El término “Boom latinoamericano” designa el movimiento literario surgido en la década de
los sesenta del siglo pasado, protagonizado por un grupo de escritores cuyas
obras alcanzaron enorme repercusión tanto en Latinoamérica como en España. Los
principales autores que integraron este fenómeno fueron Mario Vargas Llosa con “La
ciudad y los perros” (1962), Carlos
Fuentes con “La muerte de Artemio
Cruz” (1962), Julio Cortázar con
“Rayuela” (1963), Alejo Carpentier con “El siglo de las luces” (1964) y Gabriel
García Márquez con “Cien años de
soledad” (1967. A estos autores se han ido sumando otros que también se
incluyen bajo el paraguas del boom: José
Donoso (Chile), Lezama Lima (Cuba), Augusto Roa Bastos (Paraguay) o Jorge Amado (Brasil). Los géneros en
los que sobresalieron fueron la novela y el cuento, con un desarrollo
excepcional de la mano de estos creadores.
Según Cortázar, la
publicación de las obras del “boom” coincide en el tiempo por puro azar. Para
él, no se trataría de un grupo de autores unido en torno a orientaciones
literarias y rasgos narrativos necesariamente comunes, sino de simple
casualidad, por lo que no podríamos hablar de un movimiento literario o un
grupo generacional en sentido estricto. Lo que sí uniría a estos autores sería
el momento en el que escriben, el mismo ambiente político y social, la
inestabilidad y la transformación económica que reinaba en gran parte de América Latina en aquel entonces.
Otro de los factores supuestamente propiciatorios del boom que se
ha señalado tradicionalmente es la operación editorial impulsada desde
Barcelona (en especial por la editorial Seix-Barral y la agente literaria Carmen Balcells) y las principales
ciudades latinoamericanas: Buenos Aires, México, Montevideo, Santiago de
Chile. Esta teoría es refutada por
Cortázar en la entrevista que concedió a Joaquín
Soler Serrano en el programa “A
fondo”, de Televisión Española, en
1977. El argentino afirmó en el programa que los editores no les inventaron a los
autores y que él escribió su obra en la
soledad y la pobreza, sin ningún tipo de ayuda. Solo mucho más tarde, tras el éxito obtenido con las primeras y
precarias ediciones de sus libros, que se pasaban de mano en mano, cuando estas
editoriales se fijaran en ellos.
Es indudable que el boom supuso un antes y un después para la narrativa
en lengua hispana. En este sentido llama la atención el hecho de que Cortázar
atribuye al “boom” que los lectores y escritores latinoamericanos comenzaran a
leer literatura latinoamericana, a confiar en sí mismos; “antes solo mirábamos
a Europa, a Francia, y solo leíamos a Sartre, a Faulkner, a Hemingway, a
Greene.”
Dejando de lado la discusión sobre la denominación y las causas
del boom, es indudable que fue un periodo increíblemente fructífero que fructificó
en tantas obras excepcionales.
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