7 de maig 2008

Crónicas congresuales

Cartel del Congreso
El pasado fin de semana, coincidiendo con el largo fin de semana del primero de mayo, tuvo lugar el Segundo Congreso de Vespres Literaris.


Bajo el lema: “Por una buena lectura y una mejor mesa”, se desarrollo en tierras oscenses; en concreto en la maravillosa y agreste comarca pirenaica del Sobrarbe.

Secretaría está elaborando un amplio dossier que recogerá las aportaciones de los compañeros y las compañeras a los vivos debates desarrollados en las distintas comisiones, así como las conclusiones y decisiones tomadas en el plenario. Dicho dossier será repartido entre todos los miembros de la Entidad el próximo encuentro Vesprestino del día diez. Huelga mencionar la riqueza del debate y la multitud de iniciativas que han fructificado en estos cuatro días. A pesar de las dudas e incertidumbres sobre el desarrollo del Congreso- que el sector crítico se ha encargado de difundir y magnificar- la consolidación de nuestra Entidad es un hecho en el panorama nacional de clubes Lectores-Gastronómicos. La nuestra es una organización en franca expansión – justo es reconocerlo- y las estrategias implementadas han fructificado en el glorioso presente y en un futuro trufado de esperanzas. Gracias a todos y a todas por vuestro esfuerzo y dedicación.

Mas no deseo hablar en estas crónicas del exitoso desarrollo del congreso, sino de las actividades paralelas que han complementado esas horas de asueto que el duro trabajo congresual ha permitido.
Parquing Pradera de Ordesa
La primera escapada fue un agradable paseo a pie desde la pradera de Ordesa hasta Cola de Caballo. El viajero que arriba a la pradería queda admirado de la infinita capacidad…, y paciencia, de la Madre Naturaleza para acogernos en su seno. Desde los primeros albores del día, toda clase de vehículos a motor calzados de dos, cuatro o más ruedas, acampan alegremente en estos prados de montaña (1301 metros) , tras la pronunciada ascensión desde el Puente de los Navarros. Esta es su zona de descanso, descanso merecido tras trasegar con los valientes exploradores de estas montañas. En el sueño mecánico, les acompaña el rumor placido e inmemorial del río Arazas, cercano a tan vasto aparcadero.

Del seno de tan nobles y exhaustas máquinas, una riada humana, convenientemente calzada y pertrechada, se lanza en pos de una Naturaleza que se adivina agreste y salvaje en las imponentes cumbres; mas para llegar a ellas o, acaso, adivinarlas, el caminante no avisado cree hallarse en el centro de “la Cursa de El Corte Inglés”. Así, en divertida y, a veces, promiscua proximidad, tropezamos con un grupo de montañeros que preparan su asalto a Monte Perdido. Viniendo desde atrás, nos rebasa en tropel una turbamulta de bachilleres en alegre escapada de fin de curso. Un recodo del camino nos descubre a un padre que trata de hacer andar a su hija; ésta se niega a dar un paso más aunque venga la Guardia Civil. Más allá, una tímida pareja busca, vana ilusión, un rincón romántico ¡y apartado! donde demostrarse todo su amor.
Los primeros pasos de la senda transitan un bosque de abetos, hayas y pinos. Como el camino es tendido y la hora prima, el calor no agobia nuestro discurrir alegre y multitudinario. Todos sonreímos a pesar de los agobios y las estrecheces. En algunos momentos, he de confesarlo, este cronista creía hallarse en una de las alegres y tumultuosas colas de acceso al Camp Nou una noche de Champions.
Casacada de Arripas
Al arribar a la cascada de Arripas (1400 metros), primer lugar pintoresco de la ruta, los grupos se han esponjado- las pendientes iniciales ya se han cobrado algunas victimas- En este lugar, una fuente permite reponerse de las primeras emociones del día y realizar fotografías desde el mejor ángulo (nota del dietario de viaje: se ha de esperar turno para acomodarse al mencionado ángulo).
Tras el primer descanso del día – estos se irán sucediendo en pautado “in crescendo", a la par que menguan las fuerzas en las piernas- , retomamos el serpenteante camino en dirección a unas nuevas cascadas: las de La Cueva y del Estrecho (1480 metros) La paciencia del agua, junto a lo escarpado de la orografía y el capricho del tiempo, han creado un conjunto monumental de cuevas, recodos y sifones abiertos en la roca calcárea. Estas montañas, que un día fueron fondo marino, perpetúan cada día la inmemorial relación simbiótica entre la roca y el agua. Bosque de hayas
Tras una pronunciada ascensión, dejamos atrás los afanes fragorosos del agua y llegamos a la serenidad y placidez de un bosque de hayas centenarias. En este lugar, donde la espesura del bosque apenas permite penetrar la luz solar, el musgo puebla de verde cabellera los troncos del hayedo. El lugar invita a la meditación y el reposo… (nota del dietario de viaje: ¿cuánta gente cabe en este camino?), y, por qué no, al desayuno, del cual damos cuenta con sumo placer.
Con renovadas energías, emprendemos la parte más dura de la ascensión: el tramo hasta las Gradas de Soaso (1778 metros).
Gradas de Soaso
Las Gradas de Soaso son una sucesión de terrazas moldeadas por el tiempo, una vez más, y el Azaras. Una escalinata nos permite disfrutarlas, al tiempo que da acceso a una zona de prados alpinos dominados por el pino negro: estamos en el Circo de Soaso, lugar privilegiado para disfrutar de la magnificencia de las cumbres de las Tres Sorores: Monte Perdido, Cilindro y Pico de Añisclo. Desde aquí, el camino discurre sin gran dificultad – en algunos tramos ha sido pavimentado con lajas de piedra para facilitar el acceso –hasta el final del Circo. Una vez allí, tras un recodo descubrimos nuestra meta: la Cola de Caballo (1787 metros) salto natural de agua que parte del barranco de Goríz hasta la pared del Circo de Soaso. Desde un pequeño puente metálico contemplamos tan famoso salto de agua.
Cola de Caballo

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