
22 de juny 2008
21 de juny 2008
MUCHA MIERDA

Antonio Buero Vallejo
17 de juny 2008
16 de juny 2008
15 de juny 2008
Colombia, las voces

y voy a decírtelo (...)
Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman.
Odisea, CantoIX
Homero
CAMBUCHE, vivir en las laderas de Ciudad Bolívar es un proyecto que nace, como tantas otras cosas, fruto del azar pero también de una necesidad.
A lo largo de la primavera y el verano de 2007 el que esto escribe leyó una parte significativa de la novela colombiana de los siglos XIX, XX y alguna del XXI, con el propósito, truncado, de que Vespres Literaris intentará mostrar la historia y la realidad colombiana a través de sus novelas y dentro de los actos programados para el día de Colombia en Cerdanyola del Vallès.
Aquel proyecto no se llevó a término pero, ese verano, los Jorge Isaacs, Fernando Vallejo, Gabriel García Márquez, Manuel Mejía Vallejo, Laura Restrepo, Tomás Carrasquilla, Álvaro Mutis….fueron cubriendo mi mesa de historias; algunas se desarrollaban en climas extremos; donde la naturaleza, a pesar de su belleza, rompía las fuerzas y las voluntades de los hombres. Otras me hablaban de explotación, esclavitud y muerte en las caucheras de la selva. Una de ellas, El día del odio (1952), de José Antonio Osorio Lizarazu, me abrió los ojos a una realidad totalmente desconocida para mí hasta ese momento. El libro narra los hechos de El Bogotazo y
El desconocimiento y el silencio que pesa sobre este fenómeno, que afecta actualmente a unos cuatro millones de colombianos y a varias generaciones, me impulso a conocer más sobre el mismo. En septiembre de 2007 se produjo el feliz encuentro con un libro, publicado en Bogotá en junio de 2007, que, afortunadamente se encontraba en
El azar quiso que, por esas fechas, septiembre de 2007, Vespres Literaris iniciara su colaboración con Passi-ho-bé Teatre. Por diversas circunstancias ellos no podían llevar adelante el proyecto en el que estaban trabajando y yo tenía en mente un puñado de voces que, a mi entender, debían escucharse, oírse con atención. Así nació CAMBUCHE, vivir en las laderas de Ciudad Bolívar. En la obra están esas voces y otras, las de esos novelistas que he mencionado. Son esas las voces protagonistas, las suyas, yo las puse en papel y las compañeras y compañeros de Passi-ho-bé Teatre y Vespres Literaris le darán alma el sábado 21 de junio a partir de las 20.30 horas.
12 de juny 2008
Colombia, la literatura 4
“Las comunas cuando yo nací ni existían. Ni siquiera en mi juventud, cuando me fui. Las encontré a mi regreso en plena matazón, florecidas, pesando sobre la ciudad como su desgracia. Barrios y barrios de casuchas amontonadas unas sobre otras en las laderas de las montañas, atronándose con su música, envenenándose de amor al prójimo, compitiendo las ansias de matar con la furia reproductora. Ganas con ganas a ver cuál puede más. En el momento en que escribo el conflicto aún no se resuelve: siguen matando y naciendo. A los doce años un niño de las comunas es como quien dice un viejo: le queda tan poquito de vida... Ya habrá matado a alguno y lo van a matar. Dentro de un tiempito, al paso a que van las cosas, el niño de doce que digo reemplácenlo por uno de diez. Ésa es la gran esperanza de Colombia. Como no sé qué sabe usted al respecto, mis disculpas por lo sabido y repetido y sigamos subiendo: mientras más arriba en la montaña mejor, más miseria. Uno en las comunas sube hacia el cielo pero bajando hacia los infiernos. ¿Por qué llamaron al conjunto de los barrios de una montaña comunas? Tal vez porque alguna calle o alcantarilla hicieron los fundadores por acción comunal. Sacando fuerzas de pereza.”
Fernando Vallejo
11 de juny 2008
Pequeñas modificaciones

Colombia, la literatura 3
“Viendo el caso irremediable, los rojos de Santamaría le dijeron adiós a su tierra, mirándola de lejos por última vez. Improvisaron caravana y avanzaron hacia oriente, desarrapados, fugitivos y enguerrillados, con la muerte pisándoles los talones y la incertidumbre esperándolos adelante, y siempre presente el acoso del hambre. Al centro, junto con la santa de madera, iban Perpetua, sus hijos, Matilde Lina, Siete por Tres, los ancianos, las demás mujeres, los otros niños. Los hombres, armados con ocho fusiles y doce escopetas, formaban en torno un cerco protector.
-Los niños no sufríamos -me confiesa Siete por Tres—, íbamos creciendo en los vientos de la marcha y no teníamos antojo de permanencias.
La lenta romería se prolongó año tras año, hasta que se hizo larga como la vida misma.”
“Cuando la guerra amaine... ¿Cuándo será ese cuándo? Ya pasó medio siglo desde aquel entonces y todavía nada; la guerra, que no cesa, cambia de cara no más.”
Laura Restrepo
9 de juny 2008
Colombia, la literatura 2
Vivir en las laderas de Ciudad Bolívar
Teatre Ateneu de Cerdanyola del Vallès
Sábado 21 de junio 2008, 20.30 horas
“ En un principio fue el miedo concreto al matón, a la pandilla, al Ejército, a los guerrilleros. Pero cuando estas cosas dejaron de ser ellas mismas por haberse multifurcado, el miedo se convirtió en angustia: era ya el temor ante cosas cuya causa desconocían y cuyo remedio no estaba en sus manos.
Al comienzo aquel miedo despertó cierta desesperada vitalidad que se manifestó en la lucha; después el sentimiento de la derrota convirtió el terror en indiferencia hasta llegar al cinismo. Y la violencia que de ahí siguió no fue otra cosa que la extrema manifestación del miedo, de parte y parte.” (Páginas 20-21)
—Era agricultor. La violencia me echó de la tierra.
Un varijón cayó al tejado,
—Antes sembraba papas y maíz.
Alzó la cabeza hacia el Páramo, volvió a bajarla.
—...Los cadáveres no retoñan. (Página 32)
El hombre de la silla escupió otra partícula de tabaco y llevó la hoja de la navaja a la punta del cigarro. Los ojos se quedaron dormidos un momento.
—Tremendismo — comentó fastidiado. Tremendismo, otro vocablo para...
—Si en esas gentes vemos no ya seres humanos sino fieras, el problema cambia de aspecto. Una fiera nunca es perversa, amigo mío. Y esas gentes son fieras; ¿ve usted? Todo depende del ángulo de enfoque.
El otro miró incrédulo. El hombre de la silla bajó los ojos, arqueó las cejas como para decir: "¿Qué me importa?" o "¿Qué hicieron después con la campesina?"
—Le metieron en el vientre un gallo vivo.
El Alcalde se sobresaltó levemente. ¡Gallos! Se acercaban las grandes riñas y también él se había aficionado. "Porque el gallo despierta en el hombre su espíritu combativo, único capaz de hacerlo vivir, de mantenerlo alerta en los azarosos tiempos que corren."
—¿Vivo, dice?
—Le metieron el gallo dejándole fuera de la cabeza, y cosieron el tajo del vientre con una cabuya ensartada en aguja de arriero.
El hombre se recostó en su silla, la silla volvió a chirriar el chirrido era la voz de lo que lo rodeaba.
—"Buenos gallos se presentarán en estas Ferias, vienen criadores famosos."
Una bocanada de humo ocultó su expresión. Tendría que ir a la gallera, las apuestas eran grandes. Podría llegarle el desquite, el "Cuatroplumas" de don Heraclio...
—...El gallo estiraba el pescuezo a todos los lados mientras la mujer se retorcía cuando el gallo le clavaba las garras y las espuelas, bregando por salir.
El hombre de la silla sopesó su reloj enchapado en oro, se levantó y se dirigió a la puerta. Los tablones chirriaron con su peso.
—Ya es hora de cerrar el Despacho — dijo, cambiando el balanceo de la leontina por el de una enorme llave. Silbó su respiración.
—Hermoso potro manchado — dijo. Y ante los ojos interrogantes, aclaró, deliberadamente cínico, sus ojos casi humanos, como los de un perro:
—No son tan crueles, mi querido amigo. ¿No ve que el gallo podía respirar?
Y salió fumando hasta que el taconeo desapareció calle arriba, bajo el sol de la tarde.” (Páginas 100-101)
Manuel Mejía Vallejo
8 de juny 2008
Colombia, la literatura
CAMBUCHE
Vivir en las laderas de Ciudad Bolívar
Teatre Ateneu de Cerdanyola del Vallès
Sábado 21 de junio 2008, 20.30 horas
“Colombia nunca ha sido muy regular en sus cosas; es más bien irregular, imprevisible, impredecible, inconsecuente, desordenada, antimetódica, alocada, loca... El hombre invisible les fue pasando revista a los muertos. Tres cosas en especial le llamaron la atención de esos cuerpos desnudos sin corazón que pudiera volver a sentir el odio: la cabeza ( y la de algunos con los pelos revueltos, erizados) vaciada de sesos y rencores; el sexo inútil, estúpido, impúdico, incapaz de volver a engendrar y los pies que ya no llevarían a nadie a ninguna parte. Entonces reparó que sobre los pies de uno de esos cadáveres había otro, pequeñito, orientado en sentido vertical como los brazos de una cruz: el de un bebé recién nacido y recién rajado. Por un instante el hombre invisible pensó que el cadáver de la persona adulta era el de una mujer, la mamá, a la que le habían hecho la cesárea puesto que también tenía el vientre rajado. Pero no, era un hombre, otro más, y le habían puesto encima el cuerpecito del niño porque simplemente no tenían mesa vacía donde acomodarlo. El hombre invisible recordó esas combinaciones de objetos mágicas, insólitas con que soñaban los surrealistas, como por ejemplo un paraguas sobre una mesa de disección. ¡Surrealistas estúpidos! Pasaron por este mundo castos y puros sin entender nada de nada, ni de la vida ni del surrealismo. El pobre surrealismo se estrella en añicos contra la realidad de Colombia” (página 118).