el poeta en 1934 |
Discurso de Federico García Lorca
al inaugurar la biblioteca de su pueblo.
Fuente Vaqueros (Granada).
Septiembre 1931
“Queridos paisanos y amigos:
Antes que nada
yo debo deciros que no hablo sino que leo. Y no hablo, porque lo mismo que le
pasaba a Galdós y en general, a todos los poetas y escritores nos pasa, estamos
acostumbrados a decir las cosas pronto y de una manera exacta, y parece que la
oratoria es un género en el cual las ideas se diluyen tanto que sólo queda una
música agradable, pero lo demás se lo lleva el viento.
Siempre todas
mis conferencias son leídas, lo cual indica mucho más trabajo que hablar, pero
al fin y al cabo, la expresión es mucho más duradera porque queda escrita y
mucho más firme puesto que puede servir de enseñanza a las gentes que no oyen o
no están presentes aquí.
Tengo un deber
de gratitud con este hermoso pueblo donde nací y donde transcurrió mi dichosa
niñez por el inmerecido homenaje de que he sido objeto al dar mi nombre a la
antigua calle de la iglesia. Todos podéis creer que os lo agradezco de corazón,
y que yo cuando en Madrid o en otro sitio me preguntan el lugar de mi
nacimiento, en encuestas periodísticas o en cualquier parte, yo digo que nací
en Fuente Vaqueros para que la gloria o la fama que haya de caer en mí caiga
también sobre este simpatiquísimo, sobre este modernísimo, sobre este jugoso y
liberal pueblo de la Fuente. Y sabed todos que yo inmediatamente hago su elogio
como poeta y como hijo de él, porque en toda la vega de Granada, y no es
pasión, no hay otro pueblo más hermoso, ni más rico, ni con más capacidad
emotiva que este pueblecito. No quiero ofender a ninguno de los bellos pueblos
de la vega de Granada, pero yo tengo ojos en la cara y la suficiente
inteligencia para decir el elogio de mi pueblo natal.
Está edificado
sobre el agua. Por todas partes cantan las acequias y crecen los altos chopos
donde el viento hace sonar sus músicas suaves en el verano. En su corazón tiene
una fuente que mana sin cesar y por encima de sus tejados asoman las montañas
azules de la vega, pero lejanas, apartadas, como si no quisieran que sus rocas
llegaran aquí donde una tierra muelle y riquísima hace florecer toda clase de
frutos.
El carácter de
sus habitantes es característico entre los pueblos limítrofes. Un muchacho de
Fuente Vaqueros se reconoce entre mil. Allí le veréis garboso, con el sombrero
echado hacia atrás, dando manotazos y ágil en la conversación y en la
elegancia. Pero será el primero, en un grupo de forasteros, en admitir una idea
moderna o en secundar un movimiento noble.
Una muchacha
de la Fuente la conoceréis entre mil por su sentido de la gracia, por su
viveza, por su afán de elegancia y superación.
Y es que los
habitantes de este pueblo tienen sentimientos artísticos nativos bien palpables
en las personas que han nacido de él. Sentimiento artístico y sentido de la
alegría que es tanto como decir sentido de la vida.
Muchas veces
he observado, que al entrar en este pueblo hay como un clamor, un
estremecimiento que mana de la parte más íntima de él. Un clamor, un ritmo, que
es afán social y comprensión humana. Yo he recorrido cientos y cientos de
pueblecitos como éste, y he podido estudiar en ellos una melancolía que nace no
solamente de la pobreza, sino también de la desesperanza y de la incultura. Los
pueblos que viven solamente apegados a la tierra tienen únicamente un
sentimiento terrible de la muerte sin que haya nada que eleve hacia días claros
de risa y auténtica paz social.
Fuente
Vaqueros tiene ganado eso. Aquí hay un anhelo de alegría o sea de progreso o
sea de vida. Y por lo tanto afán artístico, amor a la belleza y a la cultura.
Yo he visto a
muchos hombres de otros campos volver del trabajo a sus hogares, y llenos de
cansancio, se han sentado quietos, como estatuas, a esperar otro día y otro y
otro, con el mismo ritmo, sin que por su alma cruce un anhelo de saber. Hombres
esclavos de la muerte sin haber vislumbrado siquiera las luces y la hermosura a
que llega el espíritu humano. Porque en el mundo no hay más que vida y muerte y
existen millones de hombres que hablan, viven, miran, comen, pero están
muertos. Más muertos que las piedras y más muertos que los verdaderos muertos
que duermen su sueño bajo la tierra, porque tienen el alma muerta. Muerta como
un molino que no muele, muerta porque no tiene amor, ni un germen de idea, ni
una fe, ni un ansia de liberación, imprescindible en todos los hombres para
poderse llamar así. Es éste uno de los programas, queridos amigos míos, que más
me preocupan en el presente momento.”
Federico García Lorca
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