2 d’ag. 2006

DE COLORES


A Jesús, con cariño.

Una límpida noche de estío,
entre yantares y vinos espiritosos,
retaste a la blanca testa, con brío,
a trocar en oscuro azur sus cabellos.

En franca lid, el caballero retado
desafió tus cumbres nevadas
a tornarse a un mandarino dorado,
por ver ambas testuces quedar igualadas.

A la chanza, siguió el envite:
pantagruélica pitanza ha de apoquinar
el caballero que de la tintura se raje
o intente la apuesta olvidar.

Con aviesos ardides, creo,
al juego me quisiste sumar:
en gualdo gallináceo te veo,
dijiste, mas ya no te oía al marchar.

Pues, como saeta impelida por ballesta,
volví mi grupa hacia terrenos amigos,
que para tal batalla mi cabello no está
y rehúye todos los pigmentos.


Por ello te digo:
aplícate a la pintura
que yo, tú amigo,
a la carta comeré, ricura.

Tuyo

Andrés

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