"Era 1976 y España necesitaba, entre otras muchas cosas, que la gente se abrazara. En realidad, es algo que nunca ha dejado de necesitar ni España ni casi ningún país. Ese cuadro, que nació en la puerta de un colegio, se convertiría en el icono de un tiempo en el que se buscaba la reconciliación entre personas que conviven en un mismo país, entre las dos partes de una España que necesitaba sacudirse décadas de dictadura, de opresión, de torturas y de cercenamiento de libertades. Había que celebrar que terminaba una etapa llena de oscuridad y, a la vez, intentar abrazar al de enfrente que siempre estuvo enfrente.
El cuadro se convirtió en icono de la forma más rocambolesca posible. A la Junta Democrática, que agrupaba fuerzas políticas, organizaciones sindicales y diferentes movimientos que perseguían la recuperación de las libertades en España y se oponían, por ende, a la dictadura franquista, se le ocurrió elaborar un cartel pidiendo la amnistía para los presos políticos. El cartel se lo encargaron a Genovés, a quien tenían cerca. Pero corría prisa, mucha prisa. Así se decidió que la imagen del cartel la protagonizaría un cuadro que ya estuviese hecho y El abrazo estaba terminado. Reunidos en el estudio de Genovés se hicieron los trámites oportunos pero llegó la policía, que detuvo, entre otros, al propio Genovés, al que interrogaron en la Dirección General de Seguridad y a quien al principio llamaron Veronés, nombre que sonaba a uno de los policías como el de un gran pintor.
El póster se pudo producir. Se tiraron quinientos mil ejemplares y fue un enorme éxito. Uno de ellos colgaba del despacho de abogados sindicalistas asesinados vilmente en la recordada matanza de Atocha, un abrazo que se manchó con sangre. Como homenaje, Genovés realizó una escultura que se puede ver en la plaza de Antón Martín de Madrid.
Justo después de aquella noche de detenciones el cuadro viajó a una exposición en Estados Unidos y allí fue comprado por un empresario de Chicago. Adolfo Suárez intervino, tiempo después, para que emprendiera el viaje de regreso a España, terminando durante años, de manera incomprensible, en los almacenes del Museo Reina Sofía, de donde salió hacia el Congreso de los Diputados en 2016, para conmemorar los cuarenta años de la Constitución.
Para Genovés, ese cuadro no era suyo, no le pertenecía. Era un cuadro exclusivamente del pueblo y destinado a recordar a todos los que lucharon por instaurar la libertad en España y a convertirse en símbolo de la fraternidad entre los españoles.
Decía al principio que para un abrazo es imprescindible que haya dos personas. Genovés me quita la razón. Si se fijan, en el extremo derecho del cuadro hay una persona que no abraza a nadie, sus brazos no vuelan a encontrarse con ninguna espalda. Genovés decía que esa mujer está abrazando al futuro, ese en el que todo está por hacer, por ver, por imaginar, por pelear. En el que todo está por abrazar."
Emocinarte. La doble vida de los cuadros
Carlos del Amor
Espasa, 2021
pág.: 2020-222
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