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Teresa Rovira |
“Venía de un mundo donde lo primero era el
trabajo bien hecho, herencia directa de los mejores ideales del Noucentisme que
representaba como pocos su propio padre, el historiador y político Antoni
Rovira i Virgili. Era un entorno en el que, por ejemplo, para el curso de junio
de 1936 de la mítica y exigente Escuela de Bibliotecarias creada por la Mancomunitat
en la que pudo entrar (solo lo hicieron seis de las 40 aspirantes, algo de lo
que se sintió siempre orgullosa) se pedía una redacción perfecta y el dominio
del inglés, francés y alemán. Porque era fruto de ese entorno, lamentó muchos
años después Teresa Rovira que no pudiera reprimirse e hiciera desaparecer unos
libros infantiles de Falange de una biblioteca. “Decían cosas que eran una
vergüenza que los niños leyeran, pero en cualquier caso eso una bibliotecaria
no lo ha de hacer nunca”. Las circunstancias le habían lanzado más de un cruel
zarpazo a lo largo de una accidentada vida que ayer acabó en Barcelona, a los
95 años.
Hija mayor del fundador de Acció Catalana y
de la rigurosísima Revista de Catalunya (cuya llama hasta hoy ella ayudó a
mantener y que en octubre le dedicará un suplemento especial), Teresa Rovira
mantuvo siempre una fuerza de voluntad encomiable, que la llevaría a
licenciarse en Letras (Geografía e Historia) en Montpellier en 1944 (repetiría
por la Universidad de Barcelona en 1973), tras la huida a Francia de toda la
familia apenas dos días antes de la entrada de las tropas franquistas a
Barcelona el 26 de enero de 1939.
Pero el impacto que le causó de niña una
visita a la Biblioteca Popular de Tarragona donde veraneaba había sido lo
suficientemente hondo como para que entre 1949 y 1950, aprovechando las tímidas
pero cada vez más frecuentes visitas a Barcelona, acabara la carrera de
bibliotecaria que había decidido desde que tenía 15 años que haría; y ya
instalada en Cataluña con su hijo (el marido, colaborador personal del
presidente de la Generalitat en el exilio Josep Irla, se quedó en Francia)
trabajó en la Biblioteca de Esparraguerra, entre 1953 y 1958. Fue allí –un
guiño: era la última que creó la Red de Bibliotecas de la Generalitat
republicana-- donde, tan decidida como emprendedora --“y tozuda, como mi
padre”, admitía--, empezó a sacar poco a poco del infierno de ese centro todos
los libros escritos en catalán y los que había hecho su padre mientras hacía
desaparecer al mismo ritmo los juveniles de Falange. También ahí tomaría una
iniciativa entonces tan revolucionaria y hoy tan lógica: separar y crear
espacios propios para los libros infantiles y los de adultos.
El retorno definitivo y la reagrupación de la
familia se produjeron en ese 1958, el mismo año en que entró a trabajar en la
entonces Biblioteca Central
El retorno definitivo y la reagrupación de la
familia se produjo en ese 1958, el mismo año en que entró a trabajar en la
entonces Biblioteca Central (hoy Biblioteca de Catalunya). Fue allí donde
investigó su fantástico fondo de libros infantiles en lengua catalana. Como le
gustaba trabajar en equipo, junto a su colega Carme Ribé propuso la creación de
una biblioteca infantil y juvenil que se traduciría en las de Sant Pau y de la
Santa Creu. El otro gran resultado de ese encuentro con aquellos fondos fue su
especialización en la literatura infantil y juvenil catalana, que le permitió
publicar estudios capitales para ese ámbito como la Bibliografía histórica del
libro infantil en catalán (1972) o su tesina inédita Noucentisme i literatura
infantil (1973).
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Teresa Rovira a la biblioteca popular d'Esparraguera |
Por oficio y amor, le dolió como pocas cosas
en la vida el expolio que a los 15 días de huir de Barcelona sufrió la
biblioteca de su padre por las fuerzas fascistas y que ella, a manera de
prácticas, catalogó en su momento. Buena parte de ese fondo formó parte de la
aún hoy vigente pugna política por los llamados Papeles de Salamanca. Luchó por
su recuperación sin descanso, pero el resultado fue agridulce: apenas pudo
salvar un centenar, aquellos que por las dedicatorias o por estar aún marcados
podían testificar que eran de su progenitor.
Responsable de las bibliotecas populares de
la Diputación de Barcelona (1981-1983), Creu de Sant Jordi en 2002 por toda esa
labor en el libro infantil y juvenil, el próximo 30 de octubre su figura
recibirá un homenaje en la Biblioteca de Catalunya en el contexto de la
presentación del dosier Homenatge a Teresa Rovira de la Revista de Catalunya,
de la que formó parte de su junta, como en su momento de la de Òmnium Cultural,
de la misma manera que fue jurado del Premi d’Honor de la Lletres Catalanes.
Mañana miércoles, a les tres de la tarde, se celebrará un funeral en el
Tanatorio de Horta. Desde el año pasado, la Generalitat había instituido un premio
para bibliotecas públicas que llevaba su nombre. Era un reconocimiento a la
innovación. No podía ser otro.”
Carles Geli
El País 23/09/2014
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