30 d’abr. 2007

Vespres en la Tierra Cátara

Cruz Occitana
El pasado fin de semana el grupo realizó una intensa visita a las tierras que hollaron los cátaros por tierras occitanas. Visitamos las regiones del Languedoc-Roussillon y Midi Pyrenes, en concreto los departamentos de Aude y Ariège. No es mi intención verter en esta crónica datos históricos, económicos o climáticos; sino mis impresiones sobre el paisaje y los lugares que contemplé.

Iniciamos la ruta rodeados de un paisaje sazonado de viñas, y salpicado de altas colinas que acunan profundos valles. En estas tierras no hay grandes aglomeraciones urbanas, el hombre se ha adaptado al paisaje y, como si se hallara anclado en el tiempo, prospera de las raíces de esta tierra y de las personas que acudimos a admirarlo. Nuestra primera parada es la contemplación de dos estructuras ciclópeas construidas por manos humanas: los castillos de Quèribus y Peyrepertuse.

Castllo de Quèribus

Siempre es un enigma para el caminante qué pensar ante la contemplación de un puñado de piedras que conservan, más o menos, una estructura reconocible. Detrás de la misma reside la historia, los hechos: luchas, muerte, dolor, alegría; pero, ¿nos reconocemos en ellas? Posiblemente no, ¿quién puede emocionarse ante una piedra si no sabe por qué llora o ríe? mas otear el paisaje desde estas ciudadelas me recuerda el sentido último que tenían: atemorizar y dominar. Son estructuras que someten el paisaje a su mirada escrutadora, vigilante. Si en nuestro tiempo nos impresionan y admiran, me puedo imaginar el efecto en los habitantes de aquellas aldeas y pequeños núcleos en los tiempos de su esplendor. El castillo es símbolo de refugio y defensa pero, principalmente, ha sido símbolo de dominación y sometimiento. En el día brumoso que ha amanecido, los castillos nos saludan envueltos en un manto blanco de nubes soñolientas; de vez en cuando, dejan asomar orgullosas almenas, serenas torres y su ropaje pétreo; desde un sueño centenario nos muestran parte de aquello que fueron.


Castllo de Peypertuse


Dejamos atrás las estructuras humanas para dirigirnos a admirar la labor de la naturaleza sobre el paisaje. Adentrarse en el desfiladero de Galamus, en la sucesión de gargantas y profundas grietas producidas por los elementos y la tozudez del río Agly que lo atraviesa, es adentrarse en un paisaje que te hace empequeñecer. Millones de años, el agua, el hielo y el viento han producido sobre la roca un paisaje de vértigo. Desde la carretera que lo atraviesa (por cierto, hay que admirar a los hombres que la construyeron,), caminamos por los recodos del abismo, admirando la profundidad de sus gargantas – en algunos lugares se oye el agua pero no se ve- que semejan aberturas al averno. En algún punto las rocas de ambas orillas casi se tocan en un beso fraternal y apenas dejan pasar la luz. Contemplar la inmensidad y majestuosidad de esta catedral natural te recuerda en cada una de sus grietas y contrafuertes el verdadero protagonismo de cada uno en el mundo. Desde la citada carretera se accede a la Ermita de San Antonio de Galamus, lugar de culto construido en la misma roca y que parece quedar suspendido en el desfiladero.



Gargantas de Galamus
La ciudad amurallada de Carcassone


Después de comer en uno de los merenderos tan abundantes por estas tierras, dirigimos nuestros pasos hacia la ciudad amurallada de Carcassone, la mayor de Europa, situada sobre una pequeña loma que domina la ciudad del mismo nombre. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997, se me hace difícil describir las sensaciones que tuve; transcribo lo que anote en mi dietario de viaje: aglomeración, embrollo, estupor


Chàteau de FontcouvertePernoctamos en Le Chàteau de Fontcouverte, un pequeño pueblo en el centro de la ruta cátara. El Chàteau es un antiguo convento recuperado para el turismo en los años noventa del siglo pasado que intenta conservar la ambientación y decoración de los antiguos palacetes franceses del dieciocho y diecinueve.
Prat dels CrematsRecuperadas las fuerzas, nos dirigimos a la mañana siguiente al castillo de Montsegur, símbolo de la resistencia del movimiento cátaro. Ascender por la carretera que se dirige al pie de Montsegur da una idea de la majestuosidad de la construcción. El monte Tabo, donde se asienta el castillo en su cumbre, tiene 1.150 metros de altitud, aunque no ascendimos al castillo por falta de tiempo, si que ascendimos hasta el Prat dels Cremats, donde fueron incinerados los 200 cátaros que resistieron el asalto de los cruzados. En ese lugar , de tanto simbolismo, unos miembros del grupo representaron un diálogo entre la Iglesia Cátara y la Cristiana , tan habitual en los años anteriores a la Cruzada. Con este sencillo acto de Vespres -como siempre hacemos en nuestras representaciones- , donde quisimos homenajear a aquellos que sufrieron y murieron por sus ideas, dimos por finalizada la visita.



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