24 de des. 2013

guerra


Canadá participo durante la Primera Guerra Mundial con un total de 620.000 hombres y mujeres, un esfuerzo de guerra enorme para una nación de ocho millones de habitantes, que era la población del Canadá por aquellas fechas.

Durante la contienda, las fuerzas canadienses perdieron 67.000 vidas, 11.285 sin tumba conocida en Francia, y  173.000 resultaron heridas.

El mayor  éxito militar canadiense se produjo en la Batalla de la cresta de Vimy, Francia,  el 9 de abril de 1917, durante la cual las tropas canadienses capturaron una colina alemana fortificada.



En 1922, en el antiguo campo de batalla de la Batalla de la Cresta de Vimy,  la nación francesa concedió a perpetuidad la utilización de los terrenos al pueblo canadiense, en reconocimiento a los esfuerzos de guerra.  En 1925 se inició la construcción del "Memorial Nacional canadiense de Vimy".  La obra duró once años, y la inauguración oficial fue llevada a cabo el 26 de julio de 1936.  El parque está todavía hoy atravesado por túneles de guerra, cráteres y trincheras.




“Mis días de combatiente terminaron en algún momento de la semana del 5 de noviembre de 1917, en la tercera batalla de Ypres, adonde habían enviado a los canadienses en un intento por tomar Passchendaele. Era jueves o viernes; no puedo ser más exacto, porque los detalles de aquel día están empanados en mi recuerdo.

Fue la batalla más terrible de mi experiencia militar. Pretendíamos tomar un pueblo que ya estaba derruido, y nuestros avances apenas se contaban en metros;  el frente era una línea confusa, porque hacía varias semanas que no paraba de llover, y el barro era tan peligroso que no nos atrevíamos a avanzar sin la trabajosa labor de recoger tablones, cargarlos durante la marcha y ponerlos delante de nosotros para seguir adelante; como es lógico, era un trabajo tan lento y expuesto que no podíamos hacer gran cosa.

Por lecturas posteriores, supe que nuestro avance total llego a algo menos de tres kilómetros, pero podrían haber sido trescientos: el mayor problema era el barro. El bombardeo alemán lo había revuelto tanto que resultaba muy traicionero; si un hombre se hundía simplemente hasta las rodillas,  sus posibilidades de salir de allí eran pequeñas; bastaba que un obús cayera cerca para que el fango lo cubriera, y la recuperación del cadáver resultaba casi imposible.  Me refiero a todo ello de forma tan breve como puedo, porque el terror que sentía era tan intenso que no quiero, por nada del mundo, revivirlo.”

“El quinto en discòrdia”
Robertson Davies

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