9 de juny 2008

Colombia, la literatura 2

CAMBUCHE

Vivir en las laderas de Ciudad Bolívar

Teatre Ateneu de Cerdanyola del Vallès

Sábado 21 de junio 2008, 20.30 horas


“ En un principio fue el miedo concreto al matón, a la pandilla, al Ejército, a los guerrilleros. Pero cuando estas cosas dejaron de ser ellas mismas por haberse multifurcado, el miedo se convirtió en angustia: era ya el temor ante cosas cuya causa desconocían y cuyo remedio no estaba en sus manos.
Al comienzo aquel miedo despertó cierta desesperada vitalidad que se manifestó en la lucha; después el sentimiento de la derrota convirtió el terror en indiferencia hasta llegar al cinismo. Y la violencia que de ahí siguió no fue otra cosa que la extrema manifestación del miedo, de parte y parte.” (Páginas 20-21)
“—¿Qué hacías antes"?
—Era agricultor. La violencia me echó de la tierra.
Un varijón cayó al tejado,
—Antes sembraba papas y maíz.
Alzó la cabeza hacia el Páramo, volvió a bajarla.
—...Los cadáveres no retoñan. (Página 32)
“—A una campesina le abrieron el vientre con un machete y le sacaron el hijo. El hijo se retorcía en el polvo.
El hombre de la silla escupió otra partícula de tabaco y llevó la hoja de la navaja a la punta del cigarro. Los ojos se quedaron dormidos un momento.
—Tremendismo — comentó fastidiado. Tremendismo, otro vocablo para...
—Si en esas gentes vemos no ya seres humanos sino fieras, el problema cambia de aspecto. Una fiera nunca es perversa, amigo mío. Y esas gentes son fieras; ¿ve usted? Todo depende del ángulo de enfoque.
El otro miró incrédulo. El hombre de la silla bajó los ojos, arqueó las cejas como para decir: "¿Qué me importa?" o "¿Qué hicieron después con la campesina?"
—Le metieron en el vientre un gallo vivo.
El Alcalde se sobresaltó levemente. ¡Gallos! Se acercaban las grandes riñas y también él se había aficionado. "Porque el gallo despierta en el hombre su espíritu combativo, único capaz de hacerlo vivir, de mantenerlo alerta en los azarosos tiempos que corren."
—¿Vivo, dice?
—Le metieron el gallo dejándole fuera de la cabeza, y cosieron el tajo del vientre con una cabuya ensartada en aguja de arriero.
El hombre se recostó en su silla, la silla volvió a chirriar el chirrido era la voz de lo que lo rodeaba.
—"Buenos gallos se presentarán en estas Ferias, vienen criadores famosos."
Una bocanada de humo ocultó su expresión. Tendría que ir a la gallera, las apuestas eran grandes. Podría llegarle el desquite, el "Cuatroplumas" de don Heraclio...
—...El gallo estiraba el pescuezo a todos los lados mientras la mujer se retorcía cuando el gallo le clavaba las garras y las espuelas, bregando por salir.
El hombre de la silla sopesó su reloj enchapado en oro, se levantó y se dirigió a la puerta. Los tablones chirriaron con su peso.
—Ya es hora de cerrar el Despacho — dijo, cambiando el balanceo de la leontina por el de una enorme llave. Silbó su respiración.
—Hermoso potro manchado — dijo. Y ante los ojos interrogantes, aclaró, deliberadamente cínico, sus ojos casi humanos, como los de un perro:
—No son tan crueles, mi querido amigo. ¿No ve que el gallo podía respirar?
Y salió fumando hasta que el taconeo desapareció calle arriba, bajo el sol de la tarde.” (Páginas 100-101)
El día señalado (1964)

Manuel Mejía Vallejo
Premio Nadal 1963

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