26 d’oct. 2008

La tregua, entrevista

Transcripción de la entrevista realizada al autor en fecha 02/03/2001 por la periodísta María Esther Gilio para la revista de Montevideo "La Brecha"
"María Esther Gilio:
Me gustaría que empezaras por recordar tu vida en el momento en que escribiste La tregua. ¿Por qué esa historia difícil de imaginar en un escritor joven? ¿Qué edad tenías cuando la escribiste?
Mario Benedetti:
No tan joven. Ya estaba casado. Tendría 25.
MEG:
Hoy estarías saliendo de la adolescencia. ¿Cómo fue, entonces, que se te ocurrió esa historia?
MB:
Yo trabajaba en las oficinas de Piria, donde estuve 15 años. Entré como pinche y llegué a gerente. En una época tenía tres empleos, y Luz también trabajaba. Claro que entonces uno podía conseguir los tres empleos. En un momento, siendo yo oficial de contaduría, mi jefe, viudo desde hacía un tiempo -un tipo muy bien, muy macanudo y muy calmo-, empezó a comportarse con una alegría de vivir que en él era desconocida. Un día yo le digo "Pero don Diego, ¿qué le pasa que está tan bien últimamente?".
MEG:
Él, para vos, era un viejo. ¿Qué edad tiene Santomé?, ¿cincuenta?
MB:
Más o menos cincuenta. Cuando le pregunto me dice "Vamos al café, te voy a contar". Fuimos. "Estoy enamorado", me dice. "Pero el problema es que esta muchacha tiene la mitad de mis años. Tiene 26. ¿Qué voy a hacer?" "¿Por qué no se casa?", le digo yo.
MEG:
Y volvió a enviudar.
MB:
Eso pasa en la novela. En la vida pasó lo que era lógico, él murió antes que ella.
MEG:
Le explicaste alguna vez que Avellaneda debía morir para que ese amor no fracasara.
MB:
Sí. Para evitar el fracaso había que matar a Avellaneda. Cuando salió la novela, unas cincuenta mujeres hicieron una reunión en un apartamento de Pocitos, a la que me invitaron. Allí me reprocharon que hubiera matado a Avellaneda. Yo les decía que la había matado en beneficio de la historia de amor. En 15 años Santomé iba a ser un viejo, tal vez moriría. Qué triste. Más o menos las convencí.
MEG:
Tu visión, en ese momento, era que tal diferencia de edad indefectiblemente terminaba con el amor. ¿Pensás hoy lo mismo?
MB:
Hoy tenemos muchos ejemplos en contrario. Picasso, Alberti, Casal, Borges.
MEG:
¿Cómo era Montevideo en la época de la novela?
MB:
Estábamos en el auge del empleo público. La familia para considerarse familia debía tener un miembro empleado público.
MEG:
Estaba aquella frase tuya donde decías que Uruguay era la única oficina del mundo que había alcanzado la categoría de república. Tus poemas de la oficina también son buenísimos. Pero no eras empleado público.
MB:
Era, sí. Antes de trabajar en Piria trabajé cinco años en la Contaduría General de la Nación. En esa época, para despedir a un empleado público creo que debían reunirse las dos cámaras. Tenía que haber desaparecido con el tesoro de la nación o matado al jefe de la oficina. Despedir era casi imposible. El empleo público era la seguridad. Y este país era el país de la seguridad. La gran palabra era esa. Hasta que vino la dictadura y todo eso se fue al demonio. Echaron, nombraron a dedo.
MEG:
La tregua fue la primera novela que escribiste.
MB:
No, la primera fue Quién de nosotros, donde la historia está relatada desde tres lugares diferentes. Son tres versiones de una relación de pareja.
MEG:
Una especie de Rashomon.
MB:
Puede ser, era la época. Hay un marido que escribe su diario, una mujer que escribe al marido una larga carta donde le dice que se va con su amigo, el de él, y finalmente, está la versión del amigo -que era escritor- y hace un cuento sobre la relación con la mujer, pero con notas al pie de página donde contradice todo lo que aparece ocurriendo en el cuento.
MEG:
A Onetti le gustaba mucho esa novela.
MB:
Sí, cuando la leyó me llamó y me dijo "Me echaste a perder una novela que estaba escribiendo con la misma técnica".
MEG:
En Quién de nosotros tenés una estructura que facilita el camino. En cambio en La tregua te enfrentás a uno de los difíciles problemas que se le plantean al novelista: desde dónde se cuenta la historia, quién la cuenta.
MB:
Con La tregua barajé varias posibilidades. Que contara un narrador en tercera persona, pero me pareció que para que el tema tuviera la comunicación y el calor necesarios tenía que ser el protagonista quien contara. Santomé, él sería el mejor instrumento.
MEG:
Era, además, a través de él que te había llegado.
MB:
Claro, aunque yo lo cambié mucho a él, y a las circunstancias de su vida. Le adjudiqué tres hijos, decidí que uno fuera homosexual. Un día, años después -Fiorello, mi compañero de oficina, ya había muerto-, me encontré con el único hijo que tenía. Me dijo "¿Cómo lo metiste al viejo en la novela?". Yo nunca lo había dicho. Pero ellos se dieron cuenta.
MEG:
¿Conociste a quien luego llamaste Avellaneda?
MB:
Sí, la conocí. Físicamente no tenía nada que ver con el personaje. Y en el resto no sé. La edad sí era la misma.
MEG:
En La tregua hay otros personajes.
MB:
Esos son inventados. El amigo que viene del exterior, que me permite alguna alusión a lo político. En ese momento la situación política empezaba a mostrar fisuras. Había que hacer alguna referencia. Pero además había que meter algún personaje, describir alguna situación que pusiera un poco de aire en el relato, que lo sacara de la encerrona total. La novela no podía circunscribirse al mesurado y sobrio idilio de Santomé con Avellaneda.
MEG:
En ese momento ya habías escrito cuentos. Montevideanos, por ejemplo; una novela, Quién de nosotros, y poesía. Poesía seguramente desde chico.
MB:
Sí, desde la infancia. Las primeras las escribí en alemán porque iba al Colegio Alemán.
MEG:
Qué curioso que tu padre siendo italiano te mandara al Colegio Alemán.
MB:
Mi padre era químico y por ese lado admiraba mucho a los alemanes. Pero, estando yo en el último año de primaria, un día llego a casa y le digo "¿Sabés, papá? A partir de mañana cuando el profesor entre a clase tenemos que saludarlo así, con la mano levantada". Mi padre me dijo "Te quedan 15 días para terminar sexto. Vas a ir esos 15 días pero secundaria no la vas a hacer ahí". Estaba indignado.
MEG:
Sería el año 32.
MB:
Sería. Hindenburg era el presidente de Alemania y Hitler el primer ministro.
MEG:
Volviendo a tu novela. Santomé, a menudo, se encuentra con Avellaneda en un café. ¿Es alguno de los cafés que conocemos?
MB:
Sí, es ahí en el café que se le declara. El café es el Sorocabana de 25 de Mayo. Allí escribí la novela.
MEG:
No se me hubiera ocurrido. No te veo escribiendo en un café. ¿Dónde te sentabas para escribir?
MB:
En una mesa cualquiera. Nadie me conocía. Si fuera ahora, imaginate. Pero en esa época era lo único posible. Tenía dos horas al mediodía. En lugar de irme a Malvín y volver en el 142, me iba allí, pedía un refuerzo, un café y escribía.
MEG:
A mano, claro.
MB:
Sí, a mano. Después la pasaba en la Olivetti. Varias veces, porque corrijo mucho.
MEG:
¿Qué corregís?
MB:
La historia queda. Cambio frases.
MEG:
La vez pasada me dijiste que habías tirado una novela entera. Y añadiste que cuando corregís siempre es borrando, nunca agregando.
MB:
Sigo la receta de Rulfo que decía "La mejor autocrítica es el hacha".
MEG:
Conrad no lo dice así pero dice algo parecido, cuando proclama la austeridad, la necesaria sequedad del texto.
MB:
Yo te voy a decir una cosa. No entiendo bien el éxito de La tregua, tiene más de 150 ediciones. No creo que sea mi mejor novela.
MEG:
¿La mejor sería Gracias por el fuego?
MB:
Tampoco. Yo creo que la mejor que escribí es La borra del café. Es la única que en algún sentido es autobiográfica. O que por lo menos lo es en el envase, pues el protagonista es totalmente inventado pero vive en los barrios donde yo viví.
MEG:
¿Cuáles son esos barrios?
MB:
Capurro -uno de los más queridos- Malvín, Punta Carretas.
MEG:
Pero La tregua algo tiene que tocar en la gente.
MB:
Es una historia de amor. Creo que no es cursi.
MEG:
Ahí está aquel diálogo de Avellaneda con Santomé donde ella le cuenta qué entiende la madre por felicidad. Esa idea menos ambiciosa, más modesta de lo que es la felicidad es posible que sirva a mucha gente.
MB:
Algo así habrá. No sabés cuántas veces la han dado en radio, cine, teatro, televisión. A veces bien hecha, a veces mal. En Colombia, por ejemplo, hicieron una versión desastrosa. Metieron complicaciones con el narcotráfico. Yo sólo les había exigido que la ubicaran en Uruguay. Nunca imaginé que saldrían con algo así. La tregua me conquistó un público de afuera. Cuando la hicieron en televisión con Héctor Alterio y Ana María Picchio fue fantástico. A mí me gustó más esta versión que la hecha en cine.
MEG:
¿Por qué te gustó menos la hecha en cine?
MB:
Porque trasladaron la acción a Buenos Aires, además de cambiarle la época.
MEG:
Transcurre en pleno peronismo.
MB:
Lo que pusieron de cosa política no es mucho, pero ¿para qué? Yo estuve algo distanciado de Renán por ese motivo. Después, cuando se propuso hacer Gracias por el fuego me llevó a España el libreto. Le hice varias observaciones que aceptó. Pero los productores exigieron, al final, unas carcajadas totalmente ridículas que él tuvo que aceptar y nos disgustaron a los dos: a él y a mí.
MEG:
Estoy segura de que, como siempre, tenés algo en prensa.
MB:
Justamente, un libro de poemas, El mundo que respiro, un libro de un señor de 80 años.
MEG:
Que trabaja como un señor de 40.
MB:
Sí, trabajo mucho.
MEG:
¿Un libro un poco amargo?
MB:
No, más existencial, donde la muerte está más presente, menos político. También estoy preparando un libro de cuentos que tal vez termine para fin de año. Son cuentos breves.
MEG:
Quizá en eso de la brevedad te influya tu trabajo con los haikus.
MB:
Puede ser. Tú no sabés cómo me divertí haciendo ese libro. Cien haikus quedaron afuera.
MEG:
Ahora que han pasado muchos años de tu vuelta, ¿cómo ves el exilio?
MB:
Yo estuve en cuatro países. Cuando uno no elige irse, el irse tiene cosas muy malas. Pero también cosas interesantes. Otras historias, otra cultura, a veces otra lengua. Creo que uno madura de otra manera. Yo seguí escribiendo sobre montevideanos, esta vez exiliados, y como siempre de clase media. Esta es una limitación que no he trascendido. Todavía"

6 comentaris:

  1. Anònim11:09

    Llegeixo en aquesta entrevista "...Avellaneda debía morir para que ese amor no fracasara", i penso que he llegit una novel·la diferent a la que el mateix autor va pensar... ¿Morir per salvar l'amor? El que més m'ha impressionat d'aquesta obra és, precisament, el silenci final, perquè aquest sí és l'autèntic fracàs: davant la mort, davant l'evidència que l'amor s'està marcint, davant la injustícia, davant la pròpia impotència... Aquest silenci desgavellador i que ens va calant l'ànima i es va filtrant en la nostra mirada i ens fa donant aquell aire de persones "madures" que van rebent els cops de la vida i, sobre tot, de la soledat, de la SOLEDAT en majúscules, com quan el protagonista exclama "Cómo la necesito. Dios había sido mi principal carencia. Pero a ella la necesito más que a Dios", i ho escriu sabent que mai més la podrà tenir entre els seus braços, que només li queda el silenci, el silenci amb el que acaba el llibre, amb la pregunta de què farà ara amb el temps, amb la vida, amb la seva nostàlgia... NO és així com se salva l'amor. Així, simplement, es despulla la vida i ens fa recordar que sovint ens quedem soterrats en aquest silenci de la impotència. Com a resposta, la possibilitat, quan la ferida cicatritza una micona, de tornar-se a aixecar i tornar a sortir al món, amb l'esperança que encara és possible retrobar un altre amor. Per salvar l'amor de la crema, no cal matar els protagonistes abans s'instal·lin en el tedi de la relació, potser simplement cal creure que són possibles històries reals d'amor on no es deixa lloc al tedi perquè sempre es troba un nou camí per recórrer, una nova sensació a experimentar... Si no apostem ni que sigui per la possibilitat d'aquest ideal, ¿per què enamorar-nos? Jo salvaria l'amor de la mort :-)

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  2. Anònim16:01

    La historia era y es la historia de Santomé. Él le da el sentido y la forma a la narración. Si triunfa el amor, vence la biología...y esta historia de amor se hubiera quedado sin narrador. Avellaneda, ergo, sería un personaje en busca de autor, amorfo, sin sentido. El amor, o la añoranza del amor, es la que da sentido a esta historia de ausencias y soledades.

    Bienvenida Glòria, un placer leerte.

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  3. Anònim18:38

    Hola! :-)

    Però ostres, Andrés, no puc estar d'acord!! ¿Com pensar que "si triunfa el amor, vence la biología" en una magnífica descoberta del que hi ha precisament més enllà de la biologia quan ell, el Santomé, parla de la Laura, que no és cap bellesa, però és total, que estima més donant la mà que entregant-se com a cos... No, no!! Penso que si l'autor fa aquestes declaracions de l'entrevista, és com una concessió comercial a parlar del que la majoria de persones veuran, només, en l'obra: la tragèdia del final. En realitat, l'autèntica tragèdia era la vida amorfa d'ell abans de conèixer-la i permetre's estimar la Laura. Si l'amor hagués triomfat... No! L'amor realment ha triomfat, perquè ell ha tornat a sentir, potser com mai abans, tremolar la seva ànima! I per això, precisament, per cridar als quatre vents aquest poder invencible de l'amor, és pel que jo l'hagués salvat de la mort. ¿I si fos a l'inrevés, i si fos la soledat tan íntima i seca del protagonista la que donés sentit a aquesta història d'amor?

    M'agrada pensar en la història real que va inspirar la novel·la: el jefe que li fa confessar que s'havia enamorat d'una noia molt més jove que ell, i es van casar, i ell va morir de vell... ¿Potser hem de pensar que aquí no va triomfar l'amor? ¿No serà que, com a bon autor literari, Benedetti sabia que ben més la tragèdia que la felicitat, i que sovint busquem històries infelices per sentir-nos consolats dels nostres infortunis? Sempre he somniat en el dia que un telenotícies obri la seva edició dient, simplement, "Avui és notícia que la Laura és feliç i s'ha enamorat". Però lamentablement, considerem més profunda i seriosa la infelicitat.

    Ja ho deia Serrat...

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  4. Anònim21:09

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  5. Anònim21:23

    Bueno, Glòria, yo veo la novela desde el punto de vista de la lógica del autor. La historia tiene sentido precisamente porque Avellaneda ha muerto. Santomé comparte con nosotros la ausencia de aquella que lo rescato de su vida gris, monótona; mas si él hubiera muerto de viejo, feliz junto a Avellaneda, no habría historia que narrar. Santomé era dichoso, inmensamente dichoso. No tiene necesidad de compartir su dicha con nosotros porque Avellaneda llena todas las horas de sus días. Así, la dicha, el triunfo del amor, por paradójico que parezca, nos habría hurtado esta historia de amor. La muerte, la tragedia del gris Santomé, nos brinda la oportunidad de conocer este pedacito de vida que, de otro modo, nos sería vedada por la muerte de su narrador. Otra cosa sería darle voz a Avellaneda, desconsolada viuda del viejo Santomé, pero esa... esa sería otra historia.

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  6. Anònim21:33

    Doncs no sé... M'hagués encantat una novel·la on al final, ell descobreix que més enllà de tots les prejudicis, de les pors que són tot un argument per novel·lar (la por a que ella el deixi per un de més jove, a que el mateix amor s'acabi), de la rutina i de la quotidianitat, als 50 anys hom es pot il·lusionar com un adolescent, i potser aleshores sí, aleshores el silenci final em semblaria un silenci de felicitat i plenitud, on no cal dir res més perquè ara toca viure la vida més que reflexionar-la. Però amb la mort d'ella, el silenci final és de derrota i trencament, el sentiment que fa que el protagonista digui "... la madre está en un error: yo no me siento feliz de sentirme desgraciado. Me siento simplemente desgraciado". Però ara m'adono que potser aquest final és el de un jove de 25 anys que pretén saber com és el cor d'una home de 50. Potser als 25 anys -l'edat de l'autor quan va escriure l'obre- no som capaços de pensar que tinguem tanta vida i tanta il·lusió encara com per poder gaudir plenament de l'amor fins i tot quan no hi ha tragèdia pel mig... Potser per això m'agrada més la història real del "jefe" que finalment es va casar amb la seva enamorada i amb ella va estar fins al final dels seus dies -això al jove Benedetti no li va semblar prou interessant per novel·lar- que la de "La tregua". Però també és cert que en la entrevista que ens has proporcionat el mateix autor reconeix que ara, passats els anys, coneix de casos que li han fet canviar d'opinió i pensar que sí és possible l'amor a aquesta edat, fins i tot quan la diferència generacional entre els amants pot ser un prejudici per algú...

    :-) Salutacions! I ostres, quin plaer anar parlant de tot això!!

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