30 de jul. 2012

biblioteca Sarajevo

fotografía Gervasio Sánchez

Situada en pleno centro de la ciudad, en la orilla del río Miljacka, se inició su construcción finales del siglo XIX,  durante el periodo en el que Bosnia perteneció al imperio austrohúngaro. De estilo neomudéjar,  representa una mezcla entre la cultura centroeuropea y la otomana. En un principio albergó el antiguo ayuntamiento de Sarajevo y en 1946 se convirtió en Biblioteca Archivo Nacional de Bosnia-Herzegovina. En su interior reposaban Miles de libros,  documentos y manuscritos conservados a lo largo de siglos por musulmanes, serbios ortodoxos, croatas católicos y judíos.

La madrugada del 25 al 26 de agosto de 1992, la artilleria serbia la bombardeo, provocando un un incendio en toda la primera planta que destruyó gran parte de los fondos existentes. No tenía ningún valor estratégico ni importancia militar alguna.., fue,  según el comentario del escritor Juan Goytisolo a la famosa fotografia de Gervasio Sánchez: “,un memoricidio más en la lista de los que jalonan en la historia inhumana de la humanidad. Puesto que toda huella otomana debía de ser borrada del territorio de la gran Serbia soñada de Milosevic , Karadzic y Mladic…”


“Todo lo que Kenan puede hacer es alzar la vista hacia lo que queda de la Biblioteca Nacional. Aunque la estructura de piedra y ladrillo sigue en pie, su interior está completamente arrasado. El fuego ha dejado lengüetazos de hollín encima de todas las ventanas, y el techo abovedado de cristal que coronó ufano el edificio durante un siglo yace hecho trizas en el suelo.
El tranvía antes describía aquí un semicírculo, ofreciendo una exhaustiva panorámica del icónico edificio. Era uno de sus lugares favoritos de la ciudad, aunque no fuese un gran lector. Era la manifestación más visible de una sociedad de la que se sentía orgulloso. Ahora las vías del tranvía ya no ofrecen ningún servicio y tan sólo muestran lo que se ha perdido.

Los hombres de la montaña hicieron de la biblioteca uno de sus primeros objetivos y lo abordaron con gran eficacia. Kenan no sabía si fueron los morteros lo que inició el fuego o si alguien colocó de incógnito una bomba, como hicieron con la oficina de Correos, pero sí sabía que, mientras ardía, arrojaron unas bombas incendiarias al edificio. Fue hasta allí cuando oyó que estaba ardiendo, sin saber por qué. Contempló, impotente e inútil, cómo aquel símbolo de lo que la ciudad era, y lo que muchos aún querían que fuera, sucumbía a los deseos de los hombres de la montaña.

Llegaron los camiones de bomberos y se convirtieron en objetivos, atacados por francotiradores ocultos. Los morteros caían sobre ellos disparados por un ejército que en un tiempo había jurado proteger la ciudad. Los bomberos combatieron las llamas tanto tiempo como pudieron, hasta que algún comandante que comprendió la futilidad de la situación les ordenó retirarse. Kenan vio un bombero que no debía de alcanzar la treintena y que siguió de pie, solo, mirando aquel infierno. No se movió en absoluto hasta que, exhausto, cedió a sí mismo y se desplomó de rodillas. Sus compañeros corrieron hasta él, creyendo que un francotirador le había alcanzado. Cuando le ayudaron a ponerse en pie y se lo llevaron, Kenan vio que tenía las mejillas surcadas de sudor o de lágrimas y que sus labios se movían, mudos, de un modo que hizo pensar a Kenan que estaba rezando. Durante días las cenizas de millones de libros cayeron sobre la ciudad como si fuera nieve.”

Steven Galloway  
El violonchelista de Sarajevo.
Traducción de Nuria Salinas.
Páginas 111-112.



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