“—La abuela Carmela te espera,
ya sabes dónde está.
Le quitó a Giuseppe de los
brazos suavemente y señaló con la barbilla un roble centenario al lado de la
casa. Seguí a la madre en aquella dirección, sin comprender. No la vi hasta
estar a pocos pasos de distancia y me detuve de golpe. Se sentaba en una silla
alta, de respaldo toscamente tallado, como un rústico trono al aire libre.
Vestía un sayo abotonado por delante, del color de la sombra que la cubría. Me
quedé allí mirándola, hechizada por su imponencia de cuento. La piel del rostro
abrasada por el sol de cien veranos se mimetizaba con la corteza del árbol de
atrás, tenían la misma inmovilidad, la misma trama de grietas. A mis ojos ambos
parecían eternos, la vieja y el roble.”
La Retornada
Donatella di Pietrantonio
Editorial Duomo, 2018
Pág. 102
La Retornada, de Donatella di Pietrantonio.
Por Francisco J. Portela
“Las buenas
críticas que leí de la prensa especializada, pero sobre todo las reseñas
positivas de blogs literarios que frecuento, y de cuyo criterio me fío, me
impulsaron a leer la novela de la escritora italiana Donatella di Pietrantonio, La
Retornada, sin olvidarme del atractivo catálogo que tiene la Editorial
Duomo en su sección Nefelibata. Se cumplieron las expectativas que tenía
puestas en su lectura, diría que con creces. Sin embargo, y en mi modesta
opinión, el desenlace me pareció precipitado, lo que desluce un tanto el buen
trabajo literario realizado por la autora a lo largo de los capítulos. Pese a
esta particular observación, merece la pena su lectura, por el tema que toca en
la novela, y por cómo lo afronta la autora, que invita a la reflexión ante los
episodios que vive la niña que protagoniza esta historia. Donatella di Pietrantonio trata con delicadeza y sensibilidad el
tema de las adopciones irregulares de niños y lo que esto supone para su
identidad, que los confunde al no saber quién es realmente su verdadera madre,
si la biológica o la adoptiva; se sienten en tierra de nadie al no saber a cuál
de las dos aferrarse, como lo podrá comprobar el lector a lo largo de los 33
capítulos en los que está estructurada la novela.
La Retornada es una novela cautivadora,
desde el momento en el que “subía con trabajo la escalera de su casa con una
maleta incómoda y una bolsa llena de zapatos revueltos” (pág. 11), ante ese
futuro incierto que se le presentaba a una niña de 13 años. Una incomodidad que
se plasma en la estructura de la novela, porque la corta extensión de los
primeros capítulos, de apenas dos o tres páginas, me daba a entender que era la
forma que la protagonista y narradora de la novela utilizaba para expresar el
miedo que sentía ante el cambio al que se enfrentaba, plasmando con ideas
concisas las impresiones iniciales que le causaba su nueva familia, de la que
sobre todo le impactaba el rudo comportamiento de sus miembros. Un
comportamiento al que no le quedó otro remedio que amoldarse, y que se verá
reflejado en los siguientes capítulos, ya un poco más extensos, en los que
ofrece al lector sus confidencias sobre todo lo que ocurre a su alrededor, sin
olvidarse nunca de su vida anterior, de la que ofrecerá retazos que mostrarán
el drástico cambio que supuso para ella el que se tuviera que ir a vivir con
una familia que no consideraba suya, y a la que la había empujado quien ella
creía que era realmente su verdadera madre. La protagonista pasará de llevar
una vida acomodada a convivir con las estrecheces por las que pasan los
miembros de su familia biológica. En algunos capítulos el lector conocerá
retazos de ese pasado en el que las preocupaciones no formaban parte del
personaje principal de esta novela.
Me llamó la
atención la forma que elige Donatella di
Pietrantonio para atraer el interés del lector en relación con el tema
central de La Retornada. Y es que en
ningún momento se mencionará el nombre de las localizaciones por las que se
mueven los personajes, ni tampoco dará a conocer al lector el nombre de algunos
de ellos, ni de la protagonista, que tampoco sabremos cómo se llama. Entiendo
que la escritora italiana utiliza esta técnica para así universalizar un
problema que afecta a nuestra sociedad, como es el de las adopciones ilegales.
Sin embargo solo conocerá el nombre de quien la protagonista creía que era su
verdadera madre, Adalgisa, y el tres de sus hermanos, con los que tendrá una
relación más directa; no así los nombres de sus padres biológicos.
Son los
personajes que acabo de mencionar en el párrafo anterior quienes más perfilados
están a lo largo de los capítulos, salvo Sergio, al que supongo conocemos más
directamente por su carácter díscolo, y por el mal trato que tiene con la
protagonista, a quien procura incordiar cada vez que encuentra el motivo para
hacerle daño, bien físico o psicológico. Sin embargo, el lector conocerá más a
fondo al mayor de todos ellos, Vinzenzo, y a Adriana, la hermana con la que más
relación tendrá con la protagonista, que se consolida con el transcurso de los
capítulos. Adriana muestra una madurez semejante a la que se va afianzando en
su nueva hermana, quizás ya moldeada por ese ambiente tan rudo del que forma
parte. Y supongo que será Vinzenzo quien acapare la mayor atención del lector,
no solo por la particular relación que mantiene con la protagonista y narradora
de esta novela, sino porque es un personaje que da mucho aliciente a la trama,
como lo podrá comprobar el lector a lo largo de los capítulos, atrayendo sobre
todo nuestra atención en el que quizás sea uno de los episodios más álgidos de
todos los que se suceden en la novela. No me olvido tampoco del papel que juega
en la vida de la protagonista el menor de los hermanos, Giuseppe, desde el
momento en el que se da cuenta de los rasgos que atraen su atención, y hace que
se preocupe más por él.
En La Retornada nos encontramos con que la
protagonista tiene 13 años, pero comprobamos cómo a lo largo de los capítulos
su madurez es tal que cuesta trabajo asimilar la edad que tiene esta niña. Pero
es que le toca vivir un cúmulo de episodios que provocan que su mente despierte
y asimile con el paso de los capítulos cómo es la cruda realidad del mundo de
los adultos en el que se mueve. Una realidad que le llevará a hacerse múltiples
preguntas, y sobre todo a hacérselas a quienes tienen la obligación moral de
responderle, pero el lector comprobará cómo esas respuestas las va conociendo
en pequeñas dosis que todavía la confunden más, hasta el momento en el que
conoce la cruda realidad y se lleva el mayor golpe de todos los muchos que ya
le habían dado entre unos y otros, alguno incluso físico, en el espacio de ese
año que tan largo se le hizo y que marcaría su vida. Pero sobre todo, y pese a
lo que acabo de comentar, destacaría la fuerza de superación que tiene la
protagonista, que sobresale en los estudios por encima de sus compañeros,
logrando incluso que le concedan un premio de carácter nacional por una
redacción que escribió. De hecho, su profesora, Perilli, se preocupará de que
sus padres la envíen al instituto, porque les dice que tiene cualidades para
seguir estudiando; aunque, en este sentido, contará con el apoyo económico de
la que había creído que era su madre hasta que fue devuelta a su familia
biológica.
Donatella di Pietrantonio escribe esta
novela con un estilo muy directo y una prosa sencilla, adaptándose en la mayor
parte de la narración a la edad de la protagonista, aunque en algunos momentos
nos dé la impresión de que está escrita por un personaje más adulto, como lo
recordará la narradora en alguna fase de la novela, pero relata lo ocurrido
durante ese año de una forma muy vívida, que hace que recuerde todo lo que le
sucedió con ambas madres con total nitidez, porque ese año marcaría un antes y
un después en su vida. La escritora italiana ofrece al lector una historia que
todo lo que se refleja a lo largo de los capítulos está plasmado de tal forma
que semejan muy reales los episodios que viven los personajes. El ritmo de
lectura es muy fluido, diría que adictivo, porque me preguntaba qué más cosas
le podrían pasar a una niña de trece años, con los palos que le estaba dando la
vida en un período tan corto de tiempo, pero que le ayudaría a madurar y a
superarse ante las adversidades a las que se enfrentó.”
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