragmento:

End of the Liner

    "En 2021, mi familia y yo hicimos un crucero por primera vez.

    Esto fue durante la pandemia, por lo que fue un "crucero de vacaciones". Solo duró cuatro días y el barco nunca salió de aguas británicas. Pero fue divertido y muy familiar. 

    Un día, mientras Betty estaba en la piscina y Neil y yo estábamos en la cubierta, bebiendo cócteles helados, la conversación giró hacia la pandemia, los programas espaciales y el apocalipsis (como sucede). Contemplamos la extensión de agua y recuerdo que Neil dijo: “Si un virus realmente destruyera el mundo, no necesitarías enviar personas al espacio. Solo mételos a todos en cruceros gigantes”.

    El comentario y la idea quedaron.

    Una de las razones por las que me encantan los parques temáticos es porque marcan una línea muy fina entre lo mágico y lo espeluznante. Especialmente si están abandonados o deteriorados. Cualquiera que haya visto a Donnie Darko sabrá que hay algo bastante siniestro en alguien vestido con un gran disfraz de animal peludo. Y aunque todo lo que es brillante y mágico es agradable durante una semana o dos, ¿realmente querrías vivir así por el resto de tu vida? ¿No se sentiría quizás un poco autoritario? Especialmente si estabas en medio del océano sin forma de escapar.

    Fue con esas ideas en mente que me senté a escribir “End of the Liner”.

    Espero que disfrutes de la magia. Todos a bordo ahora.



"A menudo soñaba con ahogarse.

En las horas vacías entre la medianoche y el amanecer, se acostaba en su estrecho catre e imaginaba que las olas se la llevaban. Estaría frío. Y si tenía suerte, las heladas temperaturas la reclamarían antes de que el agua oscura invadiera su boca y sus pulmones. O, si tuviera aún más suerte, tal vez un dios del mar sería misericordioso.

Se preguntó si podría solicitar una ceremonia de invierno.

Se preguntó cómo había sido para los demás.

Y cuándo sería su turno.

Hoy no. Hoy tenía un horario repleto de desayuno, seguido de aeróbic acuático en la cubierta principal. Luego, una hora más o menos a la sombra, leyendo. Tal vez podría dar un paseo por el barco antes del almuerzo. Por la tarde, el equipo a menudo intentaba brindar entretenimiento, aunque los teatros se veían un poco cansados ​​en estos días; ninguna cantidad de iluminación inteligente podría ocultar el hecho de que la pintura de los elaborados decorados se estaba desconchando y la tapicería de terciopelo de los asientos estaba descolorida y remendada. La gente trató de no darse cuenta, y para muchos, había sido así durante toda su vida.

Pero ella recordó. Y de vez en cuando sentía añoranza por los viejos tiempos. Por un tiempo en que esta existencia era un lujo privilegiado más que una lenta tortura. Miró las fotografías que guardaba en su pequeño tocador. Una de ella y Nick cuando se embarcaron con sus padres. Parecía tan joven, con su nuevo esposo, y ellos eran jóvenes, supuso. Ella tenía veinticinco años y Nick era sólo dos años mayor. Apenas habían vivido, en realidad. Apenas acumularon un banco de experiencias antes de abordar el barco y sus vidas se redujeron a estas cubiertas y pasillos.

La otra imagen la miraba con menos frecuencia, porque incluso una mirada breve le provocaba un nuevo dolor. A veces, se preguntaba por qué lo conservaba. Ciertamente, no le hizo ningún favor con los Creadores. Nunca se habló ni se conmemoró a los que estaban “perdidos”. Guardar recuerdos estaba mal visto. Pero era lo único que Leila no podía dejar pasar.

Su hija, Addison.

Esta fue la última foto que se le tomó a su pequeña. A punto de convertirse en una mujer joven. Celebrando su décimo octavo cumpleaños. Cabello oscuro cayendo sobre su rostro, una amplia sonrisa, ojos azules brillando con picardía y rebeldía. Demasiada rebeldía, tal vez.

Tal vez Leila debería haber sido más severa. Tal vez debería haber alentado menos su obstinación. Cuando Nick había tratado de engatusar a Addison para que participara en actividades femeninas tradicionales como la costura y la cocina, tal vez ella debería haberlo respaldado en lugar de apoyar la decisión de Addison de inscribirse en mantenimiento e ingeniería.

Remordimientos. Errores. Ninguna vida vivida durante mucho tiempo les falta.

Leila se apartó de la fotografía. No podía llegar tarde al desayuno. A los Creadores les gustaba la rutina, y cualquier pequeña aberración significaba que podían hacerse preguntas. Se miró en el espejo. A diferencia de muchos de los pasajeros mayores, cuya piel se había desgastado como el cuero por los vientos abrasivos y el implacable ojo del sol, Leila siempre se había protegido de los elementos. Su piel permaneció pálida y suave, entrecruzada con una miríada de líneas finas. Sus ojos azules eran claros —todavía no tenía cataratas, aunque necesitaba anteojos para leer— y su pelo largo y espeso era de un blanco puro, recogido en un sensato moño.

Leila se sonrió en el espejo. Más allá de su apogeo, pero aún aguantando. Al igual que el barco en sí.

En dos días, cumpliría setenta y cinco años y cincuenta años a bordo.

El desayuno fue en la Gran Suite hoy.

Había tres comedores principales y los pasajeros rotaban alrededor de ellos para el desayuno, el almuerzo y la cena, agrupados por número de habitación. Leila se unió a la fila para sentarse. La cola era la mezcla habitual de personas mayores como ella y familias más jóvenes. Los niños correteaban por el atrio jugando a la mancha, con caras felices y ojos brillantes. Nunca habían conocido nada más que el barco. Las catorce cubiertas y mil doscientos pies todo su universo. Por supuesto, tenían la pretensión de espacio y libertad a su alrededor. Los cielos arriba, la extensión interminable del océano. Pero a veces, pensó Leila, eso solo servía para enfatizar lo pequeño que se había vuelto su mundo.

La cola avanzaba arrastrando los pies. Leila asintió y sonrió a los rostros familiares. Finalmente, llegó al escritorio del maître.

—¿Y cómo está usted esta mañana, señora Simmonds?

El maître era un hombre pequeño, peinado, de piel bronceada y ojos negros y penetrantes. Su nombre era Julián. Había sido el maître d'aquí durante diez años, desde que su padre se jubiló. A Leila no le gustaba mucho Julian; tenía fama de chivato. Los pasajeros habían aprendido a ser cautelosos a su alrededor.

Leila le devolvió la sonrisa. Muy bien, gracias, Julián. ¿Y usted mismo?

—Oh, siempre me porto bien, señora Simmonds, y mucho mejor por verla. Él sonrió, resbaladizo y sin sentir. -Tu compañero ya está en tu mesa. Déjame guiarte.

Leila frunció el ceño.--¿Llegué tarde?

-No no. Tu compañero llega un poco temprano esta mañana. Su sonrisa se ensanchó, pero parecía tensa en los bordes. Algo andaba mal. -Por favor ven por aquí.

Leila lo siguió entre las filas de mesas perfectamente dispuestas. La Gran Suite estaba decorada al estilo de un salón de té victoriano. Candelabros falsos, paredes decoradas con papel floral y colgadas con imágenes de los famosos personajes animados de los Creadores en sus galas victorianas. Los servidores también estaban vestidos para la época: blusas de cuello alto y faldas largas y anchas para las mujeres, traje y chaleco para los hombres. Tales pretensiones, dadas las circunstancias, pueden parecer tontas, pero formaban parte de la política de los Creadores. La cuarta pared nunca debe ser derribada. La experiencia del pasajero nunca se ve comprometida. A cualquier costo.

El olor a cocina —tocino y waffles— llenó la habitación. Sintético, por supuesto. Lo bombearon a través de las rejillas de ventilación. Nadie había comido carne de verdad en mucho tiempo y la elección del desayuno se limitaba principalmente a cereales, tostadas y cualquier fruta de temporada en las enormes granjas flotantes, los Cosechadores.

Las voces subieron y bajaron. El comedor era grande y ya tenía que haber unas cien personas sentadas. Pero normalmente no era tan ruidoso. A menudo, la gente desayunaba en completo silencio, el único sonido era el roce de los cubiertos en la porcelana china. Después de todo, ¿qué había que discutir? Sin noticias ni política. Nada de chismes o escándalos de celebridades. Sólo la misma rutina “dichosa”, día tras día, año tras año. Esta mañana, sin embargo, Leila pudo sentir una mayor energía en la habitación.

-Y aquí estamos, señora”.

El acompañante de Leila estaba sentado en su mesa habitual junto a una de las ventanillas redondas. Julian acercó la silla de enfrente y Leila se sentó.

-Gracias, dijo ella.

Julian se balanceó como un pájaro. -Le traeré un poco de café, señora.

Leila se volvió hacia la mujer de enfrente. En contraste con Leila, que era alta y angulosa (y siempre se había sentido cohibida por su altura), Mirabelle era una mujer diminuta, de apenas metro y medio de estatura, con extremidades nervudas, bronceada de un color marrón oscuro y una enorme melena. de cabello quebradizo y decolorado. En todo el tiempo que la conocía, Leila nunca había visto a Mirabelle sin un enorme par de anteojos de sol ocultando su rostro, incluso en interiores.

Antes de que Leila tuviera la oportunidad de elegir el menú, más por costumbre que por curiosidad, ya que había comido el mismo desayuno todos los días durante las últimas cinco décadas, Mirabelle se inclinó hacia adelante y bajó la voz.

-¿Has oído?"

SINOPSIS:

La primera colección de cuentos de la autora C.J. Tudor, presenta diez cuentos escalofriantes y alucinantes.

Escenarios del fin del mundo. Mariposas asesinas. Las novelas de CJ Tudor son ampliamente aclamadas por sus tramas de suspenso oscuras y retorcidas, pero con A Sliver of Darkness , nos sumerge aún más en su vertiginosa imaginación.

En The End Course, el mundo ha descendido a la oscuridad, pero un grupo de viejos amigos hace tiempo para una última cena. En Runaway Blues convergen el amor frustrado, la venganza y algo muy desagradable guardado en una sombrereria. En Gloria, una chica extraña en una estación de servicio se hace querer por un asesino despiadado, pero ¿puede un leopardo realmente cambiar sus manchas? Y en I'm Not Ted, un caso de identidad equivocada tiene consecuencias imprevistas y fatales.

Fascinante y explosivamente original, A Sliver of Darkness es CJ Tudor en su forma más perversa y desinhibida.

8 de febr. 2023

c.j.tudor, obres 3

Título: Las chicas de Chapel Croft

Título Original: The Burning Girls

Autora: C.J. Tudor

Traducción: Jesús de la Torre

Editorial: Plaza & Janés, 2022

de páginas: 416

Fragmento:

    «¿Qué clase de hombre soy?».

    Era una pregunta que últimamente se había planteado muchas veces.

    «Soy un ministro de Dios. Soy su siervo. Hago su voluntad».

Pero ¿era suficiente?

    Se quedó mirando la casita encalada. El tejado de tejas rojas, las clemátides de llamativo color púrpura trepando por las paredes, bañadas por el atenuado resplandor del sol del final del verano. Los pájaros piaban en los árboles. Las abejas emitían su perezoso zumbido entre los arbustos.

    «Aquí habita el mal. Aquí, en el más inocuo de los escenarios».

    Subió despacio por el corto sendero. El miedo le atenazó el vientre. Era como un dolor físico, un calambre en las tripas. Levantó la mano hacia la puerta, pero se abrió antes de llamar.

    —Ay, gracias a Dios. Gracias al cielo que ha venido.

    La madre se dejó caer en la puerta. El pelo castaño y lacio se le pegaba al cráneo. Tenía los ojos inyectados en sangre y la piel, gris y arrugada.

    «Esto es lo que pasa cuando Satán se introduce en tu casa».

    Entró. La casa apestaba. A rancio, a suciedad. ¿Cómo había podido terminar así? Miró hacia lo alto de las escaleras. La oscuridad de arriba parecía cargada de malevolencia. Apoyó la mano en la barandilla. Sus piernas se negaban a moverse. Cerró los ojos con fuerza y respiró hondo.

    —¿Padre?

    «Soy un ministro de Dios».

    —Dígame dónde está.

Empezó a subir. Arriba había solo tres puertas. Un niño con rostro inexpresivo y vestido con una camiseta y unos pantalones cortos llenos de manchas se asomaba desde una de ellas. Cuando la figura vestida de negro se fue acercando, el niño cerró la puerta.

    Él abrió la que estaba al lado. Sintió el calor y el olor como una entidad física. Se puso una mano en la boca y aguantó una arcada.

    La cama estaba manchada de sangre y fluidos corporales. Había cuerdas atadas a cada poste de la cama, pero colgaban sueltas. En medio del colchón, había un estuche grande de piel abierto. Unas fuertes tiras sujetaban su contenido: un pesado crucifijo, una Biblia, agua bendita y gasas.

    Faltaban dos cosas. Estaban en el suelo. Un bisturí y un cuchillo largo de sierra. Los dos llenos de sangre. Como un manto oscuro de rubí, aún más sangre formaba un charco alrededor del cuerpo.

    Tragó saliva, su boca seca como los campos en verano.

    —Santo Dios, ¿qué ha pasado aquí?

    —Se lo he dicho. Ya le he dicho que el diablo...

    —¡Silencio!

    Vio algo sobre la mesita de noche. Se acercó a ella. Una pequeña caja negra. Se quedó observándola un momento y, a continuación, se giró hacia la madre, que no había traspasado el umbral. La mujer retorcía las manos y le contemplaba con expresión de súplica.

    —¿Qué vamos a hacer?

    «Vamos». Porque esto también le concernía a él.

    Volvió a mirar el cuerpo ensangrentado y mutilado en el suelo.

    «¿Qué clase de hombre soy?».

    —Traiga trapos y lejía. Ya.

    WELDON HERALD, JUEVES,

    24 DE MAYO DE 1990

    NIÑAS DESAPARECIDAS

    La policía ha solicitado ayuda en la búsqueda de dos adolescentes de Sussex que han desaparecido: Merry Lane y Joy Harris. Ambas, de quince años, pueden haberse fugado juntas. Joy fue vista por última vez en una parada de autobús de Henfield la noche del 12 de mayo. Merry desapareció de su casa de Chapel Croft una semana después, el 19 de mayo, tras dejar una nota.

    La policía no considera sospechosa su desaparición, pero sí ha mostrado su preocupación por el bienestar de las niñas y ha hecho un llamamiento para que se pongan en contacto con sus familias.

    «No os va a pasar nada. Están preocupados. Solo quieren saber que os encontráis bien y comunicaros que siempre podéis volver a casa».

    Joy responde a la siguiente descripción: delgada, alrededor de un metro sesenta y cinco de altura, pelo largo y rubio claro y rasgos delicados. La última vez que fue vista llevaba una camiseta rosa, unos vaqueros lavados a la piedra y unas zapatillas de deporte Dunlop Green Flash.

    Merry responde a la siguiente descripción: delgada, un metro setenta de altura, pelo corto y moreno. La última vez que la vieron vestía un jersey gris holgado, vaqueros y deportivas negras.

    Se ruega a cualquiera que las haya visto que informe a la Policía de Weldon en el 01323 456723 o a la organización independiente sin ánimo de lucro Crimestoppers en el 0800 555 111.

Uno

    —Es una desgracia.

    El obispo John Durkin sonríe con benevolencia.

    Tengo bastante claro que el obispo John Durkin lo hace todo con benevolencia, incluso cagar.

    El obispo más joven que ha presidido la diócesis de North Notts es un orador experto, autor de varios documentos teológicos muy reconocidos y me sorprendería que no hubiese ya intentado, al menos, caminar sobre las aguas.

    También es un gilipollas.

    Lo sé yo. Lo saben sus compañeros. Lo saben sus colaboradores. En el fondo, creo que hasta él lo sabe.

    Por desgracia, nadie va a decírselo. Desde luego, yo no. Hoy no. No mientras de sus manos suaves y bien arregladas dependan mi trabajo, mi casa y mi futuro.

    —Algo como esto puede alterar la fe de la comunidad —continúa.

    —No están alterados. Están furiosos y tristes. Pero no voy a permitir que esto eche a perder todo lo que hemos conseguido. No voy a desentenderme de ellos ahora, cuando más me necesitan.

—Pero ¿te necesitan? La asistencia ha disminuido. Han cancelado las clases.”

Sinopsis:

    Hace quinientos años, ocho mártires fueron quemados en la hoguera. Hace treinta años, dos adolescentes desaparecieron sin dejar rastro.Hace dos meses, el vicario se suicidó.

    Bienvenidos a Chapel Croft.

    Una oscura historia se agita en Chapel Croft. A una larga lista de desapariciones y muertes se une la del sacerdote de la parroquia local, que se ahorcó en su propia iglesia hace solo unas semanas.

    Para sustituirlo, llega al pueblo Jack Brooks. Trae consigo una hija de catorce años y una conciencia atormentada, aunque confía en empezar aquí una nueva vida. Pero lo que encuentra es un lugar lleno de conspiraciones y secretos donde le espera un extraño regalo de bienvenida: un kit de exorcismo y un siniestro mensaje.

    Cuanto más profundiza en la ciudad y llega a conocer a sus peculiares habitantes, más parecen surgir antiguas disputas, misterios y sospechas. Y cuando su hija Flo comienza a ver espectros de chicas ardiendo, resulta claro que los fantasmas de Chapel Croft se niegan a descansar en paz.

    Pero descubrir la verdad puede ser letal en un pueblo con un pasado sangriento, donde todos tienen algo que esconder y nadie confía en los extraños.

7 de febr. 2023

c.j.tudor, obres 2

 

Título: La otra gente

Título Original: The Other People

Autora: C.J. Tudor

Traducción: Carlos Abreu Ferrer

Editorial: Plaza & Janés, 2021

de páginas: 384

Fragmento:

 "   Lunes, 11 de abril de 2016

    M1 norte

    Lo primero en lo que se fijó fue en los adhesivos que bordeaban la luneta del coche y recubrían el parachoques: «Toca el pito si estás cachonda».
«No me sigas, me he perdido.» 
«Cuando conduces como yo, más te vale creer en Dios.»
«Tengo el claxon estropeado. Atento a mi dedo.»
«Los hombres de verdad aman a Jesucristo.»

    Vaya batiburrillo de mensajes. Aunque una cosa quedaba meridianamente clara: el conductor era un capullo. Gabe habría apostado lo que fuera a que llevaba una camiseta con un eslogan y tenía en la oficina una foto de un mono con las manos en la cabeza y el letrero: «No es necesario estar loco para trabajar aquí, pero ayuda».

    Le sorprendía que el tipo pudiera ver algo entre tantas pegatinas. Por otro lado, al menos proporcionaba material de lectura a la gente durante los atascos. Como aquel en el que se encontraban atrapados en ese instante. Una larga fila de vehículos avanzaba a paso de tortuga a causa de las obras en la autopista; daba la sensación de que se habían iniciado en algún momento del siglo anterior y que durarían hasta bien entrado el milenio siguiente.

    Gabe suspiró y tamborileó con los dedos sobre el volante, como si así pudiera aligerar el tráfico o hacer que apareciera una máquina del tiempo. Ya casi iba con retraso. No del todo. Aún no. Todavía estaba dentro de los límites de lo posible que llegara a casa a tiempo. Pero no albergaba muchas esperanzas. De hecho, las esperanzas lo habían abandonado cerca de la salida 19, como a todos los conductores lo bastante espabilados para confiarse a su GPS y tomar un desvío por una carretera comarcal.

    Lo más frustrante era que ese día había conseguido salir a buena hora. Habría podido llegar sin problemas a las seis y media, a tiempo para la cena y para acostar a Izzy, como le había prometido —prometido de verdad— a Jenny que haría esa noche.

    «Una vez por semana, nada más. Es todo lo que te pido. Una noche en la que cenemos juntos, tú le leas a tu hija un cuento en la cama y finjamos que somos una familia normal y feliz.»

    Eso le había dolido. Ella quería hacerle daño.

    Por supuesto, Gabe habría podido replicar que era él quien había preparado a Izzy para el colegio por la mañana, mientras Jenny salía pitando para reunirse con un cliente. Era él quien había consolado a su hija y le había aplicado crema antiséptica en el mentón cuando el temperamental gato de la familia (adoptado por Jenny) la había arañado.

    Pero no le ha dicho nada, porque ambos sabían que eso no compensaba todas las ocasiones perdidas, los momentos en que él no había estado allí. Jenny era una mujer bastante razonable, pero en lo que a asuntos familiares se refería, tenía los límites bien marcados. Si alguien los traspasaba, ella tardaba mucho tiempo en dejarlo volver al redil.

    Era una las cosas que él amaba de ella: su devoción inquebrantable hacia su hija. La madre de Gabe había sido más devota del vodka barato, y él nunca había conocido a su padre. Juró que él sería distinto, que siempre estaría al lado de su pequeña.

    Y sin embargo allí estaba, atrapado en la autopista, con muchos números de llegar tarde. Otra vez. Jenny no se lo perdonaría. No quería pensar demasiado en las posibles consecuencias.

    Había intentado llamarla, pero había saltado el buzón de voz. Ahora le quedaba menos de un uno por ciento de batería en el móvil, que se apagaría en cualquier momento, y justo ese día, como no podía ser de otra manera, Gabe se había dejado el cargador en casa. No podía hacer otra cosa que permanecer sentado, luchando contra el impulso de pisar el acelerador a fondo y llevarse por delante los demás vehículos, tabaleando sobre el volante con agresividad mientras contemplaba al puto don Pegatinas que tenía delante.

    Muchos de los adhesivos parecían viejos, pues estaban descoloridos y arrugados. Por otro lado, era un coche antiguo. Un Cortina, o algo por el estilo. Estaba pintado con un espray de aquel color tan de moda en los años setenta: una especie de dorado sucio. Plátano mohoso. Crepúsculo contaminado. Sol moribundo.

    El inestable tubo de escape escupía de forma intermitente un turbio humo gris. El parachoques entero estaba salpicado de herrumbre. Gabe no alcanzaba a ver el distintivo de la marca. Seguramente se le había caído, junto con media matrícula. Solo quedaban las letras «T», «N», y parte de un número que podía ser un 6 o un 8. Frunció el ceño. Estaba convencido de que aquello no era legal. Seguro que el cacharro de mierda no estaba ni en condiciones de circular, ni asegurado, ni en manos de un conductor cualificado. Más valía no acercarse demasiado.

    Estaba planteándose cambiar de carril cuando el rostro de la niña apareció tras la luneta, justo en el centro del marco formado por los adhesivos medio despegados. Parecía tener unos cinco o seis años, cara redonda, mejillas sonrosadas y el fino cabello rubio recogido en dos coletas en lo alto de la cabeza.

    Lo primero que le pasó a Gabe por la cabeza fue que ella debería llevar puesto el cinturón de seguridad.
    
Lo segundo que pensó fue: «Izzy».

    La niña clavó la vista en él. Se le desorbitaron los ojos. Abrió la boca, dejando al descubierto el diente delantero que le faltaba. Gabe recordaba haberlo envuelto en un pañuelo de papel antes de colocarlo debajo de la almohada para que lo recogiera el Ratoncito Pérez.

    Sus labios formaron la palabra «¡Papá!».

    En ese momento, una mano procedente del asiento delantero la agarró del brazo y tiró de ella hacia abajo con brusquedad. Ella desapareció de la vista. Se esfumó. Ya no estaba.

    Gabe se quedó contemplando el espacio vacío tras el parabrisas.

    «Izzy.»

    Imposible.

    u hija estaba en casa, con su madre. Probablemente viendo el Disney Channel mientras Jenny preparaba la cena. No podía ir en el asiento de atrás del coche de un desconocido, en dirección a Dios sabe dónde y sin el cinturón de seguridad abrochado.

    Las pegatinas le impedían ver al conductor. A duras penas alcanzaba a vislumbrarle la cabeza por encima del «Toca el pito si estás cachonda». A la mierda. Tocó el claxon de todos modos. Luego hizo señales con las luces. Pareció que el cacharro aceleraba un poco. Las obras de la autopista terminaban unos metros más adelante, y las señales de ochenta kilómetros por hora cedían el paso a las que indicaban el límite de velocidad nacional.

    «Izzy.» Pisó el acelerador. Su coche era un Range Rover nuevo. Tiraba como una bestia. Aun así, el viejo y destartalado montón de chatarra que tenía delante se alejaba. Apretó el pedal con más fuerza. El velocímetro subió poco a poco, a ciento diez, ciento veinte, ciento treinta y cinco... "


Sinopsis:

Mientras conduce hacia casa una noche, Gabe ve aparecer la cara de una niña en la ventanilla posterior del viejo coche oxidado que tiene delante. Solo pronuncia una palabra: «Papá».

Es su hija de cinco años, Izzy.

Nunca la vuelve a ver.

Tres años después, Gabe pasa sus días y sus noches recorriendo la autopista en busca del automóvil que se llevó a su hija, negándose a perder la esperanza aunque la mayoría de la gente crea que Izzy está muerta.

Fran y su hija, Alice, también han hecho muchos kilómetros por la autopista. No buscan. Huyen. Tratando de mantenerse un paso por delante de quienes quieren hacerles daño.

Porque Fran conoce la verdad. Sabe lo que realmente le pasó a la hija de Gabe. Sabe quién es el responsable. Y sabe lo que les harán si alguna vez las alcanzan..."

6 de febr. 2023

c.j.tudor, obres 1

 

Título: La desaparición de Annie Thorne

Título Original: The Taking of Annie Thorne

Autora: C. J. Tudor

Traducción: Carlos Abreu Ferrer

Editorial: Plaza & Janés, 2019

de páginas: 365



Fragmento:

    "Incluso antes de entrar en la casita, Gary sabe que algo no va bien.

    Es el olor empalagoso que sale por la puerta abierta, las moscas que revolotean en el calor pegajoso del recibidor. Por si esto no fuera indicio suficiente de que algo horrible ha ocurrido en esa casa, horrible en el peor sentido posible, el silencio lo confirma.

    Hay un elegante Fiat blanco aparcado en el camino de acceso, una bicicleta apoyada frente a la puerta principal y unas botas de goma tiradas justo al otro lado del umbral. El hogar de una familia. Incluso cuando el hogar de una familia está vacío, quedan en él ecos de vida. No es normal que se irradie una sensación opresiva y siniestra bajo un asfixiante manto de silencio, como en aquella casa.

    Aun así, él grita de nuevo:

    —Hola. ¿Hay alguien?

    Cheryl alza la mano y da unos golpecitos enérgicos a la puerta abierta. Estaba cerrada cuando han llegado, pero no con llave. Otro detalle que da mala espina. Aunque Arnhill sea un pueblo pequeño, los vecinos siempre cierran con llave.

    —¡Policía! —grita.

    Nada. No se oye la menor pisada, crujido o susurro. Gary suspira al percatarse de que siente un temor supersticioso a entrar. No es por el rancio hedor a muerte. Hay algo más. Un instinto primario lo insta a dar media vuelta y marcharse de allí cuanto antes.

    —¿Sargento? —Cheryl levanta la vista hacia él, arqueando una fina ceja en un gesto inquisitivo.

    Él echa un vistazo a su acompañante, de metro sesenta de estatura y solo cuarenta y cinco kilos de peso. Con más de metro ochenta y casi ciento treinta kilos, Gary parece un Baloo, y Cheryl, a su lado, un delicado Bambi. Al menos en lo que al aspecto físico se refiere. En cuanto a la personalidad, basta con señalar que Gary llora cuando ve una película de Disney.

    Ella asiente con una breve y sombría inclinación de la cabeza, y los dos pasan al interior.

    Un fétido y penetrante olor a descomposición humana los abruma. Gary traga saliva e intenta respirar por la boca, mientras desea con toda el alma que hubiese sido algún otro —fuera quien fuera— quien hubiera acudido a esa llamada. Cheryl pone cara de asco y se tapa la nariz con la mano.

    Esas pequeñas casas de campo tienen una distribución bastante típica: un recibidor pequeño, escaleras a la izquierda, el salón a la derecha y una cocina diminuta encajonada al fondo. Gary se encamina hacia el salón. Empuja la puerta para abrirla.

    Gary ya ha visto cadáveres antes: un chaval joven atropellado por un conductor que se dio a la fuga, un adolescente destrozado por maquinaria agrícola. Fueron muertes horribles, sí. Innecesarias, sin lugar a dudas. Pero esto es horrible, piensa de nuevo. Más que horrible.

    —Joder —musita Cheryl, y Gary piensa que él mismo no habría podido expresarlo mejor.

    Todo el horror, concentrado en una única palabrota: «Joder».

    En medio de la habitación se encuentra una mujer, repantigada en un gastado sofá de piel, de cara a un gran televisor de pantalla plana. El aparato tiene una rajadura en forma de telaraña en torno a la que docenas de moscardas gordas pululan perezosamente.

    Las demás zumban alrededor de la mujer. «Alrededor del cuerpo», se corrige Gary para sus adentros. Ya no es una persona. Solo un cadáver. Un caso más. Hay que dominar esos nervios.

    A pesar del abotargamiento causado por la descomposición, se nota que en vida ella debía de ser esbelta y de tez pálida, aunque ahora está cubierta de manchas y veteada de venas verdosas. Va bien vestida: camisa de cuadros, vaqueros ajustados y botas de piel. Resulta complicado determinar su edad, más que nada porque la parte superior de la cabeza ha desaparecido. Bueno, en realidad no es que haya desaparecido. Gary alcanza a ver trozos de ella pegados a la pared, la librería y los cojines.

    No caben muchas dudas respecto a quién apretó el gatillo. La escopeta aún descansa sobre su regazo, sujeta por los dedos hinchados. Gary reconstruye a toda prisa en su mente lo ocurrido. Ella se mete el arma en la boca, dispara, la bala sale con un ligero desvío hacia la izquierda, donde se aprecian los mayores daños, lo que tiene sentido, pues empuña el arma con la mano derecha.

    Gary es solo un sargento de uniforme que apenas trata con los forenses, pero ha visto muchos episodios de CSI.

    El proceso de putrefacción seguramente ha sido muy rápido. En la pequeña casa de campo hace calor, un bochorno sofocante, incluso. En el exterior la temperatura ronda los veintitrés grados, las ventanas están cerradas y, aunque las cortinas están echadas, el termómetro debe de marcar más de treinta. Él ya nota el sudor que le resbala por la espalda y le humedece las axilas. Cheryl, que nunca pierde la calma, se enjuga la frente, visiblemente incómoda.

    —Joder. Vaya desastre —comenta, en un tono cansino poco habitual en ella.

    Contempla el cuerpo en el sofá, sacudiendo la cabeza, antes de desplazar la vista por el resto de la habitación, con los labios fruncidos y la expresión lúgubre. Gary sabe qué está pensando. «Bonita casa. Bonito coche. Bonita ropa. Pero nunca se sabe. Uno nunca sabe lo que sucede en realidad de puertas adentro.»

    Aparte del sofá de piel, los únicos muebles son una vieja estantería de roble macizo, una mesita de centro y el televisor. Él mira el aparato de nuevo, preguntándose cómo se habría agrietado la pantalla y por qué las moscas parecen tan interesadas en andar por ella. Avanza unos pasos, haciendo crujir los cristales rotos bajo sus pies, y se agacha.

    Al examinar el televisor más de cerca, descubre la razón. El vidrio resquebrajado está recubierto por una costra oscura. Una parte de la sangre ha resbalado por la pantalla hasta el suelo, donde él advierte que ha estado a punto de pisar un charco pegajoso que se ha extendido sobre las tablas del suelo.

    Cheryl se acerca hasta detenerse a su lado.

    —¿Qué es eso? ¿Sangre?

    Gary piensa en la bicicleta. En las botas de goma. En el silencio.

    —Tenemos que echar un vistazo al resto de la casa —dice.

    Ella posa en él los angustiados ojos y asiente.

    Las escaleras, empinadas y chirriantes, están manchadas de más regueros de sangre oscura. En lo alto, un estrecho rellano comunica entre sí dos dormitorios y un baño diminuto. Allí el calor es más intenso, si cabe, y el olor, aún más repugnante. Gary le indica por señas a Cheryl que vaya a echar una ojeada al baño. Por un momento, cree que ella le discutirá su orden. Resulta evidente que el hedor procede de uno de los dormitorios, pero, por una vez, ella le deja interpretar el papel de oficial superior y cruza el rellano con cautela.

    Él se vuelve hacia la puerta del primer dormitorio y, notando un sabor amargo y metálico en la boca, la abre despacio y con cuidado.

    Es la habitación de una mujer. Limpia, ordenada y vacía. Un armario en un rincón, una cómoda junto a la ventana, una cama grande cubierta con un edredón color crema inmaculado. Sobre la mesilla de noche, una lámpara y una foto solitaria en un marco liso de madera. Se acerca y la coge. Un muchacho de diez u once años, menudo y enjuto, con una sonrisa que deja al descubierto unos dientes prominentes, y una mata de pelo rubia y despeinada."

Sinopsis:

No hay que temer a los muertos, sino a los vivos.

ENTONCES
Annie desapareció una noche. Desapareció de su propia cama sin dejar rastro. Todos pensamos lo peor.

De repente, como un milagro, tras cuarenta y ocho horas, volvió, pero no podía, o no quería, contar lo que le había ocurrido.

Algo le pasó a mi hermana, aunque ella no pueda explicarlo. Solo sé que cuando volvió ya no era la misma. No era mi Annie.

Soy incapaz de admitir, incluso para mí mismo, que a veces mi hermana me aterroriza.

AHORA

Recibí este correo hace casi dos meses. Estuve a punto de borrarlo, pero decidí abrirlo. Decía así: