En la Biblia Tophet
o Topheth, era un lugar en Jerusalén donde los adoradores, influenciados por la religión cananea, participaban en el
sacrificio de niños a los dioses Moloch
(Moloch es el nombre bíblico de un dios cananeo asociado con el sacrificio de
un niño. El nombre de esta deidad también se escribe a veces Molech, Milcom o
Malcam) y Baal, quemándolos vivos.
Tophet se
convirtió en sinónimo del infierno dentro de la cristiandad.
El Tophet
de Cartago, también llamado tofet de Salambó, es una antigua área sagrada
dedicada a las deidades fenicias Tanit y
Baal, ubicada en el barrio cartaginés de Salambó, cerca de los puertos púnicos. Comprende un gran número de tumbas de niños
que, de acuerdo a interpretaciones, habrían sido sacrificados o enterrados en
este lugar después de su muerte prematura.
La cuestión del destino de estos niños está
fuertemente vinculada con la religión fenicia y púnica, pero principalmente a
la forma como los ritos religiosos fueron percibidos por los judíos en el caso
de los fenicios o por los romanos durante los conflictos que los opusieron a
los cartagineses. De hecho, el término «tofet» designa originalmente un lugar
cercano a Jerusalén, sinónimo del infierno: ese nombre que procede de las
fuentes bíblicas induce a una interpretación macabra de los rituales que se
supone tuvieron lugar y corrobora una hipótesis compartida por los
interlocutores que revelaron fuentes sobre los fenicios en general y sobre los
púnicos en particular: la religión en Cartago era «infernal». En fecha más
reciente, el imaginario colectivo ha sido alimentado por la novela de Gustave Flaubert Salambó
(1862), cuyo nombre proviene del barrio donde fue descubierto el santuario.
La gran dificultad para determinar la causa de los
entierros reside en el hecho de que las únicas fuentes escritas que se refieren
al rito del sacrificio de niños no proceden de la ciudad de Cartago, sino de
fuera. Por su parte, las fuentes arqueológicas —estelas y cippos— están sujetas
a múltiples interpretaciones. El debate sigue vivo. Hoy en día se debate si el
Tofet de Cartago constituye sencillamente un cementerio infantil o si bien fue
un recinto religioso en el que se consagraban los recién nacidos –o, en su
defecto, un animal– a Baal-Amón y a Tanit, su consorte divina, como símbolo de
agradecimiento por una súplica atendida.
Con todo, el hecho de que el tipo de epígrafes
grabados en las estelas sea votivo en lugar de funerario y de que en muchas de
las urnas coexistiesen los despojos de ovejas y cabras junto a los humanos,
incinerados al mismo tiempo –algo que no se hallaría en un cementerio convencional–,
hace plausible la tesis del sacrificio y sugiere que los autores romanos no
andaban del todo errados.
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