21 d’oct. 2007

Madame Bovary (2), Gustave Flaubert, el autor

Gustave Flaubert

Gustave Flaubert nace en diciembre de 1821 en Rúan (Francia), en el hospital de la ciudad en el que su padre es cirujano jefe. De sus hermanos sólo sobrevivirán dos; el mayor, Achule, será también cirujano, y sustituirá a su padre en su puesto del hospital, sin ejercer ninguna influencia en el escritor; pero Caroline, nacida en 1824, será inseparable de Gustave. Será su amiga y confidente. La madre, de soltera Caroline Fleuriot, alcanzó una edad avanzada, y fue otro de los grandes amores de Flaubert. Nuestro autor es el prototipo del artista solterón, mimado y, a veces, tiranizado por el cariño maternal.
Su niñez no tuvo gran historia. Varios años de duro internado en el Colegio de Rúan, despertándose a las cinco de la madrugada a toque de tambor, lecturas apasionadas de El Quijote, vacaciones familiares en Pont-l'Evéque y Trouville... En la playa de esta última, en 1836, se topó con su gran pasión de adolescente, un amor imposible por Madame Schlesinger, once años mayor que él, que será la Madame Arnóux de La educación sentimental ( L‘Education sentimentale).

Estos primeros amores contrariados se expresan en forma literaria con un fuerte sabor romántico, como indican los títulos de sus obras juveniles que quedaron inéditas: Rabia e impotencia (Rage et impussance), Sueño de infierno (Revé d'enfer), Pasión y virtud (Passion et vertu), La danza de los muertos (La dance des Morts), Memorias de un loco (Memoi-res d'un fou)... Entretanto, se gradúa en bachillerato y emprende un viaje por los Pirineos y Córcega. En 1841 se instala en París para estudiar Derecho

En enero de 1844, en el curso de un viaje a Pont-l'Evéque, sufre un síncope que él mismo describió así: «He tenido una congestión cerebral como si dijéramos un ataque de apoplejía en miniatura, acompañado de trastornos nerviosos». Aquel episodio fue un ataque de epilepsia.

Pronto abandona sus estudios de Derecho, deja París para recluirse en una finca de Croisset, que había comprado su padre, y renuncia a todos sus proyectos para no pensar más que en la literatura. En 1846 muere su padre y al cabo de poco también su hermana Caroline, después de haber dado a luz a la pequeña Caroline, la sobrina del escritor, que tanta importancia llegaría a tener en su vida. A partir de ahora Flaubert se retira a Croisset, aceptando una cómoda posición de pequeño rentista.

En los años siguientes habrá, una vez más, una relación sentimental con una mujer once años mayor que él, Louise Colet, poetisa y mujer de una gran belleza. En los dos años que duraron sus “encuentros” (1846-1848) los dos amantes sólo se vieron en contadas ocasiones. Se vuelve a producir una nueva crisis de su enfermedad y llega la ruptura con la que él llamaba «la Musa»… En 1848, encontrándose en París, la revolución estalla ante sus mismos ojos.

Pero la literatura y su estado de salud absorben toda su atención. Está escribiendo una extraña novela simbólica titulada La tentación de san Antonio (La Tentation de Saint Antoine). Como su médico le recomienda un viaje por países cálidos, emprenderá un largo recorrido (1849-1851) en compañía de su camarada Máxime du Camp por Egipto, Turquía, Palestina, Grecia e Italia.

En París otra vez es testigo de un gran cambio político, el golpe de Estado de Luis Napoleón; pero se ha lanzado a escribir otra novela, Madame Bovary, a la que consagra todo su interés, con breves paréntesis amorosos que dedica a Louise Colet, con quien vuelve a verse hasta que, cuando ella trata de introducirse en el santuario artístico de Croisset, se produce la ruptura definitiva. En Croisset, donde vive con su madre y su sobrina, trabaja como un forzado en Madame Bovary, obra que termina en 1856.

En octubre de aquel mismo año empieza a publicarse la obra en «La Revue de París», y como algunas de sus escenas causaron cierto escándalo, el escritor fue procesado por ofensas a la moral. En febrero de 1857, tras un sonado proceso, fue absuelto de las acusaciones, y la publicación de la novela en forma de libro constituyó un enorme éxito.

A los treinta y cinco años, Flaubert es famoso; empieza a degustar las mieles de la vida mundana en París y se enamora perdidamente por una actriz de veinte años, Jeanne de Tourbey, modelo de la Rosanette de La educación sentimental.

Madame Bovary es un estudio de la mediocridad burguesa. En ella, el antiguo autor romántico parece corregir sus sueños de años atrás, eliminando de su prosa todo lo que le parece superfluo o engañoso. Desciende de las alturas de lo sublime hasta la vulgaridad, se recrea en ella, la trabaja como un orfebre y nos cuenta esa historia desolada y acida de la adúltera soñadora ante un horizonte que no admite salvación. Todo es gris, salvo el minucioso y frío trabajo de las palabras que lo describen.

Después de esta agotadora obra, Flaubert piensa en dedicar su próxima novela a un asunto completamente distinto. «Siento la necesidad de salirme del mundo moderno», dirá, y se embarca en la empresa de un aparatoso relato arqueológico sobre la antigua Cartago. Su título, Salambó (Salammbó), nombre de la hija de Amílcar. Durante cinco largos años el escritor peleará con este tema histórico, documentándose con rigor, e, incluso, emprenderá un viaje a Túnez de dos meses , en 1858, para visitar el escenario de la obra.

Su salud deja mucho que desear. Aproximadamente cada cuatro meses se repiten las crisis y, a menudo, se siente deprimido. «Pocos adivinarán hasta qué punto he tenido que estar triste para decidirme a resucitar Cartago». Louise Colet publica en 1859 una novela en clave, Él, que contiene un retrato poco halagador de Flaubert, pero el novelista sólo piensa en Salambó, se encierra cada vez más en Croisset para terminar «ese maldito libro», que por fin aparece en 1862.

Sigue un interludio de mundanidades. En París trata habitualmente a muchos escritores, entre ellos los hermanos Goncourt, Gautier Taine, Renan, el ruso Turguéniev, traba una fuerte amistad con George Sand, y asiste a bailes y representaciones teatrales. Es ya un señor corpulento, bastante calvo, de ojos saltones, con un impresionante bigote, muy gruñón y famoso por su cruda manera de hablar. En octubre de 1 864 escribe: “Trabajo desde hace un mes en una novela de costumbres modernas cuya acción transcurre en París”.
Ésta será la más importante de sus obras, La educación sentimental., que en realidad es una refundición de un texto anterior que seguía inédito. El libro le va a llevar otros cinco años, a pesar de que requería muy poca documentación ya que ahora se basaba en experiencias personales. El argumento elegido no es otro que la historia de la pasión que inspiró al joven Flaubert Madame Schlesinger; sin embargo, tras la trama hay la pintura del desencanto de un joven cuyas ilusiones van desapareciendo una a una. La obra, en cierto modo, narra el fracaso de una generación que vive la agonía del romanticismo.

Su querida sobrina Carolina se ha casado en 1864 y empieza una correspondencia cariñosa entre el “anciano tío” como se llamaba a si mismo, y la amada sobrina. En las mismas se nos muestra un Flaubert cariñoso, sensible, casi, casi humano. Es nombrado caballero de la Legión de Honor, se le invita al baile de las Tullerias que se da a los soberanos extranjeros que han visitado la Exposición Universal; pero todo ello no impide que tenga crecientes dificultades económicas. Dice de él mismo “vivo como una ostra”.

En 1869 La educación sentimental se publica y es recibida de un modo hostil por la prensa, aunque hay en su favor varios artículos muy significativos, entre otros uno de Zola y otro de su amiga George Sand. Van a empezar \os años más sombríos de su vida; se siente enfermo, mueren varios de sus amigos más íntimos, se siente desalentado en su trabajo, ahora que reescribe por enésima vez La tentación de san Antonio. Y 1870 va a ser también el año de la guerra, del derrumbamiento del Segundo Imperio y de la invasión prusiana.

Sigue con ansiedad el curso de la breve campaña, en septiembre es enfermero en Rúan y luego se le nombra teniente de la Guardia Nacional; en octubre se desahoga en una carta a su sobrina: «Nuestra angustia aumenta de día en día. Qué ganas tengo de salir definitivamente de nuestro pobre país. Quisiera vivir en un lugar donde no me viese obligado a oír el tambor, a votar, a luchar, muy lejos de todos esos horrores que son aún más necios que atroces. Por encima de la pena que me abruma siento un tedio sin nombre, una inexpresable repugnancia por todo».

En noviembre los prusianos se alojan en Croisset, y Flaubert y su anciana madre tienen que refugiarse en Rúan, en medio de un invierno glacial. Después de unas rápidas visitas a Bélgica e Inglaterra, en abril 1871 vuelve a su casa de Croisset, que encuentra intacta. En verano está en París, donde se horroriza por las destrucciones que han ocasionado los combates de la Comuna, y escribe a George Sand: «Creo que la multitud, el rebaño, será siempre odioso». No tardará en morir su madre, a los setenta y ocho años y sobreponiéndose a tantas adversidades, termina por fin La tentación de san Antonio, que se publica en 1874.

Estos primeros años setenta están marcados por su mala salud, el fracaso de un intento teatral, la comedia El candidato (Le Candidat) que tiene que retirarse del cartel después de la cuarta representación y una vez más los agobios de dinero (para ayudar a su sobrina, cuyo marido se había declarado en quiebra, vendió su única propiedad, la granja de Deauville, ya que Croisset había sido legado por su madre a Caroline). Todo conspira contra él, y hasta teme ahora carecer de los medios económicos indispensables que le garantizaban la libertad para escribir.

Pese a todo, la literatura sigue siendo el norte de su existencia. Ha concebido la idea de escribir una larga y elaborada sátira de la tontería universal, Bouvard y Pécuchet (Bouvard et Pécuchet), con dos personajes conmovedores y ridículos que se consagran a la tarea de dominar todos los conocimientos humanos. Para documentarse, lee infatigablemente, acumulando numerosísimas estupideces, que a un tiempo le asquean y le fascinan. Ha iniciado una íntima amistad con el joven escritor Guy de Maupassant, quien le considera como su maestro, como también se dicen discípulos suyos Edmond de, Goncourt, Zola, Daudet y otros. Su nombre sirve de aglutinante al embrión del naciente movimiento naturalista.

Los últimos años no tienen historia, o, mejor dicho, son la historia repetida de tantas otras veces: achaques de salud, problemas de dinero, lucha encarnizada con la pluma y el papel. Después de haberse fracturado el peroné en París, en septiembre de 1879 volvió a Croisset, de donde ya no iba a salir vivo. En 1880 estaba leyendo Guerra y paz, de Tolstoi, y en el mes de marzo reunía en su casa a varios de los mejores discípulos; allí estaban Maupassant, Zola, Goncourt y Daudet, su descendencia. El ocho de mayo moría repentinamente de una hemorragia cerebral, dejando inconcluso Bouvard y Pécuchet.

Flaubert es el prototipo del escritor que sólo vive para la literatura, y que posee un afán de perfección al que sacrifica mucho tiempo y al que dedica titánicos esfuerzos (su lentitud y sus exagerados escrúpulos —nos habla a veces de días enteros de angustia para elegir un adjetivo— son proverbiales). Es el artista solitario y exclusivo que hace del arte un absoluto intransigente, una religión, y que de este modo anticipa toda una mentalidad que se irá desarrollando a fines del siglo XIX para culminar en la siguiente centuria. Por ello, es discutible que Flaubert sea el mejor novelista francés de su siglo, pero no cabe la menor duda de que es el más moderno, en el sentido de que anticipa posturas que son en buena parte las del escritor de hoy.

En la obra flaubertiana hay dos vertientes muy distintas, pero que se complementan. De una parte, la evocación de un pasado prestigioso que parece salvarle de la trivialidad y el tedio de la vida cotidiana; es la sublimación artística de un ideal romántico que encontramos en Salambó, Herodías y La tentación de san Antonio. Por otra parte, el empeño obsesivo por recoger hasta el último pormenor de experiencias vulgares en las que se insiste morbosamente, pero que se contemplan con fascinada repugnancia. Un corazón sencillo, Madame Bovary, La educación sentimental y Bouvard y Pécuchet, representan facetas diferentes de lo que él entendía por realismo, el sentimiento del fracaso de unos ideales tal como desde siempre los habían vivido y expresado los románticos. «Cuando se publicó Madame Bovary», escribió su discípulo Zola, «se produjo toda una revolución literaria. Nos pareció que la fórmula de la novela moderna, fragmentada en la obra colosal de Balzac, acababa de reducirse y enunciarse claramente en las cuatrocientas páginas de un libro. Acababa de redactarse el código del nuevo arte» (Los novelistas naturalistas, 1881). Flaubert, con sus frías y precisas descripciones y sus enfoques cruelmente irónicos y desesperanzados (como en el retrato de la vulgaridad y de la tontería dominante, caso del farmacéutico Homais, de Madame Bovary, de los protagonistas de Bouvard y Pécuchet.) representó una avanzadilla del naturalismo francés.

OBRAS:

Madame Bovary (1857)
Salambó (1862)
La educación sentimental (1869)
La tentación de San Antonio (1874)
Tres cuentos (1877)
Bouvard y Pécuchet (inacabada, edición póstuma).





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