Ayer el Teatre Lliure represento en el "Ateneu" la obra de teatro "Nixon-Frost", de Peter Morgan, bajo la dirección de Àlex Rigola. No voy a entrar en el análisis de la obra ni de su puesta en escena, otros se han encargado de ello y de analizar las dos puestas en escena ofrecidas en la sede de la compañía, sino de la curiosa relación que mantiene nuestra ciudad con la cultura, en general y con el teatro, en particular.
Soy un usuario habitual de los diversos teatros municipales del Vallès: el Teatre Auditori de Sant Cugat, La Faràndula o el Teatre Principal, de Sabadell, el Teatre Municipal de Ripollet… y, cómo no, de los de Barcelona, y en particular del Lliure…. Sinceramente, en ninguno, en ninguno de ellos he vivido la fría acogida que reciben las propuestas culturales que propone cada teatro como las que se viven en el teatro de mi ciudad. ¡Causa una auténtica congoja contemplar la platea del Ateneu una noche de estreno!
Esta entrada quiere, desea ser, el principio de un debate, reflexión o discusión del por qué la gente de Cerdanyola no llena el teatro ante propuestas tan estimulantes como la que el Lliure nos ofrecía ayer, o, sin ir más lejos, In•fusió Teatre y su "Elsa Schneider", el 18 de diciembre pasado.
¿Estamos tan ensimismados que no vemos más allá de nuestros ombligos?
Quiero creer que no es eso.
ESTIC TOTALMENT D'ACORD AMB TÚ.
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