28 de maig 2018

la luz que no puedes ver, 2




“En Agosto de 1944 la histórica ciudad amurallada de Saint Malo, la joya más brillante de la Costa Esmeralda,  en la Bretaña francesa,  fue casi totalmente destruida por el fuego.  Esto no debía haber sucedido.
Si las fuerzas de los Estados Unidos no se hubieran creído un informe falso sobre la presencia de miles de alemanes en el interior de la ciudad,  esta podía haberse salvado. Ignoraron el aviso de dos habitantes de la ciudad que se acercaron hasta las líneas americanas e insistieron en que en la ciudad había menos de cien alemanes,  los miembros de dos unidades antiaéreas,  junto con cientos de civiles que no podían salir,  ya que las puertas de la ciudad habían sido cerradas por los alemanes.
os morteros americanos sembraron de proyectiles incendiarios las magníficas casas de granito,  cuyos interiores estaban recubiertos de madera,  contaban con grandes escaleras de roble y guardaban muebles y porcelanas antiguas,  guardadas desde hacía generaciones.  Treinta mil libros y manuscritos de gran valor se quemaron al arder las bibliotecas de la ciudad,  las cenizas llegaron a verse varios kilómetros mar adentro.  De los 865 edificios con los que contaba la ciudad dentro de sus murallas,  solo 182 se mantuvieron en pie y todos ellos más o menos dañados.
(…)
La defensa principal de la ciudad estaba concentrada en cinco puntos que habían sido construidos por la Organización Todt: al Oeste de la ciudad, La Cite,  un vasto complejo subterráneo excavado en la península entre el estuario del Rance y la bahía de Saint Servan;  en la bahía de Saint Malo,  dos islas fortificadas,  Cezembre y Le Grand Bey,  y al Este,  la Montaigne Saint Joseph y  La Varde,  accidentes naturales fortificados con hormigón y que fueron los primero focos de resistencia importantes que encontraron los americanos que avanzaban en su dirección.
El comandante de la guarnición, el coronel Andreas von Aulock, representante de General Motors para Europa antes de la guerra, dirigía las operaciones desde el complejo subterráneo.  Las dos baterías antiaéreas que se encontraban en el interior de la ciudad estaban a cargo de la Luftwaffe.  Una,  en las murallas del castillo,  al mando del teniente Franz Kuster, abogado antes de la guerra y que llegaría a ser juez en la Alemania Occidental,  la otra,  estaba en un pequeño parque público que daba al mar y estaba al mando de un sargento austriaco.
Hasta el día de hoy, una gran proporción de franceses aún cree que los alemanes quemaron la ciudad de forma deliberada como un acto de venganza al verse derrotados. Pero no fue así como sucedió.
Hubo muchos testigos oculares del lanzamiento de proyectiles incendiarios por parte de los americanos desde el Este,  el Sur y el Oeste de la ciudad, y los restos de los proyectiles se encontraron por toda la ciudad y fueron identificados por expertos. No se encontró ninguna prueba del uso por parte de los alemanes de ninguna clase de artefacto incendiario.  En cualquier caso,  hubiera sido ilógico que von Aulock,  que no era ningún fanático,  intentara quemar la ciudad sabiendo que las dotaciones antiaéreas todavía estaban en sus puestos.  Además, en general siempre se había preocupado por la seguridad de la población.  En varias ocasiones había urgido a la población a abandonar la ciudad y les advirtió sobre el horror de la lucha callejera, de la que el mismo había sido testigo en Stalingrado. Pero la mayoría decidió quedarse,  ya que se sentían más seguros en sus grandes y profundas bodegas,  construidas por los afamados corsarios de la ciudad para almacenar sus botines,  que a campo abierto,  donde la guerra podía aparecer en cualquier momento y en cualquier dirección.  También tenían miedo de que sus casas fueran saqueadas y perder sus posesiones de valor. Von Aulock decreto que si alguno de sus hombres era encontrado saqueando, seria fusilado,  al igual que se haría con cualquier oficial o suboficial que fuera negligente al respecto. Hubo algunos saqueos, pero los saqueadores fueron civiles.
(…)
La creencia de los americanos en la presencia de una gran cantidad de tropas alemanas en la ciudad se vio fortalecida por dos incidentes. El 10 de Agosto, dos "Jeeps" en los que viajaban cuatro americanos y cinco franceses intentaron entrar en la ciudad por su entrada principal.  Pronto se encontraron bajo una lluvia de balas de ametralladora.  Un oficial americano y dos de los franceses murieron y los otros fueron hechos prisioneros.  Al día siguiente un camión que transportaba suministros y municiones para la "Resistance" también intento entrar.  Los dos ocupantes fueron capturados y el camión quemado.
Estos ataques fueron realizados por los hombres de la Luftwaffe que se encontraban en las posiciones antiaéreas,  pero los americanos,  situados a unos 500,  creyeron,  a causa de la confusión del combate,  que el número de las fuerzas enemigas era mucho mayor de lo que realmente era.  Por otro lado, no deja de ser difícil de entender la desdeñosa manera en la que recibieron la información proporcionada por dos emisarios franceses procedentes de la ciudad. Yves Burgot y Jean Vergniaud fueron enviados desde el castillo,  donde estaban refugiados, a pedir morfina para los heridos,  tanto americanos como alemanes.  Fueron recibidos con frialdad por un oficial que les pregunto cuántos alemanes había en la ciudad.  Le dijeron que había menos de cien alemanes,  pero el oficial no acepto aquello y el bombardeo e incendio de la ciudad continuo.
Se acordó una tregua para el 13 de Agosto, para permitir a la población civil abandonar la ciudad. En ese momento la parte de la ciudad que no había sido destruida, aun ardía.  Los bomberos nada pudieron hacer para evitar la propagación de los fuegos ya que los americanos habían cortado el abastecimiento de agua.
Los americanos atacaron con tanques el 14 de Agosto y,  para su indudable sorpresa,  la humeante ciudad estaba casi vacía.  La lucha en el complejo subterráneo continuo hasta el 17 de Agosto,  fecha en la que el coronel von Aulock se rindió.  Fue acusado de "el bárbaro incendio de la ciudad de los corsarios",  pero después del examen de las ruinas,  incluidos los restos de los proyectiles incendiarios, y las declaraciones de los testigos, fue absuelto.”

Artículo completo en el blog: “la historia no es blanca o negra”

estado en el que quedo una cúpula de ametradalloras de acero del fuerte


-¿Y ahora qué? – pregunta Etienne-. ¿Quieres comer?  

- La escuela –contesta -, quiero ir a la escuela.  


La luz que no puedes ver
Anthony Doerr
traducción Carmen Cáceres y Andrés Barba
Penguin Random House, 2016 14
Págs.: 611

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