19 d’ag. 2010

Guinea, los actores: claretianos.




Desde 1882 la misión de evangelizar el territorio de Guinea recayó en la congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, conocidos como misioneros claretianos,  por el nombre de su fundador: Antonio Claret.




“Con las palabras “Hoy comienza una grande obra”, pronunciadas por mossen Antonio Claret, reunido con cinco jóvenes sacerdotes en una pequeña habitación del Seminario de Vic, el día 16 de julio de 1849, arranca la vida de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
La iniciativa de Claret no era improvisada. Durante largo tiempo había estado pensando en la conveniencia, primeramente, de preparar sacerdotes para la predicación del Evangelio, y luego de reunirse con quienes se sintieran animados “de su mismo espíritu”, para hacer con ellos lo que sólo no podía. Su experiencia como misionero itinerante por Cataluña y Canarias le había llevado a la convicción de que el pueblo necesitaba ser evangelizado y de que no había suficientes sacerdotes preparados y celosos para esta misión. Sin embargo, como el mismo Claret reconoció, no fue una idea suya, sino una inspiración divina la que le llevó a poner en marcha una empresa tan arriesgada como frágil: “¿cuál puede ser su importancia, siendo nosotros tan jóvenes y tan pocos en número?”, exclamaba Manuel Vilaró, uno de los sacerdotes reunidos en el Seminario de Vic. “

Dicha misión la conservan hasta el día de hoy.
Se nombró primer prefecto apostólico al Padre Ciriaco Ramírez. El Padre Ciriaco embarcó en 1883, con otros seis padres y otros tantos hermanos, llegando a la misión el 13 de noviembre. La labor se empezó en la capital, Santa Isabel,  con los niños, poco después de que el Ministerio de Ultramar les encomendara la dirección de las escuelas primarias. Al poco tiempo, se inició la formación de jóvenes en un internado de la misión y la apertura de una escuela de oficios de carpintería, sastrería, zapatería, etcétera.

De la capital fueron extendiendo su acción a las islas vecinas. En poco tiempo llegaron nuevos misioneros que se extendieron por Corisco, Annobón y el Cabo de San Juan. Religiosas concepcionistas se encargaron del cuidado de las niñas. En 1888 ya había fundadas ocho estaciones misioneras con sus respectivos colegios. En 1904 la prefectura era elevada a vicariato y, en 1965, la parte continental se desmembraba de las islas formando un vicariato propio.

Nunca fue atractiva para España la explotación comercial de Guinea, como nos recuerda Nerín en su obra. Sin embargo, esta situación cambio a partir de los años veinte del siglo pasado, con la llegada de más dinero e inversiones de la metrópoli. Esta inyección de dinero y material, sin ser extarordinaria,  propicio la definitiva ocupación de la parte continental de Guinea y una explotación más eficiente del territorio. En la lucha por controlar los recursos naturales y, especialmente,  humanos intervenían varios actores: el ejército –representante del Gobierno en la colonia- , los colonos y los misioneros.
Traemos aquí el testimonio de una de esas partes en litigio: los misioneros, en la época de mayor intensidad de la lucha por el control del territorio y de la mano de obra negra:
Unificación de jefes en el Continente
Una de las medidas más acertadamente tomada por nuestra suprema autoridad en su visita al Continente y reducida ya a la práctica por sus subalternos, ha sido a no dudarlo la concerniente a la unificación de jefes y jefaturas en algunos principales, para uniformar así también la campaña a seguir en la civilización de este cacho continental que todavía nos queda de nuestro antiguo gran imperio colonia!; con ambas manos aplaudimos tal disposición, felicitándonos de que aunque tarde haya ella llegado, pues era una necesidad, y de seguir y conservarse ella intacta y pura conforme al historial trazado por algunos jefes de prestigio desaparecidos tiempo ha de entre nosotros, marcará época en muestro continente.(…)
Había muchos pillos en nuestro Continente, doquiera se veían perillanes y redomados que hurtaban el cuerpo a nuestra civilización, burlando sigilosamente la vigilancia de la autoridad con quien por otra parte alternaban para, más a mansalva, hacer sus entuertos: se esquivaban bonitamente las leyes y aparentando celo de las mismas, a vuelta de enredos y marañas se enrevesaba la cosa de manera que solo el truhán sacaba su partido: todo esto se veía, se palpaba, se hacía', como burdamente se suele decir, en las mismas barbas de la autoridad; era el tema obligado de muchas conversaciones y hasta de no pocas murmuraciones, digámoslo sin rodeos; nadie empero se atrevía a proponer el remedio, que no era otro sino deshacerse de un tajo de tantos jefes como pululaban por doquier (….)
Muchos bolsillos se han llenado de dinero que manos pecadoras depositaban gota a gota para que resolviera mal un asunto; y cuántas ovejas y cabras se han visto de improviso por los poblados donde antes apenas si corría alguna esquelética, efecto de algún retorcido veredicto mal sentenciado por algún monterilla de esos que vestían capote de húsar o guerrera de no sé qué consigna.
La prudencia dicta muchas cosas y nos prohíbe citar nombres que ya tal vez no sonaran como hasta hoy sonaron (…)
Déseles, pues, autoridad y preponderancia, apóyense sus resoluciones cuando en ellas brille el sello de lo justo y equitativo dejémonos de banderías y rencores, no se im¬pongan contra la voluntad del plebiscito, precisa y conveniente es todo esto; fiscalícense, empero también sus actos y sentencias exíjaseles cuenta y muy minuciosa y al por¬menor; no se los deje solos y sin orientaciones y así conseguiremos lo que apetecemos.
Como quiera empero que las aguas acos¬tumbran a correr por donde solían, bue¬no será que se fiscalicen también las ac¬ciones de los jefes suprimidos ya que, o mucho nos engañamos, o directa o indirectamente seguirán ejerciendo su influen¬cia sobre sus antiguos subordinados.
En la playa en terrenos próximos a la vigilancia del Gobierno, por respeto a éste se evitará todo chamorreo en las palabras, (…) empero, en el interior, en pleno bosque, allá donde nosotros no llegamos y aún en poblados donde ejerzamos nuestra influencia, de no vigilar, aún se seguirá como hasta ahora.”
L.Fernández, C.M.F.

(extraído de “La Guinea Española”, revista quincenal publicada en Santa Isabel por los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Número 623, de 25 de agosto de 1926)

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