24 de març 2008

Ideas políticas y respeto

De las ideas políticas o de la falta de respeto



La Bendición de la tierra, de Knut Hamsun



Por Miguel Arnas Coronado





A principios del año setenta y cinco me tropecé a un compañero al que había conocido algún tiempo atrás en el sindicato clandestino en el que militábamos ambos. Si la memoria no me gasta bromas, fue en la ancha plaza Lluchmajor, que entonces estaba desangelada y, si no en obras, sí al menos con grandes solares alrededor y calles sin acabar que bordeaban edificios de pisos como colmenas. Nos saludamos nombrándonos por la empresa en la que trabajábamos, pues ambos ignorábamos el de pila del otro. Me preguntó de dónde venía, más por entablar conversación que por curiosidad alguna, que en aquellas circunstancias habría sido malsana o, cuanto menos, imprudente. Esa pregunta vino después de cualquier generalidad sobre el tiempo o lo mal que andaba la dictadura, mala salud de la que, por desgracia, no se desprendía baja laboral o defunción, es decir lo que todos esperábamos. Le dije que venía del cine sin especificarle, de nuevo la prudencia, que me dirigía a visitar a una amiga habitante de aquel barrio, barrio del cual tampoco se me ocurrió asegurarle que no era el mío. Se interesó mucho por saber qué película había visto. Sí recuerdo que venía de ver una de Ingmar Bergman, si bien no podría decir cuál. Bergman hace sus películas para fastidiar a la clase obrera que son incapaces de comprenderlas, me dijo como habría instruido un cátedro desde su tribuna o un fraile predicador desde su púlpito. Le discutí con moderación mas con cierta energía porque entonces me reventaba ser considerado un intelectual y nada más, como a cualquiera de ustedes les reventaría ser considerado nada más un marido, un médico, un conductor de autobuses o un individuo de raza blanca. Yo podía ser un intelectual por mis aficiones, pero era un trabajador concienciado, un sindicalista, un ávido de conocer las teorías marxistas, etcétera. La querella no alcanzó el grado de disputa pero sí se encrespó algo. Le pedí respeto, si no por mis ideas, que no casaban con las suyas (no recuerdo si era maoísta, trosquista, revisionista o cualquier otra memez), sí al menos por mis apegos hacia la literatura, el cine, la música y otros placeres absurdos. Fue entonces cuando soltó la frase: ¡el respeto es burgués!, dijo. No lo olvidaré en la vida. Allí, en la plaza Lluchmajor, debería haberme caído del caballo, haber visto la luz y haber decidido dedicarme a cosas más placenteras como bailar pegado al ritmo de los Moody blues o halagar la juventud de más de una moza orgullosa de su minifalda. Continué militando y seguí creyendo en los principios teóricos que orientaban nuestra acción, no sólo porque confiara en que ella lograse acabar con la dictadura sino porque creía a pies juntillas que la dictadura del proletariado era el futuro, el futuro bueno y deseable. Siempre he sido más tonto que un zapato. O al menos, siempre he errado más que una escopetilla de caña.



Este cuento me viene al pelo para ilustrar algo que atañe al señor Knut Hamsun, premio Nobel de literatura de 1920. Vidkun Quisling fue ministro de la Guerra noruego entre 1931 y 1933 y fundó la Unión Nacional, de inclinaciones y apetencias nazis. En 1940, el ejército noruego capituló ante las tropas alemanas de invasión que deseaban el puerto de Narvik, salida natural del hierro sueco, pero Quisling sólo pudo formar un gobierno colaboracionista en 1942 a causa de la resistencia del pueblo noruego ante la invasión. Quisling fue ejecutado en 1945, tras la liberación. Pero en su vida política se encontró con un regalo inesperado: la adhesión de Knut Hamsun, por entonces, el más importante escritor e intelectual noruego. La admiración del premio Nobel por el nazismo fue tal que llegó a obsequiar la medalla entregada por el rey de Suecia y la Academia sueca al Ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels; sí, aquel tío tan inteligente que dijo lo de “una mentira repetida, acaba siendo creída por el mismo que la propaga”, eslogan que tan profundamente ha calado en nuestros políticos actuales y democráticos.


La propensión, el encandilamiento de los intelectuales hacia los sistemas políticos totalitarios en el pasado siglo fue notoria. No es algo que yo me invente: ya en 1927, Julien Benda, en La traición de los intelectuales señalaba que “intelectuales de todos los países, debéis ser vosotros quienes digan a sus naciones que se equivocan siempre por el simple hecho de ser naciones”, y luego añadía que patria, raza, clase o religión son particularidades imaginadas; Benda criticó el servilismo de los intelectuales europeos a la idea de patria, al economicismo y a la pertenencia de clase. También Czeslaw Milosz hizo algo semejante en El pensamiento cautivo con respecto a los intelectuales que se postraron ante Stalin y el estalinismo; incluso criticó el marxismo como sistema por cuanto implica la dictadura del proletariado, dictadura que no es de la clase obrera sino de los dirigentes del partido, todos ellos intelectuales. Jean François Revel vuelve sobre los pasos de los anteriores en El conocimiento inútil. En el ámbito de nuestra lengua, Octavio Paz y Vargas Llosa han insistido en la misma idea, y Juan Goytisolo, en Los reinos de taifa, habla de sus propias cacicadas ante Gallimard para vetar a Arrabal por heterodoxo dentro de la acción puramente marxista.


La verdad es que aquel conocido mío de la anécdota o cuento que narraba al principio, tenía razón. El respeto es burgués. De hecho, la burguesía es aburrida. Lo malo es que lo contrario, durante el siglo XX, se convirtió en asesinato cuando no se sublimó en manos o boca de los intelectuales, en arte. Mientras un Marcel Duchamp dinamitaba la idea burguesa de arte colocando un inodoro (sin estrenar) en una exposición, Kandinsky transformaba en puro color la pintura burguesa, o Joyce hacía arder las buenas formas literarias siendo absolutamente sincero (sus personajes) en el monólogo interior o describiendo a un Leopold Bloom en eyaculación en una playa de Dublín, al ver a una muchacha coja ligeramente abierta de piernas que le enseña las puntillas de sus bragas, Gorki, Heidegger, Lunacharsky, Heisenberg o Fernández Retamar se dedicaban a ejercer de comisarios políticos artísticos, lo que no es malo, dedicándose a condenar al ostracismo a quienes no estuviesen a favor de su revolución personal, lo que ya empieza a ser bastante malo, o enviaban con sus delaciones al paredón a otros intelectuales, lo que ya es abiertamente malísimo.

Knut Hamsun fue uno de estos últimos. El socialismo revolucionario o marxista-leninista que durante 70 años gobernó en uno de los países más importantes y grandes del mundo, y que ahora gobierna en algunos países pequeños y en otro más grande aún que el primero, aunque el caballo de batalla, la economía, la están dejando en manos de la iniciativa privada (¡pues vaya!), y el nacionalsocialismo o nazismo, también llamado fascismo en Italia o franquismo y falangismo en España, donde se amachinó repulsivamente con el catolicismo-versión-cutre, o las dictaduras militares y no tan militares en Latinoamérica, Asia o África, todas esas “ideologías” son anti-burguesas con una vivacidad digna de mejor empeño, son militantemente anti-liberales, liberticidas, odiadoras del individualismo. Para el marxismo real, el individuo no existe, existe la Historia y el intervencionismo del Estado, no sólo en la economía sino en cualquier aspecto privado de la vida. Para el nacionalsocialismo, el individuo no existe, existe la raza, el orgullo nacional y el intervencionismo del Estado, no sólo en la economía sino en cualquier aspecto privado de la vida. ¡Bravo! En eso consiste la anti-burguesía, desde luego, debe ser una forma de combatir el aburrimiento, la abulia compuesta de sopa de berros y filete a la plancha, o la abulia confeccionada con chalé en las afueras, golf y videoconsola.

Hamsun odiaba la locura técnica, la sociedad industrial y mercantil, es decir el liberalismo, sentía un culto arcaico y místico por la comunidad rural primitiva, todas ellas manías del sentimiento nazi, ¿es extraño, pues, que apoyara a Quisling y adorase el discurso primitivo e hipnotizador de Hitler o de su gran propagandista, Goebbels? No escribió su literatura para apoyar el nazismo porque cuando publicó sus novelas y recibió el premio Nobel como escritor consagrado y célebre, el nazismo como tal no se había inventado; en todas las naciones europeas surgieron movimientos reaccionarios, conservadores, patrióticos, chovinistas o antiliberales, pero no se había creado el nacionalsocialismo ni el fascismo (Mussolini creó su partido en 1921 y la marcha sobre Roma se hizo en el 22). Al contrario, su nazismo fue consecuencia directa de su literatura y de su manera de ser y de pensar.

Lo primero que detecta el hijo de familia pobre, numerosa y trabajadora, es que ser buena persona no es rentable. Los rezos no son escuchados por el Altísimo, y no hay asunto más burgués que el trabajo honesto y la oración fiel y esperanzada. Tampoco hay asunto más aburrido que ese porque la parte buena de ser burgués es ser rico, si uno es burgués y pobre, mala pata porque ese estado lleva a la rabia. Hamsun fue jornalero, pastor, zapatero, estibador, peón caminero, pescador, cobrador de tranvía, en su país natal y en Norteamérica y no llegó a ser cow-boy porque su miopía le impedía distinguir una vaca de un caballo. Con una juventud así uno puede dejarse caer del lado izquierdo o del derecho, es decir, hacerse agitador comunista y represor de antirrevolucionarios, o nazi, pero es difícil conservar el equilibrio. Él mismo escribe en el epílogo de su novela La última alegría que “en Bendición de la tierra pretendía señalar el camino que había de llevar, fuera de la decadencia, hacia la prosperidad”. ¡La decadencia!, ¿hay asunto que produzca al personal más ansias de arreglar el mundo?

Isak, el protagonista, lucha por la supervivencia desde sí mismo y desde su familia, cierto, pero Hamsun nos lo pinta inmerso en la naturaleza, sin poder hacer otra cosa, como si el motivo no fuese él mismo y su gente sino algo más allá, la naturaleza misma. Tomemos, por ejemplo, el juicio contra la criada Barbro por infanticidio. La defensa de la esposa del delegado Heyerdahl es feminista, sí, pero lo que cuenta al fin son las buenas formas burguesas, la aplicación de la ley y lo que hoy se llama estado de derecho (otra bestia negra para el comunismo real y para el nacionalsocialismo), amalgamadas con un cúmulo de buenas intenciones repletas de compasión (¡qué mal entendieron a Nietzsche aquellos mamelucos de nazis!), porque a fin de cuentas, la protesta final del delegado Heyerdahl, respecto a que la sociedad necesita satisfacción respecto a esas acciones ilegales, como el infanticidio, es burguesa, protesta que desde luego no le sirve para que se condene a Barbro. Por otra parte, parece como si de la lectura del juicio se coligiese que la absolución es gracias a las buenas gentes de pueblo noruegas, dejándonos entrever que en otro país más depravado, la justicia se habría ensañado con la criada y su falta. ¿Se puede defender el bien desde el mal?: Hamsun nos lo recuerda aquí. Hoy se habría condenado a Barbro o no, las protestas de uno y otro bando habrían sido exactamente las mismas, pero no se nos ocurriría (creo) reclamar que la sociedad, al no condenar, gana “un miembro útil y sano para el trabajo”.

Hay un autor que, sin haber sido premio Nobel, creo que líricamente tiene más valor que Hamsun cuando habla de la naturaleza (dejemos de lado a nuestro excelso Gabriel Miró) y que curiosamente fue también colaboracionista con los nazis. Me refiero a Jean Giono y su novela El canto del mundo. Si de lo que se trata es de sacar el máximo goce de una lectura, quizá sea de más provecho la de este francés. Curiosamente, sus primeras obras fueron las que compusieron la trilogía Pan, de igual título que la novela de Hamsun. Muy recomendable.

Miguel Arnas Coronado

4 comentaris:

  1. Anònim17:12

    Personalment, em segueix costant, aquest autor i segueixo veient en aquesta novel·la com un abandonament, una resginació amb la que no puc identificar-me per més que ho intento...

    Diu Arnas "...su nazismo fue consecuencia directa de su literatura y de su manera de ser y de pensar". Ostres, no puc pensar que la literatura pugui dur al nazisme... HI ha quelcom més, dins la persona, per adherir-se a una barbàrie, sigui la que sigui-nazisme o comunisme radical- justificant i adherint-se a l'horror i la por i la mort per sobre de qualsevol altra cosa. Podem fer estudis sociològics per mirar de justificar per què una persona pot caure en aquests horrors... Però si ho acabem per justificar tot, entrarem en el vell conflicte filosòfic: ¿no hi ha, doncs, valors que mereixen el respecte per sí mateixos? ¿Per què hem de justificar el nazisme de Hamsun i escandalitzar-nos del de Hitler? ¿O és que, precisament, ja no ens hem d'escandalitzar de res, perquè tot és tan relatiu que ves a saber...?
    És curiós que en aquest article Arnas sembla dir-nos que la ideologia nazi va ser una reacció a tota una situació social en la que Hamsun vivia... Una reacció, en canvi, que segueixo trobant a faltar en els seus mateixos personatges... A mi em fa l'efecte que hi ha com una llosa sobre els personates, sobre tota la història... Potser la mateixa llosa que sentia ell i que va mirar de tapar amb una llosa encara més pesada.

    No sé, no em convens...

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  2. Anònim22:34

    Després d'un dia de massa hores treballant, fent el sopar -massa tard, com sempre- fa una estoneta, continuava donant voltes a aquest artícle de MIguel Arnas, i m'ha semblat que ell estava en la mateixa reflexió indecisa que jo: "¿és lícit valorar l'obra d'algú que s'alia amb el feixisme?". I de sobte, entre l'oli cremant que m'esquitxa i l'aigua dels plats que estic fregant, m'han vingut al cap les mares a qui arrancaven dels braços els seus fills per matar-los o, simplement, pel pur ideari d'estar fent quelcom justificable; m'han vingut al cap els crits de les tortures i del patiment; la soledat del presoner en el camp de concentració; la desesperació de qui ja no té cap esperança... I m'he alegrat molt que l'estil literari de Hamsun no m'agradi; m'he sentit part del poble suec que el va ignorar i no he entés ni de lluny com es pot donar un premi Nobel a algú que admet totes aquestes barbàries... Ni que hagués escrit la millor obra literària del món, no crec que es mereixi cap reconeixement, precisament perquè si és capaç de mostrar sensibilitat, ell més que ningú altre hagués hagut de mostrar-la on realment és valuosa: en la vida real, en el dia a dia, no en la ficció on refugiem ficcions i banalitats i ves a saber què...

    T'agraeixo molt, Andrés, totes aquestes informacions que ens estàs donant, perquè s'han convertit per a mi en una autèntica lliçó masgistral que m'ha fet plantejar els més profunds valors ètics. I m'alegro de no haver acabat la lectuta d'aquest mes, perquè és el meu petit homenatge a totes les víctimes de les que l'autor va ser, en la seva mesura, cómplice. I precisament per la seva capacitat i nivell intel·lectual i sensible, és més responsable que ningú altre de la seva decisió de donar suport a qui va recolzar.

    Cap obra d'art, per genial que sigui, és per a mi més valuosa que el crit de dolor, que el plor de l'infant separat dels braços de la mare o de l'ànima adulta trencada en veure que aquell que no és més que un igual es creu superior...

    Gràcies per recordar-me tots aquests valors!!

    No em val cap excusa que justifiqui aquests malsons. Jo, com els seus compatriotes, prefereixo donar importància a la realitat i ignorar la seva literatura. A no ser que... ¿es va panedir algun cop del seu recolzament al nazisme????

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  3. Anònim08:52

    Hamsun nunca abjuro de su posicionamiento durante el conflicto ni de su simpatía por el nazismo. Legalmente, fue declarado incapacitado mental y desposeído de sus bienes. Sus obras se dejaron de reeditar, pero...arrepentimiento y perdón...no lo hubo.

    Tus reflexiones abren un debate que, el día 5, se podría desarrollar: el papel del creador en la sociedad en la que vive y crea.

    Un saludo,

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  4. Anònim16:00

    Personalment em sembla un tema fascinant... i difícil!! Jo m'apunto a la proposta! :-)

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