25 de febr. 2014

Macbeth

Macbeth,  en una representación de la Royal Shakespeare Company del año 2011.
 Jonathan Slinger (Macbeth) Aislin McGuckin (Lady Macbeth)

“Escuchar es lo más peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde. No es solo que Lady Macbeth induzca a Macbeth, es que sobre todo está al tanto de que se ha asesinado desde el momento siguiente a que se ha asesinado, ha oído de los propios labios de su marido 'I have done the deed' cuando ha vuelto, 'He hecho el hecho', o 'He cometido el acto', aunque la palabra 'deed' se entiende hoy en día mas como ‘hazaña’.  Ella oye la confesión de ese acto o hecho o hazaña, y lo que la hace verdadera cómplice no es haberlo instigado, ni siquiera haber preparado el escenario antes ni haber colaborado luego, haber visitado el cadáver reciente y el lugar del crimen para señalar a los siervos como culpables,  sino saber de ese acto y de su cumplimiento. Por eso quiere restarle importancia,  quizá no tanto para apaciguar al aterrado Macbeth con las manos manchadas de sangre cuanto para minimizar y ahuyentar su propio conocimiento, el de ella misma: 'Los dormidos, y los muertos, no son sino como pinturas';  'Aflojas tu noble fuerza, al pensar en las cosas con tan enfermizo cerebro';  'No se debe pensar de esta manera en estos hechos: así, nos hará volver locos';  'No te pierdas tan abatido en tus pensamientos'.  Esto último se lo dice tras haber salido con decisión y haber regresado de untar los rostros de los sirvientes con la sangre del muerto ('Si sangra...') para acusarlos:  'Mis manos son de tu color',  le anuncia a Macbeth;  'pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco', como si intentará contagiarle su despreocupación a cambio de contagiarse ella de la sangre vertida de Duncan,  a no ser que 'blanco' quiera decir aquí 'pálido y temeroso', o 'acobardado'. Ella sabe, ella está enterada y esa es su falta, pero no ha cometido cl crimen por mucho que lo lamente o asegure lamentarlo,  mancharse las manos con la sangre del muerto es un juego, es un fingimiento, un falso maridaje suyo con el que mata,  porque no se puede matar dos veces, y ya está hecho el hecho:  'I have done the deed', y nunca hay duda de quién es 'yo': aunque Lady Macbeth hubiera vuelto a clavar los puñales en el pecho de Duncan asesinado, no por eso lo habría matado ni habría contribuido a ello,  ya estaba hecho. 'Un poco de agua nos limpia' (o quizá 'nos limpie') 'de este acto', le dice a Macbeth sabiendo que para ella es cierto, literalmente cierto. Se asimila a él y así intenta que él se asimile a ella, a su corazón tan blanco: no es tanto que ella comparta su culpa en ese momento cuanto que procura que el comparta su irremediable inocencia, o su cobardía.  Una instigación no es nada más que palabras,  traducibles palabras sin dueño que se repiten de voz en voz y de lengua en lengua y de  siglo en siglo,  las mismas siempre, instigando a los mismos actos desde que en el mundo no había nadie ni había lenguas ni tampoco oídos para escucharlas.  Los mismos actos que nadie sabe nunca si quiere ver cometidos, los actos todos involuntarios,  los actos que no dependen ya de ellas en cuanto se llevan a efecto,  sino que las borran y quedan aislados del después y el antes,  son ellos los únicos e irreversibles, mientras que hay reiteración y retractación, repetición y rectificación para las palabras,  pueden ser desmentidas y nos desdecimos, puede haber deformación y olvido. Solo se es culpable de oírlas,  lo que no es evitable, y aunque la ley no exculpa a quien habló,  a quien habla, éste sabe que en realidad no ha hecho nada, incluso si ha obligado con su lengua al oído, con su pecho a la espalda, con la respiración agitada, con su mano en el hombro y el incomprensible susurro que nos persuade”

Corazón tan blanco
Javier Marías
pàg. 80-82



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