Hijar (Teruel) |
Dedicado a
Lorenza.
Ha regresado a su querido Hijar.
Mª Carmen,
Gustavo, un abrazo de la familia de Vespres Literaris.
“Quiero que me entierren allí, no quiero quedarme sola cuando esté muerta,
rodeada de desconocidos en un cementerio tan grande como una ciudad, recordarás
que te decía. No me importa estar muerta, pero no quiero que me entierren aquí, donde
voy a morirme y nadie me conoce, en un cementerio donde solo habrá nombres de extraños,
como si viviera otra vez en uno de esos bloques de pisos en los que he sido una
forastera para todo el mundo como en cualquiera de los lugares donde he vivido
y en los que también podía haberme muerto, una forastera, encerrada en mi casa,
esperando a que vuelvan los hijos a lo largo de la tarde y a que vuelva el
marido ya entrada la noche, reservado o charlatán, envaneciéndose de su trabajo
o hablando mal de la gente de su oficina, superiores o subordinados, nombres
que escucho y a los que me acostumbro y luego dejo de escuchar y olvido igual
que me acostumbro a las ciudades nuevas donde nos lleva su trabajo y en las que
nunca tengo tiempo de instalarme del todo, nunca tengo lo que mas quisiera,
cosas mías, muebles elegidos por mi, hábitos, es lo que mas echo de menos, lo
que mas añoraba cuando aún no me sentía excluida del mundo de los vivos,
acomodarme dulcemente en el paso del tiempo, habituarme a una casa y a una
ciudad en las que yo sintiera que me encontraba asentada, ocupando un sitio
seguro en el mundo, como cuando era niña o muchacha y vivía en el pueblo, y
aunque siempre tuve la cabeza fantástica y me imaginaba viajes y aventuras, sin
embargo disfrutaba la seguridad de mi casa, de mis hermanos, de la presencia de
mi padre, la felicidad de asomarme a la ventana de mi cuarto y ver el valle con
las huertas y las laderas donde florecen almendros y manzanos, y sobre ellas
las cimas peladas de los montes, con ese color de tierra que es el mismo de las
casas que hay en el camino hacia el cementerio donde yo quiero que me entierren”
Sefarad
Antonio Muñoz Molina
Pág: 112-113
Hacia mucho tiempo que no entraba en el blog y hoy me he tropezado con esta dedicatoria. Gracias, muchas gracias. Debe de ser cierto aquello que las cosas no suceden por casualidad.
ResponEliminaUn abrazo familia