1 de set. 2023

fragment dos

 

teatre romà d'Itàlica

CARTA IV


LAS EXCURSIONES DE NANCY Y LA TERTULIA DEL CAFÉ


    "El parcheador sigue en la cárcel. Contestando tus preguntas, te diré que Mrs. Adams es la de siempre. ¿Sabes qué hizo? Le regaló a mi novio una Biblia en español, y la misma tarde que se la regaló, paseando por el parque de María Luisa, le explicaba Mrs. Adams —tú la conoces— la utilidad de leer la Biblia, y decía que muchas veces estaba sin saber qué determinación tomar cuando abría el libro al azar y leía la primera línea de la página de la izquierda. Y allí encontraba la solución.

    —Hombre —dijo mi novio—. Yo tengo ahora más problemas que nunca en mi vida. Si eso es verdad, el libro vale la pena. Vamos a ver.

    Abrió al azar y encontró en la primera línea las siguientes palabras del capítulo 27 de San Mateo que se refieren a Judas: «...Y entonces fue y se colgó de un árbol y se ahorcó.» Mi novio palidecía y Mrs. Adams se ruborizaba un poco. Entonces ella dijo: «Bueno, eso es una casualidad. Mire en otra página.» Y mi novio lo hizo, y en el capítulo de los Reyes del Antiguo Testamento la primera línea decía: «Haz tú lo mismo.»

    Mi novio abrió las manos y dejó caer el libro al suelo. Luego se inclinó a recogerlo y lo devolvió a Mrs. Adams.

    —Vaya, señora —le dijo—. Parece que ese libro sabe muy bien lo que a mí me conviene, pero tengo que reflexionar un poco antes de tornar mis determinaciones.

    Y seguía pálido y la voz le temblaba. Con aquello Mrs. Adams renunció a convertir a mi novio a la Iglesia anglicana y él anduvo dos días huyendo de ella como del diablo. Todavía la mira de reojo cuando se acerca.

    —Veo que tus amigas —dice a veces— se preocupan de mi porvenir.

    Me preguntas en tu carta cómo se llama mi novio, y ahora caigo en la cuenta de que no te lo había presentado todavía. Se llama Francisco Antolín Reyes. Unos le llaman Paquito y otros Curro, que son nicknames de Francisco. Pero Antolín es apellido, y mi novio nació cerca de Itálica, lugar de origen de las familias de los Antoninos imperiales. Pienso a veces que su nombre Antolín no es sino Antonín o Antonino. La vocal última se pierde al pasar del latín al romance y, ya sabes, algunas consonantes cambian o desaparecen, según T. N. T. Bueno, te pongo el nombre entero: T. Navarro Tomás. Porque esas TNT son las iniciales de la nitroglicerina en los Estados Unidos y por aquí las cosas andan explosivas.

    Antolín puede ser Antonino. En ese caso, mi novio vendría en línea directa de Trajano, Adriano y Marco Aurelio, lo que no me extrañaría nada Un día mi novio cantaba entre dientes una canción que decía

Tengo sangre de reyes
en la palma de la mano...

    Y entonces yo le pregunté:

    —¿Tu padre o tu abuelo se llaman Antolín o Antonín ?

    —Mujer, ¿qué importa? La cuestión es pasar el rato —decía él.

    Pero el segundo apellido, Reyes, es seguramente un apellido de familia. Y si es Antonino Reyes, ya no me cabe duda. Pero cada vez que le hago preguntas sobre esta materia, él me responde lo mismo: «La cosa es ir pasándola, niña.»

    Por fin, se le olvidó a mi novio la inquina contra Mrs. Adams y fuimos la semana pasada a las ruinas de Itálica juntos Curro, ella y yo. Pasaron muchas cosas. Figúrate. Mrs. Adams quiso dárselas de culta y arqueóloga, pero metió la pata dos o tres veces. Sólo sabía repetir aquello de:

Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa...

    Y lo repetía a grandes voces en el escenario del teatro romano para probar, según decía, las condiciones acústicas. No fue sólo eso. Por ejemplo, había una estatua de Hércules muy grande, de mármol. Y al lado, otra pequeñita del mismo dios. Para distinguir al pequeño se puso a llamarlo por el diminutivo: Herculito. Sonaba un poco raro, la verdad. Herculito. Después de ver el anfiteatro le dijo al guía: «Lo mejor que nos ha enseñado usted hasta ahora ha sido Herculito.»

    El hombre se quedaba mirándola de pies a cabeza sin saber qué responder:

—Señora, yo..."

La tesis de Nancy
Ramó J. Sender
Editorial Bambú, 2012
páginas: 83-86



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