el próximo 18 de agosto se cumplen 80 años del fusilamiento del poeta |
Discurso de Federico García Lorca
al inaugurar la biblioteca de su pueblo.
Fuente Vaqueros (Granada).
Septiembre 1931
(…)
“Naturalmente,
los poderosos que tenían manuscritos y libros en pergamino, se sonrieron del
libro impreso en papel como cosa deleznable y de mal gusto que estaba al
alcance de todos. Sus libros estaban ricamente pintados con adornos de oro y
los otros eran simples papeles con letras. Pero a mediados del siglo XV y
gracias a los magníficos pintores flamencos, hermanos Van Eyck, que fueron
también los primeros que pintaron con óleo, aparece el grabado y los libros se
llenaron de reproducciones que ayudaban de modo notable al lector. En el siglo
XVI, el genio de Alberto Durero lo perfeccionó y ya los libros pudieron
reproducir cuadros, paisajes, figuras, siguiéndose perfeccionando durante todo
el XVII para llegar en el siglo XVIII a la maravilla de las ilustraciones y la
cumbre de la belleza del libro hecho con papel.
El siglo XVIII
llega a la maravilla en hacer libros bellos. Las obras se editan llenas de
grabados y aguafuertes, y con un cuidado y un amor tan grandes por el libro que
todavía los hombres del siglo XX, a pesar de los adelantos enormes, no hemos
podido superar.
El libro deja
de ser un objeto de cultura de unos pocos para convertirse en un tremendo
factor social. Los efectos no se dejan sentir. A pesar de persecuciones y de
servir muchas veces de pasto a las llamas, surge la Revolución Francesa,
primera obra social de los libros.
Porque contra
el libro no valen persecuciones. Ni los ejércitos, ni el oro, ni las llamas
pueden contra ellos; porque podéis hacer desaparecer una obra, pero no podéis
cortar las cabezas que han aprendido de ella porque son miles, y si son pocas
ignoráis dónde están.
Los libros han
sido perseguidos por toda clase de Estados y por toda clase de religiones, pero
esto no significa nada en comparación con lo que han sido amados. Porque si un
príncipe oriental fanático quema la biblioteca de Alejandría, en cambio
Alejandro de Macedonia manda construir una caja riquísima de esmaltes y
pedrerías para conservar La llíada, de Homero; y los árabes cordobeses fabrican
la maravilla del Mirahb de su mezquita para guardar en él un Corán que había
pertenecido al califa Omar. Y pese a quien pese, las bibliotecas inundan el
mundo y las vemos hasta en las calles y al aire libre de los jardines de las
ciudades.
Cada día que
pasa las múltiples casas editoriales se esfuerzan en bajar los precios, y hoy
ya está el libro al alcance de todos en ese gran libro diario que es la prensa,
en ese libro abierto de dos o tres hojas que llega oloroso a inquietud y a
tinta mojada, en ese oído que oye los hechos de todas las naciones con
imparcialidad absoluta; en los miles de periódicos, verdaderos latidos del
corazón unánime del mundo.
Por primera
vez en su corta historia tiene este pueblo un principio de biblioteca. Lo
importante es poner la primera piedra, porque yo y todos ayudaremos para que se
levante el edificio. Es un hecho importante que me llena de regocijo y me honra
que sea mi voz la que se levante aquí en el momento de su inauguración, porque
mi familia ha cooperado extraordinariamente a la cultura vuestra. Mi madre,
como todos sabéis, ha enseñado a mucha gente de este pueblo, porque vino aquí
para enseñar, y yo recuerdo de niño haberla oído leer en alta voz para ser
escuchada por muchos. Mis abuelos sirvieron a este pueblo con verdadero espíritu
y hasta muchas de las músicas y canciones que habéis cantado han sido
compuestas por algún viejo poeta de mi familia. Por eso yo me siento lleno de
satisfacción en este instante y me dirijo a los que tienen fortuna pidiéndoles
que ayuden en esta obra, que den dinero para comprar libros como es su
obligación, como es su deber. Y a los que no tienen medios, que acudan a leer,
que acudan a cultivar sus inteligencias como único medio de su liberación
económica y social. Es preciso que la biblioteca se esté nutriendo de libros
nuevos y lectores nuevos y que los maestros se esmeren en no enseñar a leer a
los niños mecánicamente, como hacen tantos por desgracia todavía, sino que les
inculquen el sentido de la lectura, es decir, lo que vale un punto y una coma
en el desarrollo y forma de una idea escrita.
Y ¡libros!,
¡libros! Es preciso que a la bibliotequita de la Fuente comiencen a llegar
libros. Yo he escrito a la editorial de la Residencia de Estudiantes de Madrid,
donde yo he estudiado tantos años, y a la Editorial Ulises, para ver si consigo
que manden aquí sus colecciones completas, y desde luego, yo mandaré los libros
que he escrito y los de mis amigos.
Libros de
todas las tendencias y de todas las ideas. Lo mismo las obras divinas,
iluminadas, de los místicos y los santos, que las obras encendidas de los
revolucionarios y hombres de acción. Que se enfrenten el Cántico espiritual de
san Juan de la Cruz, obra cumbre de la poesía española, con las obras de
Tolstói; que se miren frente a frente La ciudad de Dios de san Agustín con
Zaratustra de Nietzsche o El capital de Marx. Porque queridos amigos, todas
estas obras están conformes en un punto de amor a la humanidad y elevación del
espíritu, y al final, todas se confunden y abrazan en un ideal supremo.
Y ¡lectores!,
¡muchos lectores! Yo sé que todos no tienen igual inteligencia, como no tienen
la misma cara; que hay inteligencias magníficas y que hay inteligencias
pobrísimas, como hay caras feas y caras bellas, pero cada uno sacará del libro
lo que pueda, que siempre le será provechoso, y para algunos será absolutamente
salvador. Esta biblioteca tiene que cumplir un fin social, porque si se cuida y
se alienta el número de lectores, y poco a poco se va enriqueciendo con obras,
dentro de unos años ya se notará en el pueblo, y esto no lo dudéis, un mayor
nivel de cultura. Y si esta generación que hoy me oye no aprovecha por falta de
preparación todo lo que puedan dar los libros, ya lo aprovecharán vuestros
hijos. Porque es necesario que sepáis todos que los hombres no trabajamos para
nosotros sino para los que vienen detrás, y que éste es el sentido moral de
todas las revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida.
Los padres
luchan por sus hijos y por sus nietos, y egoísmo quiere decir esterilidad. Y
ahora que la humanidad tiende a que desaparezcan las clases sociales, tal como
estaban instituidas, precisa un espíritu de sacrificio y abnegación en todos
los sectores, para intensificar la cultura, única salvación de los pueblos.
Estoy seguro que
Fuente Vaqueros, que siempre ha sido un pueblo de imaginación viva y de alma
clara y risueña como el agua que fluye de su fuente, sacará mucho jugo de esta
biblioteca y servirá para llevar a la conciencia de todos nuevos anhelos y
alegrías por saber. Os he explicado a grandes trazos el trabajo que ha costado
al hombre llegar a hacer libros para ponerlos en todas las manos. Que esta
modesta y pequeña lección sirva para que los améis y los busquéis como amigos.
Porque los hombres se mueren y ellos quedan más vivos cada día, porque los
árboles se marchitan y ellos están eternamente verdes y porque en todo momento
y en toda hora se abren para responder a una pregunta o prodigar un consuelo.
Y sabed, desde
luego, que los avances sociales y las revoluciones se hacen con libros y que
los hombres que las dirigen mueren muchas veces como el gran Lenin de tanto
estudiar, de tanto querer abarcar con su inteligencia. Que no valen armas ni
sangre si las ideas no están bien orientadas y bien digeridas en las cabezas. Y
que es preciso que los pueblos lean para que aprendan no sólo el verdadero
sentido de la libertad, sino el sentido actual de la comprensión mutua y de la
vida.
Y gracias a
todos. Gracias al pueblo, gracias en particular a la agrupación socialista que
siempre ha tenido conmigo las mayores deferencias, y gracias a vuestro alcalde,
don Rafael Sánchez Roldán, hombre benemérito, verdadero y leal hijo del
trabajo, que ha adquirido por su propio esfuerzo ilustración y conciencia de su
época, y merced al cual es hoy un hecho esta biblioteca pública.
Y un saludo a
todos. A los vivos y a los muertos, ya que vivos y muertos componen un país. A
los vivos para desearles felicidad y a los muertos para recordarlos
cariñosamente porque representan la tradición del pueblo y porque gracias a
ellos estamos todos aquí. Que esta biblioteca sirva de paz, inquietud
espiritual y alegría en este precioso pueblo donde tengo la honra de haber
nacido, y no olvidéis este precioso refrán que escribió un crítico francés del
siglo XIX: “Dime qué lees y te diré quién eres”.”
Federico García Lorca
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