16 de set. 2009

Mes...poesia, dos






El poeta de la generación del 27. Pedro Salinas (1891- 1951) dictó a lo largo de la primavera de 1937, y en la cátedra Turnbull de poesía de la universidad Johns Hopkins, en Baltimore; una serie de conferencias que eran el fruto de sus muchos años de lecturas y reflexiones entorno a la larga tradición de la poesía española. Salinas consideraba que estas conferencias se podían agrupar ( y así lo hizo cuando la misma universidad los publico) en un tema central que les daba unidad , y éste era: “La realidad y el poeta en la poesía española". En el preámbulo a estos ensayos, reflexiona el autor de “La voz a ti debida”:




“El poeta nace en un mundo ya hecho, en medio de una realidad que se le entrega y que se le impone. Si a cada poeta se le diera el mundo en estado maleable, lo moldearía él a su modo y no podríamos siquiera tener la certeza de que a la primavera seguiría el verano. Pero, por fortuna, el mundo ya está hecho. Y sin embargo, al mismo tiempo, está siempre por hacer. El objetivo del poeta es la creación de una nueva realidad dentro de la vieja. ¿Cómo podrán estos dos mundos aproximarse, unirse, llegar a un común acuerdo? Por una parte, un mundo magnífico, el mundo material, resplandeciente en su majestad de sol y montaña, con la delicadeza de la concha o de la libélula, el mundo en que señorea la realidad externa. Por otra, una chispa llena de misterio y anhelo, centelleando en la mente del poeta, queriendo servirse de la realidad exterior como trampolín que la proyecte hacia su otra realidad interna. Para mí, la poesía no es sino la suma de relaciones entre esta realidad psicológica e insólita del alma poética (tan excepcional y clarividente) y la realidad externa; común y corriente, la realidad del mundo exterior, y así, para mí, lo primero que caracteriza a un poeta es su manera de percibir la realidad, de acordar la suya con la de fuera, en suma, su actitud hacia el mundo que desde el nacimiento le rodea.
La realidad es indispensable al poeta, pero en sí sola no es suficiente. Lo real es crudo. El mundo es una posibilidad, pero es incompleto y perfectible. Keats, en una carta, al hablar de la hermosura de una mañana que le tienta a uno a malgastarla ociosamente, escribe: «La mañana tenía razón». Y Guillen dice: «El mundo está bien hecho». ¿Qué quiere decir esto? Simplemente, que el poeta tiene que revisar, confirmar y aprobar la realidad. Y el poeta la confirma o recrea por medio de la palabra, con sólo ponerla en palabras. El don del poeta consiste en nombrar las realidades cabalmente, en sacarlas de la enorme masa del anonimato. El primer poeta que cantó a la rosa, al bautizarla, al darle nombre, le dio una nueva vida. La lengua misma es poesía. Y, por tanto, el poeta es el que mejor uso hace de la lengua, el que utiliza en su mayor plenitud el poder de dar vida a lo anónimo, de dar a la realidad cruda e indistinta una realidad poética y singular. Es erróneo decir que el poeta no vive en la realidad: vive en ella más que nadie, más que el banquero o el médico. Le duele más porque él es particularmente sensible a ella. El poeta se nutre de realidad, lo mismo que el cuerpo humano de aire: el hombre respira el aire, no podría vivir sin él, y lo mismo le pasa al poeta con la realidad. Se trata aquí de dos realidades existentes: ¿En qué forma operan? El poeta absorbe la realidad, pero, al absorberla, reacciona contra ella; lo mismo que el aire se exhala después de pasar por una transformación química en los pulmones, la realidad vuelve también al mundo transformada, en parte, por la operación poética. La poesía siempre opera sobre la realidad. El poeta se coloca ante la realidad lo mismo que un cuerpo humano ante la luz, para crear otra cosa: una sombra. La sombra es el resultado de la interposición entre la luz y otra sustancia. El poeta añade sombras al mundo, sombras claras y luminosas, como luces nuevas. Toda poesía opera sobre una realidad para crear otra. No puede operar en el vacío. De modo que la forma en que el poeta se coloca, se interpone entre la luz radiante de la vida y la vida misma, determinará su peculiar manera de ser, su calidad, es decir, la personalidad de su sombra. Nada está completo sin su sombra. "
Pedro Salinas
Ensayos completos
Taurus, 1983
Páginas 190-191

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