Desde los primeros meses de la Guerra Civil, el «Nuevo Estado» comienza a desplegar su programa económico: la Autarquía. Con la quimérica esperanza de alcanzar la autosuficiencia y la rápida industrialización del país, el régimen se lanzó a intervenir una extensísima variedad de productos. Así, reguló su producción, su circulación y su comercialización, llegando a todas las esferas productivas. En esta fiebre intervencionista, y en el contexto de una posguerra, los productos de primera necesidad no fueron, en absoluto, una excepción; los cereales, pero también todo su proceso de cultivo, transformación y venta, son el mejor ejemplo de ello.
Así, prometiendo la llegada de la hora de la justicia, el régimen surgido de la Guerra Civil, fijó los precios de una inmensa variedad de productos intervenidos. Aspiraba de este modo a ofrecer unos precios asequibles al comprador y remuneradores al productor. Se imponía una realidad económica por decreto. Los mecanismos del mercado no tardarían en rebelarse: al margen del precio oficial, todos los productos tuvieron un valor mayor en el mercado negro. Había nacido el estraperlo: la venta de cualquier artículo a precios superiores a los de tasa. España viviría durante más de una década al son de dos mercados, uno fijado por la mera voluntad del Estado y otro consecuencia de la realidad económica y de la reacción a las disposiciones del régimen. Los precios tomaron un camino ascendente, impulsados por la persecución y la carestía. En algunos casos, como se ha demostrado en el caso del trigo, alcanzaron precios astronómicos.
El lugar de cada ciudadano en la cadena productiva determinaba su posición en el mundo del estraperlo. En el mundo rural, los más beneficiados fueron los grandes propietarios y arrendatarios; en el mundo urbano, lo serían los importantes comerciantes, industriales y hombres de influencia en el Estado o pertenecientes a él. En definitiva, el estraperlo sería uno de los negocios más lucrativos para aquellos que dispusiesen de los medios necesarios para participar en él con seguridad y garantías: almacenes, medios de transporte, industrias, puntos de venta… y por supuesto, la aquiescencia del régimen.
EL ESTRAPERLO
EN LA MEMORIA
Miguel Ángel Del Arco
Blanco
Universidad de Granada
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