19 de maig 2016

antonio machado en soria, crónica III

el Duero a su paso por Soria

Tras reponer fuerzas, la tarde la dedicamos por entero a recorrer Soria tras la huella machadiana.
Nos encontramos con nuestro guía en La Dehesa, un gran parque ubicado junto al centro histórico de la ciudad. Iniciamos nuestro recorrido en la concurrida plaza de Ramón Benito Aceña, aunque los sorianos la siguen conociendo como la plaza de los Herradores. Aquí vivió Gustavo Adolfo Bécquer
“Las calles de Soria eran entonces, y lo son todavía, estrechas, oscuras y tortuosas. Un silencio profundo reinaba en ellas, silencio que sólo interrumpían, ora el lejano ladrido de un perro; ora el rumor de una puerta al cerrarse, ora el relincho de un corcel que piafando hacía sonar la cadena que le sujetaba al pesebre en las subterráneas caballerizas.”

El rayo de luna, leyenda
Gustavo Adolfo Bécquer

Seguimos por la calle de El Collado, la calle más popular y concurrida de Soria y que se asienta en las vertientes de dos cerros, el Castillo y el Mirón; cerros que forman un collado natural que conduce al río. Tras dejar a nuestras espaldas la Plaza de San Esteban, donde se encontraba la pensión ‘Las Isidras’, lugar de residencia durante dos años, de 1920 a 1922,  del poeta Gerardo Diego cuando fue profesor del cercano instituto, nos dirigimos,  por la calle Aduana Vieja,  al palacio Viejo de los Ríos y Salcedo, edificio renacentista del siglo XVI, en el que destaca una ventana esquinera influencia de arquitectura extremeña, ya que los rebaños de la Mesta tenían en las tierras altas de Soria sus pastos de verano.
Proseguimos por Aduana Vieja y, en su confluencia con calle Instituto, nos encontramos con el instituto donde impartió docencia el poeta. El actual instituto Antonio Machado comenzó siendo un colegio de Jesuitas allá por el año 1585,  aunque un posterior incendio en 1740 lo destruyó. Durante los años siguientes pasó de ser fábrica de hilados, a colegio, cuartel y hospital de tropas. En 1840 se produce  la apertura del colegio como centro educativo,  llamado entonces Universidad Catalina  y siete años más tarde será ya el Instituto de Soria.

Antonio Machado llega en 1907 para tomar posesión del cargo. Es mayo y para favorecer al profesor suplente del instituto renuncia a lo que queda del curso hasta el nuevo periodo académico. Imparte clases de Lengua Francesa  hasta 1912 fecha en la que abandona Soria. Machado es un profesor bueno y amable, aprueba a todos sus alumnos e intenta fomentar en ellos la inquietud por aprender. Lo importante para él no son las  palabras o los conceptos sino que el alumno aprenda a pensar.
Desde el Instituto Antonio Machado, nos dirigimos a la cercana iglesia de Santo Domingo, joya del románico soriano,  para disfrutar de su soberbia fachada occidental, levantada a finales del siglo XII.

Bajamos por la calle Estudios hasta la pensión donde el poeta se hospedó y conoció a Leonor . Cuando Machado llega a Soria por primera vez, mayo de 1907, se instala en la calle del Collado 54, una modesta casa de huéspedes de  Isidoro Martínez y Regina Cuevas, cuñado y hermana  de Isabel Cuevas, madre de Leonor. En diciembre, el dueño, decide abandonar Soria y se hará cargo Isabel Cuevas que viene con su marido y sus tres hijos.
La pensión, poco tiempo después, se trasladará a la calle Estudios, 7. Desde aquí, la distancia al instituto andando es muy corta, 1 ó 2 minutos, a lo sumo. Una vez casado con Leonor, el 30 de julio de 1909, su madre les prepara una casa en la calle Estudios, 4, pero apenas la utilizan.

Proseguimos nuestro recorrido hasta la Plaza Mayor, donde destacan los edificios singulares de la antigua casa del Común,  la iglesia de Santa María la Mayor, la mal llamada Torre de Doña Urraca, el Palacio de la Audiencia , el Palacio de los Doce Linajes, sede el Ayuntamiento,  y la fuente de los Leones.

¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!

¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!

¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.

Antonio Machado

Por la empinada calle Pósito, accedemos a la plaza de la Iglesia de Nuestra Señora del Espino, donde se encuentra “un viejo olmo seco”. Junto al mismo, Joana nos lee con emoción el famoso poema:


    A UN OLMO SECO

     Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera
Antonio Machado

Tras la lectura, accedemos al cercano cementerio municipal El Espino, donde reposan los restos de Leonor.  En Julio de 1911 estando en Paris acompañando al poeta que está realizando una beca de ampliación de estudios, vomita sangre y es ingresada en un sanatorio durante algunas semanas. Esta gravemente enferma de tuberculosis. Le recomendaran aire puro. Por ello vuelven a Soria donde alquilaran una casa junto la ermita de Nuestra Señora del Mirón. Pese a los cuidados, Leonor fallece once meses después, el 1 de Agosto de 1912.



Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

  Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.

¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...

Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.


Antonio Machado




Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

Antonio Machado


Para finalizar nuestro recorrido, desde el parque del Castillo, donde admiramos la “curva de ballesta” que dibuja el Duero entorno a Soria, enfilamos la bajada del mismo hasta el Paseo de San Prudencio, junto al río, que nos conduce hasta la ermita de San Saturio.  Antonio Machado, caminante vocacional,  realiza el paseo entre San Polo y San Saturio, en el exterior de la ciudad, con mucha frecuencia. El paseo lo realiza en solitario, más adelante ya en compañía de Leonor, formando parte de su rutina diaria y sus paisajes fuente de inspiración para sus poemas.  




Campos de Soria
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...

VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.


Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.


¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!


Antonio Machado

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