El epigrama, en su origen, es una inscripción o un escrito breve grabado
sobre piedra, metal u otro soporte cualquiera y destinado para algún sepulcro o
monumento privado o público. Poco a poco
fue adquiriendo un carácter más variado, hasta que, siempre dentro de la
brevedad, expone de modo rápido e interesante un pensamiento regocijado o
satírico, pero siempre ingenioso.
Decía Plinio el Joven del poeta Marco Valerio Marcial , en carta a
Cornelio Prisco: “Oigo decir que Valerio Marcial ha muerto y lo llevo con pena.
Era un hombre ingenioso, agudo, mordaz y que, escribiendo, tenía a raudales
tanto sal como hiel y no menos candor. Yo
le había ayudado con un viático al marcharse; se lo había dado por amistad,
pero se lo había dado también por unos versos que compuso sobre mí. Fue propio de las antiguas costumbres honrar
con honores o dinero a quienes habían escrito el elogio ora de los particulares
ora de las ciudades. Pero, en nuestra época, como otras cosas distinguidas y egregias, también ésta ha caído en desuso entre las
primeras. Porque, luego que hemos dejado de hacer cosas
dignas de alabanza, consideramos también inadecuado ser elogiados. ¿Preguntas
cuáles son los versos a los que manifesté mi gratitud? Te remitiría a su propio
volumen, si no me supiera algunos de
memoria. Si éstos te gustan, busca los
demás en su libro. Está hablando a la
Musa, le encarga que busque mi casa en
el Esquilino, que se acerque con respeto: ‘Pero
mira de no llamar a deshora, borracha, a su docta puerta. Dedica los días enteros a la seria Minerva, mientras estudia para los oídos de los centunviros
lo que los siglos y las generaciones futuras podrán comparar hasta con los
papeles de Arpino. Irás más segura a la
hora de las lucernas tardanas. Ésta es tu hora: cuando se entusiasma Baco,
cuando la rosa es la reina, cuando están
empapados los cabellos. Entonces, que me lean a mí hasta los rígidos Catones’.
Quien escribió esto de mí, ¿no merecía que lo
despidiera entonces con las mejores pruebas de amistad y que me duela ahora
como si hubiera muerto mi mejor amigo? Y es que me dio lo máximo que pudo y más
me hubiera dado, si hubiera podido. Aunque, ¿qué puede darse al hombre mayor
que la gloria, la alabanza y la
eternidad? Pero es que no será eterno lo
que escribió. Quizás no lo será, pero él lo escribió como si hubiera de serlo.”
busto del poeta en su ciudad natal |
Marco Valerio Marcial nace en Bílbilis
(Calatayud), el día 1 de marzo de un año incierto entre el año 38 y el año 41
de nuestra era. Alrededor del año 64 marchó
a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de éste y su
suicidio le dejaron desamparado y le obligó a sobrevivir de forma itinerante
como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí. Se ganó sin embargo la amistad de los mayores
escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano. De la misma manera trabó amistad con el poeta
gaditano Canio Rufo.
Regresó a su Bíbilis natal, y a la vida rural que tanto ansiaba, el año 98 para
pasar sus últimos años. Murió seis años después. “Era la vida que ansiaba”, escribió en
unos celebres versos su amigo Julio
Marcial.
Epitafio de un niño
Aquí estoy enterrado yo, el dolor
de Baso, el niño Úrbico, a quien la grandísima Roma dio la raza y el nombre. Seis meses me faltaban para cumplir los tres años,
cuando las tétricas diosas interrumpieron de mala manera su tarea. ¿De qué me
ha servido la hermosura, de qué la lengua, de qué la edad? Dedica unas
lágrimas, tú que lees esto, a mi túmulo. ¡Ojalá no vaya a las aguas del Leteo,
a no ser más tardío que Néstor, el que desees que te sobreviva!
Quieres regalos, no amigos
Me invitabas a tu banquete de
cumpleaños a pesar de no ser, Sexto, amigo tuyo. ¿Qué ha sucedido, me pregunto,
qué ha sucedido de repente, después de tantas prendas entre nosotros, después
de tantos años, que he sido preterido yo, tu viejo camarada? Pero sé la causa.
No te ha llegado de mi parte ni una libra de plata hispana depurada ni una toga
ligera ni un manto nuevo. No es espórtula la que es objeto de negocio:
alimentas regalos, no amigos. Ya vas a decirme: “Que azoten al encargado de las
invitaciones”
¿En cuál de tus casas vives?
Tienes casa en las Esquilias,
tienes casa en la colina de Diana y el barrio patricio tiene techos tuyos. De
este lado tienes a la vista el santuario de la viuda Cibeles, del otro el de
Vesta, desde aquí el Júpiter nuevo, desde allá el viejo. Dime dónde
encontrarte, dime por qué parte buscarte: quien vive en todas partes, Máximo,
no vive en ninguna.
¿Por qué no metes la cabeza?
Zoilo, ¿por qué ensucias la bañera lavándote el culo? Para que se ensucie
más, sumerge la cabeza, Zoilo.
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