Madres, padres y demás
Apuntes sobre mi familia real y literaria
Siri Hustvedt
Traductora: Aurora Echevarría Pérez
Editorial: Seix Barral, 2022
Páginas: 416
Feminismo y memorias familiares se dan la mano en esta colección de ensayos de Siri Hustvedt.
La filosofía feminista y las memorias familiares van de la mano en esta nueva colección de ensayos de Siri Hustvedt, una magistral exploración sobre cómo muchas experiencias que damos por sentadas y que nos definen como seres humanos no son tan inalterables como pensamos, especialmente las relaciones familiares o entre géneros, los abusos de poder o la influencia del entorno en quiénes somos, profundizando para ello en su propia memoria personal, en sus años de formación y en su experiencia como escritora.
Hustvedt vuelve a hacer gala de sus dotes de comunicadora y de un conocimiento interdisciplinario en este volumen que se mueve entre las historias de su madre, su abuela y su hija pero también por las de sus "madres literarias", Jane Austen, Emily Brontë y Louise Bourgeois, y de ahí hasta conceptos más amplios, como la experiencia de la maternidad en una cultura moldeada por la misoginia y las fantasías de la autoridad paterna. Es, en definitiva, el viaje de una erudita hacia cuestiones urgentes sobre el amor y el odio familiares, el prejuicio y la crueldad humanos y el poder transformador del arte.
Fragment:
“Mi abuela paterna era huraña, gruesa y formidable. Cuando se reía lo hacía a carcajadas, rumiaba por razones que solo ella conocía, aireaba a gritos sus opiniones a veces alarmantes y hablaba un dialecto noruego impenetrable para mí. Aunque nació en Estados Unidos, nunca llegó a dominar el sonido th del inglés y optó por pronunciarlo como una simple t, cambiando la sonoridad de las palabras. Cuando yo era niña, ella tenía el pelo blanco y abundante, y si se lo soltaba, le llegaba casi hasta la cintura. Antes de que yo la conociese, era de color caoba. Con los años empezó a clarear, pero recuerdo mi asombro cuando lo llevaba sin recoger. Eso solo sucedía por la noche, cuando se soltaba el moño frente al espejo brumoso del minúsculo dormitorio húmedo y mohoso de la casa de campo donde vivía con mi abuelo, quien tenía su propia habitación aún más pequeña bajo los aleros en lo alto de la estrecha escalera de madera, un lugar que casi nunca se nos permitía visitar. Una vez suelto el pelo y puesto el camisón, mi abuela se quitaba la dentadura y la dejaba en un vaso junto a la cama, un acto que a mi hermana Liv y a mí nos fascinaba, pues no teníamos ninguna parte del cuerpo que pudiéramos sacarnos por la noche y ponernos de nuevo por la mañana. “
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