Antonio
Machado camino del exilio con José Machado, el doctor José María Sacristán, el
catedrático Enrique Rioja y el filósofo Juan Roura Parella. ...
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La guerra (1936-1937)
fue el último libro publicado (Espasa-Calpe, 1937) en vida de Antonio Machado. De tipografía muy
cuidada, el libro está ilustrado con 48 dibujos del hermano del poeta, José Machado. El libro es una recopilación de artículos
y poemas publicados con anterioridad en periódicos y revistas (especialmente en
“Hora de España”) durante los dos
primeros años de la guerra civil.
El crimen fue en Granada
a Federico García Lorca
I
EL CRIMEN
Se le vio, caminando entre
fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la
madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en
las entrañas—.
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su
Granada!...
II
EL POETA Y LA MUERTE
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre; los
martillos
en yunque, yunque y yunque de
las fraguas—.
Hablaba Federico,
requebrando a la Muerte. Ella
escuchaba.
«Porque ayer en mi verso,
compañera,
sonaba el eco de tus secas
palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y
el filo
a mi tragedia de tu hoz de
plata,
te cantaré la carne que no
tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento
sacudía,
los rojos labios donde te
besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte
mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi
Granada!»
III
Se les vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el
Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el
agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su
Granada!
Antonio Machado
La guerra (1936-1937), Madrid, Espasa-Calpe, 1937, pp. 25-29.
La muerte del
niño herido
Otra vez en la noche... Es el
martillo
de la fiebre en las sienes bien
vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro
amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. —Y la manita
oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh,
flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de
sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de
espliego;
fuera, la oronda luna que
blanquea
cúpula y torre a la ciudad
sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de
sangre mía?
El cristal del balcón
repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría,
fría!
Antonio Machado
Hora de España (Barcelona), n.º XVIII, junio 1938, p. 7.
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