2 de juny 2015

Congrés Eucarístic



“XXXV CONGRESO EUCARISTICO INTERNACIONAL DE BARCELONA

(27 MAYO - 1 JUNIO 1952)

Por segunda vez cabe a la Patria Hispana el inmenso honor de encerrar en sus floridos confines la gloria de un Congreso Eucarístico Internacional. Fue en 1911 cuando la meseta castellana —inmensa ara sacrificial alzada sobre el pedestal de toda la Península— presencio un espectáculo único en la Historia de los pueblos: La procesión eucarística, corona de aquel Congreso, por expresa voluntad de Don Alfonso XIII, penetra en el Regio Alcázar... Jesucristo avanza majestuosamente hacia el trono de España, seguido del último de sus reyes y de toda la Real Familia, y asciende al solio de la Patria que le proclama su Rey indiscutible. Ahora, la antigua Barcino de San Paciano, pupila de España en el Mediterráneo, será testigo de escenas inolvidables y mostrará al mundo entero que España es la nación eucarística por antonomasia con la heráldica de sus pueblos engarzada frecuentemente en alegorías eucarísticas; con la teoría deslumbradora de sus custodias insuperables; con sus Autos Sacramentales, género exclusivamente suyo en la literatura universal, por el que un sacerdote de Cristo y de Melpómene, Calderón, discute la supremacía dramática a Esquilo, Sófocles y Shakespeare; con el humilde San Pascual Bailón, simpática figura de Hispanidad, que ejerce el patronato de las asambleas eucarísticas en el orbe católico.”

en Helmántica
Revista de humanidades clásicas
Universidad Pontificia Eclesiástica
Salamanca, enero-junio 1952
nº 9 y 10


“—¿Qué haces aquí?

—Necesitaba verte.
—¿Por qué? ¿Sucede algo? —Se asustó.
Rogelio bajó la voz. Su aire de conspirador se acentuó todavía más.
—Pusimos una bomba —dijo.
—Dios mío… —gimió ella.
—En febrero hubo un consejo de guerra contra varios de la CNT. Era nuestra represalia. Lo malo es que estalló antes y mató a uno de los nuestros. Tuvimos que ocultarnos pero…
—¿Qué?
—No creo que podamos estar más tiempo yendo de un lado para otro. Franco viene el 28, por lo del Congreso Eucarístico. Van a peinar la ciudad y es probable que estén sobre nuestra pista. No nos queda más remedio que escondernos hasta que haya pasado todo ese lío.
—¡Rogelio, no! —Se asustó aún más.
—Escucha, Fuensanta. —La tocó por primera vez, sujetándola por un brazo, descargando en ella toda su energía, la presente y la retenida desde el mismo día en que se habían conocido—. Estoy organizando las cosas para irme de España.
—¿Adónde? —La palidez se hizo absoluta.
—Primero a Francia. Luego ya se verá. Lo importante es salir de esta mierda.
—Pero si te vas, ya no…
—No volveré, si es eso a lo que te refieres.
—¿Y tú lucha? Pensaba que era aquí donde querías llevarla a cabo.
No respondió a su pregunta, ni a su comentario.
Seguía sujetándola.
La miró a los ojos.
—Vente conmigo.
El disparo verbal la alcanzó de lleno. Fue un impacto directo a su razón. La sacudió de arriba abajo. La conmocionó.
—¿Quieres que yo…?
—Sí. —Los ojos destilaron fuego, seguridad—. Aquí no tienes nada. Está tu familia, tu trabajo, de acuerdo, pero no vas a tener una vida. Este país vivirá en un túnel mientras exista ése y su régimen. Y puede que después de muerto también, durante demasiado tiempo. No quiero llegar a viejo lamentándolo. Las cárceles siguen llenas de presos de la guerra aunque con lo del Congreso habrá una amnistía. Las calles se llenarán de cadáveres ambulantes, rendidos y sin ganas de seguir luchando. Tenías razón: somos unos pocos contra muchos y tarde o temprano nos matarán a todos. Ven conmigo y sé libre, Fuensanta.
—¿Estás loco?
—No, lo estarás tú si te quedas. Eres diferente a ellos. —Movió la cabeza en dirección a su casa—. Puede que aún no lo sepas, pero yo sí lo sé. Desde el primer día. Una parte de ti se aferra a la realidad, pero la otra te grita desde dentro y se rebela. Una u otra ha de ganar, a la larga. Las dos no pueden coexistir. Pero cuanto más tardes en resolverlo, será peor para ti. Yo te ofrezco la posibilidad de decidirlo ahora.
—¿Quieres salvarme?
—Sabes que no es sólo eso.
El fuego y la seguridad se hicieron gelatina, como un magma maleable y sometido a la mayor de las temperaturas antes de volverse sólido. Por un momento creyó que él iba a abrazarla. Por un momento pensó que lo deseaba. De los ojos pasó a los labios. Las palabras de Rogelio flotaban dentro y fuera de sí misma. Un guante para su piel. Una esperanza para su alma.
La vida cambiaba con un simple chasquido de dedos.
—He de irme. —Rogelio suspiró—. Me estoy exponiendo y no quiero comprometerte. —Espera, por favor…
—Te enviaré un mensaje llegado el momento, con la hora, el día y el lugar. Puede ser dentro de un mes o de dos semanas, pero lo más probable es que sea pasado el Congreso Eucarístico, cuando toda la gente que acudirá a Barcelona se vaya. Nos iremos a la frontera y nos pasarán a Francia por los Pirineos. Allí tenemos amigos; no estaremos solos ni nos moriremos de hambre.
—Tú y yo… —apenas si pudo musitar Fuensanta.
—Juntos tendremos una oportunidad. La necesitamos y la merecemos.
Esperaba una palabra más.
Sólo una.
Pero Rogelio no la dijo.
—Piénsalo, Fuensanta —se despidió de ella.
Le vio alejarse, encorvado, hurtándoles su rostro y su presencia a los demás. Se convirtió en una sombra. Luego en un punto perdido que se evaporó entre la gente.
Úrsula se detuvo a su lado.
—¿Qué quería? —le preguntó.
—Nada. —Dominó sus emociones.
—Le cogerán y le matarán —dijo la chica con voz quejumbrosa.
Fuensanta la miró irritada, casi violenta.
Herida.
—Cállate, ¿quieres? —la conminó.”

Sombras en el tiempo
Jordi Sierra i Fabra


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