Epos,. Noruega |
“—El mundo está lleno de grandes escritores que hablan
de literatura — dijo—, pero todos ellos son egoístas y aristocráticos. Addison,
Lamb, Hazlitt, Emerson, Lowell, escoja al que quiera, conciben el amor por los
libros como un escaso y perfecto misterio al alcance de unos pocos, algo
reservado al silencioso estudio donde se refugian en las noches con una vela,
un cigarro, una copa de oporto sobre la mesa y un perrito de aguas junto a la
chimenea. Lo que quiero decir es: ¿quién se ha aventurado alguna vez en las
montañas y los campos para llevarles la literatura a las gentes más simples?,
¿quién ha llevado la literatura hasta sus mismos hogares, hasta sus razones y
corazones, como dicen por ahí? Cuanto más se adentra uno en el campo, menos y
peores libros se ven. He pasado muchos años recorriendo mundo a bordo de esta
ciudadela del delito y, por los huesos de Ben Ezra, no creo haber visto un solo
libro realmente bueno que no fuera la Biblia en ninguna granja, excepto los que
yo mismo llevaba, claro. Los mandarines de la cultura, ¿qué tienen para
enseñarle a la gente corriente? No vale con escribir listas de libros para los
granjeros y llenar con ellos estanterías de dos metros.
biblioburro, Colombia |
Es preciso ir a visitar
a la gente personalmente, llevarles los libros, hablar con los profesores y
presionar a los editores de periódicos locales y revistas agrícolas y contarles
cuentos a los niños. Y entonces, poco a poco, uno empieza a lograr que los
buenos libros circulen por las venas de la nación. ¡Es una gran labor,
imagínese! Es comoxllevar el Santo Grial a algunas de estas remotas granjas. Y
ya me gustaría que hubiera mil Parnasos en lugar de uno solo. No lo habría
dejado de no haber sido por mi libro: quiero escribir sobre mis ideas con la
esperanza de animar a otros. ¡Aunque no creo que haya ningún editor en todo el
país que quiera publicarlo!
—Pruebe con el señor
Decameron —dije—. Siempre ha sido muy amable con Andrew.
Tell a Story, Lisboa, Portugal |
—Imagínese lo que
significaría — gritó describiendo un elocuente arco con su mano—, si algún
hombre rico creara un fondo para equipar cien o más caravanas como ésta para
llevar la literatura a todos los distritos rurales… Además, sería rentable; una
vez que estuviera en marcha, claro. ¡Por los huesos de Webster! Una vez fui a
una convención de libreros en un hotel de Nueva York y les conté mi gran plan.
Se rieron de mí. Pero me he divertido más llevando y trayendo libros en este Parnaso
de lo que me habría divertido sentado en una librería o como maestro de escuela
o como predicador. La vida se llena de un sabor especial cuando uno anda
rodando por los caminos. Fíjese en el día de hoy, con el sol y el aire y las nubes
plateadas. Pero mis días preferidos son los lluviosos. Solía parar a la orilla
del camino, cubría a Peg y a Bock con un mantel de hule y me acurrucaba en el
catre, fumando y leyendo en voz alta para Bock. Leímos entero Midshipman
Easy y muchas obras de Shakespeare. Es un perro muy erudito. Hemos vivido
juntos muchas experiencias asombrosas en este Parnaso."
La libreria ambulante
Christopher
Morley
Periférica,
2012
pág. 80-82
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