Margaret Atwood |
Per qüestions d'organització, la lectura del mes de març
passa a ser el primer reserva de la temporada: "Corazón tan blanco" de Javier Marías, en lloc de l'inicialment previst "L'any del diluvi", de Margaret Atwood
Tanmateix, us deixem enllaç a la pàgina de l'autora
canadenca i reproduïm la crítica sobre el llibre, de Nuria Barrios, apareguda al diari "El País" el 14 d'agost
de 2010.
Dios es verde
per Nuria Barrios
“Margaret
Atwood (Canadá, 1939) vivió su infancia entre los bosques umbríos del norte
de Canadá, en la temporada cálida del año, y la ciudad, en la temporada fría. Su padre era zoólogo y se había especializado
en entomología forestal. La madre, que era nutricionista, y los tres hijos le
seguían del bosque a la ciudad y de la ciudad al bosque. En esa doble vida está
el germen de algunas constantes de su literatura: el amor por la naturaleza, la
preocupación por la supervivencia del planeta, su inquietud por el destino del
hombre. ¿Qué le está pasando a nuestro mundo? ¿Qué podemos hacer para detener
el daño? ¿Cuánto tiempo nos queda? El
año del diluvio, su última novela, transcurre en un futuro
posapocalíptico, escenario que comparte con dos novelas anteriores: El cuento de la criada y Oryx y Crake. Ficción
especulativa, así las define Atwood, candidata al Nobel, ganadora de los
galardones más prestigiosos y Premio Príncipe de Asturias en 2008. El año del diluvio es una
distopía satírica, tan ingeniosa como inquietante. Lo que te cuento te
divertirá, parece decir la autora, pero presta atención, pues puede suceder
pronto o quizá ha sucedido ya. Y al ver a Atwood, con su melena rizada blanca,
sus brillantes ojos verdes y sus pómulos marcados, es imposible no pensar en
una pitonisa.
El año del diluvio empieza en el año 25, tras el
estallido de una epidemia que casi aniquila a la humanidad. Entre los escasos
supervivientes hay dos mujeres, Toby y Ren, antiguos miembros de una secta
religiosa llamada Los Jardineros de Dios.
Aunque no se especifica la época ni el lugar, el escenario parece ser
Estados Unidos o Canadá y el tiempo, un futuro no demasiado lejano. La novela
intercala el presente de ambas mujeres, extremadamente vulnerables en un mundo
de depredadores desconocidos y genéticamente manipulados, con flashbacks de sus
vidas durante los 20 años que precedieron al desastre y con los asombrosos
sermones de los Jardineros de Dios.
Aunque no se trata de una continuación de Oryx y Crake, algunos personajes
de aquella novela están en El año del
diluvio, al igual que Los Jardineros y las Corporaciones. No hay
mención a ningún Gobierno nacional; las Corporaciones y su fuerza de seguridad,
Corpsegur, controlan la política, la ciencia y la tecnología. Los ricos viven
en lujosas urbanizaciones cerradas y protegidas, mientras que las ciudades se
han convertido en una sucesión de guetos habitados por mafias, bandas y
extremistas religiosos. El hombre destruye el planeta al mismo tiempo que crea
nuevas especies, como ovejas con pelo humano de colores, cerdos con tejido cerebral
humano e híbridos como el leonero, que con sus ojos de cordero y sus afilados
colmillos de león, simboliza el mundo diseñado por las Corporaciones.
En vísperas de los cataclismos proliferan las
religiones que anuncian el Fin del Mundo. Entre ellas destaca la de Los Jardineros de Dios, que cultivan
jardines en las azoteas y predican una interpretación "verde" de la
Biblia. Ya no son pescadores quienes siguen al Mesías, sino ecologistas
veganos. Los Jardineros poseen un líder -a quien se refieren como Adán Uno-,
apóstoles -Adanes y Evas con sucesivas numeraciones- y fieles. Tienen su
santoral -San Jacques Cousteau, Santa Dian Fossey, San Chico Mendes...-, y
también sus Madalenas y sus Judas Iscariote.
Al leer El año del diluvio es imposible no pensar
en otras profecías literarias apocalípticas: La carretera, de McCarthy;
Un mundo feliz, de Huxley; 1984, de Orwell; Fahrenheit 451, de Bradbury... Y, por supuesto, la Biblia
con su gran libro sobre la destrucción que aniquilará a la humanidad como
castigo a sus pecados: el “Apocalipsis”.
Cada una de estas obras aporta una
visión única sobre el fin del mundo: nihilista y cruel, la de McCarthy; hedonista, la de Huxley, totalitaria, las de Orwell y Bradbury. La gran aportación de Margaret Atwood en El año del diluvio es su
teología del futuro, una ecoteología extrema y extravagante, rica en símbolos,
que ha convertido la defensa de la naturaleza en la única vía posible para
evitar la destrucción del ser humano. Los
Jardineros de Dios, dibujados con burla y afecto, son una invención
memorable.
“En su libro El
instinto del arte, Denis Dutton
afirma que nuestro interés en la narrativa nació en el largo periodo que
permanecimos en el Pleistoceno, pues cualquier especie con la capacidad de
contar historias que relacionen el pasado y el futuro tiene una posibilidad de
evolucionar", cuenta Atwood en
su web. "¿Habrá un cocodrilo en el río mañana como había el año pasado?
Porque si lo hay, mejor no voy. Las ficciones especulativas acerca del futuro,
como El año del diluvio, son
narrativas de ese tipo. ¿Dónde estarán los cocodrilos? ¿Cómo los evitaremos?
¿Cuáles son nuestras posibilidades?".
La novela de Atwood
no es una historia alegre, aunque sí irónica, inteligente y, a pesar de la
violencia que describe, divertida. La sátira siempre ha sido uno de los puntos
fuertes de la escritora canadiense. "Es lo que hago", escribe en su
último libro de poemas, La puerta:
"Cuento oscuras historias / antes y después de que se cumplan". El
desolador futuro que inventa Atwood
proyecta una imagen posible del desolador futuro que dibuja nuestra realidad.
Mientras lees El año del diluvio
te oyes reír, pero el sonido de la risa recuerda demasiado a la hilaridad
nerviosa que provoca el miedo.”
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