el Duero a su paso por Soria |
Tras reponer
fuerzas, la tarde la dedicamos por entero a recorrer Soria tras la huella
machadiana.
Nos encontramos con
nuestro guía en La Dehesa, un gran
parque ubicado junto al centro histórico de la ciudad. Iniciamos nuestro
recorrido en la concurrida plaza de Ramón Benito Aceña, aunque los sorianos la siguen
conociendo como la plaza de los Herradores. Aquí vivió Gustavo Adolfo Bécquer.
“Las calles de
Soria eran entonces, y lo son todavía, estrechas, oscuras y tortuosas. Un
silencio profundo reinaba en ellas, silencio que sólo interrumpían, ora el
lejano ladrido de un perro; ora el rumor de una puerta al cerrarse, ora el
relincho de un corcel que piafando hacía sonar la cadena que le sujetaba al
pesebre en las subterráneas caballerizas.”
El rayo de
luna, leyenda
Gustavo Adolfo
Bécquer
Seguimos por la calle de El Collado, la calle más popular y
concurrida de Soria y que se asienta en las vertientes de dos cerros, el
Castillo y el Mirón; cerros que forman un collado natural que conduce al río. Tras
dejar a nuestras espaldas la Plaza de San Esteban, donde se encontraba la
pensión ‘Las Isidras’, lugar de
residencia durante dos años, de 1920 a 1922, del poeta Gerardo Diego cuando fue profesor
del cercano instituto, nos dirigimos, por la calle Aduana Vieja, al palacio
Viejo de los Ríos y Salcedo, edificio renacentista del siglo XVI, en el que
destaca una ventana esquinera influencia de arquitectura extremeña, ya que los
rebaños de la Mesta tenían en las tierras altas de Soria sus pastos de verano.
Proseguimos por
Aduana Vieja y, en su confluencia con calle Instituto, nos encontramos con el
instituto donde impartió docencia el poeta. El actual instituto Antonio Machado comenzó siendo un colegio de Jesuitas
allá por el año 1585, aunque un
posterior incendio en 1740 lo destruyó. Durante los años siguientes pasó de ser
fábrica de hilados, a colegio, cuartel y hospital de tropas. En 1840 se
produce la apertura del colegio como
centro educativo, llamado entonces
Universidad Catalina y siete años más
tarde será ya el Instituto de Soria.
Antonio Machado
llega en 1907 para tomar posesión del cargo. Es mayo y para favorecer al
profesor suplente del instituto renuncia a lo que queda del curso hasta el
nuevo periodo académico. Imparte clases de Lengua Francesa hasta 1912 fecha en la que abandona Soria.
Machado es un profesor bueno y amable, aprueba a todos sus alumnos e intenta
fomentar en ellos la inquietud por aprender. Lo importante para él no son
las palabras o los conceptos sino que el
alumno aprenda a pensar.
Desde el Instituto
Antonio Machado, nos dirigimos a la cercana iglesia de Santo Domingo, joya del románico soriano, para disfrutar de su soberbia fachada
occidental, levantada a finales del siglo XII.
Bajamos por la
calle Estudios hasta la pensión donde el poeta se hospedó y conoció a Leonor . Cuando
Machado llega a Soria por primera vez, mayo de 1907, se instala en la calle del
Collado 54, una modesta casa de huéspedes de
Isidoro Martínez y Regina Cuevas, cuñado y hermana de Isabel Cuevas, madre de Leonor. En
diciembre, el dueño, decide abandonar Soria y se hará cargo Isabel Cuevas que
viene con su marido y sus tres hijos.
La pensión, poco
tiempo después, se trasladará a la calle Estudios, 7. Desde aquí, la distancia
al instituto andando es muy corta, 1 ó 2 minutos, a lo sumo. Una vez casado con
Leonor, el 30 de julio de 1909, su madre les prepara una casa en la calle
Estudios, 4, pero apenas la utilizan.
Proseguimos nuestro
recorrido hasta la Plaza Mayor, donde destacan los edificios singulares de la
antigua casa del Común, la
iglesia de Santa María la Mayor, la mal llamada Torre de Doña Urraca, el Palacio
de la Audiencia , el Palacio de los
Doce Linajes, sede el Ayuntamiento, y la fuente
de los Leones.
¡Soria
fría, Soria pura,
cabeza
de Extremadura,
con
su castillo guerrero
arruinado,
sobre el Duero;
con
sus murallas roídas
y
sus casas denegridas!
¡Muerta
ciudad de señores
soldados
o cazadores;
de
portales con escudos
de
cien linajes hidalgos,
y
de famélicos galgos,
de
galgos flacos y agudos,
que
pululan
por
las sórdidas callejas,
y
a la medianoche ululan,
cuando
graznan las cornejas!
¡Soria
fría! La campana
de
la Audiencia da la una.
Soria,
ciudad castellana
¡tan
bella! bajo la luna.
Antonio
Machado
Por la empinada
calle Pósito, accedemos a la plaza de la Iglesia
de Nuestra Señora del Espino, donde se encuentra “un viejo olmo seco”. Junto al mismo, Joana nos lee con emoción el
famoso poema:
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y
en su mitad podrido,
con
las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas
hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que
lame el Duero! Un musgo amarillento
le
mancha la corteza blanquecina
al
tronco carcomido y polvoriento.
No
será, cual los álamos cantores
que
guardan el camino y la ribera,
habitado
de pardos ruiseñores.
Ejército
de hormigas en hilera
va
trepando por él, y en sus entrañas
urden
sus telas grises las arañas.
Antes
que te derribe, olmo del Duero,
con
su hacha el leñador, y el carpintero
te
convierta en melena de campana,
lanza
de carro o yugo de carreta;
antes
que rojo en el hogar, mañana,
ardas
en alguna mísera caseta,
al
borde de un camino;
antes
que te descuaje un torbellino
y
tronche el soplo de las sierras blancas;
antes
que el río hasta la mar te empuje
por
valles y barrancas,
olmo,
quiero anotar en mi cartera
la
gracia de tu rama verdecida.
Mi
corazón espera
también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro
milagro de la primavera
Antonio
Machado
Tras la lectura,
accedemos al cercano cementerio municipal El
Espino, donde reposan los restos de Leonor. En Julio de 1911 estando en Paris acompañando
al poeta que está realizando una beca de ampliación de estudios, vomita sangre
y es ingresada en un sanatorio durante algunas semanas. Esta gravemente enferma
de tuberculosis. Le recomendaran aire puro. Por ello vuelven a Soria donde
alquilaran una casa junto la ermita de Nuestra Señora del Mirón. Pese a los
cuidados, Leonor fallece once meses después, el 1 de Agosto de 1912.
Soñé
que tú me llevabas
por
una blanca vereda,
en
medio del campo verde,
hacia
el azul de las sierras,
hacia
los montes azules,
una
mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu
mano de compañera,
tu
voz de niña en mi oído
como
una campana nueva,
como
una campana virgen
de
un alba de primavera.
¡Eran
tu voz y tu mano,
en
sueños, tan verdaderas!...
Vive,
esperanza, ¡quién sabe
lo
que se traga la tierra!.
Antonio
Machado
Señor,
ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye
otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu
voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor,
ya estamos solos mi corazón y el mar.
Antonio Machado
Para finalizar
nuestro recorrido, desde el parque del
Castillo, donde admiramos la “curva de ballesta” que dibuja el Duero
entorno a Soria, enfilamos la bajada del mismo hasta el Paseo de San Prudencio,
junto al río, que nos conduce hasta la ermita
de San Saturio. Antonio Machado, caminante
vocacional, realiza el paseo entre San
Polo y San Saturio, en el exterior de la ciudad, con mucha frecuencia. El paseo
lo realiza en solitario, más adelante ya en compañía de Leonor, formando parte
de su rutina diaria y sus paisajes fuente de inspiración para sus poemas.
Campos
de Soria
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores,
cárdenas roquedas
por donde traza el
Duero
su curva de
ballesta
en torno a Soria,
obscuros encinares,
ariscos pedregales,
calvas sierras,
caminos blancos y
álamos del río,
tardes de Soria,
mística y guerrera,
hoy siento por
vosotros, en el fondo
del corazón,
tristeza,
tristeza que es
amor! ¡Campos de Soria
donde parece que
las rocas sueñan,
conmigo vais!
¡Colinas plateadas,
grises alcores,
cárdenas roquedas!...
VIII
He
vuelto a ver los álamos dorados,
álamos
del camino en la ribera
del
Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras
las murallas viejas
de
Soria —barbacana
hacia
Aragón, en castellana tierra—.
Estos
chopos del río, que acompañan
con
el sonido de sus hojas secas
el
son del agua, cuando el viento sopla,
tienen
en sus cortezas
grabadas
iniciales que son nombres
de
enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos
del amor que ayer tuvisteis
de
ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos
que seréis mañana liras
del
viento perfumado en primavera;
álamos
del amor cerca del agua
que
corre y pasa y sueña,
álamos
de las márgenes del Duero,
conmigo
vais, mi corazón os lleva!
Antonio
Machado
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