24 d’ag. 2009

"El exiliado de aquí y allá", dos




El Monstruo del Sentier muere ,en “Paisajes...”, por una bomba lapa adherida a su gabardina por un comando denominado los Maricas Rojos. En “El exiliado...” reaparece en un cibercafé para tratar de esclarecer las circunstancias de su absurda muerte. Este es el arranque de la obra.
Dice el autor que la idea de resucitar al Monstruo le asaltó cuando “una mujer argelina le explicó que llevaba toda una vida tratando de averiguar cómo, por qué y a manos de quién había muerto su marido en la guerra”. Tal vez por eso Goytisolo convierte en terrorista al 'monstruo del Sentier' «para averiguar por qué se hace terrorista y por qué mata” puesto que, actualmente, «el terror se ha convertido en una mercancía. Vivimos atrapados entre el consumo y el terror. Después del 11-S se mercadea con el terror”.
En esta novela, añade, “he buscado la concentración frente a la extensión. Es una novela sin discurso, sin relato, pura prosa en acción y concebida para ser leída en voz alta. Lo que pretendo es ampliar el canon de nuestra literatura a territorios excluidos».


Y ahora, segunda entrega de los fragmentos de la obra" Paisajes después de la batalla":




"Camino por un paisaje de ruinas ideológicas: bustos destrozados, estatuas caídas, columnas rotas, restos de arquitrabes y frisos devastados por algún cataclismo, quizás una súbita y feroz invasión. Eruditos y arqueólogos excavan minuciosamente el terreno, calan la histórica superposición de estratos, ahoyan al pie de monumentos enterrados, exhuman las bases del materialismo dialéctico, recuperan profecías y dogmas de inapreciable valor. Su tarea paciente, realizada bajo un sol implacable, obtiene presas y hallazgos dignos de sus esfuerzos: una cabeza casi intacta de Karl, una escultura oxidada de Friedrich, la perilla y un trozo de calva del ínclito Vladimir Ilich. Varios tenderetes laterales, oportunamente resguardados con sombrajos, exhiben vestigios menores, destinados al consumo turístico: reliquias de Dolores, Maurice y Palmiro, un bajo relieve de Mao atravesando el gran río a nado, los revólveres y el puro del longevo monarca barbudo. Cicerones políglotas explican a los forasteros los principales rasgos y características de la ideología sepulta: sus cultos personales y familiares, sus palinodias, anatemas y ritos, sus tribunales, autocríticas y concilios, las causas probables de su decadencia y ulterior destrucción. Buscavidas y muchachos con atavíos indígenas proponen totems, recuerdos, collares, tarjetas postales, fotografías de momias conservadas a orillas del Moskova, excursiones en grupo, paseos en góndola, una visita, para caballeros solos, al pompeyano lupanar frecuentado por los adeptos de Lev Davidovich. Huyendo de ellos y su incesante acoso, me interno en la inmensa plaza vacía dibujada por Steinberg: sólo dos o tres centinelas inmóviles, macizos y redondos como garitas, interrumpen la línea asolada del horizonte. Altavoces disimulados en el panteón y las almenas o torres de la muralla difunden un manifiesto grandilocuente en favor del uso de la literatura y el arte como arma o instrumento de combate, de un teatro y cine de denuncia y agitación, de una pintura y música movilizadoras y aguerridas, de una novela transmisora de consignas, de una poesía a la rosa convenientemente blindada: héroes positivos, ingenieros de almas, centrales eléctricas, minas y zanjas, ecuaciones moralopolíticas resueltas en términos de progreso industrial. Mientras trato de rememorar la musiquilla familiar del texto, descubro, con asombro y perplejidad primero, bochorno y consternación después, que su padre soy yo".



Juan Goytisolo
Paisajes después de la batalla
Llibres del Mall
Barcelona, 1985
páginas 212-214

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada