A don Francisco
Giner de los Ríos
Como se fue el maestro,
la luz de esta
mañana
me dijo: Van tres
días
que mi hermano
Francisco no trabaja.
¿Murió? . . .
Sólo sabemos
que se nos fue
por una senda clara,
diciéndonos:
Hacedme
un duelo de
labores y esperanzas.
Sed buenos y no
más, sed lo que he sido
entre vosotros:
alma.
Vivid, la vida
sigue,
los muertos
mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja
y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad;
enmudeced, campanas!
Y hacia otra luz
más pura
partió el hermano
de la luz del alba,
del sol de los
talleres,
el viejo alegre
de la vida santa.
. . . Oh, sí,
llevad, amigos,
su cuerpo a la
montaña,
a los azules
montes
del ancho
Guadarrama.
Allí hay
barrancos hondos
de pinos verdes
donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina
casta,
en tierra de
tomillos, donde juegan
mariposas doradas
. . .
Allí el maestro
un día
soñaba un nuevo
florecer de España.
Baeza, 21 febrero
1915.
Antonio Machado
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