27 d’abr. 2018

votacions 2018



Una vegada fet el recompte de les vostres votacions, aquest és l’ordre final de les propostes de lectures per la propera temporada.


ordretítolautor/aPunts
1El olvido que seremosHéctor Abad Faciolince147
2L’illaGiani Stuparich135
3La madreMáximo Gorki128
4El hombre que fue juevesG.K. Cherteston114
5Rabos de lagartijaJuan Marsé109
6El mundo deslumbranteSiri Hustvedt99
7Totes les bèsties de càrregaManuel de Pedrolo96
8Los hijos de los díasEduardo Galeano94
9La campana de vidreSylvia Plath93
10La ridícula idea de no volver a verteRosa Montero92
1184 Charing Cross RoadHelene Hanff88
12TaksimAndrzej Stasiuk85
13Entre mujeres solasCesare Pavese84
14El samurai de SevillaJohn J. Healey78
15Frankenstein o el moderno PrometeoMary Shelley64
16Les dones de la principalLluis Llach62
17Venganza en SevillaMatilde Asensi62
18Societat limitadaFerran Torrent61
19El secreto de la señora HowellJames Scott57
20Històries perversesIsabel-Clara Simó55
21La felicitatLluís-Antón Baulenas48
22L’instintSergi Pàmies48
23El lectorBernhard Shlink46
24Lo que esconden las olasEmma Lira42
25Maldito KarmaDavid Safier38
26Mi querido asesino en serieAlicia Giménez Bartlett37
27Plata quemadaRicardo Piglia29

maestro sciascia


“Parece que han pasado siglos  -al menos desde la perspectiva de la cultura y la mitología popular-  desde que en 1961 el escritor siciliano Leonardo Sciascia publicara su novela El día de la lechuza y,  como parte de las enconadas reacciones que el libro provocara,  la democracia cristiana italiana se atreviera a afirmar, con esa tranquilidad que la caracteriza en sus declaraciones políticas, que en aquel país no existía una organización económico-criminal llamada mafia: si acaso, dijeron, lo que sobrevivía allá en la Sicilia profunda eran cofradías tradicionalistas que se regían por viejos códigos de honor.  Aunque hoy nadie se atrevería a poner en duda la existencia de la mafia siciliana, la pègre marsellesa o de una camorra namarsellesa o de una camorra napolitana que condena a muerte a escritores incómodos,  sí resulta evidente que aún no se han resaltado,  conveniente y convincentemente,  las cualidades que convierten la obra de Leonardo Sciascia en una de las más importantes precursoras de la profunda renovación de la literatura policial o novela negra que se produjo en las décadas finales del pasado siglo y que sobrevive hasta hoy.  A veces,  incluso,  ni se recuerda que,  junto a autores como el brasileño Rubem Fonseca y el norteamericano Donald Westlake (en su momento literariamente distantes entre sí,  pero conectados por los reclamos de la época y el agotamiento de un cierto tipo de escritura),  Sciascia fue uno de los encargados de establecer,  en el decenio de 1960,  los presupuestos estéticos y sociales de lo que sería la revolución conceptual que al fin le conferiría un carácter literario y social indiscutible a la narrativa policial.  Si Hammett y Chandler fueron capaces de darle densidad artística a la novela negra, Sciascia fue el primero que,  violando todos los cánones que ni siquiera Hammett y Chandler se atrevieron a franquear, se propuso el necesario acercamiento entre el género y la Novela,  y fue el primer escritor en pensar las historias de crímenes,  delincuentes e investigadores como un gran arte del siglo XX. Sin embargo,  creo que tampoco se ha valorado suficientemente el hecho de que su amarga, desencantada y muchas veces profética visión de la realidad italiana casi siempre se haya concretado a través de novelas en las que se valía,  precisamente,  de algunos recursos propios del llamado género policial y el de encuesta judicial.  Y estoy seguro de que la causa de todas estas faltas de reconocimiento y valoración cultural se deben,  precisamente,  a que los mayores aportes literarios de Leonardo Sciascia fueron realizados desde la participación en una tipología narrativa que todavía hoy es considerada marginal por un sector considerable de la academia y de los medios.  Sciascia murió hace veinte años.  Pero los tentáculos de magisterio que tendió hacia tantos escritores de tantas partes del mundo siguen dando frutos.  Los dio en un discípulo agradecido como Manuel Vázquez Montalbán o en uno tan peculiar como Jean-Claude Izzo, y los sigue dando en Andrea Camilleri,  Petros Markaris,  los best sellers nórdicos,  los autores del neopolicial iberoamericano.  Porque en la génesis de toda la buena novela policial que hoy se escribe en Occidente está la obra de un escritor que,  simplemente,  se dedicó a mirar el mundo desde la altura de una colina siciliana,  agreste y rocosa. Y  a escribir las historias que hasta allí le llegaban.”


Al principio de todo está Sciascia
Leonardo Padura
Babelia,  El País, 1 de agosto de 2009

26 d’abr. 2018

el investigador en sciascia


“Para que el disfrute de un juego sea común las reglas han de ser explícitas y,  no menos importante, iguales para todos.  Así, en caso de producirse una falta,  se puede aplicar la penalización adecuada.  En cambio, si uno o más de los participantes juegan con reglas amañadas ello perjudica al resto, por cuanto ese resto está en desventaja frente a unos tramposos que siguen unas reglas ocultas y de las que no ha de hablarse pero que influyen decisivamente en el resultado.  Si los jugadores legales descubren esas otras reglas tienen el derecho a castigar a los tramposos y a exigir una reparación.  Si los descubren.

En el caso de la democracia liberal las leyes están escritas y aprobadas,  con lo que se trata de evitar la arbitrariedad (como la “mordida” que exige la policía de muchos países) y se aplican indistintamente a todo el mundo. Pero la acumulación de poder por parte de una persona mediante intereses y amistades, hace que sus recursos a la hora de cometer una ilegalidad impunemente sean muy superiores a los del ciudadano de a pie (el caso de Berlusconi, creando leyes ad hoc para sus acusaciones,  viene rápidamente a la cabeza). El ejercicio del poder público confiere respetabilidad mientras que los negocios subterráneos dan muchísimo dinero.  La imagen de ambos ha de ser, tocante a la opinión pública,  rigurosamente estanca y contrapuesta.  Por eso fue memorable la famosa declaración de Pascual Maragall acerca del tres por ciento.  De pronto,  en el mismo centro del poder oficial,  se hacía patente la existencia de ese otro mundo.  Pero seis años más tarde podemos decir que ese lapsus, cometido al calor del debate parlamentario,  no tuvo ninguna consecuencia.

La excepcional obra de Leonardo Sciascia se dedica con tenacidad a sacar a la luz esas leyes no escritas que,  en su Sicilia natal,  escenario de casi todos sus libros,  se manifiestan en los crímenes de la mafia.  Fue Sciascia uno de los primeros en hablar con claridad (hasta bien entrado el s. XX la existencia de algo llamado mafia era negada por las autoridades italianas y, por supuesto,  por los sicilianos)  de la realidad de una red de intereses que,  mediante la amenaza y la violencia física, sostenía una estructura de poder independiente del Estado.  Las intimidaciones y los frecuentes asesinatos habían llevado a la población a un hosco silencio en lo relativo a cualquier asunto mafioso, por lo que las investigaciones policiales morían prácticamente antes de nacer. Para el observador atento era visible otro fenómeno no menos aterrador: los grandes mafiosos no estaban sólo en tranquilas villas campestres gozando una vida de aparentes rentistas, también en la Administración, en las Comisarías provinciales y en los despachos de los ministerios se podían entrever lazos subterráneos y firmes con la mafia.

En El día de la lechuza (Il giorno della civetta, 1961),  la primera novela en la que Sciascia aborda el problema,  el capitán Bellodi, destinado a Sicilia desde el Norte,  parece encarnar el soplo europeo e ilustrado que Sicilia (tan africana y española) requería para que la Justicia pudiera darse cumplidamente. Un hombre es disparado en medio de la plaza mientras intenta desesperadamente subirse en un tranvía lleno a rebosar en ese momento.  Sin embargo,  cuando comienzan las pesquisas la supuesta multitud de testigos  no aparece, no ha visto nada o ambas cosas. La constancia y el buen hacer de Bellodi consiguen que la investigación avance muy paso a paso mediante hallazgos parciales,  pero los continuos callejones sin salida,  los encubrimientos y el tráfico de influencias pesan como una losa sobre los representantes de la ley.
La trama policíaca, o algo que se le asemeja, es algo corriente en todos los libros de Leonardo Sciascia. Sus novelas comienzan con un enigma que paulatinamente desarrolla conexiones inesperadas y elefantiásicas tiñendo con una sombra ácida y lúgubre toda la realidad que poco antes se presentaba como lo normal.  El asesinato es una excrecencia de ese sistema-detrás-del-sistema,  un pequeño residuo a partir del cual pueden ser reconstruidas (al menos en parte) la organización y el proceder de la mafia.  A diferencia de los detectives clásicos,  que se enfrentan con chulería y soberbia a los poderosos llevándose de vez en cuando una paliza bastante venial y que plasman sus conclusiones en un discurso teatral y concluyente, los investigadores de Sciascia rara vez resuelven sus casos ya sea por falta de pruebas o porque la mafia les hace desaparecer. Paradigmática a este respecto es  A cada cual, lo suyo (A ciascuno il suo, 1966), en la que el mal término del protagonista es severamente diagnosticado por sus paisanos: “Era un necio”. En román paladino: no quiso atender los avisos que le conminaban a abandonar un asunto que concernía a los intereses del entramado mafioso.

Sciascia fue,  hasta su muerte,  un convencido esgrimidor de la razón como el único medio por el que se pudiese lograr la justicia en la sociedad y así la vida fuese,  de todo derecho, vida.  Atento relector de Montaigne y de Voltaire así como de Stendhal y Savinio,  ponía tesón y humor en el razonamiento para escudriñar,  de la manera más honda y reflexiva posible,  la conflictiva realidad que le rodeaba.  Ello resalta especialmente en las obras de no-ficción del autor, como en La desaparición de Majorana (La scomparsa di Majorana, 1975), en la que Sciascia reexamina los documentos acerca de la desaparición,  en los años 30,  del físico Ettore Majorana; una eminencia de la física cuya clarividencia le hizo prever el aterrador camino que conduciría a la bomba atómica,  por lo que decidió desaparecer y borrar sus huellas.  La voz del escritor siciliano es aún más nítida en uno de sus libros que más me gustan,  Negro sobre negro (Nero su nero, 1979). Una suerte de diario personal de los años 70 en el que comenta lecturas, reflexiona sobre todo tipo de temas (como el terrorismo que asoló Italia y Europa durante esos años) y pasea su mirada atenta y cariñosa por Sicilia. Su estilo, sin ser nunca amanerado,  fue despojándose de todo tipo de recursos innecesarios hasta convertirse en un instrumento práctico y preciso con el que poder adentrase hasta el hueso de los hechos. Si en El día de la lechuza aún saltan a la vista ciertos refinamientos literarios, en sus últimos libros parecemos asistir a una reposada sobremesa a la sombra, con café y cigarros, en la que se desgrana metódica e implacablemente un asunto de difícil resolución.

Es el caso de sus dos últimas novelas, El caballero y la muerte (Il cavaliere e la morte, 1988) y Una historia sencilla (Una storia semplice, 1989), piezas que resumen y cierran su obra inmejorablemente. El caballero y la muerte, especialmente, tiene un aire testamentario que hace pensar en los últimos años del escritor,  llenos de dolor a causa del cáncer que lo mató en 1989 y los agresivos tratamientos a que se sometió. El protagonista, un subcomisario llamado “el Vice” (apodo cariñoso y, a la vez, indicativo de la falta de aptitudes para medrar de los personajes principales de Sciascia: por su inobservancia de esas leyes no escritas siempre serán “vices” subordinados a otros),  padece una enfermedad que en poco tiempo acabará con él.  En su despacho tiene el grabado de Durero  El caballero, la muerte y el diablo sobre el que reflexiona continuamente.  Un último caso llega hasta él: el asesinato de un importante abogado. En su investigación, el Vice ha de lidiar con sus superiores, con un empresario poderoso e influyente, con una supuesta organización terrorista de nueva creación y con mujeres hermosas y enigmáticas (uno de los mejores tópicos de la novela negra).  Sus pasos le acercan peligrosamente a los interiores más turbios del Estado,  donde intuye la negra dialéctica que el Leviatán mantiene con sus adversarios.

En Una historia sencilla los hechos conducen inexorablemente al interior de las instituciones y,  más aún, a un compañero del investigador.  Aunque esta vez el sargento encargado del caso no tiene un final tan violento como es habitual en los héroes de Sciascia, más bien al contrario, ve venir el peligro y puede defenderse y salir airoso,  el autor no puede privarse de sugerir que el mal sigue campando y que toda victoria es siempre parcial.  La ironía de Sciascia es patente en estas dos obras y se me ocurre que sus planteamientos coinciden parcialmente con lo que podríamos llamar “literatura de la paranoia”.  Aunque la confianza de Sciascia en la democracia y su capacidad de corregirse y mejorar,  siempre bajo la luz de la razón, otorga una cualidad luminosa y vibrante a su obra.  A pesar de todo.”


Las reglas del juego según Leonardo Sciascia
por Álvaro Quintana
Jot Down,

a propósito de sciascia




“El escritor siciliano ha sido uno de los escritores que más ha indagado en el poder,  la Mafia y la corrupción del Estado tanto a nivel policial como político.  Creía que la literatura tenía un peso moral sobre el curso de las cosas.  Y un día se asombró al comprobar que sus obras se anticipaban al futuro,  como las investigaciones parlamentarias sobre la Mafia en El día de la lechuza o el asesinato de jueces en El contexto.

Leonardo Sciascia fue uno de esos escritores que todavía no consideraban la literatura como una sección secundaria de la industria del entretenimiento,  sino como factor de poder. Las novelas debían participar en la conversación sobre cómo vivimos, no ser meras oportunidades de distracción o evasión. Y,  aunque pensaba que los intelectuales jamás han ejercido la menor influencia,  Sciascia adquirió sobre el mundo cierta forma de autoridad,  desde Sicilia,  su isla,  nacido en Racalmuto, provincia de Agrigento,  Rahal-maut, para los árabes,  Aldea Muerta,  13.000 habitantes cuando en 1921 nació Sciascia,  hijo de un oficinista de las minas de azufre.  En Racalmuto había entonces azufre y algún muerto a tiros en la calle todos los días,  país de mafias.

En 1946 Sciascia veía Racalmuto como "un pueblo indeciblemente triste al que estoy ligado por trabajo y también por afecto".  En el escudo del municipio,  con un hombre desnudo que hace el signo del silencio frente a una torre hermética,  un lema en latín invitaba a callar: "En el silencio me fortifiqué".  Sciascia,  de no muchas palabras en voz alta,  escribió mucho. Fue concejal en Palermo en 1975,  independiente compañero de los comunistas,  desengañado, dimisionario,  y diputado por el Partido Radical en 1979.  Tuvo alguna vocación de educador,  y empezó de maestro en los años cuarenta,  en una escuela que le parecía aborrecible,  y donde los niños,  famélicos y feroces,  no vivían el estudio como dignificación,  sino como un tiempo degradante por opresivo.

Se inventó una Sicilia universal, real, con raíz en los árabes y en la España de la Inquisición.  Adivinó,  escribiendo,  que Sicilia era una metáfora de Italia,  y,  más aún, de la Europa americanizada en los años de guerra fría.  Sus novelas policiacas son relatos históricos,  y al revés.  Sus relatos históricos escogen momentos emblemáticos,  de eterna crónica negra, porque los juegos de poder se repiten incesablemente,  y el poder es,  en última instancia,  poder de matar.  Vio el presente en el pasado.  Y, puesto que creía que la literatura tiene peso moral sobre el curso de las cosas,  llegó a temer que sus fábulas acabaran siempre realizándose.  Ya la novela El día de la lechuza,  publicada en 1961, "de ambiente siciliano, mafia y política",  como Sciascia le escribía a Italo Calvino en 1957,  se anticipó en dos años a las investigaciones parlamentarias sobre el posible matrimonio entre poder y crimen.

En A cada cual lo suyo, de 1966,  un día de caza terminaba con un doble asesinato.  Lo que podría tomarse por un sangriento asunto pasional y puramente privado, en manos de Sciascia se convirtió en la vieja trama de catolicismo,  familia y patrimonio,  que alguna vez exige mártires.  El título de la novela traducía el lema del periódico del Vaticano.  Todo modo,  de 1974, dos palabras-consigna de San Ignacio de Loyola,  hablaba de la alianza entre política y mafia o,  como prefería Sciascia,  mafias confederadas,  en colusión,  o en colisión permanente para imponerse absolutamente una sobre todas. Sciascia había contado en un artículo de periódico la experiencia personal que,  como jurado del Premio Vitaliano Brancati,  lo llevó un día al hotel-convento de Todo modo,  donde políticos democristianos celebraban unos ejercicios espirituales.  Supongamos que,  mientras diputados y ministros rezan el rosario en el patio,  uno de los honorables cae asesinado. Pasolini definió Todo modo como novela policiaca metafísica, "metáfora de los últimos treinta años de poder democristiano, fascista y mafioso, con un añadido final de cosmopolitismo tecnocrático".

Aunque siempre los imaginaba inútilmente afanosos e incautos,  Sciascia se identificaba con sus investigadores, a quienes atribuía sus preferencias políticas,  sus lecturas francesas,  la pasión por la razón,  el placer de las tardes con los amigos.  Un investigador de asesinatos no difería mucho del Sciascia explorador de archivos.  En febrero de 1979,  hablando de novela negra con José Martí Gómez y Josep Ramoneda,  Sciascia dijo rotundamente: "El investigador ilumina los hechos con la verdad".  Se refería a los detectives novelescos,  pero la frase podría aplicarse al Sciascia autor de relatos históricos,  basados en episodios de archivo,  cartas de otros siglos,  diarios, atestados policiales y autos judiciales. "Me entrego a los hechos candorosamente, esperando que la gracia me ilumine, intentando construir la verdad", decía Sciascia a  Ramoneda y Martí Gómez.

El poder se legitima por la historia.  La historia se escribe,  se inventa. "Es una impostura total,  no existe", dijo Sciascia, que se dedicaba a reescribir la historia fabulosamente, a propósito de falsificaciones de documentos medievales para justificar propiedades del siglo XVIII, conjuras jacobinas en Palermo,  la muerte de un inquisidor del siglo XVII,  la muerte por barbitúricos de un oscuro escritor francés en un hotel palermitano, la desaparición entre Nápoles y Palermo en 1938 del físico nuclear Majorana,  el apuñalamiento simultáneo de trece individuos en una noche de 1862,  en Palermo.  Se hacía la ilusión feliz de que había inventado un género,  e inmediatamente admitía haber copiado al clásico Manzoni de Historia de la columna infame, a Borges. Partía de hechos insignificantes del pasado, de lo que los historiadores callan o desdeñan.  El pasado no es nunca pasado, decía, frase que es eco de otra de Faulkner: "El pasado casi no es".

Citaba a uno de sus maestros,  el siciliano Brancati, que,  entre compatriotas olvidadizos, se dedicaba a recordar.  La desmemoria es esencial para la eterna inmutabilidad del fascismo italiano,  decía Sciascia. Los fanáticos, además de ser numerosos, "disfrutan de una excelente mala salud mental,  que les permite pasar de un fanatismo a otro con absoluta coherencia".  En El contexto,  de 1971,  divertimento o parodia policial,  situó en un país imaginario un asesinato en serie de jueces. Como más tarde comprobó Sciascia espantado, estaba describiendo el inminente futuro, el asesinato de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana,  la alianza de gobierno y oposición para eliminar toda posibilidad de transformación,  la confabulación de todos los poderes del Estado para pervertirse unidos.  Su último policía, en El caballero y la muerte,  de 1988,  seguía persiguiendo en vano a industriales y políticos con cierta tendencia a matar,  infatigable y cada vez más cansado,  fumador y enfermo,  dolorido y confiado a la morfina,  sin atender "los consuelos religiosos de la ciencia".  La muerte parecía la curación definitiva.

Hubo un futuro que no vio Sciascia,  muerto en 1989.  Lo presintió a propósito de la vigilancia antimafia y antiterrorista: temía que el Estado se declarara en estado de guerra continua,  lo que permitiría la abolición o rebaja de las garantías constitucionales. Y recordaba el fascismo,  esa perpetua movilización guerrera.”


El procedimiento Sciascia
Justo Navarro
El País, 08/09/2007




24 d’abr. 2018

la ciutat riallera

Església de Betlem, principis segle XX
© Jesús Iraiz Ordoñez


“Baixava, doncs, en tramvia. La ciutat estava riallera i plàcida, sota els miroteigs del sol, com en els jorns de sa primera arribada a Barcelona.  Cambreres i dependents bellugaven rera els vidres de tribunes i aparadors dels sumptuosos edificis del passeig de Gracia;  en el desert de la plaça de Catalunya les palmeres estoposes semblaven meditar opulències originàries; entorn de la font s'hi agrumollaven algunes dones;  l’aspergí sonor de les campanes de Betlem i  Santa Anna commovia els aires;  els carros de la verdura estaven enfilerats,  costat per costat,  al llarg de la rambla de Sant Josep, i en el port pitava amb estridència la sirena d'un vapor... Aquella Barcelona, mig dominada en una llarga i tenebrosa lluita,  renovellada i fresca, en ple descuit d'una jovenesa eterna,  semblava riure's de la duresa del jou,  de tots els jous que se li volien imposar,  i en canvi ell,  el dominador, s'havia llevat fadigat i envellit...”

Víctor Català
Un film (3000 metres)
Club editor, 2015
Pàg. 391



23 d’abr. 2018

barcelona

carrer Pere IV, 1900

“Els carrers estaven deserts i silenciosos.  A mida que pujava el rost, s'anaven aclarint les cases i pels buits veia allà,  al capdavall de la pregonesa,  la clarícia vaga,  tèrbola,  com una boira fosforescent,  de la ciutat estesa vora el mar.  De tant en tant, u na nota fixa,  color de rovell d'ou,  acusava els fanals mes pròxims sota el vel tenuíssim de la pluja menuda. Canta un gall,  enlaire,  com si estigués suspès,  invisible,  entre terra i cel...  Pujaven d'un fons de carrer tres o quatre compassos desmaiats d'un vals de manubri...  Era l'escolament del ball de barjaules que solia armarse de mitja nit en amunt en la tavernota del Gurugú... Passà astoradament un gat esquàlid seguit d'un altre gat...  En Miquel arriba a les vistes de la Forja.  Aixecà els ulls d'esma, per costum...  El cor li dona una topada violenta dins del pit. Com una al·lucinació,  li havia semblat veure traspuar claror per sota la porta,  consumida i rosegada pel temps: una veladura de claror apagada i rogenca com la dels fanals... “



Víctor Català
Un film (3000 metres)
Club editor, 2015
Pàg. 334



22 d’abr. 2018

sóc l'intrús



“En Nonat,  de repent,  sentí una punyida al mig del cor.  Amb ulls ben desperts i nets de teranyines,  havia comparat.  Aquell home era mes jove que ell,  mes fi,  mes senyor,  com si no portes res sobreposat,  com si tot el que semblava, ho fos en realitat,  per naturalesa.  Es clava les ungles d'una mà en el dors de l'altra.

"Sempre, sempre el mateix! Tothom de llei,  tothom de nissaga,  fora ell!  Ell sempre amb la macadura, amb l’empelt desconegut,  amb la tara escupida en el nom,  en la sang,  en l’ànima,  en la situació social!  Ell, v olgués o no,  sempre, sempre,  sentint-se el fill del frau, potser d'una serventa,  potser d'una...  Quan algú preguntava com suara la dama:  ¿Qui es aquell?,  de tothom es podia contestar fora d'ell,  d'en Nonat...  Tothom,  fora d'ell,  tenia un pare al seu darrera,  de tothom fora d'ell,  es podia indagar sense temença l'origen,  l'estament... Seria curiós que algú digués la veritat:  Es un ferrer!... Es un bordissot!... ¿Què en pensarien les dones que poc abans se'l miraven amb interès,  a través deis binocles?  Quina sorpresa,  quina riota,  quin escàndol s'aixecaria arreu!...  No,  no;  ell era,  ell seria sempre,  en tot lloc i en tota ocasió, l'intrús...  Ah!  Pare, pare maleït,  que t'arreceraves en el misteri,  el dia que et pogués haver, que et pogués tornar mortificació per mortificació,  vergonya per vergonya,  crueltat per crueltat!..."

I verinós, alçapremat per l'odi, li pruïren les dents i resta clavat en la butaca sense fer un gest,  sense moure's,  fins que la dama de la llotja hagué sortit, a fi de privar an aquesta i al cavaller mofeta la comparació que ell endevinava que havia d'ésser-li desavantatjosa.

Amb les barres fortament encaixades i una foscor grèvola sota la visera de les celles, entra a la Mallorquina i demanà sopar.  No havia menjat res del migdia ençà,  i,  amb tot,  la fam que una hora enrera li pessigava com escurçons el païdor,  en jovenívola i normal activitat,  ara restava com colgada sota una allau de pedres que s'hagués empassat tot just.  En aquells plats que les altres nits assaboria amb pler,  ni trobà avui amargantors de fel,  salabrors de llàgrimes, insipideses de cendra...

Abans de ficar-se al llit,  s’espitregà amb violència la camisa,  dret davant del mirall.  La fina creu blavosa feia com un escut protector sobre la pell de seda del seu pit;  al costat d'ell penjava la medalla de Montserrat, sospesa del cordonet blau, com un segell en pergamí nobiliari... "¿Per què, per què assenyalar-lo,  doncs,  si l'havien de llençar? ¿Per què perpetuar l'estigma en el mateix parany de l'esperança?...”

Agafa d'una revolada la medalla i dona una forta estrebada;  el cordó penetra vivament en la carn,  com una fulla de daga,  però no cedí.  Doblement arborat pel dolor i cec de ràbia, estirà de nou furiosament,  trenca el cordó,  rebaté la medalla pel sòl i la pitjà en peus.  Feia temps que,  en una de les seves ratxes supersticioses,  s'havia posat aquella medalla,  com per conjurar la sort,  per atraure misteriosament el milionari que li havia donat la vida i fer-se d'ell reconeixent.”

Víctor Català
Un film (3000 metres)
Club editor, 2015
Pàg. 192-193









21 d’abr. 2018

nit a girona




“En Nonat vaga per Girona fins a les tantes. La ciutat, de primer encara animada i remorosa,  s’anà aquietant ràpidament,  fins a semblar,  en son conjunt,  amortallada.  Sols en qualque indret cèntric,  una clapa de claror artificial,  el pas retrunyidor d'un cotxe d'estació, l'entra-i-surt de la gent a la porta d'un cafè,  li donaven esmes de vida.

Pels carrers estrets,  de cases altes i brunes, semblava no cir­cular l'aire;  s'hi sentien sospeses, entre terra i cel,  capes de fredors encantades,  de caverna;  i les pedres invisibles de les parets i els còdols o les llambordes del sol,  tenien humitats espesses,  apegaloses,  com suors d'agonia comatosa.  De tant en tant,  rompent l'obagor monòtona del camper, u n revolt de via esparpellava al lluny un gran ull de safir guspirejant;  un tros de firmament sense lluna,  però entatxonat d'estrelles tremoloses... O be,  alterada la verticalitat com per virtut d'un ignot cataclisme,  semblaven desplomar-se les parets de banda i banda,  ajuntant-se per damunt del noctàmbul i empresonant-lo en una foradada llarga i baixa,  en la qual l’alè s'encongia i els passos ressonaven amb perfídies de denuncia... Eren els porxos d'una plaga,  aguantant amb les seves arcades,  resistents com espatlles d'Atlant,  la pesantor farcida dels edificis... Mes endavant, un soroll d'origen imprecís o el ressalt brusc d'una cantonada,  feien llampeguejar pel cor una esma de basarda instintiva,  com si del tou insondable anés a eixir una mà armada d'una eina dolenta i una veu ronca,  amb ressons de bordó destrempat,  brunzint el clàssic i horripilant: "Diners o la vida!"... I després,  emergint de la massa estesa,  la silueta,  gràcil i ferma alhora, del campanar de Sant Feliu,  posava una ditada d'ombra condensada sobre l'ombra translúcida del cel... I després encara,  l’arcada d'un pont,  reinflant-se sobre el nivell del sòl,  encamellava el riu,  guaitant les aigües escasses i llotoses lliscar confosament per sota seu, amb sorruda quietesa de vagabund misèrrim, encaixonades entre construccions vulgars,  ordinàries,  que sistemàticament se li giren d'esquena,  ensenyant-li totes ses lletgeses i despoetitzant-lo amb elles,  en lloc d'ennoblir-lo donant-li la cara,  tal com va fer Venècia l’opulenta amb son instint de fada...

Anant desordenadament d'una banda a l’altra i portant, ell també,  com els porxos de la plaga,  com un petit Atlant,  el pes d'un món a sobre,  en Nonat havia seguit gairebé tot Girona, i amb l'esperit tens per la magnitud de l’esforç, tot fresc de serení pel defora,  però enroentit, de pell endins,  com la fornal de la botiga,  recala a casa a altes hores de la nit,  quan ja de galeria a galeria es cridaven i responien els galls de la ciutat i els vehicles de carreteig començaven a deixondir-se amb mandrós terratrèmol de ferramenta...”

Víctor Català
Un film (3000 metres)
Club editor, 2015
Pàg. 60-61



20 d’abr. 2018

vespres literaris al museu



               Dintre dels actes programats al voltant de l'exposició Patrimoni oblidat. Memòria Literària,  que acull el Museu de Ca n’Oliver del 18 d'abril al 20 de maig, Vespres Literaris ha organitzat una tertúlia al voltant de la novel·la Un film (3000 metres), de l’autora gironina, amb vincles amb Cerdanyola del Vallès, concretament amb el barri de Montflorit, on va estiuejar, Caterina Albert.

               El dimecres 25 d’abril ens trobarem al museu (carrer de València, 19),  a les 18.00 hores, per gaudir d’una una visita guiada a l'exposició de la mà d'en Josep Santesmasses president de la CCEPC i comissari de l'exposició temporal Patrimoni oblidat, memòria literària. I des de les 19.00 hores parlarem de l’autora, de la seva obra,  del llibre .....

Us hi esperem...

19 d’abr. 2018

caterina-víctor




"Ha estat dit que era tímida.  Els tímids són, per regla general,  persones hipersensibles que tenen sempre por de quedar malament, que no els interpretin com ells volen, que no els prenguin pel que no són i d'altres coses que ells mateixos es fan.  Si alguna vegada Caterina Albert pot haver semblat portada per un complex de timidesa, aquesta ha estat compensada per la ferma i segura fermesa de caràcter que mai no li ha fallat.  Tímida, no:  modesta i renyida amb tota vanitat, sí!  Mai no l'hauríeu sentida queixar-se, si nos fos de malalties familiars. Hàbil i diplomàtica, educada sempre, defugia discussions i violències i sabia més aviat atreure la gent que no pas rebutjar-la.  Si en la seva vida,  com la faula pretén,  hi hagueren batzegades de tipus sentimental o amorós, no hi deixaren rastre,  ni es manifestaren exteriorment i,  si no,  qui més en sàpiga que més hi digui.  Ella —i això sí que molts tingueren ocasió d'observar-li— sabia dominar-se les impressions tot reduint-les a les proporcions corrents. No era excessivament optimista,  ni pessimista i no perillava de manifestar-se massa entusiasmada ni desanimada.  Era serena davant la vida i les seves contrarietats i,  tal vegada,  la força,  la fermesa de caràcter els treia del seu interior,  imaginatiu i fèrtil en idees, actiu i serè.

Fou una autodidacta sorprenent,  assistida sempre per una memòria abundosa i fidel i una intel·ligència penetrant.  Esbalaeix de pensar que la riquesa,  la superabundància del lèxic de què disfrutava,  l'hagués obtinguda de l'àvia i dels masovers i mossos de les finques familiars dels districtes de l'Escala i de Verges: ací hi ha el doll on abeurà la seva ploma. Per això el seu llenguatge és més terrassà que mariner.

També petites excursions li enriquiren el lèxic i les formes d'expressió de l'estil. I l'ambient de llibertat —llibertat vigilada, en deia ella— de què gaudí sempre a casa seva, permeté a l'autodidactisme de donar als seus estudis l'abast que calia.

[...] Víctor Català gaudeix d'un estil directe,  penetrant i fort,  de novel·lista.  Ella mateixa us dirà que li plau molt la claredat de sentiments i d'expressió del poble i dels clàssics.  La màgia del seu estil és creada amb un lèxic abundantíssim i la realitat i el realisme ens hi apareixeran, freqüentment,  plens de poesia o de dramatisme fatalista,  però sempre serè i clàssic.  Tinguem present que l'autora es va formar en un racó de l'Empordà on la natura no és massa riallera encara que està emmarcada dins la llum viva de la Mediterrània.  El seu estil és fecund,  és un estil que fertilitza tot allò que toca,  com correspon a l'autèntic novel·lista.  Aquells que sostenen que l'estil de Víctor Català no és correcte puix que no observa les normes gramaticals actuals, jo els diré que tampoc Proust no té un estil correcte i ningú no li ha negat,  a França, q ue és un escriptor i novel·lista.  És d'aquesta forma,  amb realisme i dramatisme insuflats de poesia,  que ha produït aquell món de què us parlava de bell començament.  Aquell món el trobareu ben viu a Solitud i a Un film; i en les col·leccions en prosa: Drames rurals, Ombrívoles, Caires vius,  La Mare Balena, Contrallums,  Vida mòlta,  Jubileu, i en un dels últims dels seus llibres,  Mosaic, que és un recull de narracions curtetes,  la majoria infiltrades d'intensa poesia i on vibra una força seductora tan intensa que m'atreveixo a afirmar que qui no hagi llegit Mosaic no pot tenir un concepte complet d'aquesta portentosa escriptora, com li deia Narcís Oller."


Joan Oller i Rabassa.
Víctor Català, biografia.
Rafael Dalmau, 1967

18 d’abr. 2018

la llenyataire


“Som en un veritable moment de renaixença. Hi ha, a Catalunya, una gran diversitat de temperaments en eclosió, una riquesa que crec incomparable. En aquesta diversitat rica baso les meves millors esperances.

Comença de collir-se el fruit del vuit-cents. És un segle que cal no menysprear. La novel·la catalana és,  encara,  un gènera vuitcentista. ¿Qui ha respost a la crida de J.M. de Sagarra sinó els autors madurs: Santamaria, Bertrana, Coromines?

El vuit-cents és el pare de la renaixença d'ara. Un esperit de llibertat va informar el nostre pensament i ens va fer sentir l'impuls romàntic de saltar totes les tanques i d'anul·lar tota trava.

L'esforç no va ser pas fàcil. La primera renaixença va ser "el temps del llenyater". No hi havia públic,  ni crítica ni a penes autors.  Els escriptors eren uns herois isolats que anaven donant cops de destral per aquí i per allà,  aterrant malesa.  Avui el camí és més planer.  Els escriptors d'ara poden fer de senyor. Quina joia,  poder constatar la finor d'alguns estils contemporanis! Nosaltres érem cantelluts,  però no ens sap greu de reconèixer-ho:  el patrimoni literari català s'haurà nodrit,  al capdavall,  també una mica,  amb el nostre coratge aspre de llenyaters.”

fragment de l’entrevista de Tomàs Garcés amb l’autora.
Revista de Catalunya, any III, núm. 26, agost 1926