5 de maig 2020

i'últim patriarca, dos


veus de frontera


“En apenas unas horas ha pasado de ser una desconocida a atraer todos los focos. La gesta de Najat el Hachmi, escritora de origen marroquí proclamada ganadora del Premio Ramon Llull (el Planeta de las letras catalanas), ha sido acogida con una mezcla de entusiasmo y curiosidad. El cambio que se constata día a día en la sociedad española, transformada ya por el fenómeno de la inmigración y el mestizaje, empieza también a abrirse camino en el ámbito literario.

El Hachmi, afincada en Cataluña desde hace 20 años, rompe tópicos y habla sin tapujos. En la novela galardonada, L'últim patriarca (que publicará la Editorial Planeta en castellano el 5 de marzo con el mismo título: El último patriarca), la autora ajusta cuentas con el machismo y la violencia de los jefes de familia chapados muy a la antigua. En contraposición a esa figura cruel, emerge la de su hija: una joven que busca la libertad desprendiéndose de un legado social que no ha elegido. El Hachmi conoce bien la lucha cotidiana de su protagonista; porque sin ser ésta una obra autobiográfica, bebe de algunas de sus experiencias.

Eso sí, el destino de El Hachmi cambió de forma abrupta al descubrir tempranamente su vocación: la literatura. "Mi escritura tiene una herencia muy palpable: la tradición oral de mi país de origen. Hasta los ocho años, no supe lo que era un televisor. Todo lo que era ficción, lo que pertenecía al mundo de la imaginación, lo recibí entonces a través de los cuentos que me narraba mi madre. La fantasía empezaba cuando se apagaba la luz", rememora la galardonada, nacida en Nador en 1979. "Fue en Cataluña donde aprendí a escribir y leer. Leía todo lo que se me ponía por delante. Ya no había espacio para esa tradición oral, porque las formas de convivir no son las mismas", añade.

¿Cuál es su relación con ese legado? ¿Ruptura, integración en el nuevo país...? "Es una relación complicada y con momentos de autoodio. He intentado alejarme de unos orígenes que duelen, porque cuesta compaginarlos con el resto de mi vida. Luego he entendido que cuando no es posible destruir algo, sólo queda la posibilidad de asumirlo", sostiene la autora, quien reconoce una gran fascinación por Lorca y Antonio Machado, si bien su gran referente es Mercè Rodoreda.

Lo de los colectivos como etiqueta para definir a las personas le pone enferma. "Es una palabra que no sé a qué hace referencia. Pertenecer al colectivo marroquí... Pues nunca he tenido esa sensación. La gente cuando emigra establece sus propias redes sociales. Es eso lo que facilita la identificación, no el nacimiento. Incluso me parece peligroso que el poder busque representantes de las comunidades de inmigrantes, porque los grupos humanos son heterogéneos", defiende la escritora, que tampoco siente ninguna afinidad por caer en el victimismo.

"El patriarcado es un orden social que no perjudica sólo a la mujer y a la hija. También afecta a los chicos menores de edad, gente de la que se habla poco. Ellos quedan en segundo término, aunque también padecen situaciones límite. En su caso, la confrontación es mayor a veces, porque se niegan a repetir un legado patriarcal que rechazan. Desgraciadamente, todavía no hay preocupación social por los hijos varones".

Su primer libro apareció en 2004 con título inequívoco: Jo també sóc catalana (Yo también soy catalana). "Era puramente autobiográfico y me centré en el hecho de haber emigrado. El título no es contundente, porque cuando llevas 20 años viviendo en un lugar, cansa mucho que todavía se te considere una extranjera. Los paisajes y la gente que quiero son los que he conocido en todo ese tiempo y no los de una infancia algo mítica al habitar ya en el recuerdo. Yo me siento catalana y punto. Por eso, nunca me planteé utilizar una lengua literaria que no fuera el catalán".

Y lo hace con pasión: "Escribir es la máxima forma de libertad. Me permite yuxtaponer situaciones que otros autores no harían al no compartir mi realidad. Hablo de lo que me interesa: los individuos de frontera".”


Israel Punzano Sierrra
El País, 02/02/2008


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