18 de març 2008

SULT


"Decididamente, no había para mí otro refugio que el bosque. ¡Si la tierra no estuviera tan húmeda! Acariciaba mi colcha, familiarizándome cada vez más con la idea de cubrirme con ella. Di tantas vueltas en busca de un albergue en la población, que estaba transido de fatiga. Era un verdadero goce abandonar la partida, retirarme del combate y de aquel callejeo sin una idea en la cabeza. Di una vuelta hasta el reloj de la Universidad, y al ver que eran más de las diez, emprendí el camino hacia las afueras. En lo alto de Haegde, me paré ante un almacén de comestibles, que estaban expuestos como muestra. Un gato dormía junto a un redondo pan blanco; detrás había un barreño con manteca de cerdo y algunos botes de sémola. Contemplé un rato aquellos alimentos; pero como no tenía con qué comprarlos, me volví y continué mi camino. Andaba muy despacio, caminé horas y horas y acabé por llegar al bosque de Bogstad.
Allí abandoné el camino y me senté a descansar. Recogí un poco de brezo y algunas ramas de enebro y me hice un lecho en una ladera casi seca. Abrí mi paquete y saqué la colcha. Fatigado, rendido por la larga caminata, me acosté inmediatamente, me agité y me revolví muchas veces antes de encontrar una buena postura. Mi oreja, herida por el trallazo del hombre de la carreta de heno, me dolía un poco, estaba ligeramente hinchada y no podía echarme sobre ella. Me quité los zapatos, los puse bajo mi cabeza, y encima de ellos el gran papel en que había envuelto la manta.
La oscuridad reinaba en torno a mí; todo estaba tranquilo, todo. Pero en las alturas zumbaba el eterno canto de la atmósfera, ese bordoneo lejano, sin modulaciones, que jamás se calla. Presté atención tanto tiempo a ese murmullo sin fin, a ese murmullo morboso, que comenzó a turbarme. Eran, sin duda, las sinfonías de los mundos girando en el espacio por encima de mí, las estrellas que entonaban un himno..."
Knut Hamsun, Hambre (Sult), fragmento
- La fotografía que ilustra esta entrada corresponde a un fotograma de la película homónima del director danés Hanning Carlsen (estrenada en Oslo el 19 de agosto de 1966) y protagonizada por el actor sueco Per Oscarsson (premio al mejor actor en el festival de Cannes)-
Para completar este acercamiento a la obra que le dió fama , un ensayo sobre la misma a cargo del autor, fervoroso lector de Hamsun, de Brooklyn Follies: Paul Auster
El Arte del Hambre, por Paul Auster


2 comentaris:

  1. Anònim02:47

    Aquest trencament del Jo amb el món, i aquest recomposar-se, també en l'obra que estem llegint... Aquesta descripció tan detallada, on sembla que no passa res i està passant tot, perquè és un dia a dia, lent i dens, on s'escriu tot un destí... A mi em pot. Potser em pot per la seva força, potser perquè no em resigno a pensar que no pugui fer res més per canviar aquest decurs de la vida -potser només de la "meva" videa-, potser peruqè em costa massa resignar-me... HI ha certa resignació en aquest autor -¿potser el malinterpreto?- que em neguiteja.

    Potser el valor està, precisament, en aquesta capacitat de neguitejar...

    Hi ha quelcom en ell que queda atrapat... Potser li trobo a faltar la petita espurna de creure en la màgia, la simple màgia de la vida, la que converteix l'atzar en un esdeveniment preciós i fantàstic...

    M'agrada molt la interpretació apassionada d'Auster. Potser trobo en ella la passió desbocada que no aconsegueixo trobar -segurament problema meu!- en el mateix autor...

    Gràcies per aquesta nova visió aportada per Auster! Em fa mirar diferent no només "Hambre", sinó també l'obra que estem llegint.

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  2. Anònim16:30

    ¡Desazón!, posiblemente esta sensación la busque deliberadamente el autor.
    Hamsun toma distancia respecto de sus criaturas de ficción. En las descripciones, en los dialogos se respira un aire de frialdad, de distancia emocional. Echamos de menos, es cierto, la emoción del cambio, pero...acaso no es cierto que la vida en los bosques, en la Naturaleza es de lo menos emocionante que uno puede vivir... La sucesión de las estaciones, la sucesión de los trabajos de cada estación... el yugo de la naturaleza y sus rutinas.La vida "auténtica" en el campo es así, ruda, fría, distante...las palabras no son importantes, el trabajo diario si.
    Nosotros, personas habituadas al hoy urbano, a la realidad poliédrica y multiforme, nos resulta extraño la "sucesión de los años, de los meses, de los días"...
    Mi lectura del libro va por su ecuador, mas no creo que varie su tónica. Creo, a estas alturas del relato, que el Hamsun de este libro -recordar que tenía 58 años cuando lo escribió - busca un arquetipo, una singularidad mítica que, posiblemente, y ya en aquellos años, tan solo residiera en su cabeza.

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