5 d’abr. 2011

Mi vecino y yo

Un relato de Francisco Jesús Galindo:

"Ayer conocí a mi vecino del pueblo donde vivo. Aquí solo vivimos él y yo. Antes de que yo llegase, y de esto solo hace tres días, por este lugar solo andaba mi vecino.

Mi vecino tiene sus razones para ser cauto y para vender cara su sonrisa.

Ayer conocí a mi vecino, o mejor dicho, lo vi por primera vez en mi vida. Realmente sigo sin conocerlo, siempre he pensado que estos asuntos de conocer al ajeno pueden llevarle a uno toda la vida, y ni siquiera toda la vida puede llegar a ser suficiente para conocer al ajeno, o al prójimo, o como queramos llamar a alguien cuya vida vemos transcurrir accidentalmente junto a la nuestra durante un indeterminado periodo de tiempo.

Ayer, como digo, conocí a mi vecino, y enseguida supe que tenía frente a mí el enorme reto de lograr, no solo un lugar de coexistencia, también de convivencia. La mirada de mi vecino, aparentemente dura e infranqueable, no fue capaz de ocultar su mayor flaqueza, o quizás no debiera llamarle flaqueza a lo que realmente es nobleza.

……

Mi vecino no trazó nunca un territorio divisorio entre nosotros, ni siquiera durante aquellos primeros días de desconfianza. Vendió caro su saludo, también durante un tiempo, hasta que comprendió por sí mismo que este universo que rodeaba nuestra pequeñez teníamos que ponerlo en movimiento, y cuidarlo, los dos por igual. Mi vecino.. ahora, también es mi amigo.

Mi vecino, ahora, me cuenta sus inquietudes, y escucha las mías, me habla del tiempo y de los viejos tiempos, de cuando aquel lugar llegó a ser el más poblado que él conoció nunca; hasta cincuenta habitantes tuvo. A veces no puedo evitar que su humilde sabiduría me produzca un nudo de congoja en la garganta, es la emoción, lo sé, no me pesa reconocerlo.

Hace unos días que le he regalado un libro, de bolsillo, ahora lo lleva siempre guardado en su vieja chaqueta. No dice nada, pero yo se que para él es importante mi regalo. Ayer lo descubrí leyendo, sumido por completo en la trama de la historia, casi ajeno a mi presencia, confiado bajo el silencio, emocionado e incapaz de contener su franca sonrisa.

………

Mi vecino, hace tiempo que borró el camino por el que me vio llegar. Hoy me ha confesado que este pueblo donde vivimos ya es de los dos, que este pueblo presente tiene otro color, que ya no parece el mismo, que la cosa cambió, que ahora se le antoja un lugar más acogedor que cuando solo era de él mismo.
Hoy, en los ojos de mi vecino he leído otro temor y, aunque a menudo toda su franqueza guarda silencio en su corazón, esta vez he vuelto a percibir en su mirada que tiene miedo de volver a ser el único vecino. Yo no he encontrado fuerzas para dirigirle las adecuadas palabras que calmasen sus miedos, que atendiesen a sus silenciosos ruegos, por eso ahora todo lo dejo escrito, para no olvidar detalle, para dejarlo todo dicho.

Ahora mi vida tiene sentido, al oler este aire de las cercanas sierras. No hay río como este río, con su ribera de chopos y de madreselvas traduciendo la música y las voces de la brisa del viento. No hay almendros en flor, de amargos y dulces aromas, mejores que éstos almendros. No hay olivos polvorientos mejores que éstos olivos, ...

... No hay prisa que yo tenga por separarme de mi buen vecino y amigo.

Mi vida está aquí, y no en otro sitio, mi vida….. tiene sentido.

Quede, por siempre,… dicho.”

11 de marzo de 2011

1 comentari:

  1. Anònim12:53

    A veces cuesta encontrar tu lugar en el mundo ...
    Me han gustado mucho los dos relatos.

    ResponElimina