“XXXV CONGRESO EUCARISTICO
INTERNACIONAL DE BARCELONA
(27 MAYO - 1 JUNIO 1952)
Por segunda vez cabe a la Patria
Hispana el inmenso honor de encerrar en sus floridos confines la gloria de un
Congreso Eucarístico Internacional. Fue en 1911 cuando la meseta castellana
—inmensa ara sacrificial alzada sobre el pedestal de toda la Península—
presencio un espectáculo único en la Historia de los pueblos: La procesión eucarística,
corona de aquel Congreso, por expresa voluntad de Don Alfonso XIII, penetra en
el Regio Alcázar... Jesucristo avanza majestuosamente hacia el trono de España,
seguido del último de sus reyes y de toda la Real Familia, y asciende al solio
de la Patria que le proclama su Rey indiscutible. Ahora, la antigua Barcino de
San Paciano, pupila de España en el Mediterráneo, será testigo de escenas
inolvidables y mostrará al mundo entero que España es la nación eucarística por
antonomasia con la heráldica de sus pueblos engarzada frecuentemente en
alegorías eucarísticas; con la teoría deslumbradora de sus custodias
insuperables; con sus Autos Sacramentales, género exclusivamente suyo en la
literatura universal, por el que un sacerdote de Cristo y de Melpómene, Calderón,
discute la supremacía dramática a Esquilo, Sófocles y Shakespeare; con el
humilde San Pascual Bailón, simpática figura de Hispanidad, que ejerce el
patronato de las asambleas eucarísticas en el orbe católico.”
en
Helmántica
Revista
de humanidades clásicas
Universidad
Pontificia Eclesiástica
Salamanca,
enero-junio 1952
nº
9 y 10
“—¿Qué haces aquí?
—Necesitaba verte.
—¿Por qué? ¿Sucede
algo? —Se asustó.
Rogelio bajó la
voz. Su aire de conspirador se acentuó todavía más.
—Pusimos una bomba
—dijo.
—Dios mío… —gimió
ella.
—En febrero hubo un
consejo de guerra contra varios de la CNT. Era nuestra represalia. Lo malo es
que estalló antes y mató a uno de los nuestros. Tuvimos que ocultarnos pero…
—¿Qué?
—No creo que
podamos estar más tiempo yendo de un lado para otro. Franco viene el 28, por lo
del Congreso Eucarístico. Van a peinar la ciudad y es probable que estén sobre
nuestra pista. No nos queda más remedio que escondernos hasta que haya pasado
todo ese lío.
—¡Rogelio, no! —Se
asustó aún más.
—Escucha, Fuensanta.
—La tocó por primera vez, sujetándola por un brazo, descargando en ella toda su
energía, la presente y la retenida desde el mismo día en que se habían
conocido—. Estoy organizando las cosas para irme de España.
—¿Adónde? —La
palidez se hizo absoluta.
—Primero a Francia.
Luego ya se verá. Lo importante es salir de esta mierda.
—Pero si te vas, ya
no…
—No volveré, si es
eso a lo que te refieres.
—¿Y tú lucha?
Pensaba que era aquí donde querías llevarla a cabo.
No respondió a su
pregunta, ni a su comentario.
Seguía
sujetándola.
La miró
a los ojos.
—Vente
conmigo.
El
disparo verbal la alcanzó de lleno. Fue un impacto directo a su razón. La
sacudió de arriba abajo. La conmocionó.
—¿Quieres
que yo…?
—Sí.
—Los ojos destilaron fuego, seguridad—. Aquí no tienes nada. Está tu familia,
tu trabajo, de acuerdo, pero no vas a tener una vida. Este país vivirá en un
túnel mientras exista ése y su régimen. Y puede que después de muerto también,
durante demasiado tiempo. No quiero llegar a viejo lamentándolo. Las cárceles
siguen llenas de presos de la guerra aunque con lo del Congreso habrá una
amnistía. Las calles se llenarán de cadáveres ambulantes, rendidos y sin ganas
de seguir luchando. Tenías razón: somos unos pocos contra muchos y tarde o
temprano nos matarán a todos. Ven conmigo y sé libre, Fuensanta.
—¿Estás
loco?
—No, lo
estarás tú si te quedas. Eres diferente a ellos. —Movió la cabeza en dirección
a su casa—. Puede que aún no lo sepas, pero yo sí lo sé. Desde el primer día.
Una parte de ti se aferra a la realidad, pero la otra te grita desde dentro y
se rebela. Una u otra ha de ganar, a la larga. Las dos no pueden coexistir.
Pero cuanto más tardes en resolverlo, será peor para ti. Yo te ofrezco la
posibilidad de decidirlo ahora.
—¿Quieres
salvarme?
—Sabes
que no es sólo eso.
El
fuego y la seguridad se hicieron gelatina, como un magma maleable y sometido a
la mayor de las temperaturas antes de volverse sólido. Por un momento creyó que
él iba a abrazarla. Por un momento pensó que lo deseaba. De los ojos pasó a los
labios. Las palabras de Rogelio flotaban dentro y fuera de sí misma. Un guante
para su piel. Una esperanza para su alma.
La vida
cambiaba con un simple chasquido de dedos.
—He de
irme. —Rogelio suspiró—. Me estoy exponiendo y no quiero comprometerte. —Espera, por
favor…
—Te
enviaré un mensaje llegado el momento, con la hora, el día y el lugar. Puede
ser dentro de un mes o de dos semanas, pero lo más probable es que sea pasado
el Congreso Eucarístico, cuando toda la gente que acudirá a Barcelona se vaya.
Nos iremos a la frontera y nos pasarán a Francia por los Pirineos. Allí tenemos
amigos; no estaremos solos ni nos moriremos de hambre.
—Tú y
yo… —apenas si pudo musitar Fuensanta.
—Juntos
tendremos una oportunidad. La necesitamos y la merecemos.
Esperaba
una palabra más.
Sólo
una.
Pero
Rogelio no la dijo.
—Piénsalo,
Fuensanta —se despidió de ella.
Le vio
alejarse, encorvado, hurtándoles su rostro y su presencia a los demás. Se
convirtió en una sombra. Luego en un punto perdido que se evaporó entre la
gente.
Úrsula
se detuvo a su lado.
—¿Qué
quería? —le preguntó.
—Nada.
—Dominó sus emociones.
—Le
cogerán y le matarán —dijo la chica con voz quejumbrosa.
Fuensanta
la miró irritada, casi violenta.
Herida.
—Cállate,
¿quieres? —la conminó.”
Sombras en el tiempo
Jordi Sierra i Fabra
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