“Pero el desánimo no solo la embargaba a
ella. El sentimiento de naufragio y de frustración se estaba instalando en España
de forma generalizada debido a las noticias que llegaban de ultramar, que
hacían pensar que las últimas colonias se perderían muy pronto. La tensión
social crecía conforme se iba poniendo de manifiesto la incapacidad de la reina
regente para afrontar los problemas políticos y sociales; se amparaba en el
sistema de alternancia de partidos, estructurado sobre la base del caciquismo y
la desigualdad.
Tal y como le había sucedido a ella con
Mariana, la población comenzaba a desesperarse. Las reformas necesarias para la
modernización del país nunca se materializaban en leyes concretas y la crisis económica
empezaba a hacer estragos también entre las clases adineradas.
Para colmo, en contraste con el inmovilismo
de los legisladores españoles, en las antípodas se había aprobado el sufragio
femenino hacía más de cinco años. Munda lo envidiaba. Como envidiaba los
movimientos sufragistas que comenzaban a extenderse por Europa, con los países
anglosajones al frente, mientras en España, las mujeres que se atrevían a
denunciar las desigualdades, tenían que soportar los insultos y la indiferencia
de las instituciones y de la mayoría de los hombres que las controlaban.”
Tiempo de arena
Inma Chacón
Planeta, 2011
pág. 37
“A mediados del fascinante y convulso siglo
XIX, un grupo de mujeres andaluzas, animadas por la idea de transformar la
sociedad y de avanzar en el progreso de la civilización, se decidieron a
publicar unos “papeles periódicos” desde donde debatir y divulgar el sistema societario
de Charles Fourier: el pensador francés del socialismo utópico, el más radical
de los inventores de sociedades perfectas del siglo XIX, que desde el
falansterio defendería el establecimiento de una sociedad armónica e
integradora de la diversidad humana, de “un mundo sin miseria ni explotación,
donde sólo reinara la justicia y sobre todo, en el que hombres y mujeres
pudieran gozar de la vida.”
Tuvo que ser Cádiz la ciudad en la que viera
la luz la revista quincenal El Pensil de
Iberia, que se anuncia como “periódico de literatura ciencias y artes,
publicado y dirigido por Dª. Margarita Pérez de Celis”, pero que era, en
realidad, la segunda etapa del órgano oficial del grupo de fourieristas
gaditano, surgido tras la muerte del político y pensador Joaquín Abreu, quien
en las décadas anteriores había dedicado todos sus esfuerzos a difundir en
España el pensamiento de Fourier.
En El Pensil colaboraron asiduamente figuras
masculinas destacadas de la política y del periodismo, hombres demócratas y
progresistas suficientemente conocidos, como Francisco Pi
y
Margall, Roberto Robert, Roque Barcia, Fernando Garrido, Antonio Quiles o José Bartolero,
pero también un grupo de mujeres (de las que en cambio sabemos bastante poco), todas
ellas comprometidas por el cambio social, como María Josefa Zapata, Margarita
Pérez de Celis, Rosa
Butler
y Mendieta, Aurora Naldas, Adela de la Pesia, Ana Mª Franco, Ángela Arizu,
Adela de la Peña, Joaquina García de Balmaseda, María García de Escalona, y
Rosa Marina.
De la vida de Rosa Marina no hay noticias.
Por ahora sólo contamos con las referencias de sus publicaciones en la serie de
Pensiles y en otras a ellos afines
como La Verdad de Granada.
Aparece siempre relacionada con Margarita
Pérez de Celis y M. Josefa Zapata con las que algunos autores la identifican,
considerando que su nombre es sólo el pseudónimo tras el cual podría ocultarse
alguna de ellas.
El Pensil será una de las pocas revistas
de la época escrita y dirigida por una mujer que no se atienen a la concepción
y estructura convencional del resto de la prensa femenina, con sus habituales
secciones de moda, manuales de buena conducta, y todo tipo de creaciones destinadas
a divulgar la figura del “ángel del hogar”. Por el contrario, sus composiciones
(apólogos, breves ensayos, poesías y traducciones), rubricadas con el nombre y
apellidos de las colaboradoras, se centran en el análisis crítico de la clase
trabajadora y de la mujer, presentando las soluciones propuestas por el
socialismo utópico, el feminismo incipiente y el espiritismo, planteamientos
ideológicos por los que la revista, en sus diferentes etapas conoció, por parte
de las autoridades civiles y eclesiásticas, la persecución, la censura y
finalmente el cierre definitivo.
A lo largo de la serie de Pensiles el tema de la mujer será una
constante abordada por muchos de los que allí colaboran, bajo fórmulas diversas
y siempre desde planteamientos utópicos, humanitarios y espiritualistas. Esta
temática se articula en multitud de artículos de diversos números de la revista
(“Injusticia social” de Margarita Pérez de Celis -El Pensil de Iberia,
10-XII-1857- que critica el sistema social basado en la explotación del hombre
por el hombre y en la sobreexplotación de la mujer trabajadora; la serie de
“Leyendas morales” de María Josefa Zapata que se suceden en la etapa final del
Pensil, dibujando una posición de la mujer desoladora, etc.) y, a modo de
proyecto unitario común, culmina con la publicación de dos breves tratados,
primero con La Mujer y la sociedad
de Rosa Marina y posteriormente con la reedición de El porvenir de la mujeres del fourierista polaco Juan Czinski, el
30 de abril de 1858.
En esta misma línea cabe destacar el ensayo “La mujer” de Fernando Garrido,
incluido en sus Obras escogidas que
significativamente reproduce casi en su totalidad “el interesante opúsculo La mujer y la sociedad” de la Señorita
Rosa Marina.
La Mujer y la
sociedad.
(Breves consideraciones sobre la participación de la mujer en la sociedad)
plantea las causas de la explotación de las mujer (algunas de las cuales completamente
nuevas si consideramos la tradición existente de textos similares y cercanos en
el tiempo) y su solución; la reivindicación del derecho al trabajo y la
participación activa de la mujer en la sociedad en todas sus manifestaciones y
esferas; la crítica al concepto burgués del matrimonio y la familia y el,
siempre tabú, problema de la prostitución. Están ausentes, en cambio, el
sufragio femenino, (aunque puede entenderse de forma implícita) y el divorcio, puesto
que, al igual que en el proyecto de sociedad armónica, regida por la relaciones
basadas en el principio de atracción y la plena libertad de los hombres y las
mujeres, no tienen cabida los modelos tradicionales de familia y matrimonio.
Por lo que hasta hoy sabemos, La mujer y la sociedad de Rosa Marina
es el primer manifiesto español de planteamientos abiertamente feministas en
torno a la condición y los derechos de la mujer.
Tal como indica en su prólogo Margarita Pérez
de Celis, Rosa Marina publicó desde los primeros números de «El Pensil de Iberia» (1857) una serie
de artículos «de extraordinario mérito acerca de los “deberes y derechos de la
mujer”» luego recopilados en el opúsculo La
mujer y la sociedad, destinado a la crítica radical de los presupuestos de
la sociedad burguesa que «condena a la mujer a la ignorancia y a la
esclavitud». La mujer y la sociedad
es, por tanto, anterior a La mujer del
porvenir, de Concepción Arenal (1869), y a La mujer española de Concepción Gimeno de Flaquer, (1877); dos de
los estudios más importantes y conocidos por las intelectuales y escritoras de
la segunda mitad del XIX.
Desde una primera lectura, este manifiesto
desvela unos presupuestos muy avanzados para su tiempo, dentro de lo que
algunas autoras llaman “radicalismo ideológico” adelantándose desde muchos
puntos de vista más de medio siglo a otras publicaciones hoy consideradas emblemáticas
del feminismo español moderno que ven la luz, como es sabido, ya en pleno siglo
XX, tales como La mujer moderna y sus
derechos de Carmen de Burgos, publicado en 1927.
De La
mujer y la sociedad da noticias, aunque sólo indirectas, Antonio Elorza en
sus ya clásicos estudios sobre feminismo y socialismo utópico en España. Veinte
años tarde, Inmaculada Jiménez Morel pondrá de relieve la importancia de este
opúsculo haciendo resaltar la singularidad y modernidad tanto de esta obra como
del conjunto de la prensa política y societaria del grupo gaditano o primera
prensa feminista de España al que aparece vinculado, en contraste con el resto
de la producción periodística femenina de la época, considerada hoy “oficial” o
dominante y, sobre todo, principal marco de difusión del feminismo católico característicos
del “canon isabelino”.”
Rosa Marina, “La mujer y la sociedad”
M. Dolores Ramírez Almazán
Universidad de
Sevilla
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